'Hay que pensar bien antes de rechazar un proceso de paz’
Edwin Cameron, exmagistrado de Sudáfrica, habló sobre aprendizajes del posconflicto en su país.
El exmagistrado participó en varios eventos de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes.
Foto: Felipe Cazares / Universidad de los Andes.
Por: María Isabel Ortiz Fonnegra eltiempo.com
05 de noviembre 2019 , 08:32 p.m.
Sudáfrica comenzó hace más de 30 años un proceso de paz para acabar las normas que fomentaban la segregación y violencia racial, un esfuerzo que quedó plasmado en la nueva constitución de ese país, firmada en 1995.
Hace unos días, el exmagistrado de la Corte Constitucional sudafricana Edwin Cameron, quien participó en los diferentes mecanismos de justicia transicional que dieron paso a la democracia en Sudáfrica, estuvo en Colombia, invitado por la Universidad de los Andes, y compartió aprendizajes de estos años de transición en su país, los retos en un proceso de posconflicto como el que vive Colombia y las consecuencias de ignorar un proceso de paz.
El exmagistrado, quien es un defensor de los derechos de la población LGBTI y estará, desde enero del 2020, en la institución encargada de supervisar las cárceles y el tratamiento de los presos en Sudáfrica, habló también sobre repensar los sistemas penitenciarios de los países, incluyendo otra mirada a las penas carcelarias para personas procesadas por delitos no violentos relacionados con drogas.
¿Cuáles son las similitudes o lecciones que han aprendido en Sudáfrica en casi 30 años de posconflicto y que podríamos aplicar aquí?
Creo que lo primero es que se necesita liderazgo moral, eso lleva a un compromiso moral. Si no hay compromiso moral, habrá problemas inmediatos. En Sudáfrica fuimos muy afortunados de tener a Nelson Mandela, quien estuvo en prisión por 27 años. Él fue un defensor de la reconciliación, la justicia racial y la paz racial.
Segundo, que hay que tener un reconocimiento del pasado, y eso tiene que empezar con el reconocimiento de la injusticia, de la culpa, de la participación.
También se necesita compromiso de la élite política, sin esto el proceso va a fallar. Pero más importante, se necesita un entendimiento público del proceso de paz y del momento de posconflicto, de lo que puede y no puede hacer, y de lo que significa.
En Sudáfrica llevan casi 30 años en posconflicto, en Colombia solo llevamos 3 y casi todas las heridas de la guerra siguen abiertas. ¿Cuánto le toma a un país reconciliarse con esto?
Solo puedo dar una respuesta depresiva, y es que toma tiempo. No hay fórmula mágica, no hay respuesta rápida. En Sudáfrica, el mayor compromiso que hicimos fue una nueva constitución, que apunta a crear una sociedad sin injusticia, sin inequidad, sin homofobia, sin racismo, pero estamos aún muy lejos de eso, después de 25 años.
Lo que diría a las personas, en Sudáfrica y Colombia, que se sienten impacientes, es que pueden mirar las otras alternativas. Para mí una alternativa a un proceso de paz incompleto es Ruanda, que se convirtió en democracia bajo una Constitución muy insatisfactoria, y luego hubo un genocidio: 900.000 personas fueron asesinadas en 90 días, casi 10.000 personas cada día por 90 días seguidos.
Diría que a pesar de las deficiencias del proceso, hay que pensar muy, pero muy cuidadosamente antes de rechazar un compromiso con un proceso de paz.
Hay un sector de la población colombiana que no está de acuerdo con lo que se pactó en el proceso de paz, incluso una parte de la guerrilla retomó las armas. ¿Cómo podemos seguir adelante a pesar de situaciones como esas?
Es difícil responder por Colombia, pero vuelvo a lo que dije. Siempre hay que contemplar las alternativas, y esas alternativas son mucho más horribles que un proceso de paz insatisfactorio, incluso peores que los procesos de paz más deficientes.
Hay que asegurarse de que el proceso de paz incluya a la élite política
El proceso de paz ha hecho que sectores muy distintos de la sociedad compartan espacios; por ejemplo, algunos excomandantes guerrilleros hoy están en el Congreso. Esto ha generado rechazo de varios sectores. En su experiencia, ¿qué traen esos encuentros con el otro?
Es exactamente lo que pasó en Sudáfrica, donde, entre otros, el ministro de Relaciones Exteriores del apartheid, Roelof ‘Pik’ Botha, estuvo también en el gabinete de Mandela. Un proceso de paz requiere la habilidad de ver una alternativa en el mundo que es mejor que la realidad a la que te enfrentas.
En Sudáfrica tuvimos a personas que enfrentaron la guerra racial que se unieron a las mismas asambleas, parlamentos y procesos consultivos con quienes estaban del otro lado. Y esto no es simplemente por un sentimiento de calidez, es por los aspectos prácticos de trabajar por un futuro juntos.
En este proceso de posconflicto, ¿cómo lograr que se tengan en cuenta derechos de la población LGBTI?
En general, no hay que posponer la dignidad e igualdad de la población LGBTI porque, a diferencia de la mayoría de otras formas de igualdad, la igualdad socioeconómica, como la tenencia de tierras, requieren decisiones sobre distribución, mientras que la igualdad de la población LGBTI no cuesta nada. Un país puede conceder la igualdad en matrimonio para parejas del mismo sexo sin que a nadie le cueste nada, no hay un límite de licencias de matrimonio, todos pueden continuar casándose, incluyendo las personas LGBTI.
Lo mismo con la discriminación laboral. Sabemos que hay personas LGBTI en todas partes del mundo, entre 5 y 10 % de la población. Una vez que reconoces el derecho a la no discriminación laboral, no es que estés obligado a darles un trabajo que no hubieran obtenido de otra forma, simplemente es dejar de obstaculizar que lleguen a ese trabajo.
El hecho de que la igualdad de la población LGBTI no requiere decisiones distributivas es una razón para insistir en ello inmediatamente.
En su experiencia desde lo que pasó en Sudáfrica, ¿cuáles son los desafíos que debemos superar para trabajar por un futuro más pacífico, aunque el conflicto no se acabe por haber firmado un acuerdo de paz?
Hay que asegurarse de que el proceso de paz incluya a la élite política, que haya una amplia difusión pública sobre qué es y qué involucra el proceso de paz, además de explicar cómo esto beneficia a todos.
Una vez tengas no solo a la élite política en esto, sino también una amplia difusión de lo que el proceso comprende, creo que habrá mejores probabilidades de que el acuerdo prospere.
Usted asumirá pronto la vigilancia de las cárceles de Sudáfrica, son países distintos, pero en Colombia hay una grave crisis carcelaria, con un alto hacinamiento y vulneración de los derechos de las personas en prisión. ¿Qué cree que debería hacer un país para atender una situación como esta en su sistema penitenciario?
Creo que hay que empezar por respetar el hecho de que la gente tiene miedo al crimen violento. Después de entender eso, el paso siguiente es preguntarte cuáles estrategias de sanción son útiles.
El campo de las estrategias de castigos es muy controversial, pero sabemos dos cosas: una, que la pena de muerte no tiene efecto en el crimen. De hecho, en Sudáfrica se abolió la pena de muerte en 1995, y solo 16 años después la tasa de asesinatos descendió, los otros años estuvo en aumento, entonces si trataras de usar la estadística, tal vez podrías decir que la pena de muerte aumenta la criminalidad, pero eso no tiene ningún sentido porque no hay una conexión o correlación entre una cosa y la otra.
Lo segundo que puede decirse es que la duración de la sentencia no es lo más importante en el impacto que tiene condenar un crimen.
No es el hecho de que una persona tenga una cadena perpetua, o una sentencia de 30 o 40 años por ciertos crímenes lo que más importa, si las condenas son impuestas irregularmente. Lo clave es asegurar que hay un eficiente seguimiento a cada crimen, que cada hecho sea investigado y se logre la captura de cada criminal, así como su juicio.
Por ejemplo, si cada violador en Colombia supiera que sin excepción será perseguido por las autoridades, llevado ante un juez y condenado, no importa si le dan 3, 5 o 50 años, sino la certeza de que será judicializado.
¿Cuál sería un mejor enfoque en política carcelaria, en lugar de aumentar las penas?
Creo que hay que pensar de nuevo en las políticas carcelarias, y no estoy sugiriendo que liberemos a personas violentas, algunas deben ser encerradas porque representan un peligro para la sociedad; pero, por ejemplo, en mi país, en este momento, puedo decir sin duda que deberíamos liberar a las personas que están encarceladas por crímenes no violentos relacionados con drogas. Este es un problema que Colombia conoce incluso mejor que Sudáfrica. Puedo decir que en Latinoamérica, la guerra contra las drogas está siendo una catástrofe para la administración de justicia, lo mismo pasa en Sudáfrica.
No estoy diciendo que abramos las puertas de todas las prisiones, tampoco que liberemos a los delincuentes violentos ni que reduzcamos todas las sentencias inmediatamente. Lo que digo es que pensemos esto de nuevo.
MARÍA ISABEL ORTIZ FONNEGRA
Redacción Justicia
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