martes, 17 de julio de 2018

SIETE RETOS PARA ESCUCHAR TESTIMONIOSDE LA COMISION DE LA VERDAD. Tratando de entender (92)

Por Natalia Arbeláez Jaramillo· 15 de Julio de 2018 


Esta semana la Comisión de la Verdad requirió información de inteligencia militar y un militar y varios ex integrantes de las Farc comparecieron a la JEP. Con ello comienza el proceso de catarsis alrededor de la reconstrucción de la historia de la guerra en nuestro país.
La Silla Académica habló con Juan Pablo Aranguren, psicólogo y profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de Los Andes, cuyo campo de investigación ha sido lo que él llama la “ética de la escucha” en contextos de violencia política.
Estos son siete retos que según Juan Pablo deberá afrontar la Comisión de la Verdad para lograr que las víctimas y los victimarios participen, que su verdad sea bien representada y que la sociedad colombiana acompañe el proceso.

1

Generar confianza

El contexto en el que se producen los testimonios debe ofrecer confianza a quienes los rinden.
Esto se dificulta cuando se trata de entidades que como la Comisión de la Verdad y más allá de la trayectoria individual de sus integrantes, hacen parte del Estado colombiano, que no es un actor ajeno al conflicto.
Por esto, dice Aranguren, que generar un escenario adecuado de producción de los testimonios pasa porque el Estado, que es quien va a escuchar los testimonios, empiece aceptando que ha sido uno de los productores de violencia durante el conflicto y no sólo en virtud de sentencias judiciales que le ordenan hacerlo.
Según él esto se dificulta en un gobierno de Duque cuando el uribismo se ha negado a aceptar la responsabilidad del Estado y de ahí el tratamiento diferencial que ha querido darle a los militares.
De igual forma, para Aranguren, el Estado tiene que actuar como un ente unificado, cerrando la posibilidad de que haya funcionarios detractores del trabajo que haga la Comisión.
Como ejemplo cita la actitud de Juan Carlos Pinzóncuando como Ministro de Defensa criticó el informe Basta Ya sobre las víctimas del conflicto elaborado por el Centro Nacional de Memoria Histórica en 2013,
Lo que ha pasado en otros casos, según él, es que el trabajo toma la forma de un informe de una ONG que no representa la posición del Estado colombiano y que no tiene ningún peso judicial.
Cuenta que trece años después del informe del Centro de Memoria Histórica sobre la masacre de El Salado, sólo la semana pasada la Corte Suprema de Justicia dejó en firme la condena contra un Capitán de la Infantería de Marina y otros oficiales por omisión de su deber de seguridad y por permitir la comisión de la masacre por parte de los paramilitares.

2

Garantizar condiciones de seguridad

Aranguren tuvo la experiencia cuando estaba haciendo una investigación sobre la Ley de Justicia y Paz de escuchar el testimonio de un representante de una organización comunitaria que reclamaba un derecho sobre una finca robada por el paramilitar alias Cadena.
Un mes después de hablar con él fue asesinado, como lo relata en el apéndice de su libro “La gestión del testimonio y la administración de las víctimas el escenario transicional en Colombia durante la Ley de Justicia y Paz”.
Dice que eso le demostró que quienes por su oficio reciben testimonios (psicólogos, antropólogos, periodistas, fotógrafos, jueces) no pueden seguir ingenuos y entrevistar personas que luego son asesinadas y sentirse aliviadas de quedar por lo menos con el testimonio o de dedicar su libro a la memoria del asesinado, pues el punto es que el Estado no está generando condiciones de seguridad para que los testimonios sean rendidos. Anota que hasta a los militares los están amenazando para que no comparezcan.
Aranguren señala que esto genera una tensión, de un lado, entre la publicidad que se espera de las audiencias de la Comisión de la Verdad, al estilo de las que tuvieron lugar en Sudáfrica, que contaron con la asistencia de muchas personas y del otro, de la necesidad de confidencialidad de la información para garantizar la integridad de las personas que rinden los testimonios.

3

Entrenar equipos interdisciplinarios en herramientas de escucha

La persona que recibe un testimonio necesita herramientas para acogerlo, procesarlo y representarlo, de lo contrario lo que puede suceder es que asuma el rol de escucha como si se tratara de un operador de un call center que recibe la queja de los usuarios de un servicio, sin empatía ni compasión, dice Juan Pablo Aranguren.
De allí que la competencia de los equipos no sólo tiene que ver con el entrenamiento en escucha empática o en habilidades para la intervención cuando sobrevengan situaciones de crisis emocional, sino también en competencias sobre el cuidado de sí y sobre el contexto sociopolítico.
Todo ello se logra, entre otras cosas, según Aranguren, otorgándole una particular consideración al tipo de vinculación laboral de los equipos que trabajarán en estos escenarios. Equipos con condiciones laborales precarias u operadores de instituciones estatales que no brindan cuidado y protección a sus trabajadores ponen en riesgo la posibilidad de materializar estas competencias, señala.
No sólo hay que saber escuchar, sino saber preguntar y representar, según Aranguren.
El receptor no puede ser un mero transcriptor de ideas, debe emplear su talento para idear una estrategia para representar la verdad pues aunque Colombia sea un país profundamente oral, la catástrofe que generó la violencia ha tenido también un impacto en el lenguaje y es difícil procesar y organizar una manera de narrar el horror.
De allí la importancia de conformar equipos interdisciplinares. La interdisciplinariedad no está dada sola por las profesiones sino por la posibilidad de cruzar los roles.
Desde su experiencia Juan Pablo ha observado que a menudo hay personas que experimentan mayor confianza con un fotógrafo o con un actor de teatro que con el profesional especializado en tomar testimonios.
De allí la importancia de que este tipo de profesionales acompañen también la toma de testimonios pero también se fortalezcan en habilidades psicosociales.

4

Saber esperar y al mismo tiempo usar estrategias diversas para motivar a la gente a contar lo que le sucedió

Como lo relata en su libro “Cuerpos al límite: tortura, subjetividad y memoria en Colombia (1977-1982)", Juan Pablo Aranguren trabajó con personas que fueron sometidas a tortura en los años 70’s bajo el Estatuto de Seguridad de Turbay. Envió correos a algunos de ellos y en ciertos casos sólo recibió respuesta un año después.
Al cabo de ese tiempo decían que ya se sentían preparadas para hablar. Lo que significa para él, que a las personas les toma tiempo y que el momento adecuado para testimoniar está atravesado por la coyuntura política y social y el momento vital de la persona.
Otras lo buscaron espontáneamente e insistieron en hablarle, lo que también indica que su motivación responde a sus necesidades y no sólo a la solicitud de un tercero.
Entiende que la Comisión de la Verdad no se puede dar el lujo de esperar tanto y por ello debe probar múltiples estrategias.
Señala Aranguren que en Perú una de las estrategias que usó la Comisión de la Verdad de ese país fue acompañar su campaña informativa y las audiencias públicas con las obras de teatro Adiós Ayacucho, Rosa Cuchillo y Antígona del grupo Yuyachkani que fueron presentadas en plazas de mercado y otros lugares públicos de zonas rurales que es donde se encontraban muchas de las víctimas que no habían podido hablar de lo sucedido.
Además de motivar a algunos, las personas se acercaban a veces a uno de los actores para contarle su historia.
Lo que muestra, según Aranguren, que la confianza no se construye porque una persona tenga las credenciales sino por la interpelación que despierta en la víctima y esta interpelación nos obliga a pensar en las condiciones que hacen posible el testimonio.

5

Cuidar los efectos que tienen los testimonios

Para la persona que los cuenta y para quienes los escuchan, los testimonios tienen un impacto y es necesario generar espacios para tramitar las emociones y sentimientos que se despiertan.
Que alguien se reconozca como victimario tiene un impacto grande en la construcción de su identidad.
Señala Juan Pablo Aranguren que en las versiones libres que se dieron en el marco de la Ley de Justicia y Paz ocurrió que los familiares de las víctimas estaban en un cuarto contiguo escuchando a los paramilitares rendir sus versiones sin que éstos los vieran.
Una de las principales críticas al sistema es que no tuvieron oportunidad de controvertir los testimonios de los victimarios que muchas veces buscaban justificar las muertes acusando a las víctimas de ser traficantes de droga, guerrilleros, prostitutas, etc.
Dice Aranguren que el Estado tiene que garantizar, de una parte, que los testimonios promuevan la dignidad de las víctimas y, de la otra, que se promuevan espacios para que las emociones asociadas al reconocimiento de la verdad se puedan gestionar colectivamente. Aquí se hace indispensable hacer pedagogía de las emociones, alfabetización emocional y eso no se logra con un comercial de televisión.
Pero tampoco se logra de manera exclusiva con el acompañamiento de un terapeuta. Se hace necesario, entonces, promover mecanismos de gestión emocional basados en la comunidad que posibiliten a su vez un reconocimiento del sufrimiento del otro. Una empatía social con el dolor de los demás.
Según algunos datos de la Encuesta Nacional de Salud Mental de 2015tan sólo un 30 por ciento de los colombianos sabe reconocer la tristeza en los otros.
Lo que muestra que a los colombianos les queda difícil relacionarse con el dolor del otro.

6

Construir empatía a partir de nuestra historia

Una de las explicaciones que puede tener la falta de empatía con el dolor ajeno, según Juan Pablo Aranguren, es que no hemos sido capaces de reconocer que nuestra historia familiar ha estado marcada por la violencia, nos excluimos de la historia del conflicto armado y sentimos que no tiene nada que ver con nosotros.
Según él, hemos puesto una gran distancia con el combatiente y con la víctima a quienes tenemos estereotipados. “Cuando pensamos en víctimas o en combatientes nos cuesta reconocernos en su historia vital”.
Por supuesto, no se trata de equiparar las experiencias, sino de reconocer que nuestra historia familiar necesariamente está atravesada por la guerra y la violencia política.
“Para muchos ciudadanos urbanos de clase media, la guerra no nos ha tocado directamente a la puerta, pero nuestra historia vital se ha desarrollado junto con el desplazamiento de nuestros abuelos, la desesperanza frente a la participación política tras asociarla con la muerte y el despojo. Además es muy poco probable que no tengamos familiares que han tenido que participar de alguna manera en la guerra”, dice Aranguren.
Algo similar pasa con el narcotráfico. Anota que los colombianos nos indignamos cuando nos asocian con eso pero no reconocemos que el narcotraficante lo dio nuestra sociedad, y que también ha permeado nuestras historias.
Una forma útil de acompañar el trabajo de la Comisión de la Verdad, de manera que todos nos sintamos interpelados, dice Juan Pablo, es que cada colombiano revise en su historia personal el rol que ha jugado en ella el conflicto armado. “Es la posibilidad de reconocernos en ese otro que decimos no ser y el reto es hacerlo de una manera desapasionada que favorezca la empatía”.

7

Darle un nuevo significado al silencio

Según Aranguren, de acuerdo a la psicología y a nuestra tradición judeo cristiana si uno habla se siente mejor.
Anota que en el caso de la Iglesia lo que hemos visto es que la confesión se ha utilizado ante todo como un mecanismo de control social y en el de la psicología, Freud después de hablar de la cura de la palabra reconoció que el asunto es más complejo y que también importa quién pregunta y cómo lo hace.
El silencio es más que vacío, que espacio entre palabras, que nada, señala Aranguren, y está muy presente en los testimonios sobre situaciones de dolor “lo inenarrable y lo indecible significan lo que es difícil de narrar y lo que es difícil de decir y el silencio muchas veces es un indicador de eso”.
También es una estrategia ante condiciones de violencia. Muchas personas no hablan porque sienten que las pone en riesgo o porque no quieren construir su identidad alrededor de lo que precisamente callan: su condición de torturado, abusado, desplazado, madre de un desaparecido, etc., dice Juan Pablo. Y de alguna manera, la sociedad colombiana no tolera el silencio como una forma de testimonio.
Por eso señala que uno de los retos de la Comisión de la Verdad será entender que la palabra no es la única forma de decir algo y habilitar nuevos canales de expresión, así como, nuevos marcos analíticos y de interpretación.

martes, 10 de julio de 2018

CUANDO EDUARDO UMAÑA LUNA DESTAPÓ LOS CRÍMENES DE INTELIGENCIA MILITAR.. Tratando de entender (91)



CUANDO EDUARDO UMAÑA LUNA DESTAPÓ LOS CRÍMENES DE  INTELIGENCIA MILITAR.

Era una mañana de la última semana de abril de 1989. Como de costumbre, llegué a alrededor de las 7:00 de la mañana al apartamento de Eduardo, con sus consabidos y eternos acompañantes, los dos paquetes de cigarrillos que siempre me encargaba llevarle. Era el mismo apartamento del barrio Nicolas de Federmán en Bogotá, convertido en oficina, donde sería vilmente asesinado nueve años después.

Ese día no hablamos de las cuestiones que yo debía hacer, como era habitual. Eduardo estaba preocupado y misterioso. Me dijo que necesitaba que le prestara esa noche mi carro, y que estuviera pendiente de su llamada en las horas de la noche. “Luego te cuento”, me dijo. Esa misma noche me llamó y pasó por el carro. Me pidió que estuviera pendiente de su llamada. No sabía a qué horas la podría hacer, pero me dejó claro que, si al día siguiente no tenía noticias suyas, prendiera las alarmas y le avisara inmediatamente a Amnistía Internacional. 


Hacia las 2 o 3 de la mañana, Eduardo me llamó para avisarme que todo estaba bien y que en un rato pasaba a Representante para Suramérica de la Comisión Internacional de Juristas. el carro. Cuando nos vimos, me dijo que pasara a su apartamento hacia finales del mediodía. 


Una vez allí, Eduardo me contó lo sucedido: el 25 de abril, Amparo Tordecilla Trujillo y Carlos Uribe habían sido desaparecidos por varios hombres en dos operativos en Bogotá. Ella era militante del grupo guerrillero Ejército Popular de Liberación (Epl) y él, miembro del Partido Comunista Colombiano-Marxista Leninista (PCC-ML). Ambos eran enlaces del Epl con los funcionarios de la Presidencia de la República y los miembros de la Comisión de Notables, integrada por personalidades de los partidos políticos que acompañaban las conversaciones que el grupo guerrillero y el Gobierno estaban desarrollando con miras a un proceso de paz. 


Carlos Uribe había logrado escapar de sus verdugos. Luego de ser capturado en las horas de la noche ese 25 de abril, había sido llevado en un Renault 4 a un predio rural. Allí, luego de recibir instrucciones de asesinarlo, sus captores lo dejaron esposado a un árbol y se dirigieron hacia la finca del predio, en busca de un silenciador. Uribe logró zafarse y huyó del lugar. En su huida llegó a un Centro de Atención Inmediata de la Policía (CAI), ubicado en inmediaciones de Soacha. Desde allí, llamó por teléfono a Eduardo y a un alto funcionario del Gobierno. Eduardo se trasladó inmediatamente a rescatarlo.


El préstamo del carro había sido justamente para que Eduardo y Carlos Uribe fueran a recorrer la zona e identificaran el predio donde Uribe había sido transportado para ser ejecutado. Y, me diría Eduardo, lo habían encontrado. Además, Carlos había podido identificar el carro que habían usado sus captores. 



Eduardo dio toda esa información a la Oficina de Investigaciones Especiales de la Procuraduría General de la Nación y el 27 de abril, la Sijín de la Policía allanó el predio y halló el Renault 4. En la finca encontraron a una persona que se identificó como Bernardo Garzón Garzón, contra el cual se iniciaría una investigación penal.


A principios de 1990, Eduardo fue contactado por Bernardo Garzón Garzón, quien le revelaría que era sargento y que trabajaba desde 1978 para inteligencia militar, primero en el Batallón de Inteligencia Brigadier General Charry Solano, y en ese momento, en la Brigada XX de Inteligencia y Contrainteligencia del Ejército. Garzón Garzón le dijo a Eduardo que, a raíz del caso de Carlos Uribe, había caído en desgracia con sus superiores y que temía por su vida y la de su familia. 


El sargento le relató a Eduardo que hacía parte de un grupo de tareas especiales de la Brigada XX y le dio todos los pormenores de la captura de Amparo Tordecilla y Carlos Uribe y los nombres de los oficiales, suboficiales y demás miembros de la Brigada XX implicados. Asimismo, el militar le reveló a Eduardo los pormenores de varios asesinatos y desapariciones forzadas, incluidos los nombres de los militares y civiles de inteligencia implicados en esos crímenes y los datos de los vehículos empleados. Pero, más aún, Garzón Garzón le indicó el lugar donde habían sido abandonados los cuerpos sin vida de las víctimas desaparecidas: cerca al municipio de Guayabetal, en la vía Bogotá – Villavicencio.


Luego de varias conversaciones y encuentros, Eduardo convenció a Bernardo Garzón Garzón de plasmar por escrito todas esas informaciones y revelaciones para hacérselas llegar a la Oficina de Investigaciones Especiales de la Procuraduría General de la Nación. El 26 de julio de 1990, esa Oficina, acompañada por Eduardo, realizaba una inspección al cementerio del municipio de Guayabetal. Allí, encontraron sepultado sin identificar el cadáver de Amparo Tordecilla, así como los de Nydia Erika Bautista, Víctor Manuel Nieto Campos, Bertel Prieto Carvajal, Francisco Luis Tobón y 11 personas más, todas desaparecidas por el grupo de tareas especiales de la Brigada XX.


Además de las denuncias presentadas ante la justicia, Eduardo presentaría el caso de Amparo Tordecilla a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Por esos hechos, serían condenados varios militares en 2003 y, el 24 de febrero de 2000, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos le exigió al Estado colombiano “una investigación imparcial y efectiva”. Sin embargo, Eduardo nunca pudo ver los frutos de su trabajo: el 18 de abril de 1998 fue vilmente asesinado.


*. Federico Andreu es representante para Suramérica de la Comisión Internacional de Juristas.

Fuente Elespectador.com  autor: Federico Andreu

domingo, 1 de julio de 2018

EL MAPA DE ANTANAS MOCKUS PARA UNA PAZ ESTABLE Y DURADERA. Tratando de entender (90)




EL MAPA DE ANTANAS MOCKUS PARA UNA PAZ ESTABLE Y DURADERA


A las puertas de un nuevo gobierno, Mockus plantea que al país le urge optar por la legalidad.



Para Mockus, el futuro del país depende de una educación rigurosa, capaz de ampliar las clases medias con “la fuente más dinámica de riqueza: el conocimiento”.
Foto:

Andrea Moreno / Archivo EL TIEMPO



Parieron los montes y nació un insignificante ratón.
Horacio, ‘Arte poética’


En este ensayo voy a proponer una especie de mapa que dibuje a grandes rasgos algunos requisitos indispensables para que del parto tan difícil que fue firmar la paz no resulte, como dice el epígrafe de Horacio, un simple ratoncillo, sino una armonía fuerte, aclimatada, capaz de mantenerse en pie y orientar las transformaciones de Colombia por muchos años más.


La hipótesis que quiero defender es la siguiente: aclimatar la paz en Colombia requiere ahora mismo optar por la legalidad, por una mejora de la educación y por una transformación radical de la gestión pública.


Voy a empezar por situar los acuerdos de paz en el contexto internacional de la “lucha” contra el terrorismo.

El contexto


Cada vez es más patente la fragilidad de la humanidad frente al ataque terrorista destructivo indiscriminado, casi siempre dirigido contra la población civil y con fines políticos o religiosos. Junto con los secuestros y las misiones suicidas, esa manifestación violenta ha acabado por romper la tradicional benevolencia con la que la ley y la opinión local o nacional veían el delito de intención política.


A partir de los años 60 en Europa, y a partir del 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos, la intención política del acto terrorista se ha convertido en un agravante. Cabe presumir que las sociedades tenderán a reaccionar más duro contra los miembros de organizaciones que usen métodos terroristas e, incluso, contra quienes opten por ejecutar acciones de destrucción e intimidación indiscriminadas promovidas y justificadas por un radicalismo urbano combinado en algunos casos con fanatismo religioso.


En este contexto, Colombia, que ha sufrido una guerra interna prolongada y cruenta, desarrolla unos acuerdos de paz reconocidos como valiosos por gran parte de la humanidad. Es doloroso que en nuestro país sean muchos quienes todavía no se han percatado de la proeza que significa la paz con las Farc. De los cambios pactados y de su grado de cumplimiento depende mucho de lo que logremos en los próximos años.


De otra parte, a las habilidades del narcotráfico hay que encontrarles alguna opción zanahoria. Jugar a los escondites con la DEA y con la Fuerza Pública colombiana no es la salida. Hoy,expertos mantienen la idea de que el aporte del narcotráfico nunca ha sido mayor a 5 o 6% del PIB. Sin embargo, aunque solo se estimara en un 1%, la economía ilegal sería profundamente dañosa porque ilustra una severa impotencia del orden formal frente al informal.


Adicionalmente, la gestión pública se encuentra atrapada entre la corrupción a gran escala, que involucra usualmente al Gobierno y al sector privado, y el clientelismo, que se expresa en el intercambio de favores otorgados con recursos públicos a cambio de respaldo electoral. Este intercambio aprovecha el carácter parcial del acceso a derechos. La lealtad electoral resulta premiada y quienes se nieguen a respaldar al líder clientelista resultan excluidos de algunos de los beneficios del Estado social de derecho.


Es doloroso que en nuestro país sean muchos quienes todavía no se han percatado de la proeza que significa la paz con las Farc

En medio de todo esto, y aunque cueste admitirlo, hay que considerar la eventualidad de que los efectos benignos del acuerdo celebrado con las Farc resulten atenuados por contaminación con clientelismo y corrupción. Por ejemplo, para James Robinson, el acuerdo no se traduce automáticamente en la superación del “derrumbe parcial del Estado colombiano”, ni ataca la flagrante desigualdad ni desplaza elementos claves de la cultura mafiosa: la ‘ley del silencio’, el ‘no sea sapo’ y la paciente y sistemática construcción de “rabos de paja” que a su vez alimenta el mutuo chantaje del “hagámonos pasito”.


Los antropólogos han descubierto muchas comunidades en las que en vez de la reciprocidad simple (‘yo te doy, tú me das’) se practica un intercambio generalizado (A le da a B, B a C, C a D, etc. hasta cerrar el círculo). Esta posibilidad queda bien ilustrada por el lema ‘Todos ponen, todos toman’. (...)

La hostilidad de una parte de los actores políticos no satisfechos con el acuerdo de paz ante los cambios planteados en este puede contribuir a que se desperdicie la oportunidad para hacer transformaciones mayores. También es cierto que la sociedad se irrita al ver tanto remiendo en el proceso de paz. Y las clases medias altamente calificadas, al menos por el momento, parecen estar más orientadas a construir su acceso a las condiciones de vida de las élites en los países desarrollados que a solidarizarse con quienes padecen aún condiciones precarias.


Así pues, Colombia necesita cambios coordinados en el tiempo que procuren desmontar las estructuras y prácticas facilitadoras del clientelismo y otras formas de corrupción.

El timonazo


A continuación identifico transformaciones ineludibles en función de los cambios requeridos para que se consolide una paz duradera en Colombia:


1. Superar una gestión gubernamental caracterizada por su baja coherencia (‘colcha de retazos’, ‘bomberos dedicados al incendio del día’), pero al mismo tiempo sorprendente por su capacidad de encontrar soluciones eficaces a problemas urgentes. Hay que apostar, como se hizo en Bogotá, a una gestión pública admirable, que resulte ahora también admirada por su capacidad para mantener vivo el consenso en torno a las reformas acordadas en 1991.


2. Evitar las tentaciones populistas y sacar del repertorio político las prácticas clientelistas.


3. Consolidar el consenso sobre los nefastos efectos de la combinación de acciones políticas no violentas con violencia. La combinación de todas las formas de lucha debe ser entendida como peligrosa y contagiosa, ya sea en conflictos entre individuos, ya en conflictos entre grupos o incluso entre naciones. Si en un conflicto uno de los bandos parece estar guiándose por la máxima del ‘todo vale’, es muy probable que grupos enemigos o rivales hagan lo mismo como forma reactiva (reciprocidad negativa). (...)


4. Lograr un crecimiento vertiginoso de la educación superior con mayor inversión acompañada de mecanismos de rendición de cuentas y acreditación, como lo hizo el presidente Correa en Ecuador.


5. Valorizar la capacidad de asumir riesgos y la alta creatividad presentes en algunas actividades ilegales, puestas de ahora en adelante ambas al servicio de la paz, de la legalidad, del uso racional de los recursos naturales y de la ampliación de la capacidad de Colombia para definir su visión de futuro.


6. Fortalecer las nuevas capas medias que derivan su poder de su capacidad para crear, adoptar y aplicar conocimiento. Configurar un bloque histórico (Gramsci) organizado en torno a la creación y adopción de conocimiento relevante por parte de empresarios e intelectuales, de modo que se multipliquen los interesados en buscar bases más sólidas para su accionar. En lo que sigue me concentro en esta última transformación necesaria.

Fortalecer la clase media


Un profesional toma decisiones no triviales autónomamente. La principal característica de su acción es que se orienta por un diagnóstico previo. Su formación le permite saber ante qué situación se encuentra, qué debe hacer y por qué.


Las capas medias dependen cada vez más de las universidades para su formación y su actualización. Basan su poder práctico (y de negociación) sobre un mayor dominio del conocimiento frente a quienes aprendieron por imitación o por ensayo y error. Cualquier debilidad en los aspectos puramente cognitivos puede dar al traste con sus pretensiones.


En Colombia, la separación entre el rol de empresario y el del alto ejecutivo ha sido atenuada por la velocidad con la cual los propietarios del poder económico han comprendido la necesidad de acumular la fuente más dinámica de riqueza y poder: el conocimiento. Así, preparar una dirigencia profesional no interesada, por lo menos en primera aproximación, en hacerse a la propiedad de activos productivos fue una opción explícita de la Escuela Nacional de Minas de Medellín.


La inseguridad causada por el conflicto armado y el desbordamiento del secuestro y la extorsión hizo que las familias más ricas optaran por formar a sus nuevas generaciones en el exterior.Aunque algunos portadores del capital cultural más sofisticado optaron por seguir una carrera académica, por lo general en el exterior, muchos otros regresaron y siguen regresando a ponerse al servicio del país ejerciendo cargos de poder.




Si en un conflicto uno de los bandos parece estar guiándose por la máxima del ‘todo vale’, es muy probable que grupos enemigos o rivales hagan lo mismo como forma reactiva



Esto reforzó la tendencia (inconveniente, a mi parecer) a una concentración del poder en las nuevas generaciones, articulándose estrechamente poder económico y poder del conocimiento. (...)


Si se cuentan estudiantes y profesores, la educación ya es, sin lugar a dudas, la actividad económica que más horas y personas involucra en Colombia. En cifras muy aproximadas, cerca de 12 millones de estudiantes son atendidos por cerca de 700 mil docentes. No es difícil imaginar el tamaño del daño que puede producir la falta de rigor por laxitud en el uso del tiempo. Las comparaciones empiezan a inmutarnos. Ya se habla no solo de años cursados o de horas de clase por años, sino de “años de aprendizaje equivalentes” para tener en cuenta el hecho de que un país puede adquirir en siete años lo que otro adquiere en cinco. La paz es la condición básica para volver a descubrir nuestras prioridades.


Una academia poco rigurosa siembra el incumplimiento, la irresponsabilidad, la mediocridad. Hay que evitar que el clientelismo y las otras clases de corrupción campeen desde la entrada a las universidades. Quien convive y transa con la corrupción durante su formación queda prácticamente programado para seguir por el mal camino. O en el mejor de los casos, como se dice, queda con los dos chips: sabe jugar limpio; pero también, si fuere necesario, sabe jugar sucio.


La corrupción y la acumulación de pequeñas faltas o pequeñas informalidades pueden terminar por erosionar gravemente el ‘ethos’ universitario. Puede que esté ahí una de las principales causas de la laxitud con la cual por un largo tiempo hemos mirado la corrupción.


Si la tolerancia hacia la corrupción en todas las esferas (pública, privada, universitaria) continúa, el estruendo del parto de los montes solamente habrá parido a un ratoncito.

Conclusión


¿Pueden imaginarse condiciones para un resurgimiento de una organización armada en algún sentido similar a las Farc? Algunos de los factores de riesgo son los siguientes: a) crecimiento de la economía ilegal; b) Estado desarticulado, localmente capturado por fuerzas políticas capaces de organizarse y dotarse de servicios ilegales de vigilancia y justicia en los campos y las ciudades; c) incapacidad de hacer de la educación la cuna de la honradez (un cuarto de la población del país, si contamos estudiantes y profesores); d) torpeza estatal en el manejo de hostilidades de otros países; e) incumplimiento de los acuerdos de La Habana; f ) deterioro de las condiciones económicas y ambientales acompañado de gobiernos incapaces de dar explicaciones satisfactorias, organizar y orientar la acción colectiva y frenar a tiempo el desbordamiento de prejuicios que enfrentan entre sí a diferentes grupos sociales.


ANTANAS MOCKUS  Matemático y filósofo de la Universidad francesa de Dijon. Nacido en 1952. Doctor ‘honoris causa’ de la Universidad de París XIII y de la Nacional. Fue candidato a la vicepresidencia (1998) y a la presidencia de la república (2010). Este texto fue publicado originalmente en el libro ‘¿Cómo mejorar a Colombia?’

MI ÚNICO ENCUENTRO CON CARLOS CASTAÑO

Nota: esta breve crónica de mi encuentro con Carlos Castaño la escribí pensando en comenzar mi idea de se escritor y cronista del conflicto....