domingo, 30 de septiembre de 2012

TRATANDO DE ENTENDER (8)


Carta a Nicolás Rodríguez Bautista

Por León Valencia

No veo ninguna razón para que el ELN se quede por fuera de estas negociaciones. sería imperdonable que bajo cualquier pretexto se demoraran para incorporarse a la mesa.


Sábado 29 Septiembre 2012



Nicolás, han pasado casi cinco años desde cuando nos encontramos en Caracas. Corría noviembre de 2007. Me sorprendió la noticia de que el presidente Hugo Chávez lo había invitado al Palacio de Miraflores para hablar de la posibilidad de que las guerrillas de Colombia firmaran una acuerdo de paz con el gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

Entendí que también estaba invitado Manuel Marulanda Vélez, pero, debido a motivos de salud, estaría en su representación Iván Márquez. 

Supe que Chávez estaba realmente emocionado y comprometido con las labores de mediación que le había encomendado Uribe y estaba dispuesto a jugársela toda para que se le pusiera un punto final a la guerra colombiana. Sentí que el ELN depositaba la confianza en las labores de acompañamiento y mediación que adelantaba el gobierno de Venezuela y quería llegar de la mano del presidente bolivariano a la vida civil. 

Recuerdo palabra por palabra la conversación que durante dos días sostuvimos en compañía de Antonio García, Francisco Galán y Luis Eduardo Celis. No puedo olvidar que en algún momento usted dijo que estaba dispuesto a venir a Bogotá a firmar un acuerdo con Uribe para poner fin a la confrontación armada. Pedían, eso sí, que antes de aclarar los beneficios jurídicos y las reformas orientadas a superar las causas del conflicto, no se les exigiera la concentración en un sitio y la identificación de sus miembros como lo había planteado el comisionado Luis Carlos Restrepo en las conversaciones que habían sostenido en La Habana. 

De vuelta a Bogotá le transmití al presidente el mensaje y publiqué en El Tiempo un artículo contando los pormenores de la conversación. Uribe se mostró dispuesto a reconsiderar las exigencias que el comisionado había hecho en Cuba. En esas estábamos cuando estalló de nuevo la controversia y la pugna entre Chávez y el mandatario colombiano y se rompieron los buenos oficios y la mediación del gobierno venezolano. Todo se fue al suelo. 

Están vivas en mi memoria las persistentes alusiones de los dirigentes del ELN a las garantías políticas, a la necesidad de realizar transformaciones en la estructura agraria y a la urgencia de encontrar salidas a los cultivos ilícitos y al narcotráfico. Fueron temas recurrentes. También los cambios en las zonas mineras y petroleras. 

Todo lo que buscaban hace cinco años se ha dado ahora. El presidente Santos y las Farc han trazado una hoja de ruta y han acordado una agenda que encuadra perfectamente en lo que ustedes anhelaban. Se negociará en medio del conflicto, sin una tregua temporal y sin acantonamiento de fuerzas, un programa de transformaciones. Se esperará a un acuerdo integral y completo para proceder al cese definitivo de hostilidades. Los gobiernos de Cuba y Venezuela acompañan el proceso. 

No veo ninguna razón para que el ELN se quede por fuera de estas negociaciones. Sería imperdonable que bajo cualquier pretexto se demoraran para incorporarse a la mesa que el gobierno de Santos y las Farc han abierto en Oslo y en La Habana. Esta carta puede resultar innecesaria. Quizás ya el ELN está conversando con el gobierno y muy pronto aparecerá la noticia de que también van hacia la paz. Pero debo cumplir con mi obligación de insistir en que no dejen pasar el tiempo. Alguna vez milité en esas filas y desde cuando me vine a la vida civil no he dejado un solo día de rogar porque usted, viejo amigo, se decida a estampar la firma en un acuerdo que abra las puertas a la reconciliación. 

¿Cuánto dolor ha causado la confrontación entre el ELN y el Estado después de nuestro encuentro? No menos de 1.000 muertos entre soldados, guerrilleros y civiles inocentes. Alguna vez pensamos que la tragedia de la muerte sería compensada por el honor de la victoria y por la mejor vida que vendría con la revolución triunfante. Es preciso reconocer que cuando nos vimos en 2007 usted ya sabía que no había heroísmo posible en esta guerra degradada y la ilusión de la victoria se había esfumado definitivamente. Lo espero acá Nicolás en una vida civil que no será fácil porque los fantasmas de la guerra y la intolerancia nos perseguirán para siempre.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

"CARTA DE MEDOFILO MEDINA A ALFONSO CANO DE LAS FARC" TRATANDO DE ENTENDER (7)



CARTA ABIERTA DEL PROFESOR MEDOFILO MEDINA AL COMANDANTE DE LAS FARC, ALFONSO CANO.


Comandante Cano: 

Me dirijo a usted apoyado en dos razones. 

La primera es la circunstancia de haberlo conocido personalmente y de haber interactuado como miembros de la Juventud Comunista. Estudiamos en la misma facultad de la Universidad Nacional; es cierto, Usted entraba cuando yo egresaba del pregrado. 

La última vez que hablamos brevemente fue durante mi visita al Campamento del Secretariado de las FARC del 26 al 29 de febrero de 1986, en las postrimerías del proceso de paz que comenzó en 1982. Llegamos allí con la colega de la Universidad Nacional Rocío Londoño, quien había iniciado su investigación sobre el dirigente campesino Juan de la Cruz Varela y estaba interesada en conocer la visión de Manuel Marulanda y de Jacobo Arenas sobre Varela. 

También conocí a Joaquín Gómez en Moscú cuando adelantaba su carrera en la Universidad de la Amistad de los Pueblos, y yo el doctorado en la Universidad de Moscú. Me impresionaban su disposición sencilla, su talante festivo. 

Al comandante Pablo Catatumbo lo aprecio, podría decir, como colega: recuerdo algunas conversaciones sobre historia de Colombia durante mi visita a la sede del Secretariado. Aparte de su evidente erudición histórica, mostraba una preocupación muy típica de la profesión: la necesidad de las fuentes de información, de conservarlas y recuperarlas mediante la investigación. Me habló con preocupación del archivo de las FARC o al menos de la documentación que no estaba organizada, sistematizada, sino apenas conservada. Me he preguntado luego: ¿Se ha preservado aquella documentación tan valiosa para la historia contemporánea de Colombia? 

Recuerdo también un encuentro con Iván Márquez en una larga conversación donde tomó parte Daniel Pecaut, una tarde reverberante en Florencia en los tiempos del Proceso de Paz de La Uribe. Entonces Iván ejercía como miembro del Congreso de la República en representación de la Unión Patriótica. Habíamos compartido afanes en la lucha estudiantil con quien se convertiría en el comandante París en las filas de las FARC. 

A Usted, a los dirigentes que he nombrado, no los podría ver a través de los prismas construidos por la propaganda de los medios de comunicación. Tampoco los asumo en la condición de héroes, aunque he admirado su decisión de tomar riesgos y afrontar sacrificios en defensa de una concepción social y política. La imagen que de Ustedes tengo es la humana que guarda mi retina, asociada con el intercambio en actividades o discusiones políticas. En efecto Ustedes fueron gente de estudio y dirigentes políticos urbanos antes de convertirse en cuadros militares. 

Los colombianos necesitan entender el por qué de la guerra 

La segunda razón para esta carta es que he pensado hace mucho sobre la necesidad que objetivamente tendría el ciudadano corriente de conocer la argumentación de las FARC, y de sopesar tanto su visión del país actual como sus propuestas hacia el futuro. 

Durante años he sido profesor e investigador de la historia contemporánea de Colombia, y en los últimos quince años he dedicado también esfuerzos al estudio de América Latina. Subrayo: no soy experto en las FARC, pero dada la época de la que me he ocupado, he tenido que leer y reflexionar sobre el Conflicto Interno por cuanto es parte inseparable de nuestra historia. Por supuesto en estas líneas está incorporada mi sensibilidad de ciudadano atento a las cosas del bien común. 

La intención primordial del grupo de intelectuales que, junto con la senadora Piedad Córdoba, le escribió a ustedes una carta era iniciar un intercambio epistolar más allá de las diatribas y la estigmatización. Debo reconocer que tal objetivo cedió ante las urgencias del momento y se extravió en los quehaceres ciertamente necesarios del intercambio humanitario. 

Creo que sigue siendo válido insistir en un intercambio epistolar de esta naturaleza, el cual tendría sentido independientemente de los avatares de la guerra y de las dificultades políticas y técnicas que rodearían una tal comunicación. Un intercambio de cara a la opinión pública y donde puedan participar quienes quieran hacerlo y crean que la palabra razonable mantiene su fuero aún bajo las circunstancias más adversas. 

En la coyuntura de Colombia y en la fase actual del conflicto interno es por demás necesario y oportuno profundizar la reflexión sobre el mismo y abrir la discusión amplia y democrática, bien sobre la inevitabilidad de la guerra o bien sobre las posibilidades de la paz. 

Malos augurios 

Hace pocos días el almirante Edgar Cely, comandante de las Fuerzas Militares (Declaraciones para Caracol Radio, junio 15 de 2011) refiriéndose a la confrontación con Ustedes afirmó: “Este es un momento histórico, tenemos que estar unidos; estamos en los veinte metros finales más importantes”. 

Pero tan preciso acotamiento de distancias militares no convence ni al mismo personaje que lo ha fijado. En el mismo reportaje había dicho el almirante, aludiendo a las acciones recientes de las FARC: “Cambiaronsu estrategia y ahora están generando una situación que entendemos perfectamente, pero nosotros también estamos cambiando nuestra estrategia” (énfasis añadido). Pues bien: cuando se habla o cuando se proyectan estrategias, estamos refiriéndonos a un período más largo del que tomaría recorrer esas cortísimas distancias. 

Por su parte en el reportaje que el periódico español Publico.esdifundió el mismo día de las declaraciones del almirante Cely, Usted, comandante Cano, advirtió: “Mientras no aboquemos seriamente, entre todos, la búsqueda de soluciones a los problemas estructurales del país, la confrontación será inevitable. Unas veces más intensa, otras no tanto. En algunos momentos con la iniciativa militar del Estado, en otros con la iniciativa popular, en una trágica ciclotimia que debemos superar, inteligentemente, con grandeza histórica”. 

Lo que el párrafo deja en pie es la mención a la “trágica ciclotimia” y esto nos lleva a entender que para Usted la paz sigue siendo lejana, o que estamos abocados a seguir en una curva de confrontación sin término y donde no se asoma todavía algún futuro esperanzador para los colombianos. Aunque parezcan modestas hay novedades que exigirían especial reflexión. 

En su reportaje resulta muy limitada su referencia a la Ley de Víctimas, a cuyo proyecto Usted le había prestado mayor consideración en el video difundido por Anncol en enero del año en curso. Al respecto permítame una breve digresión. Sobre el sentido político de esta ley hablan tanto la criminal ofensiva que se ha puesto en marcha contra los restituidos como también el coro de voces de latifundistas y ganaderos tradicionales, inversionistas agrícolas y de sus voceros políticos que la presentan como violación al sagrado derecho de la propiedad privada y golpe a la “confianza inversionista”. 

Los asesinatos buscan disuadir a los campesinos empeñados en recuperar sus tierras de proseguir con el movimiento, al tiempo que se proponen apartar a las autoridades de su acción para la aplicación de la ley. Ya antes el país ha sido testigo del desarrollo de ofensivas y campañas de esa índole cuando se ha ensayado poner en marcha políticas agrarias de orientación progresista. Yo me pregunto hoy, Comandante, ¿Volverán tales sectores a imponer de nuevo su designio? 

Los argumentos históricos de las FARC 

Quisiera referirme a enunciados de las FARC que unas veces se encuentran formalizados programáticamente y otras veces se reiteran de modo más informal en reportajes y declaraciones concedidos por Usted o por sus compañeros del Secretariado, como aquellos que se han conocido durante los últimos meses. 

Se trata de fórmulas verbales que en el discurso de las FARC se asumen como axiomas o sentidos comunes. Yo quisiera abrir sólo algunos de tales códigos hasta ahora cerrados, para hacerlos objeto del intercambio dialéctico. 

Comienzo por los argumentos sobre el origen del movimiento armado. 

La Autodefensa campesina original 

Un primer enunciado reza: la lucha armada en Colombia no nació por decreto de nadie; fue la respuesta popular a la violencia de latifundistas y ganaderos amparados por un régimen político antidemocrático y excluyente. 

En principio la afirmación es verdadera, pero a mi juicio hace falta seguirla con distancia crítica en su desarrollo. Sin duda en 1949 y en algunas regiones donde venían consolidándose los movimientos de colonos y campesinos, resultó inevitable organizar la autodefensa armada, no ya en defensa de la tierra sino de la vida misma. Pero ya en la primera pausa de “La Violencia” en 1953, había motivos para plantearse la reorganización de un movimiento agrario que, por ejemplo en el Sur del Tolima, venía trabajado con vigor desde mediados de los años treinta. No sobra recordar que en Chaparral, el Partido Socialista Democrático (denominación temporal del Partido Comunista) había tenido ya dos concejales campesinos, uno de ellos el legendario Isauro Yossa. 

Pero la reorganización del movimiento campesino no ocurrió. Al contrario cundió el desconcierto y se prolongó la confrontación con antiguos combatientes liberales que respondieron de manera aún más enconada y en efecto agravaron la violencia. 

Marquetalia: el viraje 

Permítame hacer memoria del hecho crucial que Ustedes con razón han celebrado como el hito fundacional de las FARC. Ese hecho comenzó con la agresión a los pobladores de Marquetalia por parte del Ejército apoyado por fuerzas de Estados Unidos mediante el tristemente célebre Plan LASO. La respuesta que allí se dio era inevitable y la hazaña de los colonos y campesinos quedará inscrita en los anales de la lucha del pueblo colombiano. Analizando aquella coyuntura, Pierre Gilhodés escribió que entre 1964 y 1965 el Ejército colombiano “se inventó un enemigo”, dado que previamente no había una actividad militar en esa avanzada de la colonización. 

Luego una decisión de los colonos llevó a convertir las autodefensas en guerrillas. En 1966 el X Congreso del Partido Comunista mediante otradecisión le dio contenido estratégico a la lucha armada guerrillera al adoptar la política de combinación de todas las formas de lucha como su teoría y su práctica. 

El paro cívico del 77 y la oportunidad perdida 

Sólo menciono otro momento crucial. La escogencia de una opción sería decisiva para iniciar otra etapa de la lucha guerrillera y por lo mismo otra fase del conflicto interno en Colombia. Se trata, comandante Cano, de la lectura del Paro Cívico Nacional (PCN) del 14 de septiembre 1977 que hicieron la dirección de las FARC y la mayoría de la izquierda. 

Aquella fue una protesta formidable, un capítulo de la historia de la muchedumbre política en Colombia. Pero muchos concluyeron, de manera subjetiva, que se acercaba la hora de hacer confluir la movilización cívica con la acción armada de la guerrilla, en un formidable torrente insurreccional que resultaría irresistible. Recordará usted que el M-19 fue la guerrilla que de manera más acelerada readecuó su acción a esa previsión. Las FARC concluirían su aprestamiento para actuar de forma más ofensiva en la VII Conferencia que tendría lugar en 1982. 

Aún me sigue sorprendiendo que el establecimiento colombiano hubiera llegado a la misma conclusión, pero en dirección contraria: El PCN habría sido un intento de insurrección cuya reedición debía evitarse a toda costa. El presidente Turbay Ayala y el ministro de Defensa, general Camacho Leiva, desarrollaron entonces una ofensiva brutal y desinstitucionalizada en defensa de las instituciones. 

La derecha y la izquierda asimilaron el PCN desde sus propias matrices de pensamiento y no pudieron o no quisieron entender lo que aquel acontecimiento había significado realmente. La polarización del país ganó terreno al tiempo que la presencia de las mafias narcotraficantes se hacía sentir en la economía, la sociedad y la política. Esta coincidencia de fenómenos resultaría trágica. 

La izquierda hubiera debido estudiar el Paro y la serie de los paros cívicos locales que habían tenido lugar entre 1957 1977. A mi juicio, era necesario ajustar la política a la primacía de los escenarios urbanos y adecuarla a la cultura política que había reflejado aquella protesta multitudinaria contra el alto costo de la vida. El camino escogido fue insistir en las mismas estrategias de antes y darles la espalda a las nuevas realidades. 

Sumapaz y Viotá: un modelo alternativo 

En la historia colombiana se encuentran modelos de lucha armada, que Usted conoce bien, donde la guerra terminó sin pasar por una derrota de los combatientes. Aludiré a uno de ellos, uno especialmente pertinente porque tuvo su origen por la misma época y dentro de la misma matriz política donde nacieron las FARC. Me refiero al movimiento campesino encabezado por Juan de la Cruz Varela en Sumapaz y Oriente del Tolima. 

En esas regiones los campesinos tomaron las armas a finales de 1949, combatieron eficazmente contra la policía y las bandas al servicio de los gamonales y caciques conservadores hasta 1953. En octubre de ese año entregaron las armas en Cabrera y se reincorporaron a sus parcelas. Volvieron a ser objeto de persecución sangrienta y nuevamente fueron a la lucha armada en defensa de la vida. Hasta el Sumapaz llegó la honda del la campaña militar desencadenada por el gobierno de Rojas Pinilla entre noviembre de 1954 y mediados del año siguiente contra el movimiento agrario del Oriente del Tolima, conocida como la Guerra de Villarica. 

Cuando la Junta Militar que sustituyó a Rojas en 1957 pintó algunas posibilidades de paz, Varela entabló conversaciones y presentó un pliego de demandas que fue aceptado por el gobierno. Años después él mismo evocaría aquel breve período de paz en los siguientes términos: “Las tropas fueron retiradas, nos dieron todas las garantías, salíamos a los pueblos, convivíamos con el Ejército, con la policía y las autoridades. Es un reconocimiento de honor al mérito, porque parecía que nunca hubiéramos estado en guerra” (Rocío Londoño Botero, Juan de la Cruz Varela. Sociedad y política en la región de Sumapaz (1902-1984), Bogotá: Universidad Nacional, 2011, p.570). 

Los campesinos volvieron al trabajo en sus propiedades. No se trató ciertamente de una marcha bucólica. Las bandas de terratenientes causaron asesinatos, ocasionaron víctimas y atropellos económicos, pero los campesinos se quedaron, no permitieron el despojo de sus tierras. En ello jugó un papel decisivo el hecho de que los campesinos hubieran podido mantener la organización y la movilización de la gente. 

También por los tiempos de “La Violencia” de 1946 a 1964, el movimiento agrario de Viotá negoció acuerdos para el Tequendama, que hicieron de esta región una comarca de paz en medio de la guerra. Debo anotar además que tanto en Sumapaz como en el Tequendama, el Partido Comunista respaldó las alternativas de la paz. Estos casos merecen ser estudiados con detenimiento en el momento actual cuando no obstante el ruido de los tambores de la guerra la paloma de la paz intenta levantar su vuelo. 

Comandante Cano, si bien no desconozco que el origen y el desarrollo de los conflictos sociales obedecen a razones objetivas y a causas estructurales, por otra parte subrayo el papel de las decisiones o de las escogencias entre alternativas políticas que llevan a cabo las partes en el conflicto. Si destaco el resultado de escogencias de caminos distintos del que hasta hoy han transitado las FARC, lo hago en virtud de aquella sabiduría elemental según la cual las cosas que comienzan por voluntad de las personas también pueden acabarse por voluntad de las personas. 

Paso ahora a conversar, si me disculpa Usted esta ya larga misiva, sobre las razones sobre las cuales las FARC ponen el mayor énfasis para insistir en la lucha armada bajo las circunstancias actuales de Colombia. 

Pobreza y desigualdad acuciantes 

Comienzo por los factores que harían inevitable la acción armada: las causas estructurales como la pobreza, la monstruosa desigualdad en la distribución del ingreso, la inconmovible concentración de la propiedad sobre la tierra, la imposibilidad de las mayorías para acceder a una educación de calidad o a los servicios de salud…. 

Por supuesto la lucha armada hunde sus raíces en este océano de privaciones e iniquidades. Creo que pocos negarían la validez del argumento. Paradójicamente los militares que pusieron en marcha la maquinaria de guerra contra campesinos y colonos a mediados del decenio de 1960 introdujeron en el mundo oficial lo que el general Ruíz Novoa, Ministro de Guerra llamó entonces las causas estructurales de la subversión y que en el decenio de 1980 otro general, Landazabal Reyes Ministro de Defensa denominó como los “factores objetivos” de la violencia. 

Pero aunque el argumento sea tan convincente en términos éticos y en términos lógicos, no deja, Comandante, de mostrar grietas cuando se lo somete a ciertas preguntas críticas y en el contexto concreto de Colombia. 

Preguntas inquietantes 

Sin contar sus años de actividad como autodefensa campesina, las FARC ya tienen 47 años de existencia. Es pertinente preguntar: ¿Cuáles son los beneficios que esta lucha abnegada de tres generaciones de hombres y mujeres guerrilleros le han traído a Colombia? ¿Cuáles grupos de trabajadores rurales o urbanos han logrado conquistas sociales duraderas por obra de las FARC durante este medio siglo? Más allá de los recursos polémicos, no descarto que Usted, Comandante, disponga de respuestas que yo ignoro y que sería del más alto interés para todos conocer. 

La utilización del Conflicto 

En este punto debo aludir al uso del conflicto interno por parte de los sectores dominantes para impulsar sus propios intereses económicos, sociales y políticos. Es evidente que los señores de la guerra, los paramilitares amparados por sectores de las Fuerzas Armadas y otros actores legales o ilegales opuestos al interés de los trabajadores y de las fuerzas democráticas se benefician de maneras muy distintas de la existencia y la prolongación del conflicto interno en contravía de los cambios que las FARC se propusieron desde su creación. Hay en especial razones para pensar que el fenómeno Uribe se gestó en el contexto del con razón llamado “síndrome del Caguán”, un fenómeno político – emocional que arrastró a la mayoría de la opinión y la puso en manos de la extrema derecha. 

La parapolítica, cuyo camino fue abierto por el paramilitarismo contrainsurgente y mafioso, ha sido el mecanismo más eficaz de reclutamiento de un nuevo personal político. Esa clase política accedió a las esferas de la dirección del Estado y de los partidos, creó sus redes de neo-clientelismo, e indujo a un nuevo balance de las participaciones regionales en el aparato del Estado. 

Los apoyos populares de las FARC 

Comandante: no tengo duda que a lo largo de su historia las FARC han contado con bases sociales de apoyo. En regiones enteras han sido el único Estado para la población excluida del acceso a bienes y servicios. A la larga se admitirá que por la acción de la insurgencia grandes regiones que por largo tiempo fueron periféricas han entrado paradójicamente en el proceso de la integración nacional. El hecho de que Colombia haya sido un país de colonizaciones y que aún en el siglo XXI haya frontera agraria abierta constituye uno de los fundamentos para entender la sociología de la guerrilla. 

También entre las mayorías pobres de las grandes ciudades hay sin duda sectores que apoyan la lucha armada y personas de otros medios sociales que lo hacen por motivos políticos o ideológicos. 

De aquí se siguen al menos dos grandes consecuencias. Por una parte no parece realista ni sensata la política de exterminio que proclaman o reclaman algunos sectores. Por otra parte no sería posible que el movimiento guerrillero acepte poner fin al conflicto interno mediante el trámite de una simple reinserción. 

Apoyo insuficiente para lograr los cambios 

Señalado lo anterior, debo añadir que el balance objetivo de los apoyos sectoriales y regionales al actuar de las FARC no constituye la base sociopolítica que les permita a las FARC encabezar el vasto movimiento político de las masas urbanas y rurales que se hace necesario para lograr cambios profundos en Colombia. 

Las potencialidades de transformación que los movimientos armados han podido crear en su larga historia germinarán solo cuando ellos logren ser parte efectiva y por tanto creíble de un movimiento democrático por la paz. Por supuesto: la salida negociada del conflicto no significará el cumplimiento automático de los cambios, pero sin duda contribuirá a crear las condiciones para que la gente luche por ellos de manera políticamente más efectiva y humanamente más constructiva. 

El conflicto y la interferencia de Estados Unidos 

Comandante: las FARC desde un comienzo reclamaron el desarrollo soberano de Colombia y en especial se opusieron a nuestra subordinación inveterada respecto de Estados Unidos. Pero, otra vez, los sectores dominantes han usado el conflicto para afianzar su alienación irrestricta con los intereses económicos y geopolíticos de ese país. 

Cuando el segundo gobierno de Uribe estableció el Acuerdo de Cooperación Militar con el pretexto de combatir “el terrorismo”, el embajador de Estados Unidos William Bronfield trató de tranquilizar a quienes se alarmaron o indignaron, al decir que no se trataba de algo nuevo sino de renovar un acuerdo anterior. Ese acuerdo no era otro que el Pacto Militar Bilateral firmado el 17 de abril de 1952. Tal ocurrencia bien podía tomarse como un desplante cargado de cinismo, en tanto el Pacto del 52 fue un acto de vergonzosa sumisión al interés militar de un país extranjero; corrían los tiempos de la participación de Colombia en la aventura de Estados Unidos en Corea. 

No quisiera que esta reflexión mía se tomara como un reclamo al movimiento armado por no haber logrado la adopción de una política internacional independiente. En todo caso esta sería una responsabilidad que trasciende a los alzados en armas. Pero a mi juicio el que Colombia cuente con “la guerrilla más antigua del mundo”, como suele decirse, tampoco ha servido para disminuir la dependencia frente al imperialismo. 

Asesinato de los opositores: el exterminio de la Unión Patriótica 

Comandante Cano, me refiero ahora a un punto que suele paralizar la discusión con quienes defienden la continuidad de la lucha armada: se trata del asesinato o la persecución de quienes han hecho dejación de las armas por parte de sectores del Estado, de sicarios al servicio de terratenientes, ganaderos, empresarios u otras fuerzas de derecha. 

Esta en realidad es la expresión aguda de la intolerancia inscrita en el sistema político colombiano respecto de las corrientes alternativas o de izquierda que pretenden irrumpir en la escena política o impulsar los movimientos sociales. 

En su ya mencionado reportaje para Publico.es, recordó Usted la serie bicentenaria de líderes populares que han sufrido la violencia y que va desde el atentado al Libertador hasta los asesinatos de Jaramillo Ossa y Cepeda Vargas, para concluir de manera lapidaria: “Porque en Colombia a la oposición democrática y revolucionaria, la asesina la oligarquía. La masacre de la Unión Patriótica es la muestra palmaria.” 

¿Quién podría sensatamente negar que la anterior afirmación tiene bases muy ciertas? 

Y sin embargo una vez más es necesario abrir las fórmulas cerradas. La Unión Patriótica fue víctima de una alianza conformada por sectores de las Fuerzas Armadas, mafias del narcotráfico, gamonales políticos y paramilitares. Pero estas fuerzas contaron a su favor con el hecho de que la UP, surgida por convocatoria de las FARC, es decir por un movimiento guerrillero que hacía parte de un proceso de paz, tuvo que cargar con el fardo de sostener la política de combinación de todas las formas de lucha. 

Me parece que en la encrucijada de 1984 se planteaba la disyuntiva: o bien se profundizaba el proceso de paz y la guerrilla se transformaba en una fuerza política sin apoyaturas militares, o bien se continuaba con la acción insurgente renunciando a la creación de una organización política legal. 

Usted mismo ha insistido desde hace ya tiempo en un tipo de organización política distinto y por definición, ilegal, lo cual, conceptualmente al menos, tiene más coherencia que la fórmula de 1984. 

El intento de sentarse en dos sillas a un mismo tiempo fue una decisión inevitablemente utópico-catastrófica. No soy tan ingenuo para pensar que los exterminadores de la UP se hubieran convertido en palomas de la paz o en defensores de Derechos Humanos ante la decisión de renuncia a las armas por parte de los insurgentes. Sin embargo considero que amplios sectores políticos y corporativos del país se hubieran constituido en dique de contención frente a esa alianza siniestra. Guiados por la ética, o aún por pautas mecánicas del principio de justicia, hay fuerzas de opinión considerables que en casos semejantes han jugado en defensa de quienes optan por dejar las armas. 

El M19: las respuestas del gobierno y de la opinión 

Quizá, comandante Cano, sea pertinente recordar acá que en los acuerdos preliminares entre el M-19 y el gobierno Barco se adoptaron compromisos que luego fueron parte del proyecto de reforma constitucional que debatía el Congreso en 1989. El gobierno se vio obligado a retirar el proyecto por la inclusión del tema de la extradición que auspiciaron las mafias. Pero si entonces el presidente no estuvo en condiciones de cumplir, los votantes resarcieron al M-19: primero en las elecciones al Congreso de 4 de marzo de 1989 y luego, más ampliamente, en las elecciones a la Constituyente del 9 de diciembre de 1990. 

Otra cuestión sería discutir lo que hizo el M-19 con semejante capital político. Pero en aquella encrucijada confluyeron una organización guerrillera en proceso de paz y el vigoroso movimiento ciudadano por una nueva Constitución -la que sería adoptada en el 91. 

Respuesta sibilina 

No puedo concluir sin referirme a una pregunta que a Ustedes siempre les formulan y con la cual seguramente los seguirán apremiando: la relación de las FARC con los negocios de la droga, dados en especial los altos costos de la guerra en Colombia. 

Debo admitir el desconcierto que me produjo su respuesta en la citada entrevista para Público.es: “Quisiera serle taxativo en esto: ninguna unidad fariana, de acuerdo a los documentos y decisiones que nos rigen, (énfasis añadido) pueden sembrar, procesar, comerciar, vender o consumir alucinógenos o sustancias psicotrópicas. Todo lo demás que se diga es propaganda”. 

Yo no quisiera figurar entre los propagandistas, pero no puedo ignorar que su remisión a “los documentos y decisiones que nos rigen” fue una manera muy peculiar de respuesta sobre la cual habría que concluir sencillamente que dentro de las FARC sucede lo que ocurre en Colombia: que la ley se obedece pero no se cumple. 

Los signos de cambio en América Latina 

Los partidarios de la salida política al conflicto solemos buscar los signos que anunciarían la paz en cada coyuntura. No pocas veces se trata de meras proyecciones del deseo; pero esta carta no quiere anticipar escenarios futuros, sino apelar de manera realista o aún desencantada al análisis de los factores e intereses particulares, corporativos o existenciales que sustentan la guerra colombiana, para invitarlo, comandante Cano, a repasar su peso frente a los beneficios que para todos tendría el compromiso efectivo con la salida negociada del conflicto. 

Las tendencias sociales, políticas y geopolíticas que desde hace un decenio se vienen observando en América Latina estimulan el análisis y alientan la controversia democrática. En Brasil, en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador en Argentina y Uruguay se vienen ensayando caminos de participación nueva de la gente, se adoptan políticas sociales más o menos profundas según el prisma desde el cual se las mire, se plantean apuestas por el avance de un mundo multipolar contra las formas más aberrantes de la dependencia con respecto al imperialismo, se dan pasos de un mayor control de las riquezas y los recursos propios. 

Todos estos países pasaron por experiencias insurgentes a las cuales encontraron término ¿Quién hoy podría invocar como emblemática particularidad colombiana la prolongación de una guerra que no parece que pueda prolongarse sino a costa de descomponer a sus protagonistas militares y de enervar a toda la nación con el culto a los valores de muerte? 

La perpetuación de la guerra no puede erigirse en mito nacional ni el programa de la destrucción del adversario en un objetivo colectivo exaltante. 

Es una decisión 

Comandante Cano: Quisiera concluir con una cita de la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra: “A nuestro entender, el conflicto puede tener salida atacando sus causas objetivas, mediante la realización de reformas políticas, económicas y sociales, que permitan mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población colombiana. Pero también, a partir de la voluntad y decisión política expresa de las fuerzas en contienda”. (Encuentro Nacional de Comunidades, afrodescendientes e indígenas por la tierra y la paz en Colombia. “El diálogo es la ruta” Barrancabermeja, Agosto 12-15 de 2011). 

Es una aspiración que se fortalecerá en la medida en que las señales aún débiles pero ciertas de paz que se originan en el gobierno y aquellas que Usted y sus compañeros han lanzado en los últimos meses se plasmen en una auténtica y concreta opción por la paz. 

Historiador. 



"CARTA DE FRANCISCO GALAN A SUS ANTIGUOS COMANDANTES DEL ELN" TRATANDO DE ENTENDER (6)





Texto de la carta de Francisco Galán a sus antiguos comandantes 



Francisco Galán fue guerrillero militante del ELN durante 35 años y miembro del estado mayor o COCE. 



Medellín, Agosto 4 del 2011 
Ex compañeros 
Comando Central del ELN 

Mi saludo fraternal a ustedes y a toda la militancia del ELN. 

A raíz de la fotos publicada en estos días por los medios de comunicación y de la carta de Nicolás Rodríguez a Piedad Córdoba tome una decisión, contenida por mucho tiempo, de escribirles este sentido mensaje de reflexión e invitación a la paz. 

Les hablo desde mi experiencia, primero como combatiente y dirigente, después como prisionero e interlocutor de paz, ahora como ciudadano. 

Hace mas de cuatro años abandoné las filas del ELN, en aquel tiempo tuve que tomar una decisión transcendental: abandonar la guerra. Ya hacía varios años desde la cárcel me venia haciendo interiormente muchas preguntas, que luego se me volvieron obsesivas cuando salí en libertad, señalo algunas: ¿Es posible la toma del poder por las armas y la instauración de un gobierno del pueblo? Y me tuve que responder que militarmente NO, e inmediatamente me surgía la siguiente pregunta ¿Y entonces qué sentido tiene la guerra? ¿Qué papel juegan las guerrillas frente a la renovación de la democracia? Yal final tuve que hacerme la pregunta del millón ¿Se perdieron tantos años de lucha y sacrificio? 

Tratando de darme una respuesta a medias, acudí al concepto de resistencia expresados por muchos como “enfrentamientos asimétricos, con batallas entre fuerzas totalmente desiguales. Es decir todos aquellos conflictos donde un grupo no se doblega ante su atacante y lucha de una forma u otra por hacer valer su criterio a toda costa es una lucha de resistencia”. Y vi que lo prevalecía era el concepto militar. Y tampoco me satisfizo esta respuesta. 

Luego pase a las preguntas de tipo personal: si la guerra no tiene sentido, será que puedo militar en ELN sin participar en la guerra? Y la respuesta de Uds. fue un rotundo NO. ¿Porque he de seguir militando en el ELN? ¿Por conveniencia personal? ¿Por honor? ¿Que van a decir mis compañeros si abandono la organización? Que soy un desertor, que me aburguesé, que fui un cobarde, que me pase para las filas del enemigo, que soy un delator, etc. y solo por dignidad sentí horror imaginarme todas estas acusaciones que se me vendrían encima; varias veces estuve tentado a seguir en las filas con tal de no perder el prestigio entre Uds. con quienes luche tantos años; pero aquí no terminaban mis angustias, comencé a formularme los interrogantes existenciales ¿Después de militar 35 años en el ELN que me pongo hacer por fuera de la dinámica guerrillera? ¿ Será que el estado me mata? ¿Será que los enemigos o las victimas atentan contra mi integridad? ¿Que sé hacer? ¿De qué se hablar sino de oposición y lucha armada? 

Hoy les confieso con profunda alegría que casi todas las preguntas las he resuelto, es mas , hoy tengo nuevas preguntas porque tengo nuevos saberes. 

Les he comentado este largo listado de interrogantes , porque creo que son las mismas preguntas que las organizaciones guerrilleras se hacen antes de tomar la decisión de ir a una mesa de dialogo, antes de pensar en un proceso real y definitivo de paz, lo demás es engañarse y aplazar una decisión que tarde o temprano se tendrá que tomar. 

He leído con atención la ultima carta que Nicolás Rodríguez le ha enviado a Piedad Córdoba y a través de ella a Colombianos y Colombianas por la Paz. Me alegra mucho conocer este mensaje: “El ELN ha expresado públicamente y en repetidas oportunidades, su disposición a un dialogo bilateral sin condicionamientos, la agenda y reglamento se construyen por las partes en dichos diálogos… una mesa gobierno e insurgencia es hoy lo mas aconsejable y en tal sentido nos esforzamos para alcanzarlo.” 

Como Uds. saben participé en todos los procesos de dialogo y paz que el ELN desarrollo con los sucesivos gobiernos desde el año 1991 hasta el 2007 y en todos siempre se mantuvo una constante: el ELN nunca tomó la decisión de abandonar la guerra antes de iniciar un proceso de paz, y esta decisión hipotéticamente la condicionaba a los resultados de los procesos de dialogo. 

Hoy yo no creo que sea posible un proceso de paz, si no se toma primero la decisión interna por parte de la guerrilla de abandonar la guerra y buscar las formas de terminar bien el conflicto ¿Porque? Por varias razones: ha variado la correlación de fuerzas a favor del estado, la guerrilla ha perdido legitimidad ante el pueblo colombiano, la gente está hastiada de la guerra y pide a gritos que cese el fuego y se abran las puertas a la democracia real, las armas son un estorbo para la democracia y el continente suramericano camina a la unidad de naciones y la paz. 
De igual manera, para que una propuesta de solución definitiva sea viable, el Estado debe comprender que no va a ser posible el exterminio de la guerrilla por la vía militar, ni mediante el plan de recuperación social del territorio. Hay fenómenos muy profundos en la estructura de la violencia y su relación con el Estado, la sociedad y la vecindad latinoamericana que hace imposible la pacificación total y permanente del país por la confrontación militar. 

En estos días los medios de comunicación dieron a conocer unas fotos de Uds. los miembros del Comando Central, me conmovieron, los vi viejos, llenos de musgo, ausentes y muy distantes de esta patria. Y me repetí varias veces: no es posible continuar esta larga lucha sin posibilidad de victoria hasta la tumba. Hay que hacer algo, no es justo perder todo del todo, algo se ha de recuperar. Y pensé mucho en como decirles que la Paz solo les exige tomar una decisión colectiva: abandonar la guerra y esta ha de ser una decisión unilateral. 

Estén seguros que están mas solos en la guerra que en la paz. Aquí hay mucha gente trabajando por buscar una solución definitiva a este conflicto, yo creo que el Presidente Santos tiene voluntad de trabajar por una salida pacifica, cuando el dice que es el custodio de las llaves de la paz, no esta negando la posibilidad de la conciliación, quiere evitar la dispersión y los protagonismos personales y esta atento a la voluntad de paz de Uds., el Vicepresidente Angelino Garzón en muchas ocasiones ha expresado su llamado de paz y conciliación, el Senador Roy Barreras y la Comisión de paz del Senado están trabajando junto con muchas otras personas de las organizaciones sociales una Ley Marco de Paz con un criterio amplio e integral, las iglesias católica y evangélica mantienen su total disposición a mediar o facilitar procesos de conciliación y, como si fuera poco, en las regiones hay miles de organizaciones de las comunidades buscando la paz y la conciliación, es hora de apostarle a una solución definitiva de la violencia en Colombia. La comunidad internacional le ha apostado de manera permanente a la búsqueda de la paz, Uds. saben de los esfuerzos de las embajadas de Suiza, Suecia, Noruega, la Unión Europea y los países del continente latinoamericano, todos han ofrecido su territorio como escenario de dialogo y paz. 

No hemos sido capaces de pensar la paz en grande y de manera definitiva, la paz en Colombia ha tendido el tamaño de las partes en confrontación, la medida son sus intereses, no el país, ni mucho menos la grandeza de la humanidad, por eso todos las soluciones han sido parciales e incompletas, por eso mismo hemos estado condenados a repetir indefinidamente la tragedia de la violencia. Por lo tanto es urgente construir una oferta digna de paz que sirva como alternativa final a la guerra, oferta que sea legal y constitucional. 

Uds. son han sido hombres de mucha iniciativa y audacia política, estas fortalezas no las sepulten con la guerra. En este momento el país requiere su compromiso a favor de la paz. Si me preguntaran el qué hacer y el qué pensar en este momento, yo les propondría con absoluta sinceridad y modestia lo siguiente: 

1. No propongan ningún proceso de paz, sino están preparados para abandonar la guerra, sino han tomado ya una decisión colectiva como organización de buscar el final del conflicto, el país no aguanta mas fracasos en materia de paz. 
2. No basta una Mesa Nacional de Negociación, es necesario concretar la solución del conflicto en los territorios donde hoy el ELN tiene presencia. 
3. La guerra y la paz se hacen entre enemigos, no esperen un mejor gobierno. 
4. La resistencia es un disfraz de la derrota, es mejor asumir con dignidad como finalizar bien el conflicto. 
5. Todas las organizaciones violentas en el país están buscando como finalizar el conflicto, la guerra no tiene futuro. 
6. Colombia cuenta con presidentes vecinos comprometidos con la paz, estos son la principal garantía. 
7. El estado y la sociedad están en capacidad de construir y ofrecerles una oferta digna de paz para terminar bien este conflicto, solo se requiere que Uds. le anuncien el país la decisión unilateral de abandonar la guerra e ir por las paz hasta las ultimas consecuencias. 
8. El ELN tiene ya confeccionado un borrador de propuesta de paz, que quedo del anterior proceso, he ahí un punto de partida. 
9. No hay democracias acabadas, pero esta democracia es mil veces mejor que la guerra y podría ser mucho mejor si Uds. participan en ella. 

Con afecto, 

Francisco Galán Bermúdez 

"EN MEMORIA DE MI HERMANO" (AJGF) TRATANDO DE ENTENDER (5)

EN MEMORIA 


Un 28 de mayo, hace siete años, en las horas de la noche comenzó a difundirse la noticia: habían asesinado a Rodrigo Doblecero. Se pavoneaban mientras tanto los narco paramilitares por todo el país, y particularmente por centros comerciales y discotecas de Medellín, Montería, Cartagena, y por haciendas en todo el territorio nacional, acompañados por nubes de sicarios armados y escoltados por nubes de miembros del ejército y la policía. Se creían que eran los reyes y habían cumplido su orden. No se daban cuenta que los verdaderos reyes habían sellado su suerte también desde mucho antes y que los utilizaban como marionetas en un show montado por los reales dueños del poder para cargarles todas sus culpas y lavar con ellos sus pecados. 

Motivos de fiesta mafiosa, motivos de celebración sicarial. A quien habían designado como su archienemigo, había por fin caído bajo las balas asesinas de los sicarios de la banda de la oficina de envigado, quienes satisfacían así a su patrón, y de sus socios narcotraficantes, de los grupos de asesinos conocidos como calima, central bolívar, oficina de envigado, sicarios de mancuso, mineros, etc. 

La suerte de Doblecero se había sellado en una alianza macabra de narcotraficantes quienes a sangre y fuego controlaban bandas criminales que absorbieron a algunos pequeños grupos paramilitares que estaban al servicio de la guerra sucia en Colombia, y que fue apoyada por sectores corruptos de las fuerzas militares y la policía nacional, atosigada y urgida por miembros del gobierno nacional, como parte de la estrategia para deslegitimar el proceso de negociación política con las autodefensas y de utilizar dicho proceso para darle una salida al bloque de narcotraficantes que ya se encontraba arraigado en la economía y la política colombiana. Colombia había dejado de ser una democracia con problemas para convertirse en algo que los Estados Unidos definían como una narco democracia y finalmente, se convirtió gracias a la corrupción en una narcocracia, que fue el fenómeno que quiso evidenciar, combatir y evitar Rodrigo Doblecero. 

A Doblecero no lo mataron porque se opuso a la negociación y se hizo ajeno a los intereses del narcotráfico. El quería negociar, pero no rendirse. Siempre supo que al final habría una negociación basada en la solución de las causas reales y objetivas del conflicto colombiano y no se consideraba enemigo de los narcotraficantes, sino que los consideraba en su real dimensión, o sea, como otras víctimas de un fenómeno superior aún al mismo fenómeno del narcotráfico. El consideraba que este era solo una manifestación del verdadero problema que arrasa a Colombia: La corrupción. 

A Rodrigo lo mataron por el temor de los verdaderos señores de la guerra de que pusiera en evidencia la estrecha relación de la clase política y económica con la narcocracia ya enquistada en el poder y por su conocimiento histórico de las graves violaciones de derechos humanos ocurridas en Colombia durante el proceso de formación crecimiento y auge de la guerra sucia Paramilitar que ejerce como política el estado colombiano. 

Rodrigo Doblecero y desde luego Carlos Castaño, eran los llamados a ser los elementos articuladores de la Gran Verdad que hoy tanto reclaman las víctimas del conflicto armado colombiano. Por eso mataron a Carlos, y por eso mataron a Doblecero. Conocían profundamente un movimiento de autodefensas antisubversivas puras que fundaron y dirigieron y por las que hoy estarían seguramente respondiendo con la Verdad que tanto temían sus antiguos amigos y cómplices. Por eso los asesinaron, antes de que evidenciaran cuáles eran sus reales relaciones con el poder civil y militar. 

De paso, al asesinarlos y ocultar su gran verdad, desvirtuarían la verdadera autodefensa antisubversiva que ejercieron Rodrigo y Carlos, y muchos colombianos y colombianas que no vieron mas salida a la agresión de la guerrilla, que tomar las armas; entre quienes se podría contar a personas como Rodrigo Tovar, Fredy Rendón y Ramón Isaza, quienes se equivocaron al esgrimir la justicia por mano propia y cometieron excesos pero que tuvieron razones de legítima defensa en su actuar. De esta forma, se desvirtuó su lucha y deslegitimó su derecho a la legítima defensa, nivelándolos a todos por lo bajo con las oscuras fuerzas del narcotráfico puro y del paramilitarismo sicarial de la guerra sucia como política de estado. 

Hoy no tenemos sino que acompañar a las víctimas y manifestarnos como victimas también de una guerra que todavía se empeñan en negar algunos, que sigue ocurriendo en nuestros campos y ciudades, mas degradada y más abyecta, pero que sigue llenando de sangre los campos y calles y que sigue llenando de dinero los bolsillos de algunos a quienes no les interesa que esto algún día acabe. 

Recordamos así en su aniversario a CARLOS MAURICIO GARCIA FERNANDEZ, conocido también como RODRIGO DOBLECERO, de quien, sin querer en forma alguna hacer apología y justificar sus actos podríamos decir que fue alguien que con todas las equivocaciones y acciones que cometió, ofendió la Humanidad, pero quien a la vez tuvo el mayor gesto de valentía y honestidad con sigo mismo y con el país: ser un colombiano con criterio y patriotismo, y querer hacerlo valer. 

Sus asesinos están perdonados, pero no se puede detener el proceso de verdad hasta que estén plenamente expuestos. Claro que merecen que tengan más pena que la vergüenza de verse expuestos ante la humanidad como los verdaderos asesinos. Podrá haber perdón, pero nunca se podrá permitir la impunidad.

Mayo 28 de 2011
Escrito por Antonio J. García Fernández 
para el blog http://doblecero.blogspirit.com

lunes, 17 de septiembre de 2012

"MAMANDO GALLO CON LA PAZ" TRATANDO DE ENTENDER(4)



Mamando gallo con la paz 

Por: Jaime Jaramillo Panesso (agosto 2012)

Ningún hecho político o social, ninguna etapa histórica o coyuntural es más dolorosa que la guerra, ya sea interna en un país, ya sea entre naciones. Lo más duro de la violencia entre fuerzas contrarias es la muerte. Si lo sabremos los colombianos, porque colombianos son los soldados y policías, y colombianos son los guerrilleros. Pero la mirada sobre el conflicto no puede ser sentimental, sino política y racional. Toda confrontación tiene solución a corto o a largo plazo. Dura la nuestra cincuenta años en su etapa actual que se inicia bajo el ejemplo de la que fue modelo a imitar: la revolución cubana. Pero las Farc no son producto del libreto cubano, como si lo es el ELN. Ambas guerrillas han tenido la pretensión de la toma del poder por las armas para realizar la revolución socialista de corte marxista, lo cual denominan “con justicia social”. He ahí el principal obstáculo para la paz, dado que cualquier diálogo y acuerdo está condicionado a ejecutar o pactar “la transformación de las estructuras políticas y económicas” de la nación. 

Como el cambio social es posible, solo si se aceptan las reglas democráticas de las mayorías y de la vías no violentas, las guerrillas no aceptan esta metodología y exigen como condición que se cambien el sistema económico, político y social, es decir, que se acepte el programa revolucionario antes del cese al fuego, la desmovilización y el desarme. Este juego de pingpong surge en forma reiterada en los últimos veinte o treinta años. La guerrilla habla de paz, pero antepone la revolución por decreto presidencial o compromiso de una Asamblea Constituyente donde ella sea determinante. El Estado ofrece la paz, aún con amnistías, indultos y justicia transicional, pero no puede romper la Constitución y la ley para decretar la revolución agraria, el recorte de la Fuerza Pública, nacionalizar los colegios y las universidades privadas, etc. El juego es perverso porque la paz se convierte en juego de actores mediáticos y comediantes, cuando es una tragedia. Sucedió con el ELN: después de comenzar los diálogos de paz en la cárcel de Itaguí, se pasó a la zona rural del municipio de San Francisco (Ant.) y de allí a La Habana, Costa Rica, Maguncia en Alemania, Caracas y luego fue a morir en la cúpula del Coce, el mando central del ELN. 

Para contar como ejemplos con las Farc, digamos estos: el canciller de Costa Rica, Fernando Naranjo, llega a Bogotá, 1996, con este mensaje para el Presidente Samper: Hemos tenido varios contacto con las Farc en donde han manifestado favorables a un diálogo de paz, un proceso primero a nivel técnico y luego a un nivel político para iniciar negociaciones. De allí no pasaron las intenciones. Luego vendrían el Caguán donde todo estaba preparado, tan preparado que se despejaron 42.000 kilómetros cuadrados, se le dio estatus de contradictor válido igual que al Estado, se crearon las mesas temáticas, desfilaron los guerrillos como ejército controlador del área y Pastrana, después de que las Farc mamaron gallo varios largos meses, tuvo que parar la comedia de un plumazo. El último mensaje de paz, ocurrió la semana antepasada. Un periodista extranjero entrevista al jefe guerrillero alias Fabián Ramírez, quien dice: para acabar la guerra basta llegar a un acuerdo. Ese acuerdo debe basarse en remover las causas objetivas de la guerra. Esas “causas objetivas” son las estructuras económicas, políticas y sociales de la nación que son modificables, por supuesto, pero no por un acuerdo entre la cúpula minúscula de las Farc y la cúpula del gobierno colombiano, porque este tiene que someterse a las reglas democráticas y la guerrilla no tiene reglas distintas a su Secretariado. Volvemos al mismo punto. Es decir al pingpong mediático, a que te cojo ratón, a que no gato ladrón. 

En este escenario es donde el gobierno no puede equivocarse. Mamando gallo no es la solución. Pero el Jefe de Gobierno le sigue comiendo cuento a Chávez que es mediador no oficial, mientras desmonta o matiza la seguridad que está en manos de la Fuerza Pública. La seguridad no es eliminar hasta el último guerrillero, sino ejercer la autoridad para definir que es el Estado y solo el Estado el único portador legítimo de las armas. Que los guerrilleros sobrevivientes tienen un espacio en la civilidad, sin venganzas, pero sin impunidad. Que la paz se hace sin capitular, sin pedir rendición, sino acordar cuáles son los mínimos de un guerrero cuya posibilidad de vencer en esta guerra es ninguna. 


















PINTA DE BARRO Y OTRAS TORTURAS 
(LIBRO DE POEMAS 1980)
Jaime Jaramillo Panesso

PODER



Una constitución bien constituida
protege al presidente su excelencia
y a todos los ministros obsecuentes

Un ejercito bien ejercitado
protege al estado mayor conjunto
al directorio bancario
y al museo donde esta la espada santanderina

Unos santos bien santificados
protegen al cardenal arzobispo
a todas las inmaculadas compañías 
y a varios feligreses

Una legislación bien legislada
protege al poder judicial
a todos los demás poderes
inclusive a algunos súbditos

Pero, a vos flaca y a mi
¿quien nos va a proteger?


FLORES

Las flores deben ser repartidas
 democráticamente
de acuerdo al rango del occiso
y a la duración de su muerte

Al estudiante sin edad
que junto a los libros murió 
por que era inválido
cuando el ejercito allano la universidad
¡Azucenas!

Al obrero con tres balas
en el pecho repartidas
por que según el parte
huyó cuando estaba en manos
de la autoridad competente
¿Rosas rojas y glicinas verdes!

Al detective que murió
de un tiro de revolver en la sien
jugando ruleta rusa
¡Flor de fango!

Al guerrillero que cayó en combate
!Anturios y azaleas¡

Al huelguista que se opuso a
al paso de los esquiroles
protegidos por la guardia patronal
¡Claveles rojos y claveles blancos!

Al sargento que recibió en rebote 
la bala fusilera 
que mató al medico apresado
¡Siempre muertas!

Al sacerdote combatiente
que una granada destrozo su frente
¡Siempre vivas!

Al niño que pisaron los caballos
cuando ayudaba a su madre
vendiendo crispetas en la plaza
¡Orquídea iluminada!

Al soldado que murió en el monte 
sin saber por que peleaba
¡Rosas blancas!

Al hombre neutro que al billar jugaba
que cargo luto por una paloma
que no tuvo partido ni dijo nada
¡Flor de batatilla y flor de iraca!

¿Quiere alguien ayudarme a sembrar mi propio jardín?



domingo, 16 de septiembre de 2012

"INDAGATORIA A GILBERTO ALZATE AVENDAÑO" TRATANDO DE ENTENDER (3)




LA INDAGATORIA DE GILBERTO ALZATE AVENDAÑO

El 8 de octubre de 1943, el doctor Gilberto Alzate Avendaño fue sometido a indagatoria en Manizales, por el funcionario que tuvo a su cargo la investigación de los sucesos ocurridos con motivo de una huelga de choferes, de quienes era aquél apoderado y dirigente.

 El interrogatorio es el siguiente:


—Sírvase decir su nombre y apellido.
—Gilberto Alzate Avendaño.
—El lugar de su nacimiento.
—Nací en Manizales, el 10 de octubre de 1910, por las inmediaciones del Parque de Caldas.
—¿Quiénes son sus padres?
—El General Marco Alzate y doña Nohemy Avendaño de Alzate.
—¿Dónde hizo sus estudios? ¿Por cuánto tiempo?
—Las primeras letras en el Colegio de Cristo. Las segundas, en el Instituto Universitario. Las terceras, en la Universidad de Antioquia. Las últimas, solo. En varios planteles me expulsaron por ideas y prácticas subversivas. Fui un mal estudiante, en el sentido escolar del vocablo. Sin embargo, creo que he estudiado siempre.
—¿Qué grado de instrucción posee?
—Soy bachiller y doctor. Todo el mundo lo es en este país, mientras no se demuestre lo contrario. En 1936 me dieron el diploma de profesional, que obtuve con una tesis pedante, sobre la historia de los gremios, empezando desde los judíos del éxodo. Me fatigué cuando iba en los «collegia» romanos y en las gildas de la Edad Media. Por eso quedó trunca, inconclusa. Sin embargo, como citaba textos abstrusos y daba datos estadísticos sobre las finanzas de Egipto bajo los Lágidas, la junta de calificadores resolvió que era muy profunda. Por poco soy laureado de la facultad. Tengo algunos conocimientos, en su mayoría superfluos, que no me facilitan la vida, sino que me la complican. Mas me debo a mí mismo. Puedo llamarme autodidacta, sin hipérbole. No me considero ilustrado, a pesar de mis alardes de erudito. Aspiro más bien a la cultura, que es algo más profundo. Cierta vez escribí que la cultura es lo que nos queda, después de que olvidamos todo lo que aprendimos. Come ve el señor investigador, la definición es excelente. Me he quedado dudando si es mía o ajena.
—¿Qué profesión tiene?
—Ejerzo la abogacía. Podría asegurar que con bastante competencia, pero no lo hago. No me gusta el oficio. No obstante he trabajado con los mayores bríos, poniendo cuanto soy en el ejercicio profesional. Mi mayor anhelo es abandonar el foro, porque me impresiona morir leguleyo, con el alma prendida de un inciso. Tengo demasiada imaginación para consagrarme al derecho, que exige dotes menores, crítica y dialéctica. El abogado no crea. No produce nada útil. Es una actividad parasitaria. Para sostener a uno de nosotros, muchos campesinos y obreros tienen que estar sudando plusvalía.
—¿Tiene otras actividades?
—Antes era escritor. Pero el recogimiento físico que exige esa tarea me cansa. Ahora leo lo que escriben los demás. Es una disciplina de humildad y paciencia. También fui político active. Me derrotaron tantas veces, que resolví «hacer mutis por el foro». Vinculado por mi nacimiento a las derechas tuve cierta influencia en la política conservadora, durante mis mocedades turbulentas. Después fundé un partido, que no tuvo muchos prosélitos, Ahora no pertenezco a ninguna colectividad. Políticamente estoy batiendo un récord de permanencia en el aire. Voy solo. Obro por mi cuenta y riesgo. En lo que hago y en lo que digo no represento más que mi "yo" enhiesto, una individualidad áspera, solitaria y orgullosa.
—¿Qué bienes de fortuna posee?
—Un modesto patrimonio de panllevar. Unas pequeñas propiedades urbanas y rurales, unas cuantas acciones bursátiles, muchos libros. Lo que más me interesa de todo es mi biblioteca particular. No tengo apuros económicos, pero mi fortuna es apenas una pobreza decente, lo que llaman la «comedia medianeza». Mi capital productivo lo llevo conmigo a todas partes: es esta cabeza que ve el señor investigador, de la que se han caído el pelo y las ilusiones. Se trata de una máquina de hacer pensamientos, unos que se cambian por dinero, otros que no tienen precio.
—¿Qué enfermedades ha tenido?
—He sufrido sarampión, viruelas, bronquitis y roséola en mi infancia, come todo niño que se respete. Durante la época de mis estudios universitarios me especialicé en tener «surmenage» porque me parecía una enfermedad distinguida, propia de letrados, para excusar mis faltas a clase. Hace unos años me dieron las fiebres recurrentes por falta de aseo en un hotel de tierra caliente. Por lo demás soy un hombre «alentado», como dicen las gentes de mi tierra. Trabajo con energía, como con convicción, y duermo a pierna suelta. Espiritualmente tengo varias dolencias. Una de ellas es la «angustia cósmica», que no importa a los médicos sino a los místicos, como Soren Kierkegaard, doctor estético.
No me he puesto de acuerdo sobre si ella procede o no del pecado original.
—¿En su familia ha habido locos?
—No. El menos cuerdo soy yo.
—¿Cretinos?
—Tampoco. La estupidez no es nuestro fuerte.
—¿Cuáles son las condiciones de su vida individual, familiar y social?
—Yo soy lo que la sociedad burguesa llama una persona respetable. Mi existencia es sobria, laboriosa y austera. Vivo con mis padres, como un buen hijo de familia. No pertenezco al Club Rotario ni a la Sociedad de Mejoras Públicas, ni a comités cívicos, ni a juntas de beneficencias. No he ido a cámaras, asambleas o concejos. Tengo aficiones por la literatura, la música, los huevos con jamón, la coca cola y el boxeo. Últimamente me he entregado al baile, no por sentido del ritmo, sino como un ejercicio gimnástico para adelgazar. Mi vanidad es ser un buen chofer aficionado. Me creo un técnico en novelas policíacas. El abuso de la pipa y de la lectura orientan mi vida hacia la de un filósofo contemplativo. Lo que mas temo en el mundo _después del santo temor de Dios_ es convertirme en un burgués satisfecho.
—¿Qué taras o antecedentes hereditarios tiene?
—Confieso que tengo algunos antecedentes familiares que me inquietan y que pueden contribuir a explicar mi peligrosidad extrema. Algunos de ellos los he leído en una novela de Pío Baroja, denominada La leyenda de Juan Alzate. Es la obra de un poeta aldeano que narra las viejas historias de su comarca. Los Alzate, al decir de Baroja, eran los parientes mayores del país vasco, tan viejos como el monte Larrún. Alzate, en vascuence, quiere decir abundancia de alisos. El aliso es un árbol mágico en la mitología centroeuropea. Por eso algunos han creído que el primer Alzate era un mito solar. Los fundadores del linaje vivían en una vieja torre, a orillas del LamiocingoErreca, un arroyuelo de las Lamias, que marcha a desembocar en el Bidasoa. Dicen las crónicas que uno de esos remotos abuelos, mató a un dragón que se escondía en una de las cuevas del monte Labiaga. Yo me temo que eso se herede. Según el señor Gabriel Arango Mejía, en sus genealogías antioqueñas, en la época de la conquista o la colonia vino a esta tierra el primer hombre de mi casta. Era un capitán llamado Juan Ventura de Alzate. Su hijo mayor tuvo el mismo rango en las milicias reales. Después la familia se hunde en la oscuridad del agro, en el cantón de Marinilla, compuesta por campesinos de cepa y cristianos viejos. Reaparece el virus bélico con doña Simona Duque de Alzate, la madre macabea de Antioquia, que diera todos sus hijos al Libertador. Yo conozco el retrato al óleo de la intrépida anciana, vestida de un raído pañolón azul, en el salón del concejo de Marinilla. Mi bisabuelo Andrés Alzate fue ayudante de Córdoba. Mi abuelo paterno se ocupó en las faenas agrícolas, como un modesto propietario rural. Mi padre se dedica nuevamente a la vida castrense, hace inútilmente un gesto heroico cuando la separación de Panamá y alcanza el grado de general de división, el más alto del ejército, permaneciendo en servicio activo hasta 1932. Por la línea materna, mi abuelo, Angel María Avendaño, fue general de brigada y un desmesurado varón de gesta. Mis tíos han sido oficiales del ejército o la policía. Sobre mí gravita, pues, un ancestro guerrero. Tengo demasiados capitanes detrás. Yo me siento literalmente abrumado por la pesadumbre de tantos lauros marciales. Aunque yo soy la primera generación literaria de la familia, en mi estilo vital existe una influencia atávica que me lleva a entender que la vida es milicia. En este tránsito familiar de las armas hacia las letras, me han quedado demasiados rastros de guerrillero. Lo que hago es combatir, aunque sea con palabras. El señor investigador, que es abogado, va a entenderme la profundidad de una expresión algo sombría: yo siento el mundo como contraparte.
—¿Ha tenido usted choques contra el medio social?
—Ninguno. Carezco en absoluto de resentimiento. El destino me dio algunos atributos nativos. El resto, lo he conquistado a zarpazos. Puedo estar satisfecho de mi suerte. Pero soy un no conformista. Eso es todo. Cuando niño peleaba a puñetazos para buscar lo que quería o satisfacer mi vanidad lesionada. Hoy lo hago con ideas, endurecidas, crispadas, que estallan con un ruido seco de proyectiles.
—¿Quiénes son sus amigos?
—Tengo muchos en todos los órdenes y clase. Hay una docena que siento más próximos a mi espíritu. Hasta hace poco era amigo del doctor Alfonso López, pero creo que ese vínculo cordial está roto por mi modesto concurso en la divulgación de los escándalos financieros de su familia. En Caldas tengo amistades con todo el mundo, inclusive con mis deudores, cuyos autógrafos conservo. Puedo decir más fácilmente los nombres de mis enemigos, que están muy bien escogidos.
—¿Sabe usted o presume quién sería la persona que descendió de su automóvil particular, el miércoles seis del mes en curso, para dirigirse a los choferes estacionados en la Plaza de los Fundadores, con el objeto de invitarlos a sentarse en la Avenida Cervantes?
—Es posible que haya sido yo. La invitación a sentar se es cumplimiento de una fórmula de cortesía, tal como la prescribe don Tulio Ospina en su Protocolo hispanoamericano de la urbanidad y de los buenos modales. Si no me equivoco, es en la página 67, sobre la manera de sentarse en cualquier ocasión.
—¿Sabe usted o presume quién sería la persona que ese mismo día, en el lugar referido, aconsejó a los choferes que no le tuvieran miedo a nadie, ni a la policía, ni al ejército?
—En la hipótesis de que ese consejo fuera evidente, no creo que constituya ningún cargo. Sería antes una muestra de confianza en tales instituciones, cuya misión no es asustar a los ciudadanos, sino ampararlos. No tengo por qué aconsejar a nadie sino el temor de Dios. Naturalmente, si me percato antes de la manía homicida de los agentes, les digo a los choferes que huyeran de ellos como de la peste.
—¿Sabe usted o presume quién sería la persona que dijo a los choferes, en las mismas circunstancias de lugar, tiempo y modo, que la policía no se atrevería a masacrarlos, porque el régimen estaba tan débil que no resistía una hemorragia nasal?
—La frase parece mía. Tiene cierto aire de familia. Yo nunca supuse que el gobierno disolviera a bala una huelga justificada, consumando el asesinato en masa de un pueblo indefenso. Puedo decir como Fouché ante un acto semejante: «Fue algo peor que un crimen: ha sido un error». Ese es mi pronóstico. Mantengo mi concepto sobre el efecto debilitante de esa clase de hemorragias. Esa política quirúrgica de desangrar al pueblo, va a costarle muchos quebrantos al liberalismo.
—¿Era la huelga justa?
—Naturalmente. El gobierno se había puesto fuera de la ley, con una resolución inicua. El gremio de transportadores se encuentra en una situación dramática, con dificultades creadas por la guerra, pero que agrava la estúpida arrogancia y la incomprensión obtusa del gobierno. Hay estadísticas más patéticas que todos los discursos. Cerca de treinta mil choferes asalariados están cesantes. Por cada vehículo de servicio público hay cuatro pilotos. Los pequeños propietarios se encuentran al borde de la ruina. Sus vehículos, adquiridos con pacto de reserva de dominio, no producen siquiera para amortizar las deudas pendientes. No hay repuestos. El gobierno especula con las llantas. La burocracia creada por el estado se sostiene con un abusivo impuesto de reajustes, establecido no por la ley, ni siquiera por decretos extraordinarios, sino por una resolución de la dirección de tarifas. No existe técnica para organizar la industria, ni para fijar las rutas. Las empresas de Caldas esperan un experto en tarifas para que se fije el valor de los pasajes, hace más de un año. Las tarifas vigentes no corresponden al actual costo de la vida, ni al desgaste de material rodante. En síntesis, el gobierno, que ha intervenido en los transportes inconstitucionalmente, sin una ley expedida con los requisitos especiales de rigor, no ha hecho otra cosa que crear el caos en la industria y oprimir a los choferes. En una oficina burocrática de Bogotá unos empleados recogen datos, suman guarismos, dictan órdenes, sin entender no solamente la cuestión técnica, sino el problema social humano, anejo al gremio de transportadores, porque aquí se trata de hombres de carne y hueso, no solamente de cifras.
—¿Usted como abogado no sabe que hay recursos judiciales para anular las providencias que pugnan con la constitución y las leyes?
—Lo sé. Pero los choferes desesperados no podían aguardar los trámites morosos de un juicio, ni costear abogados de prestigio. Precisamente porque soy un jurista en ejercicio, no tengo la superstición de la letra muerta de la ley. Creo en un derecho fundado en la voluntad de los hombres vivos. No solamente he estudiado leyes, sino su filosofía, su justificación ética. Teólogos españoles como Suárez y Mariana me han enseñado que no se debe obedecer la ley injusta.
—¿No conocía usted los preceptos legales que prohíben el paro en los servicios públicos de transporte?
—Claro que los he visto. Sin embargo, una huelga es por naturaleza un acto negativo de fuerza, que no puede encuadrarse cabalmente dentro de los textos legales. No se trata de discutir sobre parágrafos, sino de resolver una situación social creada en la calle. Es una majadería hablar de paros ilegales. El obrero no necesita permiso para abandonar, individual o colectivamente, el trabajo. ¿Qué hace? Simplemente, como decía Lacordaire, coge sus brazos y se va. ¿Cómo se puede sancionar ese hecho?
—¿Usted tuvo la iniciativa de la huelga tendida?
—Si no tuve esa iniciativa, sí fui uno de sus más entusiastas partidarios. Los acontecimientos me dieron la razón. La resistencia pasiva de los choferes a dejar romper su paro, dejándose caer sobre las vías, fue lo que determinó la derogatoria de la resolución 779 de 1943. El gobierno no podía pasar sobre los cuerpos de los obreros.
—¿Quién aconsejó las barricadas?
—Esos parapetos se levantaron por la espontánea iniciativa popular. El pueblo enardecido por las brutalidades de la policía levantó sus trincheras. Nadie dio esa orden. Yo guise que desbarataran sus barricadas. Pero comprendo que ellas demuestran la magnífica entereza, el ánimo esforzado, la voluntad de lucha de las clases pobres. A1 pie de sus queridas barricadas, el pueblo montaba guardia, para defender su derecho a la vida. Ellas son una epopeya civil.
—¿Quién tuvo la responsabilidad de la masacre?
—El señor Alfonso Jaramillo Arango. Sus intrigas, sus truhanerías, su falta de tacto, en ese arte difícil de gobernar. En un alarde de fuerza, quiso romper la huelga con un convoy. Antes había querido desmoralizar el paro, encarcelando a los cabecillas de los choferes. Después trató de sabotearlo, aseverando pérfidamente que era un complot para derrocar al régimen, conmigo como jefe. Cuando comenzaron los choques estaba encerrado en su despacho, haciendo chanchullos, chantajeando a los choferes liberales, tratando vanamente de lanzar contra el gremio de transportadores a los sindicatos. Tuvo más tarde miedo. Un miedo lívido, abyecto, villano. Estaba en un acceso de histerismo, alucinado por el pavor. Hay un miedo que huye, como hay un miedo que dispara. Con la sangre fría y el sentido común de don Roberto Marulanda, el pueblo de Manizales no velaría hoy al pie de unas tumbas.
—¿ Es usted solidario con la huelga?
—Lo soy, plenamente. Me siento ufano de su resultado. Aunque use de mi influencia ante los choferes para evitar desafueros, hoy asumo la responsabilidad total del paro. Respondo por lo que hice y por lo que no hice, por mis consejos y por las iniciativas ajenas, por lo que yo mismo puse en practica y por lo que se llevo a cabo contra mi voluntad. La policía es responsable de las reacciones populares, estimuladas por sus imprudentes provocaciones. También lo es de cuatro cadáveres que quedaron tendidos en los alrededores de la plaza de mercado. Se trata de un crimen atroz, porque el pueblo se encontraba desarmado.
—El gobernador dice que usted trató de soliviantar al pueblo en contra suya…
—El gobernador tiene lo que los psiquiatras llamamos una constitución mitomaníaca. Sus raptos de histeria, sus fábulas, sus desvergonzadas tergiversaciones de los hechos prueban el acierto de este diagnóstico. Yo siempre me opuse a la violencia, por considerarla contraproducente a inútil. Yo entiendo una huelga, al modo de Mirabeau, como la expresión de poder del pueblo, que para ser formidable, no necesita más que permanecer quieto.









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