Isaías no está en la lista
Jaime Jaramillo
Panesso
Cuando
anunciaron, hace meses, que el papa Francisco vendría a Colombia, la prensa
contó al mundo, entre los hechos de agresión a la iglesia católica colombiana,
la muerte del obispo de Arauca, Monseñor Jaramillo Monsalve, asesinado por el
Eln, la guerrilla que, precisamente, combinaba los planteamientos de la
teología de la liberación, franja importante de la iglesia católica
latinoamericana, con el marxismo. El Eln es bifronte en su ideología y se hizo campo
en el “más allá”: unos irán al infierno donde los espera Fidel Castro y otros
al cielo, donde los recibirá el cura Camilo Torres.
Pocos se
acordaron de Monseñor Isaías Duarte Cancino, arzobispo de Cali al momento de
ser asesinado por las Farc en 2002, en el atrio de una iglesia parroquial.
Isaías tenía un nombre bíblico que hizo honor a su verbo directo, batallador y
franco. Santandereano, hijo de la ciudad de San Gil, 1939, Isaías también fue
obispo de Apartadó, 1988, primer cargo de esa diócesis, ciudad del Urabá
antioqueño, en donde ejerció su tarea evangélica en medio del terrorismo de las
guerrillas EPL y Farc, y de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá –
ACCU -, época de la más alta cresta de la violencia.
No era cualquier
zona roja. El PCC-ML y su brazo armado, el Ejército de Liberación Nacional,
Epl, fue una guerrilla maoísta que operó y tiranizó la gran sabana de Urabá y
el Departamento de Córdoba. Su influencia se extendió hasta otras regiones como
los santanderes. Ante su convicción de no alcanzar el triunfo por las armas,
tomó la decisión de desmovilizarse, entregar las armas y se convirtió en el
partido Esperanza, Paz y Libertad –EPL- denominados los esperanzados entre la
gente del común.
Calificados los
esperanzados de traidores por los comunistas, la UP y las Farc, recibieron el
castigo con asesinatos colectivos e individuales donde los sindicalistas
cayeron como su principal blanco. Dentro de ese clima, Monseñor Duarte Cancino
actuó con dos temas de fondo: educación y paz. Creó el Centro de Atención para
Huérfanos y Viudas e impulsó las tareas de unidad social del heterogéneo pueblo
urabaense.
Como Presidente
de la Comisión Facilitadora de Paz de Antioquia, inició los primeros
acercamientos a las ACCU, a la fracción disidente del Epl (Caraballo) y al Eln,
por intermedio de los voceros condenados en la cárcel de Itaguí. Duarte Cancino
trabajó la cátedra de Negociación pacífica de Conflictos y la Tolerancia. Algún
día sus enemigos de la izquierda radical descubrirán los títulos humanos del
líder eclesial. Por supuesto que no lo dirán públicamente. Menos lo dirán los
narcotraficantes que también Isaías declaró dañinos y perversos para la
sociedad.
Es posible que Monseñor
Duarte Cancino no merezca estar en la
lista de los canonizables. Eso lo dirán su iglesia y sus prelados. Al cabo del
fin, su silla de pastor en la sede arquidiocesana caleña experimenta un rumbo
distinto al de Isaías. Pero quienes lo conocimos en su tarea apostólica que
compartía con civiles creyentes y no creyentes, lo seguiremos recordando por su
viril carácter y su decidida palabra contra los poderosos de las armas ilegales
y homicidas.
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