jueves, 29 de agosto de 2019

EL ATRATO Y LA RESILIENCIA (AJGF)





EL ATRATO Y LA RESILIENCIA

Con excepción de la cuenca de los ríos Cauca y Magdalena, las grandes cuencas de los ríos colombia son síntomas de la gravísima enfermedad del abandono estatal. La falta de estado es un hecho notorio, y la cuenca del rio Atrato no es la excepción. Es casi imposible ver un funcionario del estado cumpliendo su misión institucional, con excepción de patrullas militares que se ubican en puntos estratégicos de los ríos para censar a quienes pasan. En las riberas, directamente sobre el rio, se levantan poblados pequeños de casas de madera y techos de zinc construidos en palafitos sobre el agua, sin agua potable, ningún saneamiento básico, sin energía eléctrica distinta a la que pueden proveerse algunos con plantas que consumen combustibles carísimos. Clima malsano, calor excesivo, enfermedades tropicales, ausencia de servicios básicos.

En medio de todo estas manifestaciones del síntoma, están las comunidades, nuestras gentes colombianas de muchas razas orígenes y lenguas que sobreviven a la dura realidad de su cotidianidad en medio de la pobreza total pero rodeados de una naturaleza exuberante, un paisaje hermoso y aguas caudalosas con un suelo fértil que les provee arroz, yuca, plátano y peces como alimento y remedios ancestrales para las dolencias. Pero la realidad es que el paisaje nunca provee educación, atención médica ni salud suficiente para enfermedades graves ni una dieta suficiente, nutritiva y equilibrada.

Una pobreza que duele. Ahí entiendo que sin lugar a dudas no se puede hablar de abandono estatal por que el estado colombiano nunca ha estado allá. No puede un país abandonar una región en la que nunca ha estado presente. Es la forma mas dura para entender que el mapa no es el territorio.

Esporádicamente llegan oleadas de la única manifestación del estado que se conoce por esos lares: Las fuerzas militares. Y llegan en lo que llaman en forma rimbombante “operaciones” que se adentran cientos de soldados, enviados a las regiones con planes “estratégicos” concebidos sobre mapas y cumpliendo ordenes dadas desde escritorios en Bogotá. En ellos si invierte eficazmente el estado los recursos de que dispone para ir al territorio: helicópteros de transporte y de combate, lanchas de transporte y de combate; naves de transporte y de combate, aviones de transporte y de combate todo para llevar fugazmente un muy visible despliegue de fuerza que cumple mal con su función de intimidar a quienes no necesitan ser intimidados. Esa es la única forma que en las comunidades, dentro de la manigua y aisladas por la naturaleza pueden sentir como “presencia del estado”.

Ninguna otra institución gubernamental hace presencia por allí. Mil veces me llega a la mente la desesperada pregunta del poeta Gonzalo Arango: ¿no habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus hijos los haga dignos de vivir?

Después de varios años volví al Atrato y al Chocó, donde había pasado algún tiempo cuando laboraba en Urabá. Fui de la mano de la Comisión Intereclesial de Justicia y paz y otras entidades no gubernamentales; me adentré por la cuenca del rio Cacarica, hasta los territorios hoy nuevamente habitados por quienes fueron parte del desplazamiento forzado en su momento, por una de aquellas extrañas formas que tiene el estado colombiano de “hacer presencia” en las comunidades, que en ese momento se conoció como la operación militar “Genesis”. Décadas después aun pude observar el temor que se refleja en las caras de las personas cuando escuchan ese nombre, lo recuerdan, o sienten el ruido de un avión o un helicóptero sobre ellas.

Allí en medio de la manigua, me encontré en la Zona humanitaria Nueva Esperanza en Dios, una de las estigmatizadas “comunidades de paz” a las que tanto se les teme desde las entidades gubernamentales. Esta comunidad está conformada por personas sobrevivientes de las violencias que aun azotan a Colombia, y todas víctimas de la última gran plaga de la humanidad: La indiferencia social.
No vi por ninguna parte el supuesto aquelarre delincuencial de la “ republica independiente” que se les atribuye desde la mitología oficial. Lo que vi y viví durante varios días me conmovió verdaderamente. Mujeres y hombres, que se reconocen como colombianos, gentes de distintas etnias y de todas las edades, que se auto-determinan en una forma organizada con un profundo respeto por la vida y el ambiente en medio de una pobreza digna, con amor, solidaridad, amabilidad, resiliencia, cultura popular, todo en medio del evidente abandono estatal.
Ellos, en una forma cordial pero con firmeza no permiten el ingreso a la zona humanitaria de ningún actor armado, hecho que pareciera ofender más a los actores armados legales que a los ilegales. De ahí la condena a llevar el peligroso estigma de “subversivos”.

Allí, queda en plena evidencia que el esfuerzo colectivo está enfocado a la consolidación de la reconciliación, a la construcción de la memoria, a la búsqueda de la verdad, a dejarles a las generaciones venideras el gran legado de paz de su historia individual y colectiva y su armoniosa convivencia como ejemplo de resiliencia a través de su proyecto emblemático: la Universidad de Paz.

Desde el Atrato, desde el Cacarica y otras regiones colombianas golpeadas por la violencia, se teje el futuro de un país en paz, en comunidades que con una valiente dignidad y claridad pide que la presencia del estado en las regiones alejadas no sea a través de lamentables “operaciones” militares, sino que sea civil, respetuosa, efectiva, total y permanente, impactando positivamente calidad de vida de todos.

Una verdadera lección de resiliencia que conmueve y motiva a seguir trabajando por la reconciliación y buscando la tan esquiva paz que todos merecemos y queremos sentir en vida.

ANTONIO JOSE GARCIA FERNANDEZ










viernes, 16 de agosto de 2019

MI UNICA CONVERSACIÓN CON CARLOS CASTAÑO (AJGF)

Nota del Autor y editor de este blog:

Esta breve crónica de mi encuentro con Carlos Castaño la escribí pensando en comenzar mi idea de ser escritor y cronista del conflicto en lo que me ha tocado vivir. La compartí  para su critica  con una periodista de un medio nacional muy importante quien me dijo que le faltaba más detalle y contexto y yo estuve de acuerdo. Se quedó entre el tintero y posteriormente me di cuenta que se había filtrado a otra periodista que escribió un libro y que si bien no la utilizó si le dejo saber a algunas personas que existia esa crónica y la historia llegó con ella donde uno de los involucrados y mencionados en ella quien negó los detalles relacionados con el tema de castaño, seguramente por temor a ser involucrado como testigo de hechos relacionados por el peligro que implica esta situación. 

Mi única conversación con Carlos Castaño. 


Nunca lo había visto. Nunca había hablado con él. Eso sí, tenía todas las referencias, todo lo que decía la prensa y la literatura y todo lo que me había contado mi hermano (Carlos Mauricio o Rodrigo) durante nuestras charlas muy esporádicas y nuestras últimas conversaciones en Bogotá, a finales de octubre de 2003, donde lo recogí, lo tuve escondido y lo acompañe varios días en un apartamento, huyéndole a la persecución de los mafiosos, mientras él y sus compañeros de fuga negociaban su salida del país con los representantes de la embajada americana, con quienes tuvieron contactos desde tiempo atrás. 


Recuerdo la fecha de mi único encuentro con Carlos Castaño, pues ese día se desarrollaba una crucial carrera, tal vez la primera de Juan Pablo Montoya en la fórmula 1. Día siete 7 de marzo del año 2004. 


Recién había yo llegado Urabá, buscando posicionar mi oficina del abogado allí, después de haber sido durante años un ejecutivo de buen nivel en empresas del sector privado de Medellín, y buscando cumplir con mi sueño de tener un periódico que participara directamente lo que siempre había querido realizar y era adelantar un trabajo social, en el campo, de comunicación y construcción de tejido social, área que me apasionaba casi tanto como el derecho. La comunicación y el periodismo la tenemos los García como una herencia familiar que buscamos desarrollar como una pasión, o como un hobby. 


Recién llegué a Apartadó y a poco fui a conocer a Necoclí, población y paisaje que me atrapó inmediatamente, y rápidamente inicie contactos con algunos habitantes de la región, mirando las posibilidades de desarrollar tanto mi oficina, como el periódico en dicha zona. La verdad me hubiera encantado tener mi oficina en Necoclí, y fue un proyecto largamente acariciado que termine desarrollando, en otras circunstancias, varios años después. Por el momento quería hablar con el alemán, a quien ya había conocido en una oportunidad anterior, pensando en una entrevista para el primer número del periódico "Urabá hoy", que ya venía trabajando como proyecto desde hacía días con algunos amigos. 


Quería pegar con el periódico, y una entrevista con el alemán y otros personajes relevantes de la región podría ser una buena ancla para el primer número. Recuerdo que hechos los contactos, me pidieron ir a "La Comarca", zona donde normalmente acampaba Fredy Rendón. Allí tenía una finca que era su campamento y donde recibía a todas las personalidades que lo buscaban para aprovecharse de su poder en la región y a las personas que querían hablar con el algún tema. Cuando lo conocí, me sorprendió que hablara por igual con el empresario o el ganadero poderoso que con el campesino humilde. Quien quería hablar con él, hablaba con él, y eso ocurrió en mi caso. 
Logré que un "Chivero" me condujera a dicho paraje, durante un recorrido de una hora hacia el interior de Urabá, y después de pasar a pie un puente derruido sobre el rio Mulatos, fui recogido por una persona en un vehículo que me condujo a la finca del “señor”. Una casa sobria, sin lujos, rodeada de jardines silvestres pero bien tenidos, y después de esperar algún rato, llegó su propietario, que con su habitual cortesía me atendió durante un rato, y posteriormente me pidió que lo esperara ya que él se iba a reunir con algunas comunidades de la región en las horas de la tarde, y quería continuar conmigo la conversación ya iniciada. Me advirtió eso sí: es posible que por la tarde llegué Carlos Castaño, ¿eso representa algún problema para usted? Seguramente pensaba en las ya profundas diferencias entre mi hermano "Rodrigo" y Carlos, pues este se encontraba atrapado en la telaraña mafiosa que el mismo ayudó a construir en las AUC, y la difícil situación que Rodrigo sufría en ese momento, ya derrotado militarmente y perseguido por todos los narcotraficantes de Colombia y abandonado a su suerte por Carlos Castaño. 


No, no hay problema le respondí. Siempre he entendido que lo cortés no quita lo valiente, y además no dejaba sentir una cierta curiosidad de conocer a semejante personaje que de una u otra manera ya había marcado, profundamente, no solo la realidad de este país, sino también mi historia familiar. 


Me quedé solo, en la casa del alemán, dedicado a un rato de lectura, y a disfrutar del silencio que brindaba ese sitio donde me encontraba, mientras esperaba con expectativa que me tendría reservado la vida para esa tarde. 


No sé cuánto tiempo pasó pero sentí algún movimiento en el exterior. Al poco rato llegó la empleada y me informó que el Sr. Castaño se encontraba en la oficina,( un espacio en una cabaña contigua a la casa, que habían habilitado como despacho y sitio de reuniones) con su esposa. Yo simplemente esperé, y al poco rato apareció en la puerta del salón donde estaba, el mismo Carlos Castaño. Llegó solo, sin escoltas y sin su esposa. Al igual que yo, lo percibí tímido, con una cierta expectativa que seguramente le generaba el encontrarse con el hermano mayor de "Rodrigo Doble Cero", su compañero de muchas batallas, su amigo, casi un hermano para él, (dentro de lo que pareciera representar “un hermano” para los Castaño) lo que también le debería producir sentimientos encontrados, dada la polémica interna de las AUC y la problemática regional y nacional que en ese momento se vivía alrededor de mi hermano, su posición frente al narcotráfico, la negociación con el gobierno y las estructuras mafiosas de las AUC y las consecuencias que esto tuvo para Doblecero, el Bloque Metro y para su familia y allegados. 


La verdad es que a mí también se me dificultó abordarlo, además que no dejaba de sentir cierta solidaridad con los problemas de mi hermano por la persecución sin piedad a la que lo estaban sometiendo a él y a los que los pocos que lo rodearon, por parte de los narcotraficantes camuflados en las AUC acolitados por sectores corruptos de gobierno y las fuerzas militares, y de alguna manera sentía que el estar aquí hablando con Carlos podría ser tomado en mi familia como una especie de traición, lo que me generaría situaciones incómodas hacia el futuro. 


Me presenté, lo saludé cortésmente, lo invité a sentarse, y me ofrecí a abandonar el lugar si lo requería o mi presencia de alguna manera lo incomodaba. Se recostó en la hamaca que había en el lugar, no sin antes dejar abandonada ya despreocupadamente su pistola Beretta 9 mm, en un lugar distante de él, lo que entendí como un gesto de un guerrero que se deshace de su arma para ganar confianza frente a un civil, y casi sin darme cuenta estaba metido en un diálogo completamente distinto al que esperaría tener con Carlos Castaño. Después de protocolarias preguntas por familiares y conocidos, Comenzó hablarme, no sin cierta prevención, de su hija, de los problemas que tenía, de la forma como él y su esposa habían resuelto prácticamente abandonarlo todo para sacarla a ella delante. Estaban resueltos a cualquier cosa. Me contó cómo Rosa María había nacido con el “síndrome del maullido del gato”, y todos los problemas que habían tenido para que sobreviviera. Yo también le conté mi tragedia familiar, toda la historia de cómo mi hijo Juan David había nacido prematuro con membrana hialina y cómo había muerto a los pocos días de nacido y como fue nuestra desventura familiar, que aún hoy recuerdo con amargura y dolor pero con mucho amor por las enseñanzas que nos dio a todos los de la familia. 


No hablamos de nada distinto a este tema durante tal vez una hora. No dejó de sorprenderme que en algunas ocasiones, se le quebrara la voz y se le vinieran las lágrimas, desde los ojos siempre encharcados. Tengo que confesar que también lloré, pues contar esa tragedia personal nunca ha sido fácil para mí, no tengo recuerdo de haber vivido nada tan intensamente, de haber sentido un dolor más profundo, y recordarlo en cualquier momento me produce llanto. Pero que un hombre con los antecedentes que yo conocía de Carlos se quebrara de esa forma ante mí, que era prácticamente un desconocido, no ha dejado de darme mucha sorpresa, pues de una u otra manera era ver el lado humano y familiar de un ser que además era reconocido en el país como un frío y calculador asesino. 


Recuerdo que hablamos de este tema alrededor de una hora, hasta que se acordó que su esposa estaba todavía en la oficina, esperando. Supongo que Carlos se vino en avanzada, con curiosidad una vez enterado quién era yo, a ver qué noticias podía obtener de mí acerca de la situación de mi hermano. Sé que lo quería, como a otro hermano, (no con esa particular forma de querer los hermanos que han demostrado los Castaño) y por esa razón, digamos que de buena voluntad y alguna curiosidad, quiso acercarse a mí. 


Gané empatía rápidamente con él pues ya se refería mi al presentarme a su esposa, como si yo fuera una mezcla de lo mejor de mis hermanos cuando llamó a su esposa, Kenia, una mujer bellísima, con rasgos indígenas, y se veían enamorados el uno del otro, para qué estuviera presente y participara en la conversación. Me presentó con todos mis abolengos familiares, como hermano de Juan y de Mauricio y pidiéndome contar nuevamente toda mi historia, a ampliarla y a vivirla nuevamente con llantos de los ojos y dolor en el alma, tanto en la familia Castaño a quienes tenía al frente y a quienes veía perfectamente identificados con la historia que les contaba. 


Ya entrados en confianza, tanto él como su esposa y yo, derivamos la conversación a temas familiares míos. Me contaba anécdotas de mi hermano, Carlos Mauricio, de su testarudez proverbial y su desfachatada franqueza y particular manera de decir las cosas. Ambos me analizaban, me encontraban parecidos en algunas cosas con uno u otro hermano mío, a quienes ella conocía también, y Carlos dejaba entrever su admiración, además de cierta diversión que no dejaban de causarles con su particular manera, cada uno en su estilo particular pero siempre inteligente, agudo, irreverente y en ocasiones iconoclasta, de analizar las cosas. (la historia de Fidel y del padre leonidas) 


En un momento, las cosas derivaron hacia otros temas más gruesos; la guerra en el oriente antioqueño, el narcotráfico, los narcotraficantes, la extradición, el gobierno de los Estados Unidos, la posición de Rodrigo frente a una eventual negociación, y la actitud de Vicente Castaño de quien vine yo a saber en esa oportunidad, por las referencias que oí en una posterior conversación que presencié esa noche, el poder que tenía entre los mafiosos. 


Me contó, (tal vez con la esperanza que yo le informara a Rodrigo), que estaba adelantando a través de abogados negociaciones con los Estados Unidos, con la DEA, para entregarse voluntariamente a responder por la acusación que pesaba en ese país en contra de él por narcotráfico. Que él no podía aceptarlo como tal, pues nunca lo había ejercido, pero que estaba negociando, que en ese momento estaban las diferencias en un máximo de siete años ofrecido por el gobierno americano y él pedía cinco años de cárcel, y que se entregaría, pero me advirtió: " Vea don Manuel: (todo el tiempo me trató así a pesar de que insistía yo en que me llamaba Antonio) el tiempo que me quede de vida lo voy a dedicar a dos cosas: a tratar de solucionar los problemas con los que nació mi hija Rosa María, y a desmontar este "monstruo de mil cabezas" en que se ha convertido la autodefensa en Colombia". 


No tenía idea él, ni mucho menos yo, que sólo le quedaba algo más de un mes de vida. El resto de la noche se fue en la cena, ya con el alemán en casa, y largas exposiciones sobre el tema del síndrome del maullido del gato. Estaba obsesionado con eso. Antes de dormir, observó brevemente la carrera de fórmula uno, en la televisión. Durante la carrera, También pude escuchar, sin querer, parte de una conversación en la cual con un tono de voz muy bajo prácticamente le suplicaba a su amigo Fredy Rendón, El Alemán, que intercediera ante su hermano Vicente, pues sabía que era el único que podía parar la orden de asesinarlo que él ya sabía que la habían  dado don Berna y otros narcotraficantes. 


Durmió con su esposa esa noche en la casa, y yo obviamente por la lejanía, la oscuridad y la falta de vehículo para regresar a Necoclí, hice lo mismo. Alrededor de las tres de la mañana golpeó la puerta de la habitación donde me estaba quedando, a despedirse. Esto fue lo último que le escuché a Carlos Castaño: "Don Manuel, hágame el favor y hable con Rodrigo, dígale que lo aprecio mucho, que comprendo su posición y que lamento su situación actual pero que dentro de muy poco yo voy a estar en iguales o peores condiciones que en las que él está ahora.” 


Regresé al pueblito sin entrevista con el alemán y con una extraordinaria historia que nunca me atrevería a publicar en el periódico. Una conversación humana con Carlos Castaño, lágrimas y sentimientos de esta persona, que dirigió una de las mayores organizaciones terroristas de Colombia. A nadie le interesaría, nadie me creería. 


Desde mucho tiempo antes, y en medio de la correspondencia y los correvediles del gobierno nacional y los paramilitares en Ralito, se había sellado su suerte; estaba jugada ya, para Rodrigo y para él y ambos lo sabían.

miércoles, 14 de agosto de 2019

UN CAMINO HACIA EL FUTURO: NEGOCIO Y MUERTE ¿QUIENES CONTROLAN LAS CARCELES E...

UN CAMINO HACIA EL FUTURO: NEGOCIO Y MUERTE ¿QUIENES CONTROLAN LAS CARCELES E...: Negocio y muerte: ¿quiénes controlan las cárceles en América Latina? POR JUAN MANUEL FLÓREZ ARIAS | el colombiano.com  14 de ag...

NEGOCIO Y MUERTE ¿QUIENES CONTROLAN LAS CARCELES EN AMERICA LATINA? Tratando de entender (100)



Negocio y muerte: ¿quiénes controlan las cárceles en América Latina?


POR JUAN MANUEL FLÓREZ ARIAS | el colombiano.com  14 de agosto de 2019
  • 1,3 millones de pesos gasta Colombia mensualmente por cada preso según el Inpec.
  • 11,9 %De los presos de El Salvador han sido testigos de violaciones en la cárcel.
  • 90 %de los presos de Brasil afirman haber sido robados en la cárcel*.
  • *Encuesta a Población en Reclusión en Latinoamérica.

EN DEFINITIVA

La falta de presupuesto y el hacinamiento en las cárceles de América Latina ha permitido el fortalecimiento de estructuras criminales cuya influencia va más allá de los penales.


En marzo de 2012, en la cárcel de máxima seguridad de Zacatecolucas, en El Salvador, se acordó que las personas dejarían de morir. La noticia no fue anunciada por altavoces, llegó en forma de susurro, con llamadas desde las cárceles a los “palabreros” –emisarios de las pandillas en las calles– con una instrucción: “Hay que calmarse”.

El efecto fue inmediato. Uno de los palabreros, consultado por el diario El Faro, el primero en revelar los detalles del pacto aquí mencionado, recibió la llamada el viernes 9 de marzo, canceló los homicidios programados para ese día y les dijo a sus subordinados: “Estamos en vacaciones”. Al final del mes, los asesinatos se habían reducido un 38 %; para final de año la tasa nacional se redujo un 58 %, según el Instituto de Medicina Legal.

Por la disminución de las cifras, algunos llegaron a llamarlo milagro. En 15 meses, la comunidad internacional vio con asombro cómo las muertes del país con la mayor tasa de homicidios del mundo de la época –según ONU– llegaron a sus mínimos por una decisión tomada, desde la cárcel, por líderes de las pandillas M-18 y Mara Salvatrucha.

Se pensó, incluso, que el experimento podía replicarse en otros países, pero en 2014 el gobierno retiró el respaldo al pacto y, en menos de un año, los homicidios volvieron a aumentar y llegaron a la mayor cifra de este siglo en 2015 –105 por cada 100.000 habitantes, según cifras oficiales–.

Algunos de los facilitadores del diálogo fueron procesados y condenados como cómplices de las pandillas y, la única certeza que quedó en pie –de acuerdo con la hipótesis del investigador Benjamin Lessing, autor de varios libros sobre conflictividad criminal y profesor de la U. de Chicago– fue que estas bandas no eran solo grupos de muchachos tatuados, sino estructuras con poder político capaces de decidir sobre la vida y la muerte a escala nacional.

Lessing ve señales anteriores de esta realidad. En 2006, Sao Paulo, la tercera ciudad más grande del mundo, fue “convertida en rehén” de las pandillas cuando el Primer Comando da Capital (PCC) respondió al traslado de sus miembros a cárceles de máxima seguridad con motines coordinados en 90 prisiones en los que murieron 133 personas, entre ellas 41 policías, de acuerdo con el gobierno brasileño.

“Las cárceles en América Latina, en muchos casos, funcionan como gobiernos criminales de facto controlados por las bandas de cada país”, afirma Gustavo Fondevila, académico del Centro de Investigación y Docencia de México (Cide), basado en sus entrevistas de la última década en los penales de México, Perú, Honduras, Brasil, El Salvador, México, Argentina y Chile.

En los penales, agrega, transcurre una realidad paralela, cuya existencia suele pasar desapercibida hasta que, como pasó hace dos semanas en un penal de Brasil, medio centenar de personas son asesinadas en sus celdas por una disputa entre bandas rivales.
Esconder bajo la alfombra


Pese a las diferencias entre países, la constante de las cárceles de la región es que funcionan permanentemente excediendo el límite de su capacidad. De acuerdo con los datos recogidos por el World Prison Brief (WPB), salvo México, Belice y Surinam, todos los países de América Latina y el Caribe tienen encarceladas más personas que las que están en condiciones de mantener (ver Infográfico).

En Colombia, dice el WPB, la población retenida pasó de 51.518 personas en el año 2000 a 118.513 en 2018; es decir, en menos de una década aumentó un 230 %. Se trata de un proceso generalizado en América Latina.

Marcelo Bergman, director del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia (Celiv), explica que “lo que sucedió en los últimos treinta años es que aumentó el delito y, con él, la sensación de temor de la población, lo que demandó políticas duras que llevaron a triplicar la población carcelaria sin que la infraestructura de los penales creciera en la misma proporción”.

Esa precariedad se suma a una falta de inversión en recursos básicos que, según el investigador José Luiz Ratton, coordinador del Centro de Estudios en Políticas de Seguridad de la U. Federal de Pernambuco en Brasil, “está mediada por la percepción (problemática) de que los presos son personas que han perdido sus derechos”.

En Colombia, por ejemplo el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec), invierte 1,3 millones de pesos mensuales para la atención de cada preso; una cifra contrasta con los datos oficiales de países como Reino Unido, donde el gasto por cada recluso es de 8,3 millones al mes o –más cerca– Chile, el cual invierte 3,4 millones de pesos por preso.

“Es difícil exigir a los presos que no establezcan mercados criminales si, por ejemplo, no les das agua potable”, afirma Fondevila. Cada necesidad básica no resuelta en las cárceles da pie a un negocio al margen de la ley.

Así sucede en República Dominicana, donde la investigadora Jennifer Peirce, miembro del departamento de justicia criminal del John Jay College en Nueva York, comprobó la existencia de una suerte de “delegados” entre los presos como encargados de estos mercados ilegales, bajo el compromiso no oficial de que paguen una cuota de sus ganancias al Gobierno.

Entre más frágil sea el sistema carcelario, mayor es la influencia de estas redes de comercio dentro de las cárceles. Así, mientras según los datos de la Encuesta a Población en Reclusión en Latinoamérica, al 69 % de los presos de Chile le son proporcionados los medicamentos por el centro penitenciario, en El Salvador esta cifra es de solo el 20, 8 %.

El control de los negocios dentro de los penales de la región, afirman los expertos, convirtió a los grupos criminales en los árbitros detrás de las rejas que, eventualmente, obtuvieron suficiente poder para extender su control fuera de ellas.
Gobiernos paralelos

Detrás de cada estadística sobre los penales en el continente, hay cientos de horas de entrevistas con presos en cada cárcel de América Latina. El pacto tácito durante estas sesiones es que los reclusos no toquen a los entrevistadores. A veces, sin embargo, esta norma se rompe; sobre todo cuando el que se quiebra es el propio preso, que interrumpe la conversación para comenzar a llorar.

Esa vez, en una cárcel de Honduras, no hubo llanto, solo el grito de una de las entrevistadoras del equipo de Fondevila cuando el recluso dejó de hablar para tomarla del brazo y luego se lanzó sobre ella. Investigadores se retiraron del penal y detuvieron entrevistas.

A los tres días, cuenta Fondevila, el vocero de la iglesia que les servía de comunicación con la pandilla le dijo que el jefe quería hablar con él. El líder se disculpó, le aseguró que el problema estaba solucionado y lo invitó a volver con su equipo para continuar con su trabajo.

Como garantía de su palabra, sacó una bolsa y vació sobre la mesa la cabeza del pandillero que había tocado a la entrevistadora. En la cárcel, la paz se impone a fuerza de miedo.

Según las Encuestas comparativas, en las cárceles controladas por estas bandas hay menos agresiones contra los reclusos: mientras en El Salvador solo el 3,5 % de los presos afirma haber sido golpeado, en cárceles más institucionalizadas como las de Chile esta cantidad es del 25 %.

El poder de los grupos criminales está determinado por una capacidad de aplicar castigos que, en la práctica, casi siempre son efectivos solo como amenazas.

Según Lessing, esa potestad de castigar o premiar da a las pandillas el nivel de “gobiernos criminales”, ante los que sus miembros contraen matrimonio, responden por sus crímenes y adquieren el deber de defender en caso de guerra.

“¿Por qué la gente en las calles obedece las órdenes de los líderes de pandillas que pueden pasar el resto de sus vidas tras las rejas?”, se pregunta Lessing en uno de sus artículos de 2017.

Su respuesta, que coincide con las experiencias de Fondevila, Peirce, Bergman, y otros estudiosos del tema, es que la fiebre de arrestos en masa de los últimos treinta años en la región no fortaleció el control de los Estados, lo debilitó, al unificar en un mismo espacio a las organizaciones criminales.

Retomando a Bergman, el aumento de delitos llevó a que las sociedades latinoamericanas exigieran dejar de ver a los criminales, encerrarlos para que –en principio– volvieran años después resocializados; pero la debilidad institucional terminó por acumular a estas personas en mundos sin agua, medicinas o camas individuales como solución al problema.

“Esa es una ingenuidad criminal”, dice Fondevila. Aquello que los países quisieron ocultar en los penales siguió creciendo, protegido por el aislamiento, como un preso que guarda bajo la almohada la llave de su propia celda .


CONTEXTO DE LA NOTICIA
 MICROHISTORIA:   LA FIRMA DE MESSI PARA EL PANDILLERO

El último requisito para que el investigador Gustavo Fondevila y su equipo pudieran entrevistar a los presos de El Salvador era darle un regalo al líder de la pandilla. ¿Cómo complaces a un muchacho de 20 años que tiene a su disposición ¿alcohol, comida, lujos y voluntades que quiera comprar? La decisión fue entregarle un balón autografiado por Lionel Messi. Llegó a la reunión con su mejor imitación de la firma. El jefe, un muchacho con la misma cantidad de años que de muertos tras de sí, dudó, pero aceptó el juego. Ese día los pandilleros y los investigadores jugaron en el patio central convencidos de que pateaban un balón con la firma del mejor jugador del mundo. Tres días después las puertas del penal se abrieron.


MI ÚNICO ENCUENTRO CON CARLOS CASTAÑO

Nota: esta breve crónica de mi encuentro con Carlos Castaño la escribí pensando en comenzar mi idea de se escritor y cronista del conflicto....