martes, 9 de abril de 2013

"TULIO BAYER JARAMILLO" TRATANDO DE ENTENDER (17) por qué esta guerra.


                  Tulio Bayer Jaramillo (perfil)

Durante la década de los años sesenta del siglo XX, Tulio Bayer Jaramillo fue considerado el enemigo público número uno del país. Médico, guerrillero. “Un vago, un anarquista, un loco, un trashumante, un esquizofrénico que no para en ninguna parte ni se concentra en ningún oficio”, dijo de él  un amigo o un enemigo, da igual.

Quienes lo persiguieron y a quienes combatió, especialmente con su pluma y con su humor negro y corrosivo, poco deben saber del hambre y los avatares a los que lo condujeron tanto la realidad política, económica y social del país, como su propia personalidad y temperamento francos, abiertos, sinceros, más allá de lo recomendable o de lo políticamente correcto.

Bayer escribió varias obras a lo largo de sus casi sesenta años de existencia, recorridos entre Riosucio, Caldas, donde nació en 1924, hasta París, Francia, en 1982, donde murió de un infarto cardíaco: Carretera al mar (Bogotá: Iqueima,1960), Gancho ciego: 365 días y una misa en la cárcel Modelo(1978), Carta abierta a un analfabeto político (1978) y San BAR, vestal y contratista (1978), estas tres últimas, publicadas por Ediciones Hombre Nuevo, de Medellín.

La medicina y el conflicto social y político, la picaresca colombiana, sus andanzas académicas, laborales y políticas, y su lucha contra “la Inquisición y el Santo Oficio colombianos” quedaron allí registrados, debatidos, estigmatizados, injuriados.

Una enumeración superficial lo muestra como estudiante inquieto; médico joven en Medellín, Urabá, en Manizales y Estados Unidos; empleado de laboratorios de drogas cuya actividad ilícita y criminal denuncia, doctor de selva y llano, fugaz y casi solitario guerrillero, exiliado en variopintas naciones, escritor de novelas, de diatribas políticas, y, al final, solitario, impertinente y mordaz, como traductor de literatura científica para editoriales médicas y para algunos de los laboratorios que tanto combatió.

Tulio Bayer encaja en la definición que da Nietzsche del espíritu libre por oposición al espíritu gregario. En su mitología personal era un revolucionario que debió haber muerto en 1959, en el 64 o en el 66, no importa la fecha. Cometió ese error histórico de ser un anacronismo que se paseaba como best seller —Carta abierta a un analfabeto político— con un libro atrasado por el cual debía responder ante los implicados allí, añadiendo incluso más cargos y más nombres si había polémica, y responder ante los revolucionarios o presuntos revolucionarios diciéndoles cosas muy desagradables de sus respectivos grupúsculos. Para entonces, días antes de morir, estaba cansado de la serie de cortometrajes que constituían la vida de ese tal Tulio Bayer, médico de la Universidad de Antioquia (1953), guerrillero, errante por tantas geografías.

No era lo mismo ser fervoroso revolucionario años atrás, cuando no conocía las complejidades del socialismo o de los pretendidos socialismos. La imagen que ya tenía de lo que había pasado en la evolución de las ideas era que el cadáver de Dios, putrefacto, había servido para que se alimentaran los gallinazos, los zamuros de derecha y de izquierda, los obispos católicos y marxistas. Era con base en estas cagarrutas dogmáticas como se habían hecho todos los socialismos.  

El verdadero socialismo está por inventar.

Dijo Gustavo Álvarez Gardeazábal: “Hay que tratar de entender un personaje que el país nunca pudo aceptar, al que le cerraron las puertas y nadie le dignificó teniendo derecho a mucho más. Tal vez el verdadero problema de Tulio Bayer es que no fue sobresaliente, diría mejor que no fue triunfador, en nada de lo que asumió. Ni como médico ni como farmaceuta, pese a haberse graduado en Harvard, ni como guerrillero ni como combatiente ni como político, y mucho menos como escritor pudo saltar la línea media del comportamiento. Allí residió el problema del tratamiento que el país le concedió. Parecería como si el no haber cuajado un espacio concreto le difuminara ante los ojos de la patria. Pero intentó tantas cosas con tal validez de criterios que para muchos como yo se nos volvió envidiable ejemplo del contestatario que tanta falta le ha hecho a este país”.

Perfil: Carlos Bueno Osorio / Fotografía: Jairo Osorio Gómez, Paris 1979 tomado de Almas Libres, editado por Universidad de Antioquia.

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