lunes, 8 de diciembre de 2014

BIOGRAFIA DE CAMILO TORRES RESTREPO (EL CURA GUERRILLERO.) TRATANDO DE ENTENDER (36) DOCUMENTOS PERTINENTES.


Torres Restrepo,Camilo 
 (Biblioteca virtual, Banco de la Republica)

Sacerdote, sociólogo y revolucionario nacido en Bogotá, el 3 de febrero de 1929, muerto en Patio Cemento, Santander, el 15 de febrero de 1966. La vida de Jorge Camilo Torres Restrepo estuvo marcada por las premoniciones, el mito y la ficción. Efectivamente, días antes de su nacimiento una pitonisa le predijo a su madre, Isabel Restrepo de Torres, que el niño por nacer sería, con el tiempo, figura grande en la religión o en la política. Años después, en Lima, en julio de 1965, cuando ya había dejado la sotana e iniciado una activa vida política desde el Frente Unido, y había decidido vincularse al Ejército de Liberación Nacional (ELN), en una reunión el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, a quien Camilo le comentó su deseo e interés de integrarse a la guerrilla, le expresó francamente que, en caso de alistarse en la lucha revolucionaria, lo mejor que podía pasarle era que lo mataran con la primera bala, en el primer combate. Meses después, cuando se dirigía al fortín del ELN en las montañas del departamento de Santander y casi es sorprendido por una patrulla del ejército, Torres Restrepo le comentó a su guía, con el humor que siempre lo caracterizó: Casi no llego siquiera al campamento. Muerto en combate, el lugar donde se encuentra su tumba es un misterio pues, a excepción del entonces coronel Alvaro Valencia Tovar, nadie sabe dónde está sepultado. De todas maneras, es un hecho que Camilo 'I'orres Restrepo constituye un símbolo de rebeldía latinoamericana, y se ha convertido en un mito.


Nacido en el tradicional barrio de La Candelaria, en el seno de una familia burguesa y liberal encabezada por el prestigioso médico pediatra Calixto Torres Umaña, los primeros meses de su vida los pasó Camilo en un apartamento anexo al lujoso Hotel Ritz, propiedad de sus padres. Luego, en 1931, se trasladaron a vivir a Ginebra (Suiza), pues el doctor Torres fue nombrado representante por Colombia en la Liga de las Naciones. Debido a una separación matrimonial temporal, doña Isabel sus hijos Gerda y Edgar Westendorp, fruto de su primer matrimonio, y los Torres Restrepo, Fernando y Camilo, vivieron en Barcelona. En 1934 retornaron todos juntos a Bogotá, y en 1937 el matrimonio se disolvió quedando los dos hermanos Torres Restrepo bajo la tutela de su madre, pero con la supervisión y responsabilidad económica del padre. Luego del divorcio, Camilo, su hermano y su madre se fueron a vivir a las afueras de Bogotá, en un finca lechera llamada La Granja. Camilo Torres Restrepo se graduó d~ bachiller en el año 1946, en el Liceo Cervantes. En el primer semestre de 1947 entró a estudiar Derecho en la Universidad Nacional. Luego de un contacto con dos promotores vocacionales dominicos y de un período de incertidumbre, decidió hacerse fraile de la comunidad de SantoTomás. Sus padres se opusieron a su decisión, pero fue tal la presión que al fin aceptaron que Camilo entrara, en septiembre de 1947, al Seminario Conciliar de Bogotá. En realidad, nadie pensó que el alocado hijo del doctor Calixto fuera a tomar la sotana, pues si bien asistía los domingos a misa, su forma de actuar y la vida de comodidades a la que estaba acostumbrado, decían otra cosa. Sin embargo, al entrar al seminario lo hizo plenamente convencido y desde ese momento, y durante casi dieciocho años, asumió la vida sacerdotal con gran responsabilidad.

En el seminario, ubicado en las Sierras del Chicó, permaneció durante siete años. Allí comenzó a interesarse por la realidad social y creó un círculo de estudios sociales con su compañero Gustavo Pérez. Las obras leídas por los seminaristas no eran revolucionarias, hacían énfasis en encíclicas y obras cristianas sobre justicia social, que prohibían y censuraban el comunismo, la lucha de clases y la propiedad colectiva. La lectura adelantada de fase crítica, pero despertó en el joven seminarista un interés por la acción social y por los problemas de los marginados, al punto que inició una labor con los picapedreros habitantes de las lomas aledañas al seminario. Bien pronto comprendió que la solución al problema de la pobreza no debía buscarla en las liberalidades de los ricos. Camilo Torres Restrepo se ordenó como sacerdote el 29 de agosto de 1954, y al día siguiente ofició su primera misa en la capilla del. Liceo Cervantes. El 25 de septiembre del mismo año viajó a Lovaina, vía Nueva York, con el fin de adelantar estudios de Sociología.

En Bélgica recibió gran cantidad de influencias, en especial de la Democracia Cristiana y, del sindicalismo cristiano, que le sirvieron para abrazar una causa que nunca abandonó: la de los oprimidos, en el ideal, nunca alcanzado, de llevar con ellos una vida comunitaria y compartir sus tareas y esfuerzos. Además fundó, en 1955, el Equipo Colombiano de Investigación SocioEconómica (ECTSA), que tuvo comités en la mayoría de los países de Europa occidental y ocupó la vicerrectoría del Colegio Latinoamericano. Así mismo, se vinculó a la actividad estudiantil latinoamericana, vio muy de cerca los tugurios existentes en París y, en 1957, además de conocer a Marguerite Marie Guitemie Olivieri; quien llegaría a ser su amiga, confidente y secretaria, tuvo un acercamiento con los grupos de la resistencia argelina ~n París, y alcanzó a vislumbrar lo que era un proceso de liberación nacional y el papel que un intelectual podía cumplir en tal lucha. En 1958 obtuvo su título de sociólogo, con la tesis "Una aproximación estadística a la realidad socioeconómíca de Bogotá", publicada en 1987 como La proletnrización de Bogotá, que fue dirigida por el profesor Yves Urbain. Este trabajo le sirvió, al igual que otras investigaciones posteriores, para familiarizarse con las estructuras sociales de los medios urbanos v rurales; aprendió a conocer las personas y a sacar conclusiones.

Este trabajo tiene las lógicas limitaciones de una monografía de pregrado: ritualismo académico, presentación mecánica de conceptos, bibliografías v marcos teóricos que después no encuentran ubicación alguna en el cuerpo del escrito; sin embargo, inauguró los estudios :modernos sobre la ciudad en Colombia. De regreso al país, el padre Camilo permaneció tres meses en Estados Unidos, tomando un curso de sociología en la Universidad de Minneápolis (Minnesota), en la que conoció a Teodore Caplow. Llegó a Colombia en enero de 1959 y fue nombrado capellán auxiliar de la Universidad Nacional y profesor del recién fundado Departamento de Sociología que serviría de base a la facultad. Comenzó entonces una intensa actividad como docente, dictando sociología urbana y de trabajo social. Durante e1 año 1959-1960, el padre Camilo cumplió una importante labor investigativa y de acción social en el barrio obrero de Tunjuelito. Al principio, comenzó a ir con sus estudiantes de sociología motivado por el interés de observar la realidad cotidiana, el nivel de vida de la clase obrera y los problemas creados por la migración de campesinos a la ciudad. Pero en la medida que el trabajo fue conocido por estudiantes de otras facultades, poco a poco se fueron integrando a él con el fin de mejorar el nivel de vida de los habitantes del barrio. Fue tan importante la labor cumplida por Camilo Torres y su grupo en Tunjuelito, que en el mismo año de 1959 el emprendedor sacerdote y profesor obtuvo el Premio Nacional de Beneficencia "Alejandro Angel Escobar", con un plan piloto para ese sector capitalino. Así mismo, el Ministerio de Educación lo invitó a integrar un comité para el desarrollo de la comunidad, que a partir de julio de 1959 pasó a llamarse Acción Comunal. Aunque escéptico, Torres Restrepo colaboró con la nueva entidad e involucró a la Universidad; allí fundó, en 1960, el MUNIPROC (Movimiento Universitario para Promoción Comunal), que gracias a sus buenas influencias logró financiarse y pudo mantenerse como un ente independiente de la Acción Comunal y demás instituciones oficiales. Además, en 1961 se creó el Consejo Interfacultades para el desarrollo de la comunidad. Como capellán auxiliar de la Universidad Nacional, el padre Camilo introdujo en Colombia muchas de las reformas del Concilio Vaticano n: no daba la misa de espaldas al público, sino de frente, y decía la misa en castellano, no en latín como hasta el momento era ley. Pregonó que el problema no era rezar más, sino amar más; aprobó el noviazgo para curas y seminaristas, y abogó por el ecumenismo.

A finales de 1961, Camilo Torres comenzó a tener problemas con el cardenal Luis Concha Córdoba, quien no veía con buenos ojos la vinculación del sociólogo y sacerdote a la Universidad. El asunto fue tornándose cada vez más espinoso y tuvo su punto culminante cuando, en julio de 1962, luego de un período de agitación estudiantil, la Universidad fue cerrada y el joven subcapellán y profesor incitó al cuerpo docente universitario a seguir dictando las clases y, después de una larga asamblea especial, los estudiantes lo declararon rector. El prelado no aguantó más y lo destituyó de su cargo como capellán ~ de los trabajos académicos y funciones administrativas que desempeñaba en la Universidad. Luego de alguna presión por parte del centro docente, el cardenal aceptó que terminara sus clases del segundo semestre académico, pero que siguiera al frente de la parroquia de La Veracruz, a donde había sido enviado. Por este tiempo, Camilo Torrez fue nombrado miembro de la junta directiva del recién creado Instituto de la Reforma Agraria (INCORA). Allí tuvo infinidad de enfrentamientos con diferentes autoridades, pues permanentemente cuestionó las políticas del Ministerio de Agricultura; pero desde ese privilegiado lugar, no sólo pudo conocer gran parte de los problemas del campesino colombiano, sino hacerse una idea muy fiel de la burocracia y del proselitismo del Estado. Así mismo, por esa época Camilo Torres fue nombrado decano del Instituto de Administración Social de la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP), institución en la que permaneció hasta fines de abril de 1965, cuando, por presiones de la curia, decidió viajar a Lovaina, el 22 de mayo de 1965, para adelantar estudios de doctorado en sociología. Su proyecto de tesis, diseñado en 1962, buscaba estudiar, siguiendo el ejemplo de Oscar Léwis, la asimilación de migrantes a los medios urbanos y examinar en detalle la experiencia de diez familias de origen campesino residentes en Bogotá. No obstante, Torres nunca emprendió este viaje, pues decidió, más bien, tomar los rumbos de la lucha armada que los del intelecto.

De todas formas, en la ESAP Camilo Torres pudo trabajar en el desarrollo de la comunidad, y organizar cursos para campesinos en todo el país. Es particularmente importante la escuela que fundó en Yopal (Casanare), y que se llamó la Unidad de Acción Rural (UAR). En realidad, los problemas suscitados entre Camilo Torres y el cardenal Concha tuvieron diferentes causas que no sólo radicaron en la labor proselitista de Camilo dentro del estudiantado y en sus actividades académicas, sino en lo que representaban uno y otro. El cardenal enfrentaba un momento difícil, suerte de renegociación en las relaciones entre el Estado y la Iglesia; por eso había que borrar la idea dejada por la reciente violencia de que los curas participaban abiertamente en la política del país, y que el púlpito era una tribuna desde donde se decidían los destinos de la nación. Por su parte, Torres Restrepo quería que la Iglesia se reformara, que cumpliera un papel más social, en beneficio de los más necesitados, y en aras de tal ideal muchas de sus actuaciones públicas parecían turbulentas y llegaron a entorpecer las armónicas relaciones entre el poder civil y el eclesiástico. Así pues, uno y otro personaje representaba un punto de vista distinto sobre el papel de la Iglesia. Tales concepciones frecuentemente chocaron, directa o indirectamente. En 1960, Torres Restrepo hizo una evaluación de las escuelas radiofónicas, Radio Sutatenza, de monseñor José Joaquín Salcedo, que sin ser analítica, demostraba que ese programa era demagógico y perjudicial para el campesino, a quien estaba principalmente orientado. Salcedo se molestó con Camilo y comenzó una controversia entre los dos sacerdotes que llegó a su punto culminante cuando el joven sociólogo y subcapellán le expresó al prelado que su anticomunismo [el de Salcedo], lo hacía ciego y ridículo ante cualquier movimiento reformista. La campaña anticomunista emprendida desde los programas emitidos en Radio Sutatenza, incitaba al odio y ocasionaba violencia. Fueron muchos los hechos que, como éste, ampliaron la distancia entre el cardenal y Camilo Torres. Sin lugar a dudas, la salida de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional se precipitó debido a la activa participación que tuvo Camilo en la búsqueda de la financiación y redacción de la investigación emprendida años atrás por monseñor Germán Guzmán Campos, que terminó con la edición de los tomos del libro La Violencia en Colombia (1962 y 1964). Este trabajo, por lo menos el primer volumen, levantó muchas ampollas dentro de la clase política, la Iglesia, la comunidad académica y el ejército, pues tocó aspectos que habían ocurrido recientemente y que involucraban muy directamente a la clase dirigente y dominante del país. Camilo no aparecía como autor, pero su papel fue importante.

Precisamente fue en torno a la violencia que escribió su último ensayo sociológico de fondo: La violencia y los campos socioculturales en las áreas rurales(1963), presentado en el primer Congreso Nacional de Sociología, en el que planteó que la violencia era factor importante del cambio social. El permanente trabajo de Camilo Torres con la docencia y su acercamiento a los problemas más álgidos del país fueron radicalizándolo: en agosto de 1962, en Buenos Aires, en una reunión previa a la fundación del CELATIN (Consejo Episcopal Latinoamericano), planteó que los marxistas luchaban por la nueva sociedad y, por lo tanto, los cristianos debían estar luchando a su lado. En mayo de 1964, antes del bombardeo a la llamada República independiente de Marquetalia, Torres quiso entrar antes de que empezaran las acciones militares, junto con Gustavo Pérez, Orlando Fals Borda, Eduardo Umaña Luna, Germán Guzmán y un político de apellido Muñoz, para emprender una misión de paz independiente; sin embargo no pudo hacerlo, pues el cardenal Concha no dio su permiso a Camilo, ni a Guzmán Campos, ni a Gustavo Pérez por ser sacerdotes de su feligresía.

De todas formas, el episodio de Marquetalia lo impulsó de una manera mucho más abierta a la acción. Así, en septiembre de 1964 asistió en Lovaina a un congreso de Teología Pastoral en el que planteó que la caridad cristiana, si quería ser eficaz y no un asunto meramente verbal, tenía que ocuparse de la planificación económica, la cual, en los países subdesarrollados, suponía un cambio total en las estructuras del poder. Los católicos debían colaborar con los marxistas, pues éstos estaban en la vanguardia de la lucha por el cambio. A partir de enero de 1965, Camilo Torres trató de ponerse en comunicación con el recién creado (julio de 1964) Ejército de Liberación Nacional (ELN), y en febrero planteó una plataforma para un movimiento de unidad popular: el Frente Unido de Movimientos Populares. Contactado por el ELN, el 27 de junio de 1965 Camilo Torres abandonó el sacerdocio. Días después de esta trascendental decisión, el 3 de julio, viajó a las montañas de Santander a entrevistarse, por primera definitiva vez, con el entonces comandante del ELN, Fabio Vásquez Castaño. En esta conferencia plantearon la estrategia a seguir: Camilo seguiría su programa de agitación política con el Frente Unido en las ciudades y pueblos del país, pero, en un momento dado, cuando la dirigencia guerrillera lo creyera necesario, debería integrarse a la lucha armada revolucionaria en los montes.

Así mismo, se acordó que el movimiento liderado por Torres Restrepo debía tener un periódico y atraer a políticos de todos los sectores. Es decir, Camilo entró a formar parte del ELN, pero debía considerarse como un militante en comisión en la ciudad. A partir de la conferencia de principios de julio y hasta el 18 de octubre, cuando Camilo Torres partió para la guerrilla, el ex cura y ex profesor universitario se dedicó, junto con Jaime Arenas, su contacto directo con el ELN, y Marguerite Guitemié Olivieri, a trabajar con el Frente Unido y en la publicación del semanario del movimiento, cuyo primer número apareció el 26 de agosto y tuvo un éxito arrollador: 45000 ejemplares se vendieron en cuestión de horas. La carismática figura de Camilo aglutinó a gentes de diferentes tendencias de la izquierda y de la política tradicional, y sobre todo captó la atención de grandes multitudes. A semejanza del asesinado líder Jorge Eliécer Gaitán, Camilo Torres llenó las plazas públicas y tuvo un vertiginoso ascenso político. Pero su éxito pronto generó problemas: los políticos de todos los lados, especialmente los de la disidencia, quisieron captarlo para que atrayera a las masas hacia las urnas, cosa a la que Camilo se negó sistemáticamente pues estaba convencido del abstencionismo como posición revolucionaria. Se generaron entonces grandes contradicciones, inconsistencias que llevaron a un camino sin salida al movimiento y al caudillo. Efectivamente, a consecuencia de su radicalismo, poco a poco Camilo fue rompiendo con sus amigos y con los de su clase, y en torno a él se fue estrechando un círculo. El periódico, a consecuencia de los rompimientos con los "electores" y de su falta de maquinaria organizativa y de recursos económicos suficientes, se convirtió pronto en un fracaso. Además, había indicios muy serios de que la derecha quería asesinarlo. Entonces, Fabio Vásquez ordenó que dejara su comisión en la ciudad y partiera para la guerrilla, disposición a la que Camilo se acogió y cumplió al pie de Ja letra. Noventa días después de su ajustamiento y cumpliendo la predicción hecha por el cura Gutiérrez, Camilo Torres murió en el primer combate en el que participó, cuando quiso apoderarse del fusil de un soldado dado de baja en la emboscada.

JOSÉ EDUARDO RUEDA ENCISO
Bibliografía 

ALVAREZ, JHON Y CRISTIAN RESTREPO. Camilo Torres. Medellín, Ediciones Carpel-Antorcha, 1966. BRODERICK, WALTERT. Camilo Torres, el cura guerrillero. Barcelona, Editorial Grijalbo, 1977. CATAÑO, GONZALO. La sociología en Colombia: Balance crítico. Bogotá, Plaza & Janés, 1986. JARAMILLO, FRANCISCO DE PAULA. Camilo, 8 ensayos apasionados. Bogotá, Populibro, 1970. LARTEGURY, JEAN. "Camilo Torres, la liberación del continente americano". Revista Blanco y Negro, N- 2887 (septiembre de 1967). RUEDA ENCISO, JOSE EDUARDO. "La antigua Facultad de Sociología y la creación de los departamentos en el país". En: Los imaginarios y la cultura popular. Bogotá, CEREC-CODER, 1993. TORREZ RESTREPO, CAMILO. Ca revolución, imperativo cristiano. Bogotá, Ediciones del Caribe, 1965. TORREZ RESTREPO, CAMILO. La proletarización de Bogotá. Bogotá, ceRecCEREC, 1987.
Ficha Bibliográfica
Título: Torres Restrepo,Camilo
Tipo de documento: Texto

Fuente de catalogación : CO-BoBLAEsta biografía fue tomada de la Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores, tomo de biografías.

lunes, 27 de octubre de 2014

"SOMOS COLOMBIANOS COMO LOS DEMAS" TRATANDO DE ENTENDER (35) Documentos pertinentes

N del E. en la serie " Tratando de entender" Textos tomados de varias paginas web: blog colordecolombia en elespectador.com y pagina web banrepcultural.org.co. Transcribimos como reconocimiento a l@s colombian@s Afrodescendientes y homenaje al líder negro Diego Luis Cordoba, promotor y fundador del departamento del Chocó. Entrevista y varias semblanzas.



“SOMOS COLOMBIANOS COMO LOS DEMÁS”: DIEGO LUIS CÓRDOBA (EN 1961)

Transcribimos entrevista donde hace un recuento de los colombianos negros destacados de la época y de algunos del pasado. En enero de 1961, el semanario Política y algo más, fundado por Carlos Lleras Restrepo, publicó el informe “Los negros en Colombia”. “Lucharon por la independencia, recibieron la libertad, pero aún esperan la igualdad”, decía la entrada.
El informe incluía una conversación con el senador liberal Diego Luis Córdoba, bajo el título “Un líder de color”, y notas sobre el antropólogo Rogerio Velásquez (“La vida de los estudiosos”) y la folclorista Delia Zapata Olivella (“La magia de la cumbia”).
Para esta re publicación, 51 años después, hemos cambiado el título por una frase de Diego Luis Córdoba en la entrevista. El motivo: nos identificamos con ella.
Este testimonio de Córdoba en su madurez, en el cenit de su carrera, y a tres años de su repentina muerte, muestra que históricamente ha existido un discurso ligado a la población negra distinto del que se ha promovido en las últimas dos décadas.
En toda la entrevista, por ejemplo, Diego Luis no usa ni una vez la palabra “afrocolombiano”. La diferencia desde la cual habla es “racial”, no cultural. Se regodea hablando de los negros que han sobresalido en los distintos campos.
Reconoce el prejuicio racial, también la evolución cultural, y está lejos de culpar exclusivamente al racismo por la situación de los negros. Su punto es claro: “buscamos la igualdad”.
En lugar de atribuir ideas propias del presente a los líderes del pasado, aquí se puede leer directamente a un líder del pasado, y disfrutar, además, su fino humor.

En la Fundación Color de Colombia no conocemos a los descendientes de muchos de los que aquí son mencionados. A ellos los invitamos a establecer contacto con nosotros, pues nos interesa recuperar esa memoria social y política. DMV.


“Somos colombianos como los demás”: Diego Luis Córdoba (en 1961).

Queda un rescoldo de prejuicio racial. Usted lo observa en el habla de las señoras cursis. En el Oriente colombiano, indio es mala palabra; en el Occidente, mala palabra es negro. Pero admito que, en los últimos treinta años, el prejuicio ha retrocedido en una forma que apenas nos atrevíamos a soñar los que nos lanzamos a combatirlo.
Habla Diego Luis Córdoba, senador de la República, vicepresidente de la sala general de la Universidad Libre, y sin duda la personalidad más fuerte que su raza puede exhibir actualmente en la escena política. (…)

Nuestra lucha tiende a lograr la igualdad. Cuando hablamos de la inteligencia del negro no es para sostener que sea mayor que la del blanco. Es igual. No queremos un tratamiento de excepción. Somos colombianos como los demás. Sólo que pretendemos hacer respetar esa igualdad.

Así, por ejemplo, no se sabe de un solo negro que haya ingresado al servicio diplomático ni al ejército. Si los Estados Unidos, país racista por excelencia, ha tenido en su servicio exterior al señor Ralph Bunche, ¿qué hay de indecoroso en que un hombre de mi raza represente a Colombia en el exterior?

Si el almirante Padilla, mulato, o el general Infante, negro puro, fueron bastante buenos para servir a su patria en la milicia, ¿por qué no lo somos también para lucir entorchados en la actualidad? (…)
Simplemente, se debe reconocer a la mía como una de las razas fundadoras de este país. Los europeos se engastaron sobre una base indígena, a la que consiguieron exterminar, y otra negra, que desde los socavones de las minas formó, con su trabajo, el capital primitivo de nuestra economía.

A la negra no la pudieron acabar, y su sangre forma parte inseparable de la nacionalidad colombiana. El senador Córdoba, pionero de la educación del negro colombiano, habla con gusto de la reconocida afición de su raza por las profesiones liberales.

Entre los médicos se destacan los hermanos Martínez (Nicolás y Guillermo) y los Zapata Olivella (Juan y Manuel). Demetrio Valdés Ortiz, Roque del Río, Ramón Mosquera Rivas son ingenieros de sólido prestigio.


En la abogacía descuellan Adán Arriaga Andrade, hijo de padres mulatos, miembro hasta hace poco de la dirección liberal, ex-ministro de Trabajo, eminente jurista, y Daniel Valois Arce, que fue habilísimo defensor de Rojas Pinilla, como Juan Esteban Zumárraga, un negro antioqueño había patrocinado al general Mosquera. (…)

Abundan los artistas y literatos negros. Entre los primeros, los más conocidos son el pintor José Laó Moreno y las folcloristas Delia Zapata Olivella y Francia Oliva Vega.

De los poetas, “Jorge Artel” (Agapito de Arcos, por su verdadero nombre), cuya obra deleita a los refinados, pero también anda en coplas, propagadas por el pueblo.
La misma noble calidad tiene la poesía de Hugo Salazar Valdez, la de Nathanael Díaz. Uno de los mejores novelistas de Colombia es, sin duda, Arnoldo Palacios, autor de “Las estrellas son negras” y “Selva y lluvia”.
alacios, paralítico, se fue hace años a París; un gran especialista francés lo libró de las muletas y ahora anda por sus propios medios. Las últimas noticias lo hacen en Praga y todo invita a creer que milita en el comunismo.

Otras novelas de valía, las que escribieran Manuel Zapata Olivella y Teresa de Jesús Varela.

¿Y la política? Bueno, ya se sabe que el negro es politiquero hasta la médula. Diego Luis recuerda con fruición al “negro Brito”, celebérrimo en la época nuñista, a Manuel Saturio Valencia y a Luis A. Robles.
Valencia era organista en la iglesia de Quibdó, pero escribía en los periódicos y distribuía volantes que preconizaban ideas socialistas.
Le aterraba la corrupción de la burguesía, a tal punto que decidió incendiar la ciudad. Se pudo demostrar que el incendiario era él y le correspondía pena de muerte.

La agitación del pueblo negro fue tremenda; se acusaba a los blancos de no haberlo defendido con fervor y sinceridad, y hasta de esconder el telegrama de Bogotá que le conmutaba la pena.

Lo velaron vivo. El lloriqueo inundó a Quibdó. El día de la ejecución lo pasearon por toda la ciudad, amarrado, con fuerte escolta y al son de los tambores.

Llegando al patíbulo, el reo pidió permiso para despedirse del pueblo y pronunció una feroz arenga revolucionaria. “El hombre en pos de su destino ciego avanza…” Hasta hoy repiten los bogas sus palabras.

Robles ha sido, acaso, el más recio compañero del general Uribe como parlamentario. Ambos fueron miembros de la cámara al mismo tiempo. Mas tarde, Robles vino a ser el único liberal y fue entonces cuando, vejado de palabra por un conservador, replicó con aquella frase: “Negro sí, pero los huesos de mis antepasados blanquean sobre las murallas de Cartagena”.

Diego Luis recuerda a otros parlamentarios notables. Sofonías Yacup era de Timbiquí, población situada en el vértice de tres departamentos; él usufructuaba las curules de los tres, según sus intereses del momento.

Antonio José Camacho fue en su juventud tan pobre que no tenía donde dormir. ¡Qué elocuencia la suya! En una ocasión, un sastre y un zapatero, para demostrarle su entusiasmo, lo vistieron gratis de pies a cabeza, incluído un par de zapatos amarillos con los que el negro era un verdadero espectáculo.

Otro abogado y orador brillantísimo fue Eleazar Flórez Vergara, que representó al Valle en el Congreso.

Actualmente, además de Córdoba y de Arriaga –chocoanos ambos- se sientan en el Senado el bolivarense José Santos Cabrera, negro puro, y dos de filiación laureanista: el arquitecto Ricardo Eleázar Valbuena y el abogado Osías Lozano Quintana. Ambos son hijos de padre y madre mulatos.

La Cámara de Representantes está engolosinada con las artes oratorias de sus miembros de color, como Nathanael Díaz, lopista de Cauca; Néstor Urbano Tenorio, liberal del Valle; Ramón Lozano Garcés, liberal del Choco; Julio Escallón, liberal de Nariño; Libardo Arriaga Copete, laureanista chocoano, Isaac Sánchez Palau, también laureanista, y Leopoldino Machado, liberal.
Pero no hay duda de que Diego Luis Córdoba es el parlamentario más hábil cuando se trata de hacer pasar una ley. Su experiencia de cerca de treinta años en los escaños de ambas cámaras ha hecho de él un maestro del parlamento.

Siempre lo ha elegido el liberalismo, pero él tiene su propia fórmula de juramento: “Juro que soy liberal para estos efectos”. (…)

Diego Luis Córdoba en semanario Política y algo más (1961)






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EL LIDER NEGRO

El pueblo te quiere a ti; Diego Luis, el pueblo te quiere a ti?

Primero, de concejero en el cabildo liberal más tarde de diputado y en el Congreso hoy estas.

El pueblo te quiere a ti; Diego Luis, el pueblo te quiere a tí.

El pueblo te quiere a ti; Diego Luis, el pueblo te quiere a tí.

Con todo y que eres bien negro ya los blancos te respetan porque dices la verdad, y se quitan el sombrero cuando te miran pasar.

Sabemos en esta tierra cómo vales de verdad.

eres ya nuestra bandera. Después de tí, nadie más.

Tú eres negrito y la sangre de los que estamos abajo, de los que tenemos hambre y no tenemos trabajo, de los que en la huelga sufren la bayoneta calada, de los que en las elecciones son los que luchan más, para que después los olviden y ni trabajo ni más.

El pueblo te quiere a ti; Diego Luis.

el pueblo te quiere a ti?

JORGE ARTEL

Tomado del libro "Tambores en la noche"


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DOCTOR DIEGO LUIS CORDOBA

GRANDEZA Y HERENCIA

Por Juan de Dios Mosquera Mosquera


Nació en Neguá, Comunidad Negra del Chocó, el 21 de junio de 1907, y murió en Ciudad de México, el 1° de mayo de 1964. Aprendió las primeras letras en su poblado, terminando la primaria en Quibdó, donde estudió hasta el 40 de bachillerato en el Colegio Carrasquilla, y se graduó de bachiller en el Colegio San José, de los Hermanos Cristianos, en Medellín.

En la Universidad de Antioquia inició sus estudios de Derecho; los concluyó en la Universidad Nacional de Bogotá, recibiendo el título de Doctor en Derecho y Ciencias Políticas el 30 de noviembre de 1932, y especializándose en Ciencias Económicas. Tuvo el honor de ser el primer abogado chocoano.

Era estudiante universitario cuando abrazó las ideas socialistas, se vinculó al Partido Liberal, al no existir un Partido Socialista, donde, en poco tiempo comenzó a destacarse como líder, orador y defensor de los derechos de los sectores populares y marginados, en especial, de las Comunidades Negras, las clases obreras yios campesinos. En 1930, organizó la Juventud Liberal Universitaria, y en 1931, fue elegido diputado suplente del doctor Carlos Lleras Restrepo en la Asamblea de Cundinamarca.

Muy pronto su inteligencia y gran capacidad de liderazgo lo hicieron famoso en toda la nación como uno de los políticos socialistas más reconocidos y apreciados por el pueblo colombiano. Entre 1933 y 1947 fue representante a la Cámara, primero por Antioquia, que se robaba los votos chocoanos, y luego por el Choco. Fue Senador por el Chocó desde la fundación del departamento hasta su muerte.

El doctor Diego Luis Córdoba durante toda su vida actuó con grandeza y honradez y concebía la política como el servicio y entrega en beneficio de la Comunidad. Actuando como representante político del Chocó se convirtió en el más digno vocero y representante de las Comunidades Negras Afrocolombianas, y colocó la identidad negra, su raza africana, como emblema y fuerza en todas sus luchas. Nunca dejó de ser persona negra en ninguna parte y por más alcurnia que tuviese su interlocutor, jamás permitió un chiste o una ofensa contra lo que él llamó "su raza negra".

Una de sus grandes preocupaciones fue la conquista del respeto, la independencia y la igualdad política de la persona negra dentro del Chocó y en el país. No aceptaba que el Chocó fuese considerado territorio intendencial y tratado con desprecio por el Gobierno y la comunidad blanca. Concibió un proyecto de vida con dignidad para el Pueblo Negro, proclamó sus derechos humanos contra el racismo haciendo temblar con su voz y su verdad al Capitolio Nacional. Para lograr estos nobles propósitos luchó por conquistar una reforma de la Constitución Nacional que pudiera crear el Departamento del Chocó y lograr la independencia polftica frente al colonialismo antioqueño. Uno de los discursos más importantes pronunciados en el Congreso de la República fue "ELOGIO A LA RAZA NEGRA" pronunciado durante varias horas por nuestro gran héroe.

Durante su ejercicio público fue Presidente de la Juventud Liberal Universitaria, Juez, Concejal, Embajador Plenipotenciario, Representante a la Cámara, Senador, Miembro del Gran Consejo Electoral, profesor titular de Derecho Romano, Presidente de la Conciliatura de la Universidad Libre, Profesor de Derecho Laboral en el Instituto Superior del Trabajo y miembro de la Dirección Nacional del Partido Liberal. Nunca se limitó a una sola rama del saber y estudiaba diariamente: su gran personalidad y brillantez intelectual fue resultado de sus estudios como abogado, economista, político, filósofo y lingüista. Además del español, su lengua natal, a prendió el griego, latín, francés, inglés, alemán y, cuando fue sorprendido por la muerte, estudiaba el ruso.

La grandeza del doctor Diego Luis Córdoba podemos apreciarla al determinar tres de sus mayores realizaciones en su lucha por un proyecto de vida para nuestro Pueblo Afrocolombiano. Veamos:

1. La creación del Departamento del Chocó y su independencia política de Antioquia. Él quiso hacer del Chocó la Patria Libre del Pueblo Negro dentro del territorio nacional.

2. El reconocimiento real del derecho a la educación para la persona y las Comunidades Negras. La educación es la base de la lucha del Pueblo Negro para la eliminación del racismo y la conquista de nuestros derechos. Su frase magistral debe estar siempre viva en la conciencia de cada persona negra, de cada colombiano: "Por la ignorancia se desciende a la servidumbre; por la educación se asciende a la libertad".

3. Logró el respeto y enaltecimiento a la presencia, protagonismo, inteligencia y valores de la persona negra y las Comunidades Afrocolombianas. El doctor Diego Luis supo demostrarle al país que la persona negra en sus comunidades tiene grandes potencialidades pero que el racismo y la discriminación las limitan e impiden desarrollarse. Si a los pueblos afrocolombianos se les permiten las condiciones necesarias para desarrollarse con libertad y dignidad, pueden aportar muchísimo, lo inimaginable, en la construcción de su propio proyecto de vida y de toda la nación, en todas las esferas y niveles de la sociedad colombiana.

Hoy, al mirar la grave situación social de las Comunidades Negras tenemos suficientes realidades para pensar que las élites blancas se asustaron ante la grandeza del doctor Diego Luis y la "raza negra" que estaba representando. Desde entonces nos han estado. limitando las condiciones para que podamos educamos en todos los campos, y poder ocupar los espacios representativos que nos corresponden dentro de la vida económica, social, política y cultural de la sociedad nacional. Es un temor a que se ennegrezca la nación con el aporte de las inteligencias de centenares de hijos de Diego Luis Córdoba.

Así habla el doctor Carlos Lleras Restrepo del doctor Diego Luis Córdoba:

"Hay que conocer a Diego Luis Córdoba en su vida íntima para apreciar la grandeza de su corazón, la capacidad del deber y la responsabilidad, su actitud inquebrantable y su inteligencia multifácetica que ha recorrido todos los campos del saber humano: la literatura, la historia, la filosofia, la sociología y la geografía; su hondo sentimiento del arte y la belleza; su sensibilidad, su amor al pueblo de los humillados, su hidalguía y su simpatía por el dolor y las desgracias ajenas".

En esta etapa dificil que vivimos los colombianos, pero en especial las Comunidades, nuestras juventudes deben retomar el pensamiento y la herencia que nos dejó el doctor Diego Luis Córdoba. Debemos organizarnos y mantener la solidaridad con nuestras Comunidades, capacitamos y colocarnos al servicio de su proyecto de vida, de su proyecto político autónomo, con conciencia e identidad de personas negras, de pueblo.

Del doctor Diego Luis debemos retomar la seguridad y la firmeza con que defendía los derechos, la identidad y la dignidad de la persona negra:

"Me rechazan muchos la emoción con que defiendo a los Negros y mi empecinamiento por enaltecerlos. Llaman a este afán mío "lucha de razas, cordobismo y racial socialismo", yio condenan en nombre del socialismo que profeso. Pero olvidan que mi lucha nunca ha consistido en decretar la guerra del Negro contra el Blanco, sino en reclamar para el Negro iguales oportunidades en la economía, en la educación, en la instrucción, en el aprecio social, en la administración...

Por eso me revuelvo cuando sé de Negros que se oponen a mis ideales y se tornan luego en verdugos de mi propia raza y de los trabajadores. Me parece que ellos reniegan de sí mismos, se avergüenzan de sus madres y añoran subconscientemente los tiempos en que nuestros antepasados pagaron el derecho de pernada, y nuestros abuelos, el sometimiento abyecto del amo sátiro, ignorante e inclemente.

Defiendo los intereses de las clases laboriosas y propendo por el engrandecimiento de mi Pueblo. He allí el sentido de la emoción racial".

La lucha contra el racismo y la discriminación que afrontan los pueblos afrocolombianos nos exige reconstruir el camino que nosotros hemos protagonizado. Debemos resaltar nuestra presencia dentro de esta nación organizándonos, asumiendo el Cimarronismo como nuestra conciencia, movilizándonos a conquistar, unidos, la vida con dignidad que se nos está negando. El amor por nuestras Comunidades, por nuestros territorios, no lo podemos expresar simplemente con palabras; es necesario que lo demostremos a través del compromiso militante con sus luchas y aspiraciones:

"Sí, amo al Chocó hasta lo indecible, con un amor más acendrado que el amor del hijo por el padre; lo amo con el amor de la madre por su hijo". (doctor Diego Luis Córdoba).

Por un futuro digno para el pueblo , revivamos al doctor Diego Luis en cada uno de nuestros hijos. Él vive en nuestras luchas contra el racismo, él seguirá viviendo ennuestro pensamiento el Cimarronismo.

¡Honor y gloria al doctor Diego Luis Córdoba!

Nota: La fuente bibliográfica fundamental fue el libro Perfiles de Diego Luis Córdoba. César E. Rivas Lara. Edit. Lealon, 1986

lunes, 6 de octubre de 2014

NI TAN POBRE BOGOTÁ (AJGF)

Comentario sobre la reciente columna de Marta Ruiz en la sección de opinión de la Revista Semana (Semana.com ) del domingo 6 de octubre de 2014.

                       NI TAN POBRE BOGOTÁ.

Vivo en Medellin y por razones de trabajo paso en promedio seis días por mes en Bogotá. Me muevo por todos lados, hablo con mucha gente. Francamente, hay grandes diferencias, pero en el fondo Medellin y Bogotá son solo dos Urbes con los problemas de cualquier conglomerado humano a nivel mundial.

Claro que hay trancones, que tambien los hay y peores en Medellín, en Ciudad de Panamá, en Santo Domingo, en Caracas, en Washington, en Nueva York, por que me ha tocado sufrirlos y no son menos eternos y desesperantes que los de Bogotá. Igual ocurre con el transporte publico, o si no, trate de subirse al metro de Nueva York o de Caracas an una hora pico. Inseguridad, ni se diga, Bandas delincuenciales, iguales o peores, y en eso si que le ganamos en Medellin a todas las otras.

Ahora, sitios turísticos, museos, inmensa diversidad de actividades culturales, arte de todas clases y para todos los gustos y bolsillos, en fin.  Los reales sitios de interés turísticos están excelentemente administrados, mantenidos, preservados y documentados, y son incontables en Bogotá, pero los bogotanos ni los conocen. 

En Medellin el turismo cultural es muy limitado a dos o tres teatros de limitada cartelera,  dos museos de arte y alguna casa de interés histórico, y del resto son las cacareadas y laureadas innovaciones, muchas de las cuales se caen a a pedazos como el Space o la biblioteca España. 

También tenemos huecos, los trancones son monumentales y hay bandas delincuenciales por doquier seguramente dirigidas por noveles empresarios del crimen, retoños de la tantas veces acabada "oficina" que no es problema de envigado sino de todo el país. Tantos problemas sociales, drogadicción, hambre y miseria como los hay en Bogotá y en otras capitales del mundo.

Lo que hace la diferencia, es que  tenemos en Medellin y en Antioquia una clase dirigente y unos medios de comunicación aliados y asociados alrededor de la alcaldía y la gobernación. Totalmente $olidaria, (con signo de pesos; $ no es un error) dedicados a ensalzar los logros y a minimizar (y hasta ocultar) los problemas locales, produciendo una imagen de oasis grandioso y féliz donde los problemas ciudadanos están resueltos en un "océano de mermelada sagrada, en una eternidad de aburrición" como diría el maestro Estanislao Zuleta.

Y son tan pretenciosos, que cuando excepcionalmente bajan los indices de homicidios, (por que los matones se levantaron tarde, o no quisieron salir a matar ese día, o se pusieron de acuerdo con otros para no matar ese día o simplemente para rebajar el indice y no llamar atención a nivel nacional y así convenientemente y $$$olidariamente ayudarle a las administraciones para que no se molesten en perseguirlos) salen sin ningún pudor a cacarear y a trinar diciendo: “este mes salvamos tantas vidas”.

En Bogotá ocurre lo mismo, pero en sentido contrario. La clase dirigente está aliada también con los mas grandes medios de comunicación del país, pero para maximizar los problemas, ponerlos no solo en evidencia y denunciarlos, -lo que hasta ahí me parecería muy bien-, sino que lo hacen con dolo y saña para estratégicamente generar incertidumbre y zozobra en la población a la que solo le llega el mensaje redundante de ir marchando hacia la gran debacle, hacia la Hecatombe, como podría decir alguno de ellos. 

Expertos en propaganda gris, (o negra) no ponen casi nada fuera de contexto, pero si habilidosamente refuerzan la percepción negativa del contexto, creando el muy sombrío y angustioso panorama. Todo reforzado por comentaristas mercenarios pagados y Hackers expertos en campañas mediáticas de pesimismo y hasta de odio.

La Bogotá humana que yo percibo hoy después de mis reiteradas y frecuentes visitas desde hace mas de 30 años, que me han permitido hacerme una imagen distinta seguramente, subjetiva como la que más pero no quiero dejar pasar esta oportunidad de comentar que es distinta y mejor que la que antes percibía. 

Es más humana, es más cercana a la gente, es más incluyente, es más solidaria. Lo que pasa es que esa ciudad tiene una altísima concentración de la clase dirigente y política de Colombia, por ser el centro del poder y todos son de aquellos que siempre verán el vaso medio vacío. 

He dicho siempre que la paz de Colombia pasa necesariamente por la paz de Bogotá, y eso lo saben, con certeza, todos los que no solo quieren que al equipo del alcalde le vaya mal, sino que se mantenga la inconformidad permanente y el rechazo a un proyecto de ciudad por el simple hecho de ser de izquierda. 

El ataque psicológico, el matoneo permanente y sistemático a la alcaldía y los funcionarios de la Bogotá Humana es un ataque no solo a la ciudadanía que la habita, sino también a la búsqueda de la paz y la reconciliación en Colombia.

/ANTONIO J. GARCÍA FERNÁNDEZ

sábado, 16 de agosto de 2014

SUPLICA POR LOS VICTIMARIOS (AJGF)

N. DEL EDITOR: "SUPLICA POR LOS VICTIMARIOS" Fue el titulo escogido por el autor de esta ponencia presentada ante el WACOM III o tercer congreso mundial de la Misericordia, regentado por un patronato de cardenales a nivel mundial y presidido por S E: el Papa Francisco.


TESTIMONIO DE ANTONIO JOSE GARCIA FERNANDEZ, ABOGADO   
DIRECTOR DE LA FUNDACIÓN PRO RESILIENCIA
WACOM III TERCER CONGRESO MUNDIAL DE LA MISERICORDIA BOGOTA
PRESENTADO EL 16 DE AGOSTO DE 2014 

               
    
  


https://www.youtube.com/watch?v=iJ7K1RbOZHA


SUPLICA POR LOS VICTIMARIOS
 Buenos días,  mi nombre es Antonio José García Fernández, director de la fundación Pro Resiliencia, una muy pequeña organización no gubernamental que sueña con crear espacios resilientes y de Reconciliación dentro de nuestra sociedad. Presento mi más respetuoso saludo a los integrantes de la mesa directiva del tercer Congreso mundial de la misericordia, así como a todos los asistentes.
Es un honor para mí estar ante ustedes y poder expresar este pequeño pero muy sentido testimonio que espero sirva a los objetivos que se ha trazado el Congreso, y desde luego sirva de alguna manera a los grandes esfuerzos que se realizan para lograr la Reconciliación en Colombia.
como tocaré temas que pueden ser sensibles a algunas personas, les pido el favor de entender mis palabras dentro del animo de búsqueda de la reconciliación y perdón con el que las quiero expresar ante ustedes.
Quiero comenzar pidiéndoles a toda esta audiencia maravillosa que hoy nos acompaña y que canaliza toda su energía a la realización de la misericordia de Dios Nuestro Señor  que hagamos todos un ejercicio de memoria, de algunos años atrás y tratar de visualizar internamente cada persona donde se encontraba el día 11 de septiembre del año 2001. Ese día cambió el mundo, a todo nos dejó marcados. Yo por ejemplo puedo recordar con mucha exactitud porque además me impactó demasiado, que concurría a una audiencia laboral como abogado, y antes de ingresar pude ver en medio de un tumulto agolpado alrededor de un televisor en vivo y en directo, como se estrellaba el segundo avión contra la torre y desde luego el pánico que sentí, al concluir simultáneamente con casi todo el mundo, que presenciamos un ataque sin precedentes y cuyas consecuencias no podíamos ni siquiera imaginar.
Ahora les quiero pedir otro pequeño ejercicio de memoria, y recordemos donde pudiéramos estar el día 2 de mayo del año 2002. Era un jueves, seguramente un jueves común y corriente en el devenir laboral y familiar de cada uno de nosotros. Yo con dificultad puede imaginar que me encontraba cómodamente sentado en mi oficina dentro de una empresa en la que laboraba por esa época. Seguramente disfrutaba un tinto, probablemente  y atendía los problemas cotidianos de un departamento legal y de recursos humanos de una  empresa en medellin.
 Ese jueves tan normal para la mayoría de nosotros, porque asumo que muy difícilmente alguna persona del respetable público pudo vislumbrar siquiera exactamente donde se encontraba, era un jueves distinto a todos, aterrador, imborrable, seguramente el jueves más angustioso y terrible de la vida de los habitantes de un pueblito del chocó llamado Buenavista o Bojayá.
Se preguntarán porque traigo a colación este terrible día. Porque ese día, dos ejércitos de niños, porque  casi todos ingresaron siendo menores de edad a las autodefensas o a la guerrilla se enfrentaban a muerte por razones que la gran mayoría de ellos o no sabían o no las podían tener claras. Eran niños armados matando niños, matándose entre ellos y en la mitad, en medio del fuego cruzado, estaban los civiles, niños, niñas, jóvenes adolescentes, mujeres, hombres, adultos mayores que convivían en medio de la pobreza más aterradora y del mayor abandono estatal que pudiera tener un ciudadano colombiano, quienes además de esta gran tragedia del máximo abandono estatal, sufrían la gran tragedia de la guerra en la que no tenía ni la menor idea, ni ellas ni los combatientes de porque se peleaba realmente.
La mayoría de los colombianos poco nos dimos cuenta de que esta tragedia ocurrió, que una bomba arrojada por una de las partes cayó en medio de la Iglesia donde se refugiaban la mayor parte de los habitantes del pueblo, dejando un tendal de muertos, casi un centenar, la gran mayoría de ellos niños y niñas, y una incontable cantidad de heridos que o murieron posteriormente, o aún cargan la huella imborrable en las cicatrices que les produjo la explosión. 
El país supo sólo cuatro días después de esta gran masacre de civiles, y sólo después de ese tiempo se ordenó la atención necesaria para socorrer a todas las víctimas que dejó este siniestro hecho. Sólo nos da una idea del grado de abandono estatal que pudiera entonces tener esta población perdida entre los cientos de meandros del río Atrato, único medio de comunicación del que disponen en la región.
 Buena parte de todos esos niños que hicieron la guerra sin saber por qué ni para qué, ni para quien fueron reclutados, sistemáticamente reclutados por personas que pertenecían a las autodefensas campesinas de Córdoba y Urabá, lideradas por Carlos castaño y también debo reconocerlo,  por mi hermano menor.
Yo ya sabía que mi hermano hacía parte de las autodefensas, pero no sabía qué rango tenía ni hasta dónde llegaba su gestión de guerra; que límites traspasaba, o mejor dicho que traspasaba todos los límites. 



Entretanto me hacía el de la vista corta con mi hermano, no tomaba partido en las conversaciones, pudiendo hacerlo, no contradecía, no cumplía con el papel del hermano mayor, y más bien prefería no saber, ignorar, evadir la durísima realidad que tenía mi lado.  
Luego fue asesinado por personas que seguramente ingresaron siendo menores a la autodefensa, y que seguramente fueron reclutadas por personas a las cuales el entrenó para la guerra.
Hoy no puedo hacer nada más que esta reflexión dolorosa, que no he compartido con mi otro hermano y hermana, aunque sé que en el fondo ellos me entienden y me acompañan, se que ellos sienten igual dolor,impotencia y se recriminan igualmente el no haber hecho nada en el momento en que pudimos hacerlo, el no haber dicho nada en el momento en que pudimos decirlo. Ellos también son miembros de la fundación Pro Resiliencia, a través de la cual nos hemos empeñado en hacer algo, en decir algo, muy tarde para nuestro hermano, pero esperamos que no para todas aquellas personas a las que hemos acompañado a lo largo de casi una década de trabajo silencioso, al lado de víctimas y de victimarios, a través del trabajo individual de cada uno, posteriormente a través de la fundación de apoyo para la democracia en Colombia,  después acompañando la cooperativa Construpaz que pretende integrar en proyectos productivos desmovilizados de cualquier orden, así como poblaciones vulnerables y que aún subsiste con muchas dificultades en Urabá.

Hoy me surgen algunos interrogantes que quiero compartir con ustedes:
¿cual es el papel que debemos cumplir los que no hicimos nada pudiendo hacerlo?
¿debo pedir perdón a las víctimas por no haber hecho nada pudiendo hacerlo? ¿que responsabilidad moral me corresponde?
¿me hace esto victimario también?
¿somos todos responsables en mayor o menor medida de este terrible daño?
Siempre he tenido la percepción de que en el conflicto colombiano nadie está libre de pecado; aunque hay algunos que se atreven a tirar piedras.
A Bojayá lo dejamos abandonado nuevamente los colombianos con su dolor que aún continúa, poco nos acordamos ya de ellos. Falla la misericordia con nuestros hermanos. La gigantesca distancia y dificultades de transporte se mantienen y ello hace que sigan siendo víctimas de la guerra y re-victimizadas por el Estado colombiano en su ya proverbialmente conocida indolencia.
El estar realizando este trabajo con las fundación Fundapoyo, así como con la cooperativa ConstruPaz, me llevó a involucrarme directamente como abogado en el acompañamiento jurídico de los postulados del bloque Elmer Cárdenas ya extinto gracias a Dios, y me ha permitido ser un testigo de primer orden  del laboratorio de Justicia útil para las víctimas y desde luego para quienes fueron los victimarios, todos ellos parte de este proceso que como ya dije no tiene ningún precedente en el mundo.
He podido observar el proceso de la construcción de la verdad de lo que yo llamo la fase de autodefensa y la fase paramilitar del conflicto armado colombiano. La expectativa frente a la verdad es muy alta y puedo dar fe frente a las personas que he acompañado este proceso, que han hecho su mejor esfuerzo, arriesgando incluso sus vidas y las de su familia  por contar la verdad que a ellos concierne. 
Han contado la verdad que les corresponde, la que conocen, porque los determinadores y los maquiladores de la gran estrategia violenta  han sabido mantenerse fuera del radar; actuaron inteligentemente, continúan con sus cuellos blancos impecables y le dejaron el trabajo sucio y toda la responsabilidad los hoy desmovilizados. Posteriormente recogieron su botín de guerra y ya  hoy vemos las grandes dificultades que enfrenta el Estado colombiano para lograr su restitución. 

Durante el trasegar de estos casi ocho años de proceso de Justicia y Paz, tenemos que comenzar a hacer los balances, lo que  nos corresponde a todos los involucrados directamente, a los postulados, a las víctimas, a la sociedad y al Estado colombiano y desde luego a quienes hemos sido los facilitadores jurídicos.
Con todas sus vicisitudes, el proceso de Justicia y Paz era la culminación de un proceso político de Paz que debería terminar, como deben terminar todos los procesos de Paz, en unos juicios y penas impuestas bajo el régimen que se de Justicia Transicional, siguiendo los parámetros universales de verdad Justicia y reparación, ineludibles por mandato de la humanidad.
Pero ha sido un aprendizaje realmente útil, en cuanto a que se ha fijado a partir de nuestro proceso de justicia transicional un estándar real para definir la situación jurídica de quienes fueron actores armados, en el conflicto colombiano.
 Pudiéramos decir que la más importante lección que todos los involucrados hemos recibido en este proceso, es la de la necesidad imperiosa de la Reconciliación nacional.    
 Si no hay Reconciliación jamás habrá Paz.   La conclusión final de este proceso será la aplicación de la Justicia en cuanto a que partiendo de la verdad y de la reparación, y desde luego por la aplicación de las penas impuestas de acuerdo con la ley, finalizando de esta manera el paso de los postulados por los tribunales. Pero éste será sólo el inicio de una nueva etapa, en la que se deberá materializar todo lo que se ha venido trabajando durante todos estos años a través del proceso de Paz, y por la aplicación de la Justicia Transicional.
La Reconciliación es el primer paso de La Paz.  Es sanar las heridas, sin herir. Es aprender a convivir con el otro, sin dañarlo, sin agredir, sin violentar, sin discriminar.
Hoy tenemos todos los colombianos el convencimiento de que hay que desterrar cualquier forma de violencia, no sólo la violencia armada del conflicto, si no cualquier otra forma de agresión de  afecte nuestras vidas, de nuestras familias, de nuestros hogares, de nuestra sociedad.
La propuesta hoy es dar a quienes fueron victimarios la oportunidad  de reconstruir la confianza de las comunidades. La sociedad debe ofrecerles la oportunidad de participar en la construcción de un nuevo tejido social dentro de las comunidades en nuestro país.
No quieren ser más desmovilizados. Ese estigma doloroso quieren borrarlo con el bien, actuando bien, pensando bien, aportando constructivamente a los procesos sociales en nuestro entorno, la gran mayoría aspiran a ser nuevamente ciudadanos colombianos en pleno ejercicio de sus derechos, pero más aún, en pleno y permanente cumplimiento de sus deberes y obligaciones legales, morales y éticas.
Quieren estar al lado de todos nuestros hermanas y hermanos colombianos y poder mirarlos sin pena, porque con su esfuerzo obtendrán la posibilidad a su lado nuevamente construyendo el mejor futuro que definitivamente se merece Colombia.
Todo esto será posible cuando la sociedad los acoja nuevamente, en un proceso que si bien no será fácil, permitirá lentamente y restañando las heridas de ese doloroso pasado e ir asumiendo el futuro con entusiasmo.
Todos debemos tener en cuenta que toda esta experiencia se repetirá próximamente, con los grupos guerrilleros, ojalá más temprano que tarde y ojalá se aproveche para corregir los errores y poder acelerar el proceso de Reconciliación.
Es nuestra invitación a la Resiliencia. Todos, quienes en el pasado fuimos victimarios o víctimas, debemos hacia el futuro asumir una actitud resiliente. Sin declinar en ningún momento los derechos que se puedan tener, sin olvido, sin perdón si se quiere, pero mirando el futuro con una actitud positiva que permita construir la Reconciliación y la Paz. Esto necesariamente implica un esfuerzo constante, permanente, y perpetuo. Para siempre.
La Reconciliación en un conflicto que ha sido trans - generacional, no puede ser instantánea, será también trans - generacional. Tomará varias generaciones restañar las heridas pero a todos los que hoy estamos de una u otra manera viviendo la situación actual y la posibilidad de Reconciliación nacional y el logro de la Paz, nos corresponde dar el primer paso, iniciar ese arduo proceso de acercamiento, de dejar de ser parte de un conflicto y pasar a ser actores de la Reconciliación.
 Nos corresponde a todos los que hoy estamos sobre este hermoso territorio patrio, dar el primer paso para que las futuras generaciones no tengan que vivir todas las situaciones por las que han trasegado varias generaciones de colombianos, incluyendo la nuestra que ojalá sea la última generación de la guerra y la primera generación de La Paz. 
 Pero quiero también dar testimonio del aprendizaje que ha significado para buena parte de las personas que fueron postuladas por el gobierno al proceso de Justicia y Paz. No ha sido fácil, entender el verdadero sentido de un proceso de Justicia Transicional; no es muy razonable frente a las expectativas que existen en el de verdad, Justicia y reparación y desde luego las garantías de no repetición. Quiero compartir con ustedes mi apreciación, respecto a la forma como se ha llegado a concluir la necesidad de Reconciliación con las víctimas y con la humanidad.
Inicialmente cuando comenzó el proceso, se comenzó en la mayoría de los casos con una actitud difícil frente a las víctimas, casi desprecio en algunos casos y de rechazo en otros.
Posteriormente comenzó una fase desconcierto. Todos comenzaron a entender cuál era la real dimensión de la ley, y de los avances jurisprudenciales dispuestos tanto por la corte constitucional como por la Corte Suprema de Justicia.
Difícil, doloroso pero se comenzó a dimensionar a la víctima como tal, se comenzó a entender la real dimensión del daño, y comenzaron a entender también la triste realidad de la utilización como marionetas de guerra en un conflicto entre hermanos, injustificable y con unos titiriteros poderosos y ocultos.
 Esto facilitó entrar en una fase de dolor y arrepentimiento. Entender el daño es parte fundamental de la reparación simbólica y de la VERDAD. Si no se conoce el dolor, si no se entiende lo que se hizo vivir a la víctima así sean una mínima parte, se dificulta la reparación, no es real. Entender la dimensión del daño es también la parte fundamental para plantearse el arrepentimiento, y desde luego con este llegan la decisión de no repetición.
Posterior a este momento se encuentra entonces la necesidad de pedir perdón de corazón. Hasta ahora he visto varias peticiones de perdón de comandantes, que sé que van acompañadas con el entendimiento del daño que se generó, del dolor que se causó, de la forma como se afectó para siempre la vida o el proyecto de vida de las víctimas.
Creo que las víctimas han sentido en muchos casos esto, que hay un entendimiento y reconocimiento del daño, que hay arrepentimiento de haberlo causado, que hay expresa voluntad de no volver a incurrir en esas conductas y desde luego, una sincera petición de perdón. Y sé también que el perdón se ha otorgado de corazón y con sinceridad en muchos casos y que la unión de todos los casos nos llevará a la Reconciliación y esta a la vez nos llevará la Paz que tanto anhelamos.   
Pero esto ocurrirá finalmente después de que logremos con toda esa experiencia acumulada integrar a los grupos guerrilleros a la sociedad y además desactivar todas las formas de violencia que la afectan, de los cuales la violencia generada en el conflicto armado no deja de ser una parte significativa, pero sólo una parte.
Nos queda mucho trabajo por hacer, una vez se inicie el llamado pos-conflicto. Al cesar el conflicto rural, se iniciará seguramente la tan anhelada reestructuración del campo colombiano, pero tanto en las mentalidades campesinas como en las mentalidades urbanas hay que desactivar las otras formas de violencia. La cultura de la Reconciliación generará en el largo plazo la cultura de la Paz. 



La gran suma de todos las pequeñas soluciones imperfectas que se nos irán ocurriendo a todos los colombianos, por la voluntad de Reconciliación que nos mueve darán al traste con el conflicto armado y apaciguarán las mentalidades violentas.
Esto será por la misericordia divina el gran milagro que todos los colombianos estamos esperando; y los milagros son los más grandes dones de Dios... por que son perfectos.

Muchas gracias.



             

MI ÚNICO ENCUENTRO CON CARLOS CASTAÑO

Nota: esta breve crónica de mi encuentro con Carlos Castaño la escribí pensando en comenzar mi idea de se escritor y cronista del conflicto....