miércoles, 18 de diciembre de 2024

MI ÚNICO ENCUENTRO CON CARLOS CASTAÑO


Nota: esta breve crónica de mi encuentro con Carlos Castaño la escribí pensando en comenzar mi idea de se escritor y cronista del conflicto. La compartí con una periodista de un medio nacional muy importante quien me dijo que le faltaba mas detalle y contexto y yo estuve de acuerdo. Se quedó entre el tintero y posteriormente me di cuenta que se había filtrado a otra periodista que escribió un libro y que si bien no la utilizó si le dejo saber a algunas personas que existía esa crónica y la historia llegó con ella a donde el Alemán quien negó los detalles relacionados con el tema de Castaño, seguramente por temor a que lo involucraran como testigo de hechos relacionados por el peligro que implica esta situación. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mi única conversación con Carlos Castaño.

Nunca lo había visto. Nunca había hablado con él.  Eso sí, tenía todas las referencias, todo lo que decía la prensa y la literatura y todo lo que me había contado mi hermano (Carlos-Mauricio o Rodrigo) durante nuestras charlas muy esporádicas  y nuestras últimas conversaciones en Bogotá, a finales de octubre de 2003, donde lo recogí, lo tuve escondido y lo acompañe varios días en un apartamento, huyéndole a la persecución de los mafiosos, mientras él y sus compañeros de fuga negociaban su salida del país con los representantes de la embajada americana, con quienes tuvieron contactos desde tiempo atrás.   

 

Recuerdo la fecha de mi único encuentro con Carlos Castaño, pues ese día se desarrollaba una crucial carrera, tal vez la primera de Juan Pablo Montoya en la fórmula 1. Día siete 7 de marzo del año 2004.

 

Recién había yo llegado Urabá, buscando posicionar mi oficina del abogado allí, después de haber sido durante años un ejecutivo de buen nivel en empresas del sector privado de Medellín,  y buscando a la vez cumplir con mi sueño de tener un periódico que participara directamente en  lo que siempre había querido realizar y era adelantar un trabajo social, en el campo de la  comunicación  y construcción de tejido social, área que me apasionaba casi tanto como el derecho.  La comunicación y el periodismo la tenemos los García  como una herencia familiar que buscamos desarrollar como una pasión, o como un hobby.

 

Recién llegué a Apartadó y a poco fui a conocer a Necoclí, población y paisaje que me atrapó inmediatamente, y rápidamente inicie contactos con algunos habitantes de la región, mirando las posibilidades de desarrollar tanto mi oficina, como el periódico en dicha zona. La verdad me hubiera encantado  tener mi oficina en Necoclí, y fue un proyecto largamente acariciado que termine desarrollando, en otras circunstancias, varios años después. Por el momento quería hablar con el alemán, a quien ya había conocido en una oportunidad anterior, pensando en una entrevista para el primer número del periódico "Urabá hoy", que ya venía trabajando como proyecto desde hacía días con algunos amigos. 

Quería pegar con el periódico, y una entrevista con el alemán podría ser una buena ancla para el primer número. Recuerdo que me pidieron ir a "La Comarca", zona donde a veces acampaba Fredy Rendón. Allí tenía una finca que era su campamento y donde recibía a todas las personalidades que lo buscaban para aprovecharse de su poder en la región y a las personas que querían hablar con el algún tema.  Cuando lo conocí, me  sorprendió que hablara por igual con el empresario o el ganadero poderoso  que con el campesino humilde. Quien quería hablar con él, hablaba con él, y eso ocurrió en mi caso.    Logré que un "Chivero" me condujera a dicho paraje, durante un recorrido de una hora hacia el interior de Urabá, y después de pasar a pie un puente derruido sobre el rio Mulatos, fui recogido por una persona en un vehículo que me condujo a la finca del “señor”.  Una casa sobria, sin lujos, rodeada de jardines silvestres pero bien tenidos, y después de esperar algún rato, llegó su propietario, que con su habitual cortesía me atendió durante un rato, y posteriormente me pidió que lo esperara ya que él se iba a reunir con algunas comunidades de la región en las horas de la tarde, y quería continuar conmigo la conversación ya iniciada. Me advirtió eso sí: 

 

Es posible que por la tarde llegue Carlos Castaño, ¿eso representa algún problema para usted? 

 

Seguramente pensaba en las ya profundas diferencias entre mi hermano "Rodrigo" y Carlos, pues este se encontraba atrapado en la telaraña mafiosa que el mismo ayudó a construir en las AUC,  y la difícil situación que  Rodrigo sufría en ese momento, ya derrotado militarmente y perseguido por todos los narcotraficantes de Colombia y abandonado a su suerte por Carlos Castaño  

 

No, no hay problema le respondí.

 

Siempre he entendido que lo cortés no quita lo valiente, y además no dejaba sentir una cierta curiosidad de conocer a semejante personaje que de una u otra manera ya había marcado, profundamente, no solo la realidad de este país, sino también mi  historia familiar.        

Me quedé solo, en la casa del Alemán, dedicado a un rato de lectura, y a disfrutar del silencio que brindaba ese sitio donde me encontraba, mientras esperaba con expectativa que me tendría reservado  la vida para esa tarde. 

 

No sé cuánto tiempo pasó pero sentí algún movimiento en el exterior. Al poco rato llegó la empleada y me informó que el Sr. Castaño se encontraba en la oficina,( un espacio en una cabaña contigua a la casa, que habían habilitado como despacho y sitio de reuniones)  con su esposa.  Yo simplemente esperé, y al poco rato apareció en la puerta  del salón donde estaba, el mismo Carlos Castaño Llegó solo, sin escoltas y sin su esposa.  Al igual que yo, lo percibí tímido, con una cierta expectativa que seguramente le generaba el encontrarse con el hermano mayor de "Rodrigo Doble Cero", su compañero de muchas batallas, su amigo, casi un hermano para él, (dentro de lo que pareciera representar “un hermano” para los Castaño) lo que también le debería producir sentimientos encontrados, dada la  polémica interna de las AUC y la problemática regional y nacional que en ese momento se vivía alrededor de mi hermano, su posición frente al narcotráfico, la negociación con el gobierno y las estructuras mafiosas de las AUC y las consecuencias que esto tuvo para Doble-cero, el Bloque Metro y para su familia y allegados. 

La verdad es que a mí también se me dificultó abordarlo, además que no dejaba de sentir cierta solidaridad con los problemas de mi hermano por la persecución sin piedad a la que lo estaban sometiendo a él y a los que los pocos que lo rodearon, por parte de los narcotraficantes camuflados en las AUC acolitados por sectores corruptos de gobierno y las fuerzas militares, y de alguna manera sentía que el estar aquí hablando con Carlos podría ser tomado en mi familia como una especie de traición, lo que me generaría situaciones incómodas hacia el futuro. 

Me presenté, lo saludé cortésmente, lo invité a sentarse, y me ofrecí a abandonar el lugar si lo requería o mi presencia de alguna manera lo incomodaba.   Se recostó en la hamaca que había en el lugar, no sin antes dejar abandonada  ya despreocupadamente su pistola Beretta 9 mm, en un lugar distante de él, lo que entendí como un gesto de un guerrero que se deshace de su arma para ganar confianza frente a un civil, y casi sin darme cuenta estaba metido en un diálogo completamente distinto al que esperaría tener con Carlos Castaño Después de protocolarias preguntas por familiares y conocidos,  Comenzó hablarme, no sin cierta prevención, de su hija, de los problemas que tenía, de la forma como él y su esposa habían resuelto prácticamente abandonarlo todo para sacarla a ella delante. Estaban resueltos a cualquier cosa. Me contó cómo Rosa María había nacido con el “síndrome del maullido del gato”, y todos los problemas que habían tenido para que sobreviviera. Yo también le conté mi tragedia familiar, toda la historia de cómo mi hijo Juan David había nacido prematuro con membrana hialina y cómo había muerto a los pocos días  de  nacido y como fue nuestra  desventura familiar, que aún hoy recuerdo con amargura y dolor pero con mucho amor por las enseñanzas que nos dio a todos los de la familia.  

No hablamos de nada distinto a este tema durante tal vez una hora.  No dejó de sorprenderme que en algunas ocasiones, se le quebrara la voz y se le vinieran las lágrimas, desde los ojos siempre encharcados. Tengo que confesar que también lloré, pues contar esa tragedia personal nunca ha sido fácil para mí, no tengo recuerdo de haber vivido nada tan intensamente, de haber sentido un dolor más profundo, y recordarlo en cualquier momento me produce llanto. Pero que un hombre con los antecedentes que yo conocía de Carlos se quebrara de esa forma ante mí, que era prácticamente un desconocido, no ha dejado de darme mucha sorpresa, pues de una u otra manera era ver el lado humano y familiar de un ser que además era reconocido en el país como un frío y calculador asesino.  

 

Recuerdo que hablamos de este tema alrededor de una hora, hasta que se acordó que su esposa estaba todavía en la oficina, esperando. Supongo que Carlos se vino a encontrarme en avanzada, con curiosidad, una vez enterado quién era yo, a ver qué noticias podía obtener de mi acerca de la situación de mi hermano. Sé que lo quería, como a otro hermano, (no con esa particular forma de querer los hermanos que han demostrado los Castaño) y por esa razón, digamos que de buena voluntad y alguna curiosidad,  quiso acercarse a mí.  

Gané empatía rápidamente con él pues ya se refería mi al presentarme a su esposa, como si yo fuera una mezcla de lo mejor de mis hermanos cuando llamó a su esposa, Kenia, una mujer bellísima, con rasgos indígenas, y se veían muy enamorados el uno del otro,  para qué estuviera presente y participara en la conversación. Me presentó con todos mis abolengos familiares, como hermano de Juan y de Mauricio y pidiéndome  contar nuevamente toda mi historia, a ampliarla y  a vivirla nuevamente con llantos de los ojos y dolor en el alma, tanto en la familia Castaño a quienes tenía al frente y a quienes veía perfectamente identificados con la historia que les contaba. 

 

Ya entrados en confianza, tanto é,l como su esposa y yo, derivamos la conversación a temas familiares míos.  Me contaba anécdotas de mi hermano, Carlos-Mauricio, de su testarudez proverbial y su desfachatada franqueza y particular manera de decir las cosas. Ambos me analizaban, me encontraban parecidos  en algunas cosas con uno u otro hermano mío, a quienes ella conocía también, y Carlos dejaba entrever su admiración, además de  cierta diversión que no dejaban de causarles con su particular manera, cada uno en su estilo particular pero siempre inteligente, agudo, irreverente  y en ocasiones  iconoclasta, de analizar las cosas. 

 

En un momento,  las cosas derivaron hacia otros temas más gruesos;  la guerra en el oriente antioqueño, el narcotráfico, los narcotraficantes, la extradición, el gobierno de los Estados Unidos,  la posición de Rodrigo frente a una eventual negociación, y la actitud de Vicente Castaño de quien vine yo a saber en esa oportunidad, por las referencias que oí en una posterior conversación que presencié esa noche,  el poder que tenía entre los mafiosos. 

 

Me contó, (tal vez con la esperanza que yo le informara a Rodrigo), que estaba adelantando a través de abogados negociaciones con los Estados Unidos, con la DEA, para entregarse voluntariamente a responder por la acusación que pesaba en ese país en contra de él por narcotráfico. Que él no podía aceptarlo como tal, pues nunca lo había ejercido, pero que estaba negociando, que en ese momento estaban las diferencias en un máximo de siete años ofrecido por el gobierno americano y él pedía cinco años de cárcel, y que se entregaría,  pero me advirtió: 

 

" Vea Don Manuel: (todo el tiempo me trató así a pesar de que insistía yo en que me llamaba Antonio) el tiempo que me quede de vida lo voy a dedicar a dos cosas: a tratar de solucionar los problemas con los que  nació mi hija Rosa María, y a desmontar este "monstruo de mil cabezas" en que se ha convertido la autodefensa en Colombia".  

 

No tenía idea él, ni mucho menos yo, que sólo le quedaba algo más de un mes de vida.  El resto de la noche se fue en la cena, ya con el alemán en casa, y largas exposiciones sobre el tema del síndrome del maullido del gato. Estaba obsesionado con eso. Antes de dormir, observó brevemente la carrera de fórmula uno, en la televisión.  Durante la carrera, También pude escuchar, sin querer, parte de una conversación en la cual con un tono de voz muy bajo prácticamente le suplicaba a su amigo Fredy Rendón, El Alemán, que intercediera ante su hermano Vicente, pues sabía que era el único que podía parar la orden de asesinarlo que él sabía habían dado Don Berna y otros narcotraficantes.   

Durmió con su esposa esa noche en la casa, y yo obviamente por la lejanía, la oscuridad y la falta de vehículo para regresar a Necoclí, hice lo mismo. Alrededor de las tres de la mañana golpeó la puerta de la habitación donde me estaba quedando, a despedirse. Esto fue lo último que le escuché a Carlos Castaño: "Don Manuel, hágame el favor y hable con Rodrigo, dígale que lo aprecio mucho, que comprendo su posición  y que lamento su situación actual pero que dentro de muy poco yo voy a estar en iguales o peores condiciones que  en las que él está ahora.”


Regresé al pueblito por la mañana, en moto taxi, sin entrevista con el alemán y con una extraordinaria historia que nunca me atrevería a publicar en el periódico. Una conversación humana con Carlos Castaño, lágrimas y sentimientos de esta persona, que dirigió una de las mayores organizaciones terroristas de Colombia A nadie le interesaría, nadie me creería. 


Desde mucho tiempo antes, y en medio de la correspondencia  y los correveidiles del gobierno nacional y los paramilitares en Ralito, se había sellado su  suerte; estaba jugada ya, para Rodrigo y para él  y ambos lo sabían.

 

 

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