Carta al padre, de Andrés Caicedo
De lo anterior se desprende:
1. El padre se encarga de preparar al hijo a su integración al Estado (educación), pero el Estado no ayuda económicamente a la formación del hijo. Sale perdiendo el padre, gana el Estado.
2. Se forma un contrato, bajo el cual el hijo pertenece al padre, viene a ser propiedad, ya que se ha invertido en él tiempo, esfuerzos, etc. Sale perdiendo el hiijo. El Estado gana, ya que puede volver mas fácilmente propiedad suya lo que ya no es propiedad del padre. (de aquí se origina tambien el reembolso de lo invertido: Una vez educado, el hijo, por contrato debe devolver a los padres lo que ha sido invertido en él. Si esto no se produce, el hijo es un mal hijo, o se un antisocial. “El que es mal hijo es mal todo”).
3. De esa educación por contrato y por propiedad resulta que el padre, engañado también, le transmite al hijo todos sus complejos y frustraciones. Salen perdiendo el hijo y el padre, ya que de aquí se desprende el choque entre generaciones, producto de una situación anormal. El estado gana, ya que esa lucha constante entre padres e hijos no atenta contra su seguridad, antes todo lo contrario: hace más débiles a sus miembros, más fáciles de dominarlos, de hacerlos propiedad. La lucha generacional, la delincuencia juvenil, el hippismo, no han hecho menos poderoso a Estados Unidos. Todo lo contrario. Ese es el difícil estado de cosas que se tiene que cubrir en la educación. Al final no resultará más que un manojo de padres e hijos frustrados, rumiando cada uno su fracaso como parte de la relación filial.
Tu educación y formación católica, por ejemplo, hizo que tal estado de cosas, en nuestra experiencia, fuera más concreta, más palpable. Tu extraño comportamiento hacia mí en mi etapa preadolescente, comportamiento que siempre se vio expresado en violencia y que yo aún no entiendo, (tal vez se haya debido a que mi mamá me reclamaba a mí como propiedad suya, y tú te veías excluido), produjo en mi persona una desconfianza, una inseguridad, además porque en mi adolescencia yo nunca conversé contigo o viceversa, no me serviste de ayuda para nada, como no fuera para proporcionarme plata cuando necesitaba para fiestas o salidas. (A la larga lo mismo que sucedía con mi mamá respecto a mí). Es decir, ustedes no se dieron cuenta de cómo andaba mi vida, si era difícil o sencilla; qué inquietudes tenía, etc. Yo por mi parte me dedicaba a conocer las cosas que ustedes, en su moral católica, mantenían ocultas.
Mi primera experiencia sexual la tuve a los 15 años. Con una puta. Un desastre. Yo no sé, no tengo la menor idea, cuál ha sido tu comportamiento sexual. El otro día me insinuaste que habías tenido otras mujeres, ya que con mi mamá desde “la primera noche” las cosas no habían ido del todo bien. A mí me hubiera gustado saber todo eso. Si tuviste otras mujeres, conversar sobre eso, que me contaras. Pero no. Siempre ha habido silencio. Silencio de parte y parte. De ti no he conocido más que tu comportamiento dentro de la casa, cuando es obvio que debes haber tenido otras emociones, conocido otras personas que no entraban en los límites de la familia, amistades diferentes, etc. Yo conozco a mi papá pero desde que llega a la casa. El otro, el de afuera, no lo puedo definir.
Yo no sé ese estado de cosas cómo haya influido en la formación de mis hermanas. Parece que con María Victoria y Pilar fue más sencillo que con Rosario, creo. La hija de familia burguesa, que es formada en el hogar para que después salga a casarse, a firmar el otro contrato que es el matrimonio, y por el cual pasa a ser propiedad del esposo, está muy bien representado en María Victoria y Pilar. María Victoria, superficial de modo imperdonable cuando tiene todo a su mano para profundizar. Tal vez la causa haya sido el contacto estrecho con la civilización norteamericana, con la cultura del Reader’s Digest. María Victoria lee pero no analiza, adquiere cultura que no le sirve más que para conversar con sus amigas de oficina y sus amigos, todos “intelectuales” mediocres tipo Gerardo Bedoya o Azevedo, o burgueses sin el más mínimo interés como Edgar, el amigo de ahora, y ante cuya presencia he notado que ustedes respiran tranquilos ya que cubre todas las características para ser un futuro esposo de María Victoria: buena familia, decente, culto, conservador, etc, etc. Además que ella es siempre muy consciente de hacerse a la compañía de mediocres, ya que la presencia de algún hombre con verdadero talento la asusta, ya que puede poner en tela de juicio su superficialidad. Y Pilar. Pilar, la inteligente, la de brillante carrera. La tenemos ahora conversando de compotas y de remedios para niños, de recetas de cocina y de qué es mejor, si hacer el mercado en Belmonte o en la Galería Alameda. Junto a Marta de Estela y Lili Urdinola y esa gente de por allá.
Asustado, triste, ante esas dos realidades, yo creía al principio que algo violento les había sucedido, algún cambio repentino, cualquier cosa. Eran tan diferentes antes, pensaba yo. Pero estaba equivocado. Ellas no eran diferentes. Nunca lo han sido. Ahora están desempeñando la función para la que fueron educadas. Yo soy el que he cambiado. Ellas no. Ellas son exactamente iguales a cuando salieron del colegio, sólo que ahora es cuando han alcanzado su verdadera dimensión.
No sé qué sucederá con Rosario. Parece que con ella es un poco diferente. Su formación, por ser católicomarxista, es de hecho más profunda. Solo me queda desear que el matrimonio no la anule. Ahora que yo pase por Barranca voy a conversar con ella de todo esto.
Ahora voy a pasar a informarte de mis planes, a fin de iniciar desde ya una colaboración mutua. En mi caso, yo me abro, estoy abierto a todo, al diálogo, a la confidencia. Ante todo, me niego a ser propiedad de nadie. Me niego a ser propiedad de mi mamá, que es la persona que reclama más ese derecho.
Cuando llegue a Cali, voy a integrarme definitivamente al tec y voy a desarrollar por igual las tres actividades para las cuales tengo el talento suficiente. Pero talento no quiere decir una calidad inmanente, coeficiente de inteligencia, etc. Talento no es otra cosa que disposición al trabajo, a la labor creadora. Y esas actividades son la literatura, el teatro y el cine. Ya comprobé que no puedo suspender alguna de ellas sin descompensar mi formación, así pues, que a abordar los tres frentes.
Naturalmente, habrá que hacer reajustes, cuadrar horarios, revisar posiciones, todo eso estoy dispuesto a hacerlo. Y lo primero que haga en Cali, antes de dedicarme por entero al trabajo, será separarme de la casa. Ya es una decisión. Buscaré un apartamento, un estudio, el lugar donde se trabaje. Esto lo podemos conversar todo lo que sea necesario, pero en la casa no puedo seguir viviendo.
Viviendo en la casa soy una contradicción viva. Vivo en una casa con cuyas costumbres no estoy de acuerdo ni política, ni moral ni ideológicamente, entonces continuamente se están produciendo roces, tensiones, producto de mi situación anormal. Y lo más peligroso de esa situación son José María y Ana Cristina. Mi influencia sobre ellos es decisiva, eso es obvio hasta por razones geográficas.
Y ellos comprenden perfectamente que yo no soy parecido a nada de lo que están viendo en la casa, y saben además que las posiciones morales y políticas tuyas, de mi mamá, de Vickie, de todo el mundo, son contrarias a las mías. Entonces ellos también están en una contradicción grandísima, y muy peligrosa. No saben si decidirse por mí o por ustedes. Lo más seguro es que se decidan por ustedes, ya que ustedes son la educación. Pero dentro de poco ellos sabrán que yo soy lo nuevo y ustedes lo viejo. Estos términos no tienen nada que ver con edad ni con época. Sencillamente se es nuevo cuando se tiene posibilidad de cambio. Las personas envejecen y mueren cuando se niegan a cambiar. Ya ves cómo puede ser de fácil permanecer joven hasta la muerte. Lo único que se necesita es estar dispuesto a cuestionarse continuamente sobre la realidad, a renovarse cuantas veces sea necesario.
No quiero, pues, oponer conceptos tan radicales en los niños desde tan temprano, sobre todo cuando los síntomas neuróticos en ellos son evidentes. El viaje con Marta y Joel queda descartado. Si algún día hago un viaje de esos lo haré con la que sea mi compañera, la mujer que estoy buscando y que necesito definitivamente.
Mientras tanto mi residencia será Cali. Desde allí mi trabajo puede tener mejores vías de comunicación. Hay gente en Cali que me quiere y que me necesita. Por lo pronto, mi trabajo será una prueba de que aún esas personas pueden confiar en mí. En “esas personas” están incluidos, naturalmente, tú y mi mamá, los únicos miembros de mi familia que aún me interesan verdaderamente.
Mi formación política, como ya lo habrás comprobado, será marxista. La causa de esa definición está, creo, algo explicada en las posiciones que describo en esta carta. Confío que esta carta, primera que te escribo en mi vida, a los 19 años, cuando ya me siento un hombre, una persona capaz de responder a cualquier situación que la labor que he elegido me presente, sirva para iniciar una relación atrofiada por una cultura ineficaz y engañosa como es la implementada por la burguesía.
Yo, Carlos Alberto, ya, felizmente, no puedo considerarme un burgués. Las personas con las que trabajo, converso, discuto y hago el amor tienen sus intereses en la clase que se beneficiará del cambio. Mi aspiración es que mi obra pueda ayudar en algo a que ese cambio se produzca cuanto antes.
Todo hombre debe fijar muy bien no tanto sus amigos, sino sus enemigos. Mis enemigos desde ya son todas las personas que se nieguen a cambiar. De ustedes, de ti y de mi mamá, yo quiero hacer los mejores amigos. Esa es mi proposición. De ustedes depende darme la respuesta.
Hasta luego, cariñosamente,
Andrés Caicedo.
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