martes, 16 de julio de 2013

"MANUEL PEREZ: ME SIENTO COLOMBIANO" RATANDO DE ENTENDER (21) Por qué esta Guerra.



Me siento colombiano sin renunciar a España.
ENTREVISTA A MANUEL PEREZ, EL CURA PEREZ O POLIARCO, COMANDANTE DEL ELN (19979


Entrevista con Cristina Fernández

Diario El Mundo de Madrid

25 de Mayo de 1997

Tras un lustro de silencio, Manuel Pérez, el cura aragonés que dejó la sotana para liderar la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional de Colombia, (ELN), ha concedido al periódico El Mundo una entrevista ideológica. Unos le conocen como Poliarco. Otros le llaman El Depredador. Para la mayoría es el cura Pérez, el sacerdote español que lidera el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el grupo guerrillero más radical del país.

Nacido en el pueblo de Alfamén, a unos 40 kilómetros de Zaragoza, de cejas pobladas y pelo lacio, lleva casi tres décadas intentando conciliar el cristianismo, el marxismo y la revolución. A mediados de los sesenta, Manuel Pérez, de 54 años, llegó a Colombia como misionero. Trabajó en los barrios marginales de Cartagena, fue expulsado del país y volvió ocho meses después. Al calor de la revolución castrista y de las lecturas del Che, cambió la sotana por el fusil. Su primera aparición pública como cura guerrillero fue en enero de 1972, en la toma de la población de Remedios. Después de combate, los vecinos se arrodillaron para recibir su bendición.

Desde aquel suceso han transcurrido 25 años. Entonces se dormía en las guardias; ahora es un comandante inflexible, que dirige a 5000 hombres que luchan en 30 frentes. El gobierno colombiano ofrece 150 millones de pesetas por su cabeza Vive en algún lugar de las montañas de Colombia: inaccesible a la prensa. Sin embargo, Manuel Pérez contestó a las preguntas enviadas por El Mundo e hizo llegar las respuestas grabadas en una cinta.

Usted se integró al ELN en 1969 ¿Se imaginaba entonces que 30 años después seguiría en el monte?

Mi decisión fue optar por los pobres dentro de la dialéctica de la lucha de clases, la contradicción entre los ricos y los pobres. No pensaba cuanto tiempo viviría en las montañas. Mi opción por los humildes era de por vida, hasta las últimas consecuencias.

¿Cómo era la lucha armada entonces y cómo es ahora?

Lo que encontramos distaba mucho de ser la guerrilla ideal que habíamos soñado, que habíamos leído en los escritos del Che. Era una guerrilla nómada, esa guerrilla de “muerde y huye”, en la cual se dan muchos roces, muchas dificultades internas, poca relación con la población. Hoy la lucha armada tiene otro enfoque. Está más ligada a la gente. Se sabe en qué pueblos está establecida. Los dirigentes somos públicos, reconocidos y contamos con su apoyo.

¿Cómo justifica la lucha armada?

No hay otra alternativa real para transformar las actuales estructuras de gobierno, de Estado y de poder La insurgencia surgió porque la lucha del pueblo era sofocada de forma violenta. El terrorismo de Estado provocó la violencia revolucionaria. Por eso es legítima la lucha armada. También mantiene la esperanza en una nueva sociedad, en un hombre nuevo.

¿Cómo logró reconciliar la doctrina cristiana con la violencia?

Para mí la opción cristiana siempre fue la opción radical por los más pobres, como motivación de vida, como motivación de fe, esto traía como consecuencia un compromiso político y asumía los enfoques revolucionarios que regían y eran la guía en aquel tiempo y que hoy son válidos. Si hay pobres es porque hay ricos que excluyen, que viven del trabajo y de la explotación. Por tanto, asumir el marxismo y el socialismo no era una contradicción. Efectivamente, eso llevaba a romper muchos dogmas, muchos esquemas. El capitalismo no ha resuelto los grandes problemas de la humanidad. El mundo es destruido irracionalmente en aras de la producción que va a parar a manos de unos pocos. No importa que el mundo se destruya con tal de que la ganancia sea cada vez mayor.

¿Qué ocurrió para que dejara la Biblia?

Ni yo ni otros compañeros hemos necesitado abandonar la Biblia. Desde la fe llegamos a ese compromiso radical de ser uno más del pueblo explotado. Integrarnos en un movimiento insurgente era la única responsabilidad que teníamos de seguir acompañando y formando parte de ese pueblo.

¿Tiene relación con su familia en España?

Sí, aunque poca y de forma indirecta. Quiero mucho a mi familia, pero ellos viven su vida en España y yo vivo mi compromiso con el pueblo colombiano. Me siento parte de él.

¿Se considera más colombiano que español?

Me siento colombiano sin renunciar a España, a mi nacimiento allá, a mi familia, a la gente con la cual conviví. Quiero y aprecio mucho aquella vida que llevé. Pero sigo comprometido con mi lucha.

¿Desde cuando no visita su pueblo, Alfamén, en Zaragoza?

Desde hace 30 años, desde que me vinculé definitivamente a esta lucha guerrillera.

¿Sí o no al diálogo con el gobierno de Samper?

No. El gobierno de Samper sigue siendo ilegítimo, sin personalidad, sin palabra. Se ha arrodillado ante el imperio, al neoliberalismo. Eso no quiere decir que no estemos buscando alternativas, soluciones, para construir una paz con justicia social, con democracia, con participación de las mayorías, con distribución de las riquezas...

¿Están agotados los caminos de la desmovilización en Colombia?

Sí. No se puede entender cómo unos dirigentes dejan las armas a cambio de prebendas. La guerrilla surgió de las entrañas del pueblo, como reacción y consecuencia del descontento social, del hambre, de la falta de vivienda, de salud, de democracia, del sufrimiento. No se puede pensar en la desmovilización sino en la transformación de las causas que originaron la violencia.

Se les acusa de intransigentes, de financiarse con el secuestro, de ejecutar a los que abandonan las tilas de la insurgencia.

Detenemos a gente que se ha enriquecido ilícitamente. Hoy el gobierno también lo está haciendo con los narcotraficantes. Detenemos a los terratenientes, se les juzga, se analiza sus riquezas y se les exige fianzas a cambio de la libertad. Se les explica que ese dinero va a manos del pueblo, a manos de una causa justa y noble como es la lucha por ideales. Efectivamente, exigimos impuestos de guerra a multinacionales.

Pero es falso que los compañeros que quieran abandonarnos sean ejecutados. Cuando se incorporan asumen libremente su compromiso, pasan por un tiempo de reflexión, de prueba, y libremente pueden plantear su retirada. Si el compañero desea no asumir ningún compromiso, se le deja en libertad. Se le exige únicamente que guarde los secretos que haya conocido en la organización, sin comunicárselos al enemigo.

¿Están dispuestos abandonar los atentados contra los oleoductos si el Gobierno cambia su política petrolera?

Queremos impedir que ese petróleo llene los bolsillos de grandes multinacionales. Queremos que haya una explotación racional, que se acaben los Contratos de concesión, que es casi regalar los pozos de petróleo. Queremos también que los precios sean acordados por el Gobierno y no por las empresas. Luchamos también por motivos ecológicos. Grandes regiones quedan asoladas. Planteamos que se destine un dólar por barril extraído al desarrollo social y económico de los municipios implicados en la explotación del petróleo.

¿Van a incrementar los ataques? ¿Cuáles son los objetivos militares del ELN?

Estamos en guerra y los ataques de una y otra parte dependen siempre de la actitud del contrario. Lo único que decimos es que no abandonamos las armas, que seguimos esta lucha, que queremos la paz, que queremos que esa paz sea con justicia social y que no nos amedrenta lo sanguinario que es el ejército colombiano, las políticas retorcidas y las mentes retorcidas de los dirigentes que representan a las oligarquías de este país.

Hay que hacer notar que la periodista Cristina no es la K.

domingo, 14 de julio de 2013

"MANIFIESTO DEL GRUPO GOLCONDA" TRATANDO DE ENTENDER (20) por qué esta guerra.



                                 MANIFIESTO DEL GRUPO "GOLCONDA"



I ENCUENTRO DEL GRUPO SACERDOTAL DE GOLCONDA.



Documento Final.
Buenaventura, 9 a 13 de Diciembre de 1968.

Se reproduce aquí, como cuerpo principal (CP), el documento de Golconda publicado en “La Iglesia Latinoamericana y el socialismo” (INDAL, #8, julio 1973, p.119-123).

Se realiza edición crítica con las siguientes dos ediciones:

II Encuentro Grupo Sacerdotal de Golconda, Sindicato de trabajadores de la Universidad Nacional de Colombia. (D1)

II Encuentro del Grupo Sacerdotal de Golconda, Acción Sindical de Cundinamarca (Asicun). (D2)

PRESENTACION

En el mes de julio de este año nos reunimos por primera vez 50 sacerdotes de todo el país en la finca de Golconda, Municipio de Viotá (Cundinamarca) (1).

Queríamos conocer los trabajos que, en el campo social, cada uno realizaba. En este primer Encuentro nos aglutinó la finalidad de profundizar en el conocimiento de la Populorum Progressio.

Necesariamente en esta reunión no se pudo establecer una línea general común de acción, (2) pero sí sentimos la necesidad de organizarnos para intercambiar experiencias y coordinar trabajos.

Por eso se pensó en la organización de un II Encuentro que tuviera como sede a Buenaventura, debido a la acogida ferviente que nos hizo su obispo, Mons. (3) Gerardo Valencia.

La reunión se realizó del 9 al 13 de diciembre del año 1968, (4) con la asistencia de sacerdotes de todo el país y 3 sacerdotes de otros países de América Latina.

El tiempo de adviento en el que se realizó la reunión tiene especial significación. La esperanza de salvación que celebramos en este tiempo nos lleva reflexionar sobre la relación de esta esperanza con las aspiraciones del hombre colombiano.

El objetivo de nuestra reunión se circunscribió a la problemática social de nuestro país. Y es éste punto (5) de vista desde el cual hemos estudiado nuestra acción pastoral.

El presente Documento es el fruto de nuestro II Encuentro.

El Comité de Redacción.

INTRODUCCIÓN.

“América Latina parece que vive aún bajo el signo trágico del subdesarrollo, que no sólo aparta a nuestros hermanos del goce de los bienes materiales, sino de su misma realización humana”.

“Como cristianos, creemos que esta etapa histórica de América Latina está vinculada íntimamente a la historia de la salvación”. (CM Mensaje) (6)

“Llena de una anhelo de emancipación total, de liberación de toda servidumbre, de maduración personal y de integración colectiva... evidente signo del Espíritu que conduce la historia de hombres y de los pueblos hacia su vocación... Así como otrora Israel, el primer pueblo, experimentaba la presencia salvífica de Dios cuando lo liberaba de la opresión de Egipto, cuando lo hacía pasar el mar y lo conducía hacia la tierra de la promesa, así también nosotros, nuevo pueblo de Dios, no podemos dejar de sentir su paso que salva, cuando se da el verdadero desarrollo, que es paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas” (CM I 4,5,6).

Estas palabras de la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano reunido en Medellín resuena (7) clamorosamente en nuestra conciencia, como los gemidos (8)inenarrables del espíritu, de que nos habla el apóstol Pablo (Rom. 8,26).

Como sacerdotes, compartimos vivamente la preocupación de nuestros obispos. Siguiendo su ejemplo nos hemos reunido precisamente para encaminar "nuestra reflexión hacia la búsqueda de una nueva y más intensa presencia de la Iglesia en la actual transformación de América Latina" (CM I.8) y de nuestra Patria en particular.

Nos hemos impuesto la tarea de lograr una visión objetiva de esta realidad de explotación, a la que los obispos se refieren, para reflexionar sobre ella a la luz del Evangelio, a fin de encontrar orientaciones pastorales concretas de una acción sacerdotal coherente y a nivel nacional.

Fruto de nuestro trabajo es el presente Documento, que manifiesta nuestro estudio, reflexión y compromiso y que ofrecemos, como un servicio, a todo el pueblo de Dios, en particular a nuestros hermanos en el sacerdocio, así como también a todos los colombianos de buena voluntad comprometidos en el cambio radical de estructuras.


I. ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN COLOMBIANA

Manifestamos clara y enérgicamente que la situación trágica de subdesarrollo que sufre nuestro país -al contrario de lo que ciertas interpretaciones deformantes de la realidad creen- es un producto histórico de la dependencia económica, política, cultural y social de los centros extranjeros de poder, que la ejercen a través de nuestras clases dirigentes. (Cfr. CM 2:9e).

Lo característico del subdesarrollo colombiano, como (9) toda Latinoamérica, está precisamente en la dominación ejercida sobre nuestra sociedad por una clase minoritaria, cuyos privilegios se remontan a la época colonial. Efectivamente, las luchas de independencia, lejos de limitar su poder, contribuyeron a afianzarlo más. No se dió en verdad entonces una revolución del pueblo, sino un cambio de guardia -el primero de una serie indefinida que llega hasta nosotros en toda Latinoamérica- el paso del gobierno colonial a manos de la aristocracia criolla.

Los ejércitos que entonces se improvisaron fueron mantenidos luego para seguir protegiendo, hasta nuestros días, ese “orden” establecido.

El poder político surgió como tutor y promotor de ese sistema de privilegios, que la Constitución Nacional vino a justificar. La Iglesia, por su parte, lo sacralizó, como si tuviera la expresión inequívoca de la voluntad de Dios.

Esta clase dirigente, renovada y fortalecida allá por los años 30, aparece como dueña absoluta de las tierras que otrora pertenecieron los indígenas, para utilizarlas en su exclusivo provecho.

En cuanto al pueblo, la inmensa mayoría de la población, quedó imposibilitado -luego de haber derramado su sangre en los campos de batalla- para vivir como ciudadanos en su propia patria.

Tras los edificios monumentales, los lujosos aeropuertos, las autopistas, yace un pueblo sufriente, humillado, amordazado por su misma inconsciencia y acomplejado por las fuerzas represivas de una violencia instalada en el poder.

¿Qué hacer para liberar a este pueblo de bautizados, de hijos de Dios, de esta verdadera servidumbre y esclavitud, para usar expresiones de nuestros Obispos?

Se habla mucho de una verdadera y auténtica reforma agraria. ¿Pero, será posible tal reforma sin cambiar previamente las estructuras, ya aludidas, de dependencia exterior?

Es precisamente esta situación de dependencia la que genera la actual estructura distorsionada, que suele calificarse equívocamente de subdesarrollo, y que nos lleva a pensar, por consiguiente, en términos puramente cuantitativos, es decir, términos en que la superación del subdesarrollo podría realizarse por la simple intensificación del esfuerzo, sin necesidad de cambios estructurales. Ello supone el desconocimiento de que es la revolución industrial la causa y motor del subdesarrollo.

Por eso podemos caracterizar como causa y motor del subdesarrollo:

La carencia de una industria pesada, que genera la dependencia industrial respecto a los medios de producción: maquinarias y equipos;

y la existencia de una producción industrial que no genera divisas, por la falta de mercados en los centros de poder, lo que priva al país de la posibilidad directa de autofinanciación, teniendo que apoyarse en un producto como es el café, sin relación necesaria con nuestro desarrollo industrial.

Indudablemente que esta situación es imposible de superar sin una verdadera revolución que produzca el desplazamiento de las clases dirigentes de nuestro país, por medio de las cuales se ejerce la dependencia del exterior. (10)

Asimismo, la verdadera reforma agraria, que ofrezca al pueblo, tan honrado en los discursos políticos a la hora de las promesas, pero crucificado a la hora de los hechos, un real acceso al disfrute de la tierra, y por consiguiente, a la participación de la producción, en las decisiones del país y en su grandeza.

“Dios ha destinado la tierra y todo lo que en ella se contiene para uso de todos los hombres y de todos los pueblos, de modo que los bienes creados deben llegar a todos en forma justa, según la regla de la justicia, inseparable de la caridad" (Vat.II, Const. Iglesia y Mundo n.69).

“La tierra es de todos, no de los ricos” (San Ambrosio, de Nabuthe Israelita, XII, P.L., T. XIV, col.731).

Otro tanto habrá que decir en cuanto a la reforma urbana. Creemos que aparecerá necesariamente como una de las primeras etapas por realizar, una vez emprendido el cambio radical de estructuras.

Por todo lo cual nos parecen sumamente débiles los argumentos herodianos que señalan como causa fundamental del subdesarrollo los factores antropológicos y sociales de nuestro pueblo: indolencia, incultura, herencia ancestral. Con esto no queremos minimizar la importancia de los recursos humanos. Al contrario, somos conscientes de su papel, como elementos laboriosos y disciplinados, para la revolución, que necesariamente debe ser popular o no ser.

De todos modos, no queremos dejar de subrayar el freno que puede representar, para el paso hacia el desarrollo y para todo este proceso, la existencia en nuestras naciones de elementos que, por su pasado, resultan lentos para participar en el ritmo acelerado de una nación en revolución.

En resumen, podemos decir, que debido a esta situación y violencia institucionalizada, “pese a los esfuerzos que se efectúan, se conjugan el hambre y la miseria, las enfermedades de tipo masivo y la mortalidad infantil, el analfabetismo y la marginalidad, profundas desigualdades en los ingresos y tensiones entre las clases sociales, brotes de violencia y escasa participación del pueblo en la gestión del bien común” (CM Mensaje).


II. REFLEXIÓN A LA LUZ DEL EVANGELIO

Ante la situación analizada, es necesario asumir un compromiso que conlleve no solo una reflexión, sino también una actuación de cocreadores en el dominio de la creación.

Esta actitud se funda en una visión teológica que tiene que tiene como base la doctrina conciliar y el Documento de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín.

Dado el objetivo de nuestro Encuentro y para dar respuesta a ciertas inquietudes sacerdotales, nuestra reflexión se limitó a subrayar y dar énfasis a la inclusión de lo temporal en el designio salvífico y al compromiso del sacerdote en lo temporal.

1.Inclusión de lo temporal en el designio salvífico.

Al responder los hombres a las situaciones concretas de su existencia, van dando respuesta a la revelación de Dios y va profundizando la Iglesia el sentido de la misma revelación y de su compromiso (Cfr. Vat.II, Iglesia y Mundo n.44).

Se comprueba un progreso teológico en el campo de la antigua antinomia, exagerada y mal entendida, entre lo temporal y lo eterno, lo natural y lo sobrenatural, lo terrestre y lo celestial. La distinción que no decía separación, llegó a decirla y a degenerar en pugna, cuando la realidad es una en sí misma y es una e indivisible en el designio de Dios, donde ciertamente (Cfr.Gen.1-2) lo material, lo humano, lo cósmico, distinto de Dios, tiene valor por sí mismo y, al mismo tiempo, es fruto de la voluntad de Dios y no degeneración en el plano del ser y del valer.

“Sin caer en confusiones o en identificaciones simplistas se debe manifestar siempre la unidad profunda que existe entre el proyecto salvífico de Dios, realizado en Cristo y las aspiraciones del hombre, entre la historia de la salvación y la historia humana, entre la Iglesia, pueblo de Dios, y las comunidades temporales; entre la acción reveladora de Dios y la experiencia del hombre; entre los dones y carismas sobrenaturales y los valores humanos. Excluyendo así toda dicotomía o dualismo en el cristiano...” (CM 8,4; Cfr.1,3-5;2,14b).

El rechazo de la antinomia tiene serias consecuencias en la visión cristiana de realidades antes pocos valoradas, como el trabajo manual o industrial, la vida social, económica y política, etc. Estas realidades deben ser consideradas como partes integrantes del designio de Dios sobre la realización humana y el desarrollo personal y social y, por tanto indispensable para la respuesta de fe a Dios.

La misma vida de fe no puede entenderse, en forma alguna, como simple acto de carácter intelectual, sino como actitud de compromiso a la luz del designio de Dios con todo lo que constituye lo humano, en el plano individual, social, económico, político, educativo, etc.

Consecuentemente, y lo dice claramente el documento de Medellín, la acción evangelizadora, el despertar de la fe, se encuadra, con necesidad absoluta en las aspiraciones humanas y en la problemática de lo humano.

“La catequesis actual debe asumir totalmente las angustias y esperanzas del hombre de hoy, a fin de ofrecerle las posibilidades de una liberación plena, las riquezas de una salvación integral en Cristo, el señor. Las situaciones auténticamente humanas forman parte indispensable del contenido de la catequesis” (CM 8,6; Cfr.9.6.7).

El entroncamiento de la fe en las aspiraciones humanas no se limita a tomar pie en ellas, sintiéndolas como oportunidades u ocasiones, sino convirtiéndolas en expresiones auténticas de la misma fe y dándoles una dimensión de trascendencia.

2. El sacerdote y lo temporal.

Las anteriores consideraciones sobre la tarea evangelizadora de la Iglesia permiten determinar las condiciones en que se realiza la acción del sacerdote.

“La consagración sacramental del orden sitúa al sacerdote en el mundo para el servicio de los hombres… Esto exige en todo sacerdote una especial solidaridad de servicio humano… de tal modo que su consagración resulte una manera especial de presencia en el mundo, más bien que una segregación de él… Descubriendo el sentido de los valores temporales, deberá procurar conseguir la síntesis del esfuerzo humano, familiar, profesional, científico o técnico, con los valores religiosos…” (CM II,17,18).

Consideramos que esto no es posible si no es por medio de un compromiso sincero en lo temporal sin el cual el testimonio del sacerdote corre el riesgo de carecer de autenticidad, de eludir responsabilidades y de desconocer que esta hora “se ha tornado, con dramática urgencia, la hora de la acción”(CM I:3).

Queremos destacar, especialmente, la necesidad de asumir tareas y actitudes que permitan “colaborar en la formación política” de los ciudadanos, de suerte que “consideren su participación en la vida política de la nación como un deber de consciencia y como el ejercicio de la caridad, en su sentido más noble y eficaz para la vida de la comunidad” (CM 7,21;1,16); (11) la necesidad de “alentar y favorecer todos los esfuerzos del pueblo por crear y desarrollar sus propias organizaciones de base” (CM 2,27;Cfr.2,18); (12) la necesidad de una “tarea de concientización y educación social”(CM 1,17;Cfr.2,18).


III. ORIENTACIÓN PARA LA ACIÓN.

Para explicar nuestra actitud de fidelidad a la Iglesia y a la necesaria solidaridad con el pueblo al que tenemos que servir, exponemos nuestra postura ante los acontecimientos analizados anteriormente y declaramos que no ahorraremos esfuerzos para lograr su realización en un quehacer concreto, porque estamos invitados “a tomar decisiones y establecer proyectos, solamente si estamos dispuestos a ejecutarlos como compromiso pastoral nuestro, aun a costa de sacrificios”(CM I,3).

Esto nos exige una actitud pastoral militante, tendiente a eliminar todas aquellas circunstancias que conspiran contra la dignidad humana.

A. En el campo social, económico y político destacamos los siguientes objetivos:

1. Insistir en que no basta la buena voluntad y en que es necesario conocer la realidad objetiva.

2. Elaborar una metodología científica de investigación y de trabajo que nos impida caer en el empirismo y en el practicismo.

3. Comprometernos cada vez mas en las diversas formas de acción revolucionarias contra el imperialismo y la burguesía neocolonial, evitando caer en actitudes meramente contemplativas y, por tanto, justificadoras.

4. Evitar reducirnos a un trabajo comunitario estrecho que pierda la perspectiva del conjunto nacional e internacional.

5. Luchar denodadamente por la actualización de las estructuras eclesiásticas, tanto en su organización interna como en la liquidación de rezagos preconciliares, tales como el maridaje entre la Iglesia y el Estado, cuya separación es exigida por la diferente dimensión de la personalidad y de la sociedad en que se colocan la acción eclesial y la acción civil, las cuales, aunque constituyen una única realización en el individuo y en la sociedad, se distinguen por el carácter trascendente de la primera (Cfr. Vat.II,Iglesia y Mundo n.76):

“La Iglesia deberá mantener siempre su independencia frente a los poderes constituídos y los regímenes que lo expresan, renunciando si fuere preciso aun a aquellas formas legítimas de presencia que a causa del contexto social, la hacen sospechosa de alianza con el poder constituído y resultan, por eso mismo, un contrasigno pastoral” (CM 7,21).

6. La enérgica reprobación que hacemos del capitalismo neocolonial, incapaz de solucionar los agudos problemas que aquejan a nuestro pueblo, nos llevan a orientar nuestras acciones y esfuerzos con miras a lograr la instauración de una organización de la sociedad de tipo socialista, que permita la eliminación de todas las formas de explotación del hombre por el hombre y que responda a las tendencias históricas de nuestro tiempo y a la idiosincrasia del hombre colombiano.

7. Nuestro convencimiento de la necesidad de un cambio profundo y urgente de las estructuras socioeconómicas y políticas del país nos llevan a hacernos solidarios, sin discriminación alguna con todos los que luchan por ese cambio. “Alentar y elogiar las iniciativas y trabajos de todos aquellos que en los diversos campos de la acción constribuyen a la creación de un orden nuevo que asegure la Paz en el seno de nuestros pueblos”(CM 2,33).

8. Rechazamos como maniobra divisionista la existencia de los llamados partidos políticos tradicionales que enfrentan a nuestro pueblo en dos grandes bandos, dirigidos, cada uno de ellos, por sectores igualmente explotadores de las masas populares e igualmente sumisos y colonizados por los monopolios extranjeros.

“El ejercicio de la autoridad política y sus decisiones tienen como única finalidad el bien común. En Latinoamérica tal ejercicio y decisiones con frecuencia aparecen apoyando sistemas que atentan contra el bien común o favorecen a grupos privilegiados” (CM 1,16).

9. Rechazamos igualmente el inmenso presupuesto de guerra destinado al mantenimiento de fuerzas que no están orientadas a la defensa de nuestra soberanía nacional, sino a la represión violenta de luchas populares y reivindicativas de obreros, campesinos y estudiantes, en defensa de las estructuras que interesan a minorías que detentan el poder económico y político.

“En determinados países se comprueba una carrera armamentista que supera el límite de los razonable. Se trata frecuentemente de una necesidad ficticia que responde a intereses diversos y no a una verdadera necesidad de la comunidad nacional. Una frase de Populorum Progressio resulta particularmente apropiada al respecto: cuando tantos pueblos tienen hambre, cuando tantos hogares sufren miseria, cuando tantos hombres viven sumergidos en la ignorancia… toda carrera de armamentos se convierte en un escándalo intolerable”(CM 2,13).

10. Hacemos un llamamiento a los distintos sectores populares y revolucionarios para que, prosiguiendo en sus organizaciones, búsquedas y luchas, no olviden la responsabilidad que tienen ante sí mismos y ante la historia y para que, destacando los objetivos comunes, traten de hallar las formas de unidad de acción y solidaridad que conduzcan a un frente revolucionario capaz de romper las cadenas e inaugurar el porvenir.

11. Por último, declaramos que estas afirmaciones están sustentadas por diferentes realizaciones concretas en el plano de la educación, de la organización comunitaria de base, de la organización misma de las comunidades eclesiásticas, etc. y que juzgamos necesario el que nuestra actitud de denuncia esté siempre respaldada por tales realizaciones de carácter constructivo y positivo.

B. La postura que acabamos de exponer es inseparable de nuestra tarea litúrgica, evangelizadora y de conducción de la comunidad eclesial. En este campo queremos destacar los siguientes aspectos:

1. En el ejercicio del ministerio de la Palabra debemos partir de la situación del hombre colombiano, de sus experiencias y de su anhelo de cambio social.

La falta de una auténtica evangelización hace que las actitudes religiosas de nuestro pueblo constituyan frecuentemente un freno del dinamismo personal del desarrollo integral. Por eso urge presentar la fe como un factor de cambio de una sociedad mas justa y humana.

Consideramos que la catequesis debe dar preferencia al mundo de los adultos y de los jóvenes (Cfr.CM 8,1;5,1).

2. La participación en la liturgia exige fundamentalmente una comunidad comprometida con el cambio social y en la construcción de una sociedad donde haya amor y justicia para todos (Cfr. CM 9,4.6).

Por su carácter de anticipo y de manifestación de la escatología, la celebración litúrgica ha de constituir un llamamiento y un compromiso continuo de transformación de una realidad siempre cambiante y limitada (Cfr.CM 9,7).

Pensamos que el ambiente mas adecuado para una liturgia auténtica es la comunidad de base en la que el cristianismo encuentra la vivencia de la comunión a la que ha sido llamado.

3. El servicio de la Iglesia a los hombres se debe llevar a cabo mediante la unificación de fuerzas y de iniciativas, que encuentra su máxima expresión cuando se hace colegialmente. De esto se deduce que en la búsqueda de una sociedad más justa y humana se deba renunciar a iniciativas personalistas.**Es necesario revisar los movimientos de laicos en nuestro país, que por lo general no responden a las exigencias actuales del compromiso de los cristianos (Cfr.CM 10,1-5). En especial merece revisarse la formación de sus élites, interrogándose sobre si responde a nuestra estructura colombiana y si se realiza dentro del mismo grupo humano, sin aislarlas de la comunidad a que pertenecen.**Frente al pueblo debemos descubrir los centros de interés que favorezcan a su promoción y dar preferencia a los marginados tanto del campo como de la ciudad.**Toda esta actividad de servicio debe estar por un testimonio personal y comunitario en la entrega completa y en la pobreza:**“La Iglesia de América Latina… experimenta la urgencia de traducir ese espíritu de pobreza en gestos, actitudes y normas que la hagan un signo más lúcido y auténtico de su Señor… La situación presente exige, pues, de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, el espíritu de pobreza que rompiendo las ataduras de la posesión egoísta de los bienes temporales, estimula al cristiano a disponer orgánicamente de la economía y el poder en beneficio de la comunidad” (CM 14,7).**Creemos que va contra este espíritu de pobreza, entre otras muchas cosas que están en la mente de todos, el actual sistema arancelario en la administración de los sacramentos y en los servicios religiosos, cuyo aspecto de lucro impide la gratuidad de la gracia conferida y la significada por el sacramento.**No compartimos que organismos extranjeros se conviertan en distribuidores de excedentes agrícolas que, so pretexto de ayuda disimulan la explotación que ejercen a través del deterioro progresivo de las relaciones de intercambio, revistiéndose de una aureola de generosidad y creando en quienes la reciben el espíritu de limosneros.

Buenaventura, 13 de diciembre de 1.968.

Firman este documento: (13)

Mons. Gerardo Valencia Cano, Obispo de Buenaventura;
Edgar Arango Piedrahita, Bogotá;
Wilfer Angel Tamayo, Medellín;
Manuel Alzate, Cali;
Roberto Becerra Pinillo, Bucaramanga;
Luis Alfonso Cárdenas, (14) Buenaventura;
Benjamín Cardona Arango, Vaupés;
Luis Correa (15) García, Bogotá;
Angel Colombo, Tucumán (Argentina);
Gabriel Díaz Luque, (16) Medellín;
Jaime Escobar Guzmán, A.R. Ráquira;
Santiago Frank Pernía, S.J. Buenos Aires (Argentina);
Carmelo García, Bogotá;
René García Lizarralde, Bogotá;
Abel Giordana Peña, Bogotá;
Alfonso Gil Yepes, Buenaventura;
Alfonso Galindo Quevedo, Puerto Berrío;
Luis de Jesús Huertas Amaya, Tunja;
Rogelio Mausse (17) Guerrero, Quito (Ecuador);
Ligorio (18) López Rodas, Buenaventura;
Guillermo López Benjumea, Manizales;
Ismael Mejía Benjumea, Medellín;
Vicente Mejía Espinoza, Medellín;
Noel Olaya, Bogotá;
Hector Gerardo Parrado, Choachí;
Alvaro Ríos Rubiano, Ibagué;
Francisco Rubalcaba (19) López, Cartagena;
Jesús María (20) Venegas Sierra, Bogotá;
Oscar Vélez Betancurt, Medellín;
Tulio (21) Zolaque Parada, Pasto;
Luis Zabala Hererra, Bucaramanga;
Domingo Laín, Cartagena;
Benoit Lay, O.F.M., Bogotá.

Firmaron el documento 15 sacerdotes más, cuyos nombres no aparecen por discreción.

Notas

1 Cundinamarca.
2 “de común acción”, en D1.
3 “Monseñor”, en D1.
4 “del presente año”, en D1 y D2. Se explica el cambio de redacción en tanto CP fue publicado en 1973.
5 “el punto”, en D1 y D2.
6 CM: Conferencia Episcopal de Medellín. Las citas se han hecho siguiendo el sistema de referencias de la edición publicada por el Secretariado General del Celam: La iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio, vol.2., Conclusiones, Bogotá, 1968. (Nota de los originales).
7 “resuenan”, en D1 y D2.
8 “gemido”, en D2.
9 “como de”, en D1 y D2.
10 Este párrafo, en CP, se redacta a continuación del punto b. En D1 y D2, figura enseguida del punto b., como aquí lo reproducimos.
11 Inicia aquí un nuevo párrafo, en D1 y D2.
12 Inicia aquí un nuevo párrafo, en D1 y D2.
13 D1 reproduce los firmantes al inicio de su edición.
14 “Cárdenas Arenas”, en D1 y D2.
15 “Currea”, en D1 y D2. Este es el apellido correcto.
16 “Duque”, en D1 y D2.
17 “Hausse”, en D1 y D2.
18 “Liborio”, en D1 y D2.
19 Así, en D2. “Rubalca”, en D1.
20 En D1 y D2: “Jesús María Segura Martínez, Tunja”. Ensegida, nombra a “Alfonso Vanegas Sierra, Bogotá”. Seguramente el editor de CP mezcló los dos nombres.
21 Similar a lo anterior. Aparecen en D1, en su orden: “Tulio Vélez, Medellín. Hugo Zolaque Parada, Pasto”. En D2, “Tulio Vélez Maya”.

sábado, 13 de julio de 2013

"DIEZ REFLEXIONES SOBRE EL CONFLICTO ARMADO Y SU RESOLUCION" TRATANDO DE ENTENDER (19) por qué esta guerra.

DIEZ REFLEXIONES SOBRE EL CONFLICTO ARMADO 
Y SU RESOLUCIÓN





Diez reflexiones sobre el conflicto armado y su resolución  Escrito en 1998, por Otty Patiño, exguerrillero del M 19 publicado en la revista estudios sociales de la Universidad de los Andes.


Revista No 02
Título:Diez reflexiones sobre el conflicto armado y su resolución 
Autor:Otty Patiño[*] 
Tema: Guerra y paz
Agosto de 1998
Páginas: 73 - 76



Por: Otty Patiño *


Primera. La ligazón entre reforma política y paz tiene que ver con aspectos sustanciales. No con la letra menuda de indultos, zonas de distensión, circunscripciones especiales y demás temas que pueden ser importantes para consolidar un proceso, pero no para sostenerlo.

Un primer aspecto fundamental es la garantía de la vida de los actores políticos.

"¿Por qué se armó señor guerrillero?""-Porque, si no estoy armado, me matan como a Gaitán, a Pardo Leal, a Bernardo Jaramillo y como a tres mil dirigentes y activistas de la Unión Patriótica. Porque en este país matan al que hace política exitosa distinta a la de los partidos tradicionales". "¿Por qué no se desarma señor guerrillero?" "-Porque si me desarmo me matan como lo hicieron con Guadalupe Salcedo o con Carlos Pizarro. Porque en este país los asesinos de los líderes populares nunca son convictos ni apresados".

Son argumentos contundentes, frente a los cuales no hay respuesta todavía. (Claro que todavía hay muchos imbéciles que preguntan: ¿Y dónde está la izquierda?)

Una reforma política que favorezca la paz tiene que poner punto final a los crímenes políticos como medio para acabar con la oposición real, (no la oposición virtual del bipartidismo). Hay que crear ya una Comisión de Verdad y Justicia para que hablemos pública y claramente del genocidio de la Unión Patriótica, de los asesinatos de Pardo Leal, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro. Para que los instigadores de la criminalidad política, los que manejan medios de comunicación, poder político o económico, los que ordenaron, pagaron, aplaudieron o promovieron estos crímenes, salgan de sus escondites y respondan por sus actos. Y no se los carguen solamente a los autores materiales o al narcotráfico. Si ello no sucede, si no hay una catarsis nacional, el odio y el miedo, principales alimentos de la violencia, seguirán anidando en el alma de los colombianos. Esa Comisión de Verdad y Justicia no puede ser solamente para acompañar las próximas negociaciones. Tiene que empezar por establecer la responsabilidad de los crímenes políticos cometidos durante los procesos de paz que vienen desde 1982, muros de impunidad que deben ser derribados para hacer posible el tránsito a futuros procesos.

Si articulamos esta propuesta con la creación de la Corte Penal Internacional, podríamos pensar que dicha comisión sea también de Instrucción preliminar que mire las causas de la disfuncionalidad de la justicia colombiana frente a los crímenes atroces que serían competencia de la Corte, para poder determinar los mecanismos de complementariedad entre la justicia colombiana y la justicia internacional.

Segunda. Un segundo aspecto fundamental para una reforma política es la limpieza electoral.

Los crímenes contra dirigentes nunca han estado aislados de otros crímenes contra la democracia. El fraude, la compraventa de votos, las financiaciones ilegales, la presión indebida al elector,-el soborno a las autoridades electorales, son un compendio de faltas y delitos, todos ellos parte del manual del manzanillo. La Constitución del 91 avanzó un poquito, pero no lo suficiente. Es necesario hacer un paquete de delitos contra la democracia con especial énfasis en los delitos electorales y penalizarlos de manera ejemplar. No hay que tenerle miedo a ser altamente represivos contra los que atenían contra la democracia abusando o corrompiendo los mecanismos que ésta tiene para acceder al poder. Por supuesto, consignarlo en una ley no es suficiente: la juridicidad es un proceso social que requiere algo más que un articulado con sus respectivos incisos. Una pedagogía política para que el ciudadano, la fuerza pública, los funcionarios, los partidos, las ONGs, sepan que los fraudes a la democracia son origen de la desgracia nacional y, por lo tanto, que no son admisibles. La democracia, o es limpia o es farsa. Y los políticos, en general, son en Colombia delincuentes electorales.

Si repasamos nuestra historia, caeremos en cuenta que las organizaciones insurgentes surgieron como reacciones frente a la antidemocracia. Desde las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, cuyos orígenes se remontan a la persecusión política de los años cincuenta, en ese todavía oscuro y vergonzozo episodio que es nombrado de manera genérica como "la violencia", pasando por el Ejército de Liberación Nacional, ELN, el cual legitimó su alzamiento en las palabras de Camilo Torres cuando argumentaba que "las vías electorales están cerradas, por cuanto quien escruta, elige". Sin olvidar al Movimiento 19 de Abril, M-19, que nació como respuesta a un fraude electoral, el origen de nuestros conflictos armados es político. La teorización de "las causas estructurales" se ha convertido en una manera de ocultar la semilla política de nuestras confrontaciones armadas.

Tercera. El tercer elemento para una reforma política que le sirva a la paz, es la igualdad de oportunidades. No es suficiente una ley para la financiación de las campañas, si los partidos tradicionales les llevan a los demás una ventaja inicial representada en financiación partidaria y en ventajas burocráticas. El lastre de unos partidos del pasado, con una cultura de violencia y fraude, pesa demasiado en el mantenimiento del status quo. Sacudirse de ésto no es fácil. Hay que igualar el financiamiento de todas las agrupaciones partidarias con personería jurídica, así la consecución y mantenimiento de esa personería jurídica sea más exigente. El pluralismo político no puede ser una entelequia sostenida por dos partidos "históricos" y una irrisoria gama de organizaciones pequeñas, frágiles y fugaces. Y sin pluralismo no habrá paz.

Cuarta. Lo que le da todavía legitimidad a la insurgencia no es ni su ideología, ni su programa político, ni su fue militar. Es su base campesina. Hay una inmensa deuda social con esa población en un país donde la riqueza proviene, en una inmensa proporción, del trabajo rural. Pero sobre todo, hay que pagar la deuda política, tal ve; más grande que la social. Las oligarquías liberal y conservadora dirimieron sus diferencias atizando a los pobladores del campo en el ruedo de la guerra fratricida Y ninguno de esos partidos le pagó la deuda política a esta población. El régimen democrático, como régimen representación, que iguala a los hombres en el voto, genera nuevas inequidades con ese sector. Allí donde la densidad poblacional es tan pobre que no es atractiva para los políticos, la democracia no es funcional. Cobrar: la deuda social, como lo hace la guerrilla, mediante el secuestro de ricos, el boleteo a empresas, o el impuesto la coca, no le genera dignidad ni poder a esa población.

Y sin una cierta cantidad de decoro no hay paz. Por ello, hay que saldar la deuda política con la gente del agro. Sí necesita una reforma que contemple una circunscripción especial para esa población dispersa, abandonada y marginal que son nuestros trabajadores y propietarios agrícolas. No basta que Tirofijo pueda ir una vez al Congreso. Es necesario que la voz del campo Colombia esté siempre en el Congreso, en las asambleas y en los concejos municipales.

Quinta. Hablemos ahora de la guerra: allí en el suroriente del país, donde las FARC le han ido ganando la iniciativa militar al Ejército, lo que hay es una población campesina que encontró en la economía ilícita el único medio posible de supervivencia viable. La aplicación de una errática política antidrogas, producto del fariseísmo de la clase dirigente y de la no compasiva presión gringa, han ido afirmando el sentimiento de marginalidad de dicha población hasta convertirlo en una cultura. Ese fue el caldo de cultivo que encontraron las FARC logrando encajar de manera perfecta su discurso antimperialista, su experiencia armada, su virulencia contra el Estado bogotano, su raíz campesina y una alta dosis de autoritarismo para mantener el orden dentro de la ilegalidad, con una población de expulsados del resto del país, de "colonos", de aventureros, de rebuscadores, de gentes para quienes "la ley" es un sujeto uniformado al servicio de otros, y que los ha atropellado desde siempre. Así las cosas, las FARC se convirtieron en el "martillo de Dios" con el que esos habitantes, expulsados del edén de la frontera agrícola, se defienden de un Estado que los ha corrido, vejado y humillado.

La vastedad del territorio, las llanuras de la Orinoquía que facilitan la improvisación de aeropuertos, desplazamiento en vehículos terrestres allí donde nunca existió una carretera, una red de ríos y caños que proveen la movilización fluvial, una escasa población dispersa y fácil de controlar desde la irregularidad, y la gran selva amazónica para el ocultamiento cuando la llanura no es suficiente protección. Estos son los factores geográficos que bien aprovechados por la insurgencia, les ha permitido tanto el desarrollo en torno a Bogotá, la capital del país, como la cristalización del poder.

Por ello, si el Gobierno no hace la paz con esos campesinos, no habrá paz, así la firme con Marulanda. A lo que está enfrentado el Estado colombiano en esas zonas rebasa el desafío de un movimiento guerrillero. Lo que hay allá es una insurrección a la colombiana, un poco taimada, pero no por ello menos profunda. Se debe aprovechar el despeje de los cinco municipios para hacer una mesa del tamaño del problema. Porque no se compadece un despeje tan grande para una mesa tan chiquita.

Sexta. El esquema del proceso que propone el ELN recoge algunos elementos que se han trabajado en procesos anteriores. La participación de la sociedad civil siempre ha sido un ingrediente en todo proceso de paz. Desde los tiempos de Belisario[1], cuando el cuento de la paz generó un gran entusiasmo y propició la participación popular en torno al Diálogo Nacional, hasta los procesos de principios de esta década, en donde fue clave la movilización ciudadana en la preparación, elección y aplicación de la Constituyente. Los "campamentos de paz", sitios de concentración de la guerrilla y de ubicación de las mesas de negociación, se convirtieron en lugares de romería de pobladores en busca de oportunidades políticas y económicas, como también de reclamos a daños de guerra no resueltos o de propuestas de reconciliación o de esclarecimiento sobre hechos y sobre personas desaparecidas en la vorágine de la guerra.

De modo que la participación de la civilidad en la paz no es un invento reciente, ni es exclusivo de una u otra organización. Por el contrario, es lo tradicional.

Sin embargo, en la actualidad, la falta de interlocución clara y permanente del ELN con el Gobierno Nacional hace que este esquema de Convención Nacional, en lugar de distensionar las relaciones entre los actores armados, alimente la polarización y dificulte la solución de los mil y un inconvenientes y tropiezos que todo proceso de paz tiene. Todo ello, puede terminar desanimando la participación de una población que quiere ser activista de paz sin que sea calificada de paramilitar o de insurgente, produciendo el efecto contrario al que se pretende, ésto es, el de estimular el acompañamiento ciudadano.

Hay también un gran interrogante al diseño del ELN. ¿Quién elige o nombra a los miembros de la Convención Nacional? Porque de esa pregunta depende en gran parte la validez y el peso de lo que allí se concluya.

Indudablemente, entre más transparente, democrático y representativo sea el método de escogencia de los convencionistas, mayor fuerza tendrá la Convención Nacional para ser un preludio de una Asamblea Constituyente. Certeza, confianza y generosidad son los ingredientes para que un proceso de paz se convierta en proceso de masas.

Séptima. La gran ventaja de los paramilitares es su invisibilidad. Fidel Castaño desapareció del panorama dejando como rastro una fotografía borrosa que la revista Semana publicó varias veces. Carlos Castaño, su hermano y sucesor, es también eso, una borrosa imagen. ¿Quiénes componen el Estado Mayor de las Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá? Misterio. ¿Quiénes son los empresarios, militares, políticos en ese Estado Mayor? Misterio. La única manera de develarlo es sentando a los "paras" en una mesa de negociación. A los que mandan, a los verdaderos jefes. No a los mitos, a los rambos. Que el paramilitarismo dé la cara.

Mientras que la guerrilla mantenga su posición de no negociar con los "paras", a lo único que ayuda es a ocultamiento, que es la principal fortaleza de éstos. Necesitamos una paz que ilumine todos los rostros de la guerra. .

Octava. La paz es un tiempo de oportunidades que al no ser aprovechadas, las gana la guerra. No haber aprovechado el momento de democracia que generó la Constitución del 91 para hacer la paz definitiva fue la gran falla del gobierno de Gaviria. Haber ordenado o permitido la ofensiva contra Casa Verde el mismo día de sus elecciones manchó en su origen a la Asamblea Constituyente. Proclamada la nueva Constitución, gobernar en la lógica de la cultura clientelista de un Congreso reincidente en su mayoría, fue la segunda.

Suspender las conversaciones de Tlaxcala fue la tercera, y la vencida. Después vendría la guerra integral, el triunfo de Samper con el billete de los narcos y el concurso de los politiqueros. A pesar de todo ello, la Constitución del 91 ha sobrevivido a las iniquidades.

La inútil e injusta prolongación del desangre después de la Constitución del 91, siete años más de barbarie, ha sido pagada principalmente por la civilidad. No sólo nos hemos estancado, hemos retrocedido, día a día, año por año. Cada muerto, cada desplazado, cada mutilado, cada secuestrado, cada desaparecido, son un escalón descendente en el abismo del atraso. La deuda con este país por parte de quienes pudiendo parar la guerra no lo han hecho, se acrecienta cada día. Las omisiones contra la paz pueden ser tan graves y tan imperdonables como los peores crímenes de guerra.



Novena. La paz en Colombia ya cumplió 18 años. Es mayor de edad. Empezó en 1980, en una camioneta amarilla, en la Carrera 30 de Bogotá, al frente de la Embajada Dominicana y de la Universidad Nacional. La Chiqui, guerrillera, y el delegado del gobierno de Turbay, Camilo Jiménez, los testigos internacionales, el país y el mundo mirando los avances. La audacia de Bateman cortando el nudo gordiano con el planteamiento de que lo importante no era darle solución a la Toma de la Embajada, lo importante era darle salida al conflicto colombiano. De allí nació el Diálogo Nacional, el famoso sancocho nacional, las amnistías, las recortadas y las incondicionales, las treguas, los ceses unilaterales y toda la gama de iniciativas para frenar la guerra. En 1990, Pizarro (Carlos), en el más alto nivel de valentía de un guerrero inventaría el desafío del desarme para un pacto1: constitucional y para tres grandes rectificaciones.

Ignorar el pasado que tenemos, descalificando lo que se ha hecho por imperfecto, por incompleto, por los desaciertos y errores en que se ha incurrido, es condenar la paz a una infancia perpetua, a una candidez más irremediable que la de Remedios la Bella, es permitir que continuamente se nos escape a los cielos, inalcanzable e inasible. Dieciocho años son sabiduría suficiente para terminar una guerra que empezó hace cincuenta.

Habrá paz si la vanidad de cada gobierno, la vanidad de "la foto de la firma del acuerdo" no sigue obnubilando mentes en el imaginario de que la paz se condensa en ese instante, en el flash de esa fotografía. Habrá paz si los intelectuales, que son las neuronas de la nación, se vuelven serios, valoran el acumulado de experiencia, tienen sentido histórico para dimensionar los caminos recorridos, si con humildad reconocen los procesos, examinan la realidad con la honestidad y profundidad de un Estanislao Zuleta, si dejan de pelear por ser las vedettes que producen opiniones dominicales en revistas y periódicos y cumplen con el prodigioso papel de estimular con nuevas visiones la creatividad necesaria para inventarnos el país donde quepamos todos.

Décima. Nuestra guerra también tiene unos plazos internacionales. La voracidad de países que nos miran como posibilidad de banquete, cocinándonos en nuestra propia salsa. El cansancio de unos países vecinos, a quienes nuestros conflictos empiezan a desajustarlos afectando su población, la confrontación bélica rompiendo fronteras en sus afanes logísticos, irritando a sus gobiernos, a sus políticos, a sus fuerzas armadas y policiales. La determinación de muchos países del mundo de superar la barbarie y que se puso de manifiesto con la creación de la Corte Penal Internacional. Y nuestra propia ceguera, al creer que el acompañamiento del mundo es un ingrediente aleatorio a la paz, quizás la oportunidad de conseguir algún billete en las arcas cada vez más vacías y menos filantrópicas de la llamada cooperación internacional.

La construcción de la paz debe ser oportunidad y camino para integrarnos en las filas de la civilización, a sabiendas que ese mundo civilizado lo es, porque ha podido superar sus desquiciamientos y porque está compuesto por gente no mejor ni peor que nosotros, los colombianos.


[*] Exguerrillero M-19, Constituyente, Presidente Observatorio para la Paz.

[1] Belisario Betancur, presidente de Colombia entre 1982 y 1986. Al iniciar su gobierno dio inicio al Proceso de Paz con las guerrillas con el otorgamiento de una amnistía a los presos políticos y la apertura de un o proceso de tregua y diálogo nacional con los alzados en armas.


jueves, 11 de julio de 2013

INNOVACIÓN SOCIAL (AJGF)

Entrar en la discusión de si Colombia es un país urbano o un país rural no tiene mucho sentido, aparte de la trascendencia del conflicto en una u otra concepción de  país. 

Es claro que el conflicto armado colombiano es un conflicto rural y ligado a temas agrarios no resueltos, básicamente la concentración de la propiedad de la tierra y el uso de la misma.  Es un conflicto armado que se gestó durante siglos en el campo colombiano y que los momentos de escalamiento que ha tenido ha generado la gran concertación urbana y los cordones de miseria, con población que busca refugio y supervivencia alrededor de los que antes eran plácidos pueblos y pequeñas ciudades, y hoy se han convertido en  gigantescos núcleos humanos.

La geografía en los mapas es muy distinta a la geografía del acomodamiento humano, y simplemente mirar un mapa generaría la sensación de la inmensidad rural, pero observar la densidad poblacional nos daría otra percepción muy distinta; la de el país  intensamente urbano.  Es la consecuencia “lógica” del desplazamiento forzado durante siglos y que se exacerbó con el escalamiento del conflicto.

Sin embargo seguimos tratando de avanzar en solucionar el conflicto armado rural de gran connotación agraria, lo que es deseable desde cualquier punto de vista, pero…. ¿Será suficiente desactivarlo para lograr la anhelada paz?

Debemos considerar entonces que si bien el logro de un acuerdo para el fin del conflicto con las guerrillas será un aporte importante, urgente y absolutamente necesario a la superación de esta gran tragedia humanitaria que viven millones de colombianos en el día a día,  sus efectos no serán sentidos en las grandes concentraciones urbanas, y nos atrevemos a plantear algunas razones.

En primer lugar, no se han desactivado las causas del conflicto y la cuestión agraria, que aparenta solucionarse es  solo una de ellas. Y a continuación pudieran mencionarse la pobreza, la exclusión social, la inequidad en el ingreso, la falta de acceso a una justicia ágil, eficiente y “justa”, (valga la necesaria redundancia), la inaccesibilidad una salud integral para la mayoría, la falta de acceso a la educación, el desempleo y la falta de oportunidades, cientos de clases de “violencia” no tratada, la incapacidad del estado para proveer garantías de respeto a la vida y la integridad física, la inseguridad desbordada  y un largo etcétera.

Todo este largo cúmulo de problemas sociales se viven cada día en las calles de cada una de nuestras poblaciones. En los barrios, en las comunas, en el día a día millones de personas tienen que sobrevivir en medio de los cientos de problemas que producen esas causas maléficas.

¿es un panorama desolador?  Puede serlo….. pero no deja de ser una oportunidad para la creatividad y la innovación, temas que resultan prácticamente dejados a la acción del estado, a la buena voluntad de la cooperación internacional  y a la iniciativa privada, pero que cada vez mas se convierten un gran reto para las organizaciones sociales.

La iniciativa y la innovación social es responsabilidad del sector social.  Muy particularmente  la reconciliación nacional tiene que salir de expresión de esa voluntad de acercamiento entre víctimas y victimarios y la adopción de una actitud  colectiva resiliente.   Ni el estado, ni la comunidad internacional están en capacidad de proveer reconciliación, y la prueba de ello fue la temprana desaparición de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación CNRR, que fue la primera víctima de la ley de víctimas.


Hoy todos esperamos  el fin del conflicto armado y el logro de la reconciliación, pero muy pocos están haciendo verdaderamente algo por conseguirla.  Solo mediante la verdadera innovación, mediante el desarrollo de soluciones efectivas y creativas en materia social se podrá por fin superar el conflicto a todo nivel, en el urbano y en el rural con una solución integral que verdaderamente se asemeje a lo que todos idealizamos como la paz. 

/ANTONIO J. GARCÍA FERNÁNDEZ  

MI ÚNICO ENCUENTRO CON CARLOS CASTAÑO

Nota: esta breve crónica de mi encuentro con Carlos Castaño la escribí pensando en comenzar mi idea de se escritor y cronista del conflicto....