martes, 8 de julio de 2014

"ORIGEN, AUGE Y DECLIVE DEL ELN" TRATANDO DE ENTENDER (34) EL ¿POR QUE? DEL CONFLICTO ARMADO COLOMBIANO

Origen, auge y declive de la segunda guerrilla del país (ELN)

Luis Eduardo Celis, uno de los analistas que mejor conoce al Eln, asegura que esa guerrilla ya no es ejército, ni es de liberación y mucho menos nacional.
Por: Luis Eduardo Celis, Especial para El Espectador 

Tomado de elespectador.com  julio 04  2014

 Origen, auge y declive de la segunda guerrilla del país

El Eln cumple 50 años este 4 de julio, ha recorrido la historia contemporánea de Colombia y en momentos en que se está ante la posibilidad cierta de un proceso de diálogos y negociaciones con el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos, para salir del levantamiento armado y seguir presente con sus propuestas, es pertinente una mirada a sus búsquedas y a la manera que ha estado presente en este medio siglo.
Su periodo de instalación se da entre los años de 1962 a 1973, se define como una guerrilla que lucha junto al pueblo por la liberación nacional y se enmarca dentro de la tradición foquista que se inauguró en el continente con el triunfo de “Fidel y sus barbudos”. Un grupo pequeño de 24 combatientes, entre los que se encuentra el joven Nicolás Rodríguez Bautista, quien es hoy su comandante, salió en su primera marcha guerrillera un 4 de julio de 1964. El grupo creció hasta 250 en una década, recorriendo con su accionar guerrillero el Magdalena Medio, el Sur de Bolívar y el Nordeste Antioqueño.
La vinculación del sacerdote Camilo Torres Restrepo y su muerte en combate le dieron al Eln una figura de transcendencia mundial, que con su pensamiento y radicalidad le permitieron conectarse con una dinámica social que en los estrechos márgenes del Frente Nacional y la poca voluntad de reformas y ampliación de una precaria democracia, vieron en las guerrilla y en el ejemplo del sacerdote guerrillero, un camino a trasegar y una causa por acompañar.

La primera etapa del Eln se sella, con una gran derrota, en la que se les dio por aniquilados, luego del cerco de Anorí (Antioquia), en 1973, donde es ubicado uno de sus destacamentos y mueren liderazgos destacados como los hermanos Manuel y Antonio Vasquez Castaño. Esto desmoraliza a su máximo dirigente, Fabio Vásquez, quien con su salida del país en 1975, sella la primera fase del Eln y lo sume en lo que se conoce como el “periodo de crisis”, que va entre 1975 y 1981.
Los años ochenta fueron los del crecimiento. Para 1981 se inició lo que en la historia del Eln se conoce como el Periodo de centralización política, ideológica y orgánica. Era un archipiélago de grupos y dirigentes, esparcidos por buena parte del país que entre sí no se conocían y no tenían una conducción unificada, una propuesta de acción con mayor detalle, una organización que no contaba con la capacidad para responder a las exigencias de la política y colocarse como una verdadera fuerza con perspectivas de poder, todo esto es lo que se aboca a subsanar en los primero años de los ochenta; dotarse de una política con mayor detalle y complejidad, organizarse internamente, tener una conducción nacional, crecer y fortalecer sus lazos con comunidades en buena parte del país. Para lograr todo esto, fortalece un núcleo de conducción nacional, da orden a su dinámica interna, centraliza las finanzas, define unas dinámicas de cualificación de sus mandos, designa equipos de “diplomáticos”, para atender una extendida red de relaciones y contactos y logra asumir una nueva fase, la expansión.
Para1986, el Eln -a los veinte años de la muerte de Camilo Torres Restrepo, el “Cura guerrillero”-, logra en su primera asamblea nacional definir los rumbos de su estrategia en lo que fue su Asamblea Nacional; construir un ejercito, ligarse a las luchas reivindicativas de obreros, campesinos, pobladores y estudiantes, a quienes define como su “fuerza social fundamental”. La idea era que, sumados al poder guerrillero, construyeran un “poder popular” y, en alianza con el conjunto de fuerzas guerrilleras en Colombia, buscaran la derrota de lo que llamaban el “proyecto oligárquico” y la instauración de un gobierno del pueblo, que empujara su agenda de socialismo.
Toda una agenda de acción, apoyada con aproximadamente cincuenta frentes guerrilleros, estructuras urbanas en las principales ciudades del país y un entramado de estructuras especializadas y vínculos diversos con el “mundo guerrillero”. Le apostaba a la “Unidad de las Guerrillas” y ponía todo el entusiasmo e importantes recursos económicos y humanos a la construcción de una vanguardia colectiva, pero poco a poco la dura realidad le mostró que estos sueños de insurrección estaban muy lejos.
El Eln definió ir hacia un esfuerzo militar de amplia envergadura, que le permitiera mostrar su fuerza militar y desde allí avanzar en sus planes insurreccionales. Esa fue la tesis que triunfó en su segundo Congreso, en 1989 – el primer Congreso fue en el año de 1987 y obedeció a la integración con el MIR-Patria Libre- pero esta definición de actuación política, el ir hacia una acción militar a nivel nacional, se dio en momentos en que ya no existía la anhelada unidad guerrillera expresada en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, constituida en 1987, en que el M-19, jalonó una estrategia de negociaciones políticas, que convenció a una buena parte de las guerrillas y las involucró en el proceso de modernización y de construcción de un pacto parcial de paz, como lo fue la constitución de 1991.
El Eln, no pudo dar el salto de una fuerza guerrillera a una fuerza de cuerpos de ejército. Lo intentó, pero los costos en vidas humanas y en el tipo de relación que debía efectuar con las comunidades en los territorios donde operaban le hicieron desistir o bien fueron “guerras” demasiado focalizadas: Arauca, Nordeste Antioqueño y Sur de Bolívar y, quizás de manera diferente, el Oriente Antioqueño. Estos territorios fueron las zonas de mayor operatividad militar del Eln entre 1985 y 1995.
Por presiones de la realidad, el Eln, poco a poco fue adentrándose en los “vericuetos” de la negociación política, paso a paso. El primer paso que tomó fue promover una consulta interna en la que toda la militancia del Eln a nivel nacional fue preguntada, uno a uno, si se estaba o no de acuerdo en adelantar diálogos con el Estado Colombiano, como parte de una estrategia de actuación política; para acumular capacidad política, para mostrarse como una fuerza propositiva, capaz de discutir desde una fuerza política en armas sobre temas trascendentales.
Esta consulta, adelantada en el segundo semestre de 1988, dio como resultado una expresa autorización a la Dirección Nacional del Eln, para adelantar diálogos y negociaciones circunscritos a los temas de política petrolera y “humanización del conflicto”. El primer tema, candente por la ubicación del Eln en torno a regiones de explotación petrolera y por su interés de apoyar las agendas de las organizaciones de los trabajadores petroleros. Y, el segundo, por lo que ya se visualizaba como el imperativo de regular la acción de la guerra y sus efectos sobre comunidades, algo premonitorio a lo que sería lo que luego se vivió como una guerra “degradada” en los años 90 y que permanece hasta nuestros días.
El Eln, participó de los diálogos que se adelantaron en Caracas y luego en Tlaxcala, México, entre 1991 y 1992, junto con las Farc y una pequeña expresión del Epl (el 90% del Epl pactó un acuerdo de paz con el gobierno Gaviria). Estos diálogos fueron el intento de la insurgencia que se mantuvo al margen de los acuerdos de paz, por tener protagonismo político, pero no condujeron a ninguna parte por que las exigencias de la guerrilla son maximalistas, las élites políticas en el gobierno tienen lógicas minimalistas y unos y otros, guerrillas y gobierno, siguen pensando que pueden derrotar a su contradictor o ganar mayores puntos en una mesa de negociaciones, lo cual indica que no se haya logrado un acuerdo hasta el día de hoy.
Luego del fracaso de la campaña militar de 1992 y del fracaso de los procesos de negociación, en los cuales es muy dudoso que el Eln haya logrado acumular simpatía política, el Eln se sumergió en una nueva fase de crisis, ya no creció más, se debilitó orgánicamente – se separó la Corriente de Renovación Socialista, para emprender un camino de pacto negociador en el año 1994 y surgieron el ERP y el EGP, dos grupos con operatividad muy circunscrita al Sur de Bolívar- y lo que es mas importante, la aceptación a la lucha armada era cada vez menor.
El Eln perdió la sintonía con una diversidad de fuerzas sociales con las que se articuló en los años setenta y creció en los ochenta. Eso ya es pasado. Cada vez más en Eln es un aparato militar sin sintonía política nacional, con un proyecto político que no tiene viabilidad, el del triunfo militar, de una fuerza que ni es ejército, ni recoge un proyecto compartido de “liberación”, ni es “nacional”, por su naturaleza. Muy por el contrario, recoge voluntades muy parciales y el grueso de la nación está en otras búsquedas.
El Eln, intenta remontar esta crisis de proyecto, asumiendo que es la voz de una Colombia pobre y excluida. Y en parte tiene razón. Sus asentamientos históricos – Magdalena Medio, sur de Bolívar, Nordeste Antioqueño, Oriente Antioqueño, Arauca y parte del Cauca y Nariño- son tierras de mucha pobreza y exclusión, de unas comunidades que quieren ser tenidas en cuenta, para contar con oportunidades para ejercer derechos y salir de las marginalidades. Para dejar de recibir mucho plomo y poco pan, como históricamente ha sucedido para millones de compatriotas.
Con este sentimiento se intentó sintonizar desde otra perspectiva el Eln, ya no buscando un triunfo militar, sino la construcción de un “Bloque histórico” para empujar su agenda política. Lo hizo desde las elecciones locales de 1997, cuando en el municipio de San Carlos – oriente antioqueño- en el acto de dejación en libertad de un par de observadores de la OEA que ejercían veeduría electoral, propuso la “Convención Nacional”. Hasta el día de hoy, sus tesis se han enrrutado por la construcción de un nuevo pacto político, que les permita a ellos ser protagónicos en una acción ya no militar, sino de clara estirpe política, un pacto de inclusiones, en la cual ellos, como Eln sean protagónicos.
En 1998, cuando murió Manuel Pérez, el sacerdote que lideró el resurgir del Eln a finales de los años 70 y su proyección como una fuerza muy beligerante en los ochenta, ya el Eln, había cambiado de formato, dejó de pensar en la insurrección y el triunfo militar y se encaminó a la construcción de un acuerdo político. A su modo, paso a paso, tratando pero sin arriesgar demasiado, lo intentó en el gobierno Pastrana y la falta de estrategia de este y la oposición de los paramilitares y las ofensivas de la fuerza pública lo impidieron. Lo intentó con el presidente Uribe y la falta de tino del comisionado Luis Carlos Restrepo y las hostilidades con el Presidente venezolano Hugo Chávez, dieron al traste con este proceso. Ahora lo están intentando con el Presidente Santos.
El Eln, tiene una gran oportunidad de salir por una puerta digna de la guerra, sin vencer, ni ser vencido, pero debe ser consciente de que el tiempo corre en su contra. De que lo mejor es una negociación con este gobierno. Una negociación con puntos importantes para sus principales regiones de asentamiento y actuación, tratando de colocar unos mojones importantes a la democratización del país, sin pretender colocarlos todos, con garantías para su transito a la vida civil y pagando el “peaje” necesario en los temas de Verdad, Justicia y Reparación.
Hay mucha historia en las siglas Eln, pero ha llegado la hora de poner punto final a esta historia. Es la hora de construir un acuerdo negociado para cerrar un levantamiento armado de medio siglo y el Eln tiene raíces territoriales, sociales y políticas para seguir trasegando por Colombia, con sus propuestas y luchas, reconvertida en fuerza política sin armas y con plenas garantías.


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