Resurrección del “Che” Tulio Bayer
Reinaldo Spitaletta abril 11 de 2023 el espectador. columnista.
Tulio Bayer Jaramillo (1924-1982), de Riosucio, Caldas, fue guerrillero en el Vichada, anarquista para siempre, cuestionador de los “mamertos” como Gilberto Vieira y su “comunismo” oficialista, rompió en su momento con Fidel Castro y la revolución cubana, fue un “eterno inconforme”, se opuso al dogmatismo (a lo mejor, con algo de dogma) y escribió varias novelas, como Carretera al mar (1960) y Fineglass, recientemente publicada, a 40 años de la muerte de su autor.
El médico, graduado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, con un posgrado en la Universidad de Harvard, fue, por su personalidad, sus acciones, su visión crítica del poder oligárquico colombiano y otras maneras cuestionadoras de ver el mundo, una suerte de Che Guevara a la criolla. El exilio y la cárcel fueron parte de su experiencia vital. Y la escritura, que quedó como un testimonio no solo de un tiempo (el de una buena parte de la violencia en Colombia), sino de una revolución que no llegó, lo mantiene vivo en una memoria esquiva y borrosa. Sigue su lucha contra el olvido.
“El desastre del socialismo es un hecho. El comunismo no existe todavía en el mundo. Dos desastres: comunismo y capitalismo. Solución a la vista: ninguna, por eso es que yo sigo siendo revolucionario”, fue una de sus sentencias, que se puede leer en un libro del profesor e historiador Orlando Villanueva Martínez (que editó, además, la novela Fineglass) Tulio Bayer, una vida contra el dogma, que recopila correspondencia y otros escritos del médico revolucionario y “libre pensador”.
Bayer terminó de escribir su Fineglass el 8 de mayo de 1968, en París, con base en un relato de su colega y amigo Alberto Galofre Franco acerca de un paciente homosexual, estudiante de odontología de la U. de A. Sucede en Medellín (mejor dicho, en Medeyín, como él la grafica), la del “perfume de incienso, de pecueca, de boñiga y de motor oil”, en la “Medeyín, con su excelentísimo (otro escritor, también médico y nacido en Envigado, decía “excrementísimo”) señor arzobispo y sus obispos, y sus obispitos, y sus padres jesuitas, y sus monseñores, y sus caracterizadas madres superioras de los colegios y hospitales…”.
En la Medellín (o Medeyín), la del hollín y los tugurios, la de las miserias y la hipocresía, la de las “decanesas de la prostitución” y del celestinaje, acaece un drama en tiempos en que el homosexualismo se consideraba una enfermedad psiquiátrica y se realizaban tratamientos para curar esa desviación, con la que los maricas sufrían hasta el infinito, porque, además, como lo escribió Bayer, “el dogma antioqueño establece que en Antioquia solo hay hombres y mujeres, sin matices intermedios”.
Cincuenta y cuatro años tuvo que esperar la novela en mención para ser publicada, hecho que, además, fue, por su búsqueda y encuentro, una suerte de odisea del profesor Villanueva Martínez, editor y curador de la misma. Da cuenta de una mentalidad de larga duración, que aún no se ha esfumado por completo, como la segregación y el racismo, aplicado por elementos de las élites de una Antioquia discriminadora, blanqueada y excluyente. En esta novela corta (menos de 150 páginas), con interesantes momentos médicos conectados con la evolución (o involución, según se mire) de la psiquiatría, las lobotomías y los electrochoques, hay un largo sufrimiento de Fineglass (así se llama el protagonista), al que, al fin de cuentas, el doctor Galofre logra curar.
En esta obra, en la que aparecen sectores como el viejo Guayaquil, El Bosque, algunas zonas de tolerancia, se revive el episodio vergonzoso protagonizado por el médico Braulio Henao Mejía, que fue gobernador de Antioquia, cuando proclamó que “los pobres y los negros no son aptos para estudiar medicina”, ultraje que además auspició una huelga universitaria. “Aquella huelga la perdimos, huelga decirlo”, advierte el narrador de la novela. Las discriminatorias pataletas de Henao las continuó un rector encargado de la Universidad de Antioquia, contra negros y pobres, porque, según decía, de pronto se perdían las ayudas de fundaciones internacionales como la Kellogg, la Rockefeller, la “CIA Foundation y otras respetabilísimas Foundations norteamericanas”, como escribe Bayer.
Fineglass, el joven estudiante que se enamoró de un costeño, muestra cómo la sociedad, en particular la de esta ciudad pacata y ultra pecaminosa, está construida sobre las apariencias y el cómo mantenerlas. La Medeyín de la novela es, como en la realidad, “una ciudad moderna por fuera y detenida por dentro en el Medioevo”, así como la “república” de Colombia en ella descrita es un feudo del “eminentísimo cardenal, de los Ospina Pérez, de los Lara, de los Eder, de los Echavarrías y de los Lleras”. Es, como se connota y denota, una “real monarquía del Sagrado Corazón de Jesús”.
Es un hecho feliz el hallazgo y publicación de esta obra de un hombre que sigue oscilando entre el mito y la realidad, entre la historia y la leyenda. Tulio Bayer, el guerrillero-escritor, sigue dando lecciones de cómo combatir el dogmatismo (de izquierda y derecha) y las “verdades reveladas”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario