sábado, 23 de mayo de 2015

MANUEL QUINTIN LAME (BIOGRAFIA), TRATANDO DE ENTENDER (42) DOCUMENTOS PERTINENTES



Manuel Quintín Lame 



Ficha Bibliográfica


Título: Lame, Manuel Quintín






Fuente de catalogación : CO-BoBLA


Líder indígena caucano, (El Borbollón, Hacienda La Polindara, cercanías de Popayán, octubre 26 de 1880 Ortega, Tolima, octubre 7 de 1967). Manuel Quintín o juan Quintín Lame, como aparece en su partida de bautismo del 12 de diciembre de 1880, de la parroquia de San Miguel Arcángel de Puracé, fue un indio que asumió la defensa de su gente, en una sociedad en la cual la palabra indio ha sido insultante. Su padre, Mariano Lame, descendiente de indígenas del pueblo paez, y su madre Dolores Chantre, cuyos ancestros estaban radicados en la región desde tiempo inmemorial, vivían con sus seis hijos en un pequeño fundo que ocupaban en calidad de terrazgueros en la Hacienda La Polindara [mediante la terrazguería, práctica común en el Cauca, el indígena adquiría la obligación de pagar con días de trabajo no remunerado, el derecho a sembrar una parcela en tierras que se consideraban propiedad de una hacienda].


En ese fundo o "encierro", Manuel Quintín, como se hizo conocer él mismo, al igual que sus dos hermanos (y que muchos otros niños campesinos de Colombia), fue testigo de las "heroicas" acciones de los guerreros republicanos. Durante la guerra civil de 1885, luego de que las tropas gubernamentales derrotaron al ejército rebelde en Silvia (Cauca), llegaron a la casa de los Lame tres hombres armados que violaron a Licenia, su hermana muda. Ella murió cinco años después, cuando Manuel Quintín empezó a ayudar a sus hermanos mayores en las faenas agrícolas. Fue precisamente desde su velorio, cuando Lame empezó a frecuentar el rancho de Leonardo Chantre, su tío materno, quien viejo, solo y cojo, acostumbraba a leer periódicos viejos durante sus descansos.


A él y a sus hermanos, el anciano les narraba historias de duendes, de brujas, las cosas que sucedían en Popayán y les leía fragmentos de las noticias que aparecían en sus periódicos. La lectura atrajo el interés de Lame, quien solicitó a su padre lo matriculara en la escuela. Como respuesta, su progenitor le puso al frente un hacha, una hoz, una pala y un güinche y le dijo que esa era la verdadera escuela del indio. El muchacho optó por esforzarse y aprender con su tío los rudimentos de la lectura y la escritura, utilizando la tierra, las paredes y las hojas de palmicha para su deletreos. También por esta época, Lame fue escogido como "paje" por el patrón de La Polindara. A cambio, su trabajo fue descontado del terraje que debía pagar su padre, quien, con el tiempo libre que le quedó, pudo sembrar un papal y con sus frutos comprar varias ovejas y una vaca parida.


Unos años después, en 1894, los terrenos de El Borbollón fueron vendidos al dueño de la hacienda de San Isidro, en una transacción que incluyó a los terrazgueros. El nuevo patrón redujo el tiempo de trabajo de Mariano Lame de cuatro a dos días semanales, y lo autorizó para que cultivara trigo en una huerta que lindaba con su encierro. La producción de la huerta, que pudo atender gracias a la rebaja de su terraje, le permitió obtener los recursos necesarios para cumplir su vieja aspiración de comprar Pichinguará, un lote de 80 fanegadas, a dos leguas del Borbollón. Aquí, al igual que cuando Manuel Quintín trabajó como paje, quedaba en claro cuánto representaba para el indio, en términos de bienestar y de capacidad de acumulación económica, el tiempo que debía trabajar para el hacendado, a cambio de tener acceso a un pequeño "encierro".


A partir de esa época mejoraron significativamente las condiciones económicas de Mariano Lame, quien ahora distribuía su tiempo y el de sus hijos entre el terraje, el cultivo de Pichinguará y el negocio de compraventa de vacunos y caballares que allí había establecido. Manuel Quintín, entre tanto, se hizo cada vez más fuerte y con el tiempo adquirió fama de licencioso, debido a su afición por las mujeres. Su fama terminó beneficiando a los curas, ya que en 1899 Mariano Lame terminó costeando las fiestas religiosas que se hicieron cuando las misiones visitaron el sur del país. Con ello el padre trató de atenuar las continuas recriminaciones de los religiosos por el comportamiento díscolo de su hijo. Este problema se vio bruscamente interrumpido cuando en noviembre de 1899 Manuel Quintín y dos de sus hermanos fueron atacados por un grupo de liberales que buscaban atemorizar a la familia Lame, conocida por su apoyo al gobierno.


Manuel Quintín y Gregorio Nacianceno lograron huir, pero a Feliciano, el otro hermano, lo mutilaron a machetazos y murió poco después. Posiblemente esta experiencia lo predispuso a ingresar a las filas del ejército gubernamental, en enero de 1901, cuando los indios solteros que asistían a una fiesta de inauguración de la capilla de San Isidro, fueron rodeados por una patrulla que buscaba enrolar soldados. Por esa época Lame ya sostenía relaciones estables con Benilda León, con quien se casaría poco después, haciendo uso de una licencia. Durante su estadía en el ejército, viajó a Panamá como ordenanza del general Carlos Albán, de quien recibió lecciones de lectura, escritura y nociones de historia. Su estadía en Panamá fue relativamente corta, ya que a mediados del año tuvo que ser trasladado nuevamente a Popayán, debido a problemas de salud.


La vinculación de Manuel Quintín Lame al ejército se prolongó hasta 1903, cuando concluyó la guerra de los Mil Días. Pidió entonces al dueño del Borbollón le diera un "encierro" al lado del de su padre, en el que se instaló con Benilda y con su pequeña hija Lucinda. A cambio debía trabajar dos días semanales en la hacienda. Durante los años siguientes, Lame se dedicó a las faenas agrícolas, que fueron relativamente prósperas, hasta la muerte de su esposa a finales de 1906. Después de ese golpe empezó a sentirse insatisfecho y a desear adquirir las tierras en las que vivía, desentendiéndose así del pago del terraje. Propuso entonces la compra de las tierras al dueño de la hacienda, quien rechazó de plano la oferta. A partir de entonces, su insatisfacción se empezó a manifestar en forma encubierta. Se volvió descuidado en su trabajo, bebedor y mujeriego.


Sin embargo, alrededor de 1911, se casó con Pioquinta León. Su segundo matrimonio coincidió con la desmembración del Cauca Grande, que forzó a los empresarios payaneses a buscar nuevos ingresos en la ganadería, utilizando las tierras de la cordillera Central. La reorientación de la economía tuvo como resultado la valorización de las tierras y llevó a los hacendados a imponer restricciones a sus terrazgueros, consistentes en la reducción de sus "encierros", la prohibición para sembrar rozas en montes apartados de éstos y la obligación de colocar cercas. Tales medidas que significaron una importante reducción de los ingresos de los indígenas, indujeron a Lame a consultar a un abogado en Popayán, quien le confirmó que los títulos de propiedad del dueño de la hacienda eran válidos y que no cabía ninguna acción legal contra él.


A pesár del concepto del abogado, Lame decidió estudiar el asunto por su cuenta y adquirió el Código Civil, así como un libro titulado El abogado en casa, textos ambos cuyo estudio y uso posterior le permitieron asumir directamente la defensa de los derechos de los indígenas. También buscó que el patrón le redujera el tiempo de terraje para reunir ciertos ahorros y adquirir tierra propia; sin embargo, su solicitud fue rechazada tajantemente. Empezaron entonces a germinar sus ideas sobre el derecho del indio a la posesión de la tierra de sus ancestros. Al exponerlas ante su padre, éste le asignó una porción de tierra en Pichinguará, que había cambiado de nombre para llamarse San Alfonso. La oferta no fue suficiente.


Manuel Quintín empezó a divulgar sus ideas de casa en casa, primero entre el círculo de parientes y amigos y luego a los terrazgueros de las haciendas circunvecinas. En un principio fue escuchado con recelo, pero poco a poco sus actividades en defensa de los indios le fueron ganando ascendiente entre ellos. Lame se había dedicado a enfrentar las injusticias de mayordomos y vaqueros, presentando sus denuncias ante los alcaldes e inspectores, basándose en los conocimientos adquiridos en los libros de leyes. Para el desarrollo de tales actividades obtuvo la colaboración de jacinto Calambás, de la parcialidad de Coconuco, quien actuó como su secretario. Luego el cabildo de la parcialidad de San Isidro lo nombró jefe, representante y defensor general, hecho que muestra el respaldo que obtenía entre su gente. Por esa época dejó de descontar terraje, a pesar de las advertencias del mayordomo.


Se presentó entonces ante el patrón, a quien le habló de las leyes que impedían el desalojo del "encierro", donde estaban los cultivos que él había plantado, y le explicó sus ideas sobre el derecho ancestral del indio a la tierra. Para contrarrestar la influencia que iba tomando Lame, los hacendados emprendieron campañas para desprestigiarlo. Entre tanto, él continuó sus labores de adoctrinamiento, en contra de la obligación del indio al pago de terraje. Nuevos indios se fueron sumando a su equipo de secretarios, y entre 1915 y 1917 se incorporaron indios de otras comarcas, como Tierradentro y Silvia, en el Cauca. Los indios comenzaron a negarse a pagar terraje y algunos fueron detenidos.


De otra parte, los mayordomos empezaron a ser amenazados e incluso golpeados. El temor de los hacendados aumentó a raíz de la toma pacífica de la población de Paniquitá, en 1914. Allí los indios entraron en medio de chirimías y cohetones, y se agolparon a escuchar el discurso de Manuel Quintín Lame, quien les señaló que las palabras del Himno Nacional eran una mentira, al igual que la independencia, porque a los indios no les habían devuelto sus tierras. Luego, a la orden del líder, los indios se marcharon de la población antes de que llegara la policía. Se adelantaron entonces gestiones para enfrentar a los indios entre sí, lo que creó un bando "antiquintinista", y tuvieron lugar enfrentamientos entre los indios.


Ese año Lame se trasladó a Tierradentro, atendiendo una llamada de los indígenas paeces, quienes luchaban contra la invasión de las tierras de sus resguardos por parte de extraños radicados en Inzá. Decidió entonces ir a Bogotá a exponer la posición de los indios y, de paso, visitó varias comunidades indígenas del Tolima, que también tenían problemas de tierras. En agosto de 1914 ya estaba en la capital, donde se entrevistó con Marco Fidel Suárez, en ese momento ministro de Relaciones Exteriores, y con el ministro de Guerra. Por iniciativa del primero de ellos se le facilitó el acceso al Archivo Nacional; allí estudió las cédulas reales de los resguardos, a las cuales se remitiría en futuros escritos. También presentó ante el Congreso las denuncias formuladas por las comunidades paeces de Tierradentro.


A su regreso de la capital, a fines de 1914, se reunió con los cabildos de las comunidades indígenas de Tolima, Huila, Tierradentro, Cauca y Valle, con la idea de llevar a cabo un levantamiento general, que se planeó para el 14 de febrero de 1915. La idea de este levantamiento era la de formar una "República Chiquita" de indios, que operara al margen dé la de los blancos. Los indios debían alzarse y apoderarse de las fincas para distribuir las tierras equitativamente. Conocido el plan por las autoridades, Lame fue capturado el 22 de enero de 1915, en el pueblo de Coetando, en Belalcázar, y trasladado a Popayán, ciudad en la cual estuvo preso durante nueve meses.


Después de su reclusión aparentó entregarse a las faenas agrícolas, pero mantuvo sus actividades políticas. De esta forma logró desorientar a las autoridades que lo vigilaban y neutralizar los continuos rumores sobre la continuación de sus actividades proselitistas. Llegó a ser detenido en algunas poblaciones del Cauca, a las que se desplazó por distintos motivos, pero estas detenciones dieron pie para que Lame se quejara de las persecuciones de que era objeto, las cuales, a su vez, no eran infundadas. Los hacendados presionaban a las autoridades para que detuvieran al indio, a pesar de que no existían cargos que permitieran hacerlo en el marco de la ley. Sin embargo, el asalto del estanco de Silvia (Cauca) perpetrado por los indios, y las declaraciones de dos de los participantes sobre un proyecto para atacar pueblos y haciendas de la cordillera, dio base para que se ordenara su detención.


Pero cuando la orden de captura se fue a hacer efectiva, Lame desapareció. Se dedicó entonces a recorrer los pueblos, veredas y resguardos de la cordillera y a organizar su "gobierno chiquito" entre los indígenas del Cauca, Valle, Huila, Tolima y aun Nariño. Para entonces sus demandas no se limitaban a la supresión del pago del terraje, sino que buscaban que los indios tuvieran representación en el Congreso Nacional, para que pudieran expedir leyes que les fueran favorables. En junio de 1916 1as actividades políticas de Manuel Quintín Lame se suspendieron a raíz de su detención en San Isidro. De allí fue remitido a Popayán, a pesar de los esfuerzos de los indios de la región por liberarlo. En esta oportunidad su encarcelamiento dio lugar al desarrollo de debates periodísticos en Popayán, en los cuales la oposición al gobierno del presidente José Vicente Concha (1914-1918) se burlaba del Ejecutivo por considerar a Lame como un peligro para su estabilidad.


Al mismo tiempo, en la región crecía el temor por las posibles reacciones de los indios. La libertad incondicional de Manuel Quintín Lame, ordenada por el juez en septiembre de ese año, no hizo sino encender el debate, debido al temor que inspiraba Lame en ciertos sectores. Una vez libre, Lame lanzó su consigna sobre la reconquista de Tierradentro y emplazó al alcalde de Belalcázar para que desocupara la población, lo cual dio lugar a un enfrentamiento entre los dos dirigentes, en el cual Lame resultó herido. A pesar de esta derrota, en noviembre de 1916 dirigió a los indígenas que se encaminaron a Inzá, donde fueron repelidos por las autoridades y por los indígenas que se le oponían, encabezados por Pío Collo. El enfrentamiento, en el que las fuerzas de Lame fueron repelidas, dejó un saldo de seis muertos, catorce heridos y varios indígenas paeces detenidos.


Lame continuó entonces sus operaciones dentro de la clandestinidad. Después de encabezar algunos asaltos a fincas para abastecer a sus seguidores, se dirigió a Puerto Asís, de donde regresó a raíz de la muerte de su esposa Pioquinta. Después, en abril de 1917, encabezó un asalto a la hacienda San Isidro, que, al parecer, tuvo por objeto concentrar la atención de las autoridades en ese lugar, y huir hacia Cajibío. Para esa época, próxima a las elecciones, los liberales buscaron el apoyo de Lame, cuyos seguidores, sólo en el Cauca, ascendían a 50 000 indios. Lame optó por apoyarlos, sin embargo, uno de los miembros de la comisión liberal encargada de dialogar con el dirigente, lo entregó a las autoridades a cambio de 400 pesos. Se organizó entonces una emboscada, que logró sus objetivos a principios de mayo de 1917. Lame no sólo fue detenido, sino golpeado brutalmente y conducido de nuevo a Popayán.


Esta vez la detención del dirigente fue larga y penosa. Tuvo que esperar cuatro años para que se llevara a cabo la audiencia pública para juzgarlo y, en la prisión, se le dio un trato que minó su salud, tal como lo denunció el propio Lame en carta dirigida al fiscal del juzgado, el 3 de octubre de 1918. En el juicio, que se realizó en abril de 1921, Lame asumió su defensa. Habló durante quince días consecutivos y, finalmente, el jurado de conciencia lo declaró culpable por los delitos de hurto, asonada, fuerza y violencia, y fue condenado a cumplir cuatro años y unos meses de prisión. Al computársele el tiempo corrido desde su detención, fue dejado en libertad el 23 de agosto de 1921. Entretanto, el encarcelamiento del líder había obligado a los indios a replegarse, al tiempo que se adoptaban medidas que iban contra su unidad. En 1920 se extinguieron varios resguardos del Tolima, que fueron parcelados y absorbidos por hacendados y dirigentes indios deseosos de ampliar sus terrenos.


Varias comunidades indígenas formaron el Supremo Consejo de Indios, bajo la dirección de José Gonzalo Sánchez y Eutiquio Timoté, para defender los derechos y propiedades de los indígenas. A1 salir Manuel Quintín Lame de prisión, fue llamado al Tolima para unirse al movimiento. Luego de pasar por Ortega, decidió volver a Bogotá a presentar sus quejas ante los "altos poderes". A principios de 1922 estaba en la capital, explicando los daños que sufrían los indígenas como consecuencia de la parcelación de los resguardos. Posteriormente, sin obtener ningún resultado concreto, regresó al Tolima y luego se dirigió al Huila, departamento en el que también había fuertes presiones para parcelar los resguardos indígenas. En marzo de 1922, en San Roque de Caguán, en el Huila, las autoridades atacaron a los indígenas cuando celebraban una minga o reunión a la que asistiría Lame.


En el choque resultaron muertos tres indígenas y otros más heridos, y Lame tuvo que huir nuevamente. Mientras tanto, el dirigente se defendía mediante memoriales enviados a las autoridades para demostrar que no era responsable de la masacre. Paralelamente trataba de dar solución a los problemas que vivían los indígenas de Ortega y Chaparral, cuyos resguardos habían sido parcelados. En un incidente que se produjo durante una minga que se hizo para levantar las primeras viviendas en Llano Grande y fundar el pueblo de San José de Indias, tuvo un intercambio de insultos con un vecino y terminó en la cárcel del Guamo. Esta vez su prisión fue corta y salió libre a fines de julio de 1922. En julio de 1924 se encontraba nuevamente en Bogotá, presentando sus quejas ante el gobierno. Luego retornó al recién fundado pueblo de San José de Indias, para dirigir su organización. Durante esta época alternó las gestiones judiciales en defensa de los indígenas, con la redacción de su libro El pensamiento del indio que se educó en las selvas colombianas, publicado bajo el título En defensa de mi raza (1971), que recoge su pensamiento y experiencias. 


Poco después se produjo su rompimiento con José Gonzalo Sánchez y Eutiquio Timoté, a raíz de la decisión de éstos de vincularse al partido comunista, en 1930. Lame, profundamente católico, nunca simpatizó con los postulados "ateos" de los comunistas. En 1931 fue nuevamente encarcelado, cuando la violencia política llegó hasta San José de Indias. En esa oportunidad fueron masacrados 17 indios del lugar, mientras otros 37 quedaron heridos. Manuel Quintín Lame fue conducido a la cárcel de Ortega, donde fue sometido a torturas y malos tratos durante los dos años de su permanencia en prisión. Al salir pudo apreciar de cerca los estragos de la violencia y el estado de postración en que había sumido a las comunidades indias. Siguió entonces su labor de defensa de los derechos indígenas por la vía legal, hasta que en 1938 pareció coronar el éxito, al decretar el gobierno la restitución de los resguardos de Ortega y Chaparral.


Sin embargo, se trató de una ilusión pasajera. En 1939 las autoridades municipales, incitadas por los hacendados, se negaron a reconocer la reintegración de los resguardos y, además, gravaron las propiedades indígenas con el impuesto catastral. Una vez más Manuel Quintín Lame presentó sus quejas ante las autoridades municipales y departamentales, sin obtener ningún resultado. Luego se dirigió a Bogotá, donde llegó a fines de 1942. Poco logró el dirigente en la capital, más allá de una conferencia que organizó el Instituto Etnológico Nacional para que expusiera sus planteamientos. Regresó a Ortega y desde allí continuó dirigiendo sus memoriales a las distintas autoridades, hasta poco antes de su muerte. Aunque la lucha por el respeto de los derechos indígenas en que se comprometió este líder no ha concluido, su proyecto sobre la representación de los pueblos indios en el Congreso es ya un hecho y cada día encuentran mayor aceptación los esfuerzos de los indígenas por conservar y mantener su identidad cultural.


MARTA HERRERA ÁNGEL Movimiento Lamista Hijo de terrazgueros, y terrazguero él mismo, Manuel Quintín Lame inició una campaña que buscaba eliminar la terrazguería; sin embargo, ésta no desapareció sino hasta finales de la década de los años setenta, bajo la presión del Comité Regional Indígena del Cauca (CRIC). Lame comenzó por investigar los títulos coloniales de las tierras de indios, concentrando su interés en los problemas de los resguardos, donde encontró gran acogida. Nombrado por los indígenas del Cauca, Defensor General de los indios, demandó ante el gobierno y la sociedad colombiana la expedición de una ley que ordenase la devolución de las tierras perdidas. Su influjo se extendió entre los resguardos más remotos del Valle del Cauca, Nariño, Putumayo, Huila y Tolima; y su figura comenzó a aparecer rodeada de un halo de leyendas.


Desde las primeras décadas del presente siglo, el Movimiento Lamista se enfrentó a la aparición sucesiva de leyes que ordenaban la disolución de los resguardos de indios. De allí que el reconocimiento y aplicación de la ley 89 de 1890, que protegía los intereses de los indígenas, se convirtiera en bandera esgrimida por Lame a lo largo de su vida. Buscó la reivindicación de otros derechos que sólo fue posible ver consagrados en la Constitución de 1991, a saber: posesión de sus territorios, conservación de la cultura, educación, participación en las Cámaras Legislativas y derecho a ejercer su propio gobierno. Sus planteamientos, de hondo carácter indigenista, lo llevaron a proponer la creación de una República Chiquita de Indios, que pudiera enfrentar a la República Grande de Blancos. Del mismo modo, rechazó la ayuda proveniente de los blancos y de distintas organizaciones que intentaron acercarse a su movimiento; nunca aceptó el ofrecimiento de abogados que quisieron representarlo en los incontables juicios en los que prefirió asumir su defensa.


En la búsqueda de soluciones a los problemas de los indios, Lame extendió su acción política desde la presentación de respetuosos memoriales y demandas ante las autoridades competentes, hasta visitas a altos funcionarios del gobierno central e informes al Congreso de la República, en los que expuso la crítica situación de los habitantes de los resguardos. Bajo su orientación, surgieron tomas de poblaciones "blancas" o asentamientos urbanos formados sobre antiguos territorios de resguardos, como Inzá y Belalcázar en el Cauca. Su movimiento, dentro del cual sobresalió el indígena Rosalino Yajimbo, protagonizó repetidos intentos de levantamientos armados manteniendo la región caucana en estado de alerta. Su vocación autodidacta y el continuo ejercicio legal, convirtieron a Manuel Quintín Lame en gran conocedor de códigos y leyes que le permitieron adelantar numerosos litigios. Cerca de la población de Ortega, en San José de Indias, fundó dos escuelas y un pequeño centro administrativo donde atendía los reclamos de los indígenas.


Así, el Movimiento Lamista se fue fortaleciendo en el sur tolimense, y vio surgir dentro de sus filas a otros líderes como José Gonzalo Sánchez y Eutiquio Timoté. Todos ellos se vieron envueltos en hechos que anunciaban la aparición posterior de una época de violencia que sacudió al país y que tuvo fuerte expresión en esa región del Tolima. Luego de afrontar reiterados episodios de violencia, como el asalto y destrucción de San José de Indias, períodos de cárcel, y el debilitamiento de su movimiento, Manuel Quintín Lame se vio obligado a establecerse en la población de Ortega, donde prosiguió su labor en defensa de los resguardos y de los indígenas que permanecieron fieles a sus orientaciones. Ni la violencia, ni la pobreza, ni la cárcel, ni el soborno o la enfermedad, lograron doblegar al infatigable Lame, quien logró ver reconocida la ley 89 de 1890 como rectora de la vida de las comunidades indígenas, y el restablecimiento, aunque sólo nominal, de la Gran Comunidad de Ortega-Chaparral, dos de los principales objetivos de su vida. El difícil curso de su existencia, entregada al servicio de los suyos, su pensamiento y en general su acción política han convertido a Manuel Quintín Lame en el líder indígena más importante del siglo xx en Colombia.


PIEDAD TELLO
Bibliografía


CASTRILLÓN ARBOLEDA, DIEGO. El Indio Quintín Lame. Bogotá, Tercer Mundo, 1971. LAME CHANTRE, MANUEL QUINTÍN. Los pensamientos del indio que se educó en las selvas colombianas [1939]. Bogotá, Funcol, s.f. LAME, MANUEL QUINTÍN. Las luchas del indio que bajó de la montaña al valle de la "civilización". Selección y notas, Gonzalo Castillo Cárdenas. Bogotá, Rosca de Investigación y Acción Social, 1973. TELLO, PIEDAD L. "Vida y lucha de Manuel Quintín Lame". Tesis de Grado, Departamento de Antropología, Universidad de los Andes, Bogotá, 1983.


Esta biografía fue tomada de la Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores, tomo de biografías.

1 comentario:

ANTONIO JOSE GARCIA FERNANDEZ dijo...

El analista León Valencia, antiguo militante del Eln, dijo que esa guerrilla no da crédito a esas versiones, y que ese grupo siempre ha sostenido la tesis de que el cuerpo de Camilo sigue en poder del Ejército.

Valencia dice que, dado que Camilo Torres es el ícono más importante del Eln, el Ejército nunca reveló su ubicación para evitar que la tumba se convirtiera en un sitio de proselitismo.

“Camilo llenaba plazas en todo el país, era un símbolo de rebeldía y protesta, por lo que sacar el cadáver de él era sacar un emblema, un punto de referencia para el pueblo que acompañaba”, asegura.

Joe Broderick, escritor y biógrafo de Camilo Torres, afirmó que Fernando Torres fue la última persona que supo dónde quedó el cuerpo del cura guerrillero, llevándose el secreto que el Gobierno de la época no quiso revelar, pues “no quería que se le hiciera elogio al guerrillero muerto”.

El escritor Enrique Santos Molano dijo que lo que se piensa es que el cuerpo continúa en Santander, en la zona en donde murió Camilo combatiendo. Dijo que lo más seguro es que esté en el corregimiento de Patio Cemento, municipio de San Vicente de Chucurí, y que es allí en donde podría comenzar la búsqueda.

Para el padre Darío Echeverry, secretario de la Comisión de Conciliación Nacional de la Iglesia, encontrar los restos de Camilo, que en algún momento se pensó que estaban en una casa cural, es clave para la reconciliación del país.

“La figura de Camilo se ha reducido simplemente a la del guerrillero, y se han olvidado cosas bien importantes: él fue un buen cura, fue un buen político y un buen académico; estuvo en la creación de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional (...), dar a conocer esto vale la pena”, dijo Echeverry.

MI ÚNICO ENCUENTRO CON CARLOS CASTAÑO

Nota: esta breve crónica de mi encuentro con Carlos Castaño la escribí pensando en comenzar mi idea de se escritor y cronista del conflicto....