jueves, 28 de febrero de 2013

"HIDEPUTAS" TRATANDO DE ENTENDER (16) por qué esta guerra.








N. del E.: Continuando con la serie TRATANDO DE ENTENDER, traemos  una dolorosa crónica de Juan Gossain, sobre la indolencia y el despilfarro asesino de clase política colombiana.
Tomado de eltiempo.com 





HIDEPUTAS…¡Hideputas!



Por JUAN GOSSAÍN

ESPECIAL PARA EL TIEMPO

Excúsenme si parezco furioso: lo estoy. Esperé una semana antes de sentarme a escribir, pero no se me pasa. 
EL CRIMEN QUE SE HA COMETIDO CLAMA JUSTICIA AL CIELO. 
Voy a contarles la historia.

San Estanislao de Kotska, con su nombre de santo polaco, es un pueblo de 15.000 habitantes, en el departamento de Bolívar, situado apenas a 40 kilómetros de Cartagena. Por allí se le conoce simplemente como Arenal.
En la víspera de Nochebuena murieron dos niños, uno, de 2 años, en Arenal, y el otro, de 7 meses, en Soplaviento, la aldea de músicos que le queda al frente.
Estaban recogidos con sus familias en albergues para damnificados del invierno. Los dictámenes médicos fueron iguales en ambos casos: muerte por desnutrición. Los aguaceros de los últimos años han ocasionado tantos estragos en las riberas del canal del Dique que ya no hay comida. Un sacerdote amigo mío vio a una madre con sus hijos almorzando las hojas que arrancaban de un palo de limón a la salida de Calamar.

Ese mismo día, mientras los vecinos piadosos recogían dinero en la calle para enterrar a los niños, en una bodega de la zona industrial de Cartagena tuvieron que destruir 12.000 RACIONES DE COMIDA que la GOBERNACIÓN DE BOLÍVAR HABÍA COMPRADO HACE CUATRO AÑOS, para socorrer a las víctimas del invierno, pero que acabaron pudriéndose en un depósito.
No eran solo alimentos. En las cajas también había varias medicinas, entre ellas suero glucosado para rehidratar a los hambrientos. Es probable que con un par de esas botellas los dos niños se hubieran salvado. 

HISTORIA DE UN CRIMEN

El gobernador Libardo Simancas, que estaba a punto de dejar su cargo para ser investigado por vínculos con la parapolítica, ordenó que se compraran 12.000 mercados a unos licitantes de víveres que los cotizaron por 4.000 millones de pesos.

Joaco Berrío, el nuevo gobernante, acusó a su antecesor de haber hecho una compra amañada y sin los requisitos que exige la ley. Según declaró públicamente, temía que al repartir esos alimentos lo metieran en la cárcel. En aquella ocasión le dije por radio que es mejor terminar preso por repartir comida que por dejarla pudrir.
Prefirió ordenar que almacenaran los mercaditos en una bodega contratada mientras se adelantaba una "INVESTIGACIÓN EXHAUSTIVA" que no llegó a ninguna parte. (Malditas sean las investigaciones exhaustivas en Colombia. Todavía no hemos podido saber quién asesinó al mariscal Sucre ni quién ordenó que mataran a Gaitán.)
A Berrío lo destituyó la Procuraduría por otras razones. 
Llegó un tercero, Jorge Mendoza, tan fugaz que ni tuvo tiempo de averiguar dónde diablos era que estaba guardada la comida.

En el 2010 convocaron a votaciones atípicas para que alguien gobernara los nueve meses que hacían falta. Solo participó el 10 por ciento de los ciudadanos. Apareció Alberto Bernal, el cuarto mandatario, y, según él mismo ha dicho, desde el día de su posesión ya los mercaditos estaban dañados.
Pasó el tiempo. Llovían las explicaciones legales, hubo una inundación de incisos y parágrafos, cayó un diluvio de intrigas, metieron sus manos diputados y concejales, y así, entre martingalas de leguleyos y bellaquerías de políticos, la bodega terminó por convertirse en un pudridero.

LA IRA DE DIOS

Los vecinos del depósito empezaron a quejarse. Los olores apestaban. 12.000 CAJAS DE COMIDA PARA SERES HUMANOS se habían convertido en un banquete de ratas y en basurero de cucarachas.
Hasta que la semana pasada un grupo de especialistas decidió que se procediera a destruir los mercaditos con candela porque eran un peligro para la salud pública. Yo no sé cuál de todos esos gobernadores es el culpable, o si lo son todos, porque cada uno cuenta un cuento distinto y cada quien trata de sacar sus chorizos del humo.

Solo espero que la ira de Dios caiga sobre los responsables de una infamia como esta, ya que la justicia de los hombres no solo es ciega, sino sorda. Y que les tenga reservada una paila del infierno más caliente que el fuego de los mercaditos, para que prueben una cucharada de su propia medicina. Son más condenables que la guerrilla, los narcotraficantes y los paramilitares juntos.
Este crimen de lesa humanidad es más horrendo que el de los parásitos financieros de Wall Street, que los fraudes electorales de Putin en Rusia, que las masacres de Gadafi en Libia, que las palizas del Ejército sirio contra los manifestantes de Damasco.

Pero aquí, en Colombia, tierra del café más suave del mundo y de las esmeraldas más bonitas, nadie se indigna, nadie ocupa una plaza para expresar su protesta, nadie abre la boca. Nadie se estremece. ¿Es que aquí a nadie le duele nada? ¿Qué es lo que tenemos en las venas? ¿Chicha de maíz?
Las estadísticas más confiables señalan que casi cuatro millones de colombianos se acuestan cada noche sin haber comido. De ellos, la mitad son niños. Pero la plata del Bienestar Familiar no alcanza para llenar el barril sin fondo de tanto contratista ladrón. Y en Cartagena dejan pudrir 12.000 mercados.

SIGAMOS EN ESAS, SIGAMOS; SIGAMOS FELICES, COMO NERÓN, TOCANDO EL ARPA MIENTRAS ROMA ARDE.

EPÍLOGO PARA UNA INFAMIA

Y faltan más horrores. Ya dije que el suministro de los mercados perdidos se contrató hace cuatro años por 4.000 millones de pesos. Como nunca les pagaron, ahora los proveedores exigen 9.000 millones, un incremento del 125 por ciento, a lo que hay que añadirle el precio hasta ahora desconocido de cuatro años de bodegaje, más 44 millones de pesos adicionales que cobraron los encargados de destruir la podredumbre.

No escribo con tinta de computador, sino con sangre, porque Altenberg me enseñó que QUIEN ESCRIBE CON SANGRE APRENDE QUE LA SANGRE ES EL ESPÍRITU.

A punto de terminar, busco en la cabeza una palabra precisa para referirme a quienes hayan sido los causantes de esta monstruosidad. Todos los epítetos me parecen pobres ante la magnitud de lo ocurrido. Decía Cervantes que "solo hay una palabra, y solo una, para expresar lo que un hombre está sintiendo". Pero ninguna sirve para deshacerme del tarugo que tengo enquistado en el fondo del corazón.

Hasta que la encontré ahí, en las páginas del propio Cervantes. Cuando aquellos truhanes de una hospedería del camino lo molieron a palos, Don Quijote salió del lugar lanzándoles todos los improperios que se merecían: bribones, sinvergüenzas, granujas, perversos, malignos, villanos. No contento con ello, subió a su caballo sarnoso y, antes de volver grupas para marcharse, se asomó por la ventana de la posada, llenó de aire los pulmones, abrió la boca hasta donde pudo y, con toda la fuerza de su alma, les gritó: -¡ HIDEPUTAS !

domingo, 24 de febrero de 2013

¿PAZ SIN RECONCILIACIÓN? II (AJGF)



N. del E.: Columna publicada en el portal arcoiris.com.co en febrero de 2013. 

¿PAZ SIN RECONCILIACIÓN? II 


Ya comienza a calar la idea de que habrá un acuerdo de paz con las FARC. Si es que eso se puede llamar paz. No habrá una solución al conflicto colombiano mientras no se dimensione realmente que significa el termino “paz” y si los colombianos somos capaces objetivamente de entenderla como una gran cruzada (en el buen sentido de la palabra) de reconciliación nacional y no como el desarme de grupos aislados. 



Los acuerdos de paz que ha celebrado el estado colombiano con diversos actores armados a lo largo de la historia han logrado desactivar temporalmente el conflicto en algunas regiones pero no han logrado generar la paz. El conflicto se ha reciclado, se ha reencauchado y se ha repotenciado, en la mayoría de los casos con parte de los actores que aparentemente desarmaron. Poco tuvieron esos acuerdos de reintegración a la vida civil de los desmovilizados y absolutamente nada de verdad, reparación, restitución, cero en justicia, temas de los que ni siquiera se mencionaban en las negociaciones. Se partía (y parece que aun se parte) del principio no escrito de que se requería la mas absoluta impunidad. Perdón y olvido; Borrón y cuenta nueva; Punto final. 



En ese orden de ideas, los acuerdos no produjeron paz por que nunca hubo un propósito de reconciliación. En cada acuerdo improvisado, el “postconflicto” ha llegado a ser peor que el mismo conflicto que se quiso terminar. 



El único proceso de paz de la historia colombiana donde se mencionó y se hizo evidente la necesidad de la reconciliación nacional, fue en el proceso de desmovilización de las AUC, a partir de la ley 975 de 2005, “de Justicia y Paz”. Ya los nuevos estándares internacionales evidenciaron la necesidad de la verdad y la reparación como prerrequisitos de la justicia necesaria en la sanción de cualquiera violación de los derechos humanos. Pero también evidenciaron la necesidad de reconstruir el tejido social de una forma sistemática y organizada que permitiera no solo la reintegración de los excombatientes a la sociedad, sino su acogimiento por parte de esta, generando una sana convivencia y que fuera sostenible en el tiempo. 



Las causas objetivas del conflicto no son “el discurso mamerto” como despectivamente se les califica para invisibilizarlas en una negociación. Son realidades evidentes y los acuerdos de paz nunca las han considerado. La pobreza absoluta, la desigualdad social, la exclusión social y política, la imposibilidad de acceder a la justicia, la no salud, la no educación, la negación de la vida en condiciones dignas para todos, no han sido parte de esos acuerdos en forma alguna, y seguramente no lo serán jamás. Son solo argumentos que les sirven a los violentólogos para justificar por que los Colombianos son tan violentos, sin ofrecer ninguna solución. 



Pero para alcanzar la paz, la reconciliación nacional y hacerla sostenible se requiere mucho mas que un acuerdo con las guerrillas. Ya el hecho de lograr su desmovilización y sometimiento al derecho es una labor titánica, la reintegración y el acogimiento de la sociedad a los excombatientes será otra inmensa labor, mas difícil aun que el logro del acuerdo. 



Se requiere generar una cultura de la reconciliación y esto implica abrir espacios conversacionales con todos los sectores y actores del conflicto colombiano. Los armados y los desarmados, los civiles y los militares, la comunidad internacional, las organizaciones sociales, la sociedad civil, dirigentes políticos y económicos y el mayor factor de violencia que subsistirá a todos los acuerdos de paz, que son la delincuencia común, organizada y no organizada y el narcotráfico. 



Ni la mesa de negociación con las FARC, ni con ningún otro grupo, va a solucionar en sus acuerdos el problema de violencia y delincuencia en los barrios, en las veredas, en las calles. No va a solucionar la extorsión, el asesinato, el matoneo, la violencia intrafamiliar, y todas las formas de violencia que hacen parte integral del conflicto colombiano. Un acuerdo con un factor generador de conflicto no tiene ninguna repercusión en el problema de violencia en las ciudades, excepto por que se aumente, como ocurrió con la desmovilización de los paramilitares, muchos de ellos hoy reciclados en las bandas ilegales y los combos urbanos. 



Como promover y consolidar una cultura de reconciliación a todo nivel en Colombia es la real labor que se requiere para alcanzar la paz duradera y sostenible. “Para lograr la paz hay que desactivar todas las formas de violencia” es la propuesta de Francisco Galán, un exguerrillero hoy dedicado a la búsqueda de la reconciliación. Tiene razón. Tanto influye en el conflicto el problema de las guerrillas, como el de las bandas narcotraficantes, pero también, las fronteras invisibles, la extorsión, el micro-narcotráfico o la violencia intrafamiliar y doméstica, todas las formas de discriminación y la violencia de genero. Todo es una gran sumatoria de violencias, todas las cuales hay que terminarlas. 



Esta es la labor que corresponde a la comunidad internacional, la sociedad civil, a los gremios, a los medios de comunicación, a la clase dirigente económica y política, tanto en el nivel nacional, como departamental y local. 



Generar una cultura de la reconciliación nos corresponde a todos los que queremos aportar un grano de arena para la construcción del tejido social y el logro de la paz real y duradera con una solución integral. Y hay que comenzar ya. 



Estas son las frases clave siempre partiendo de un no rotundo a todas las formas de violencia: reconstruir el tejido social, promover la reconciliación nacional, todos y ya. Pero hay que tener siempre presente que sin acuerdos serios que lleven a desactivar las causas objetivas del conflicto, no se podrán desactivar las formas de violencia y nunca podremos alcanzar una verdadera paz.

Por: Antonio José García Fernández

martes, 19 de febrero de 2013

ABRIENDO CAMINOS (AJGF)


 Nota del editor: esta columna fue propuesta inicialmente para ser publicada en el portal arcoiris, pero por alguna razón, que no nos fue informada, el editor de dicha publicación electrónica no la acogió. 

  ABRIENDO CAMINOS 

¿Cuándo se rompe el nexo entre la memoria dolorosa del recuerdo traumático, y el odio que motiva a la venganza? Solo se vislumbra una posible respuesta: ¡!!Jamás¡¡¡. Pero ese jamás es relativo. ¿Como perdonar lo imperdonable? Surge la misma respuesta: ¡!!Jamás¡¡. Pero ese jamás no es absoluto. 

Si en Colombia no avanzamos hacia una cultura de la reconciliación, que nos permita hacernos concientes de lo débiles que nos hace el odio, que fractura la voluntad, no deja llegar a la paz e incita a la venganza violenta, no vamos a solucionar el conflicto armado colombiano, ¡!! Jamás¡¡¡ 

Tantos años de violencia acumulada en el recuerdo de generaciones de colombianos, crean una barrera casi impenetrable a la posibilidad de perdón y de reconciliación. 

Como pedirle a Gloria Cuartas que perdone, que se reconcilie, que deje a un lado tantos años de cientos, de miles de víctimas, de horrores acumulados, luego de que ella vio con sus propios ojos y sufrió en carne propia tanta violencia y tanto dolor? Es difícil. Es claro que nunca lo olvidará. Es imposible olvidar. Y ver su entrevista divulgada por el portal Arcoiris, no puede sino generar una reflexión sobre el perdón. Sin embargo es evidente que su lucha es por develar la verdad. 

La verdad es la base, el punto de partida de la reconciliación y la lucha de esta dama no es por castigar a los culpables sino por que se conozca la verdad. Y no es otra verdad mas del conflicto colombiano, de tantas que se quedarán entre la neblina y jamás se conocerán. 

Es una súplica dolorosa por que se conozca la verdad de Urabá, de donde surgió la Némesis de violencia contemporánea en Colombia y se exportó a todos y cada uno de los confines del país. 

Es extraño, pero es en Urabá donde se ha conocido de mejor manera en el país, como funcionó el fenómeno paramilitar. Los comandantes desmovilizados que incidieron sobre esa región, han expuesto en buena medida al proyecto paramilitar, han dado a conocer la parte de la verdad que ellos conocen. No es en vano que sea la única región donde se ha develado la realidad del proyecto político y económico del paramilitarismo para controlar el poder. 

Si no se ha avanzado mas es por que quienes fueron los verdaderos articuladores del proyecto paramilitar con las elites económicas y políticas, los hermanos Fidel, Carlos y Vicente Castaño, han sido asesinados. 

Estos y otros asesinatos han sido cómodos para el poder y funcionales completamente para la impunidad que se pretende al ocultar la verdad. 

Pero toca la señora Cuartas otro aspecto que es dramático, y es el silencio y la omisión cómplice de los millones de colombianos que cerrábamos los ojos a lo que ocurría en esa época en Urabá y en el resto del país, que no queríamos o no nos interesaba ver y otros que justificaban la conveniencia, con discursos políticos y económicos, aun desde el gobierno los medios de comunicación. Claro que no faltaron quienes siendo víctimas compartían en silencio pero apoyaban moralmente a los violentos, por sed de venganza o conveniencia. 

Sepulcros blanqueados llamaba Jesús a esos entes limpios por fuera pero llenos de odio, resentimiento y que simplemente veían pasar las cosas, con placer morboso o sea que se parecían en mayor o menor medida a lo que fuimos la gran mayoría de los colombianos en esa época aciaga. (que todavía continúa). 

Como darle sosiego a esa alma atormentada por el dolor del horror vivido? Es imposible, imborrable, jamás olvidará, jamás podrá borrar de su mente ese drama absurdo que le tocó vivir. Creo que nunca perdonará, pero estoy seguro que está haciendo su mejor esfuerzo para que la sociedad se reconcilie. 

Gloria Cuartas clama por la verdad, como punto de partida para la reconciliación. Es vehemente pero no habla con odio. Habla con dolor. No habla de venganza, no habla de penas, no habla de cárcel, no habla de sanciones legales. Solo pide que se conozca la verdad. 




MI ÚNICO ENCUENTRO CON CARLOS CASTAÑO

Nota: esta breve crónica de mi encuentro con Carlos Castaño la escribí pensando en comenzar mi idea de se escritor y cronista del conflicto....