Por Antonio Jose Garcia Fernandez, para el portal Arcoiris (www.arcoiris.com.co)
La chocante respuesta del guerrillero
Jesús Santrich en la instalación de los diálogos de Paz en Oslo, Noruega, pone
en evidencia un problema perdido en el conflicto colombiano, y es que este es
un conflicto entre victimas. No se puede desconocer la influencia que ha tenido
en la fase actual del conflicto, la victimización de que han sido objeto
millones de colombianos en las fases anteriores. Desde luego que
esto ha producido una guerra vengadora, represiva y de justicia privada total.
La aureola del espíritu altruista
con que se les ha adornado por parte de sectores intelectuales, la doctrina leninista
e incluso por jurisprudencia de las altas cortes, les impide a algunas partes del conflicto identificarse
a si mismos como actores de lo que realmente se vive en Colombia: un conflicto
escalado y degradado al extremo, donde el solo uso del terrorismo y la
financiación por el narcotráfico hicieron desaparecer la noción altruista de la lucha de clases, así como también en otros casos la tesis de la
legitima defensa de la vida, de los bienes y de las instituciones ante la
manifiesta incapacidad del estado para defenderlos.
Hace mucho tiempo se han
convertido los actores de este conflicto en complejas bandas delincuenciales comunes
que actúan por motivos innobles y fútiles.
Ni siquiera los actores estatales
pueden aseverar que su participación en la guerra se ha regido siempre por
motivos legales y constitucionales, por que la penetración de la corrupción y
la participación en graves violaciones de los derechos humanos los desvirtúan
como tales. Mucho menos puede pretender un actor ilegal que su actividad en el conflicto,
por ser fundada en su particular “altruismo” es tan noble que ni siquiera
produce victimas.
En su momento, los actores de
autodefensa y paramilitares que aducían la “legitima defensa” frente a la
agresión armada quisieron hacer ver que presentarse como víctimas de quienes
victimizaron, era justificación suficiente y quisieron así agotar la verdad que
les exige la sociedad para honrar los mínimos criterios universales de
Justicia.
Hoy, la minima justificación de
“se murió por guerrillero” no se admite como respuesta de verdad en el proceso de Justicia y Paz y para
tal finalidad se ha construido por vía jurisprudencial un extenso protocolo con
el que se quiere dar cuenta en cada caso, victima por victima, de la mayor
cantidad de circunstancias que rodearon la violación de los derechos fundamentales
de cada ser humano afectado. A través de ese mecanismo se pretende dar
respuesta a cada una de las victimas de esa parte del conflicto. Se parte de la
base de que la Verdad es la mayor reparación.
No existe un conflicto con las FARC.
Las FARC son solo una parte del
conflicto colombiano, un actor más.
En Colombia pareciera que
existieran tantos conflictos cuantos grupos armados surjan. Se considera que
hubo un conflicto particular con cada grupo de guerrillas liberales en su momento,
uno con el M-19, otro con el EPL, con las milicias de Medellín en los años
90, con las disidencias de grupos
guerrilleros que se desmovilizaron en los 80 y 90, Un conflicto particular
también con los narcotraficantes del cartel de Medellín. Otro conflicto con las
bandas milicianas del valle de Aburrá que se sometieron en los 80s. Pareciera que hubo un conflicto muy
particularmente manejado con los grupos de autodefensas y paramilitares y ahora
parece que hay un conflicto distinto con las FARC, y otro con el ELN.
No razona la sociedad que el conflicto armado colombiano
es uno solo, y que la solución requerida es por lo tanto, integral. Es un solo conflicto social, escalado y degradado a
las peores condiciones de inhumanidad y mediado por dos fenómenos que lo
empeoran. La corrupción y el Narcotráfico.
Una solución integral del
conflicto colombiano debería ser un programa que desarrolle una política de
estado dirigida a dar inicio y continuidad a la solución de las profundas
inequidades que lo originan. Claro
que dentro de dicha política de estado debe incluirse diálogos de paz
omnicomprensivos, dirigidos al logro de la reconciliación Nacional que tengan
en cuenta a las victimas y también a los victimarios o sea a todos los factores
armados, incluyendo guerrillas, bandas delincuenciales,paramilitares,
autodefensas, militares y policías. La reconciliación es el primer paso hacia la Paz. Si no
aprendemos a convivir con el otro, a reconocerlo como ser humano y no como
enemigo al que se debe suprimir, nunca vamos a lograr la paz.
La estrategia gubernamental en la
búsqueda de la solución apunta a
la primera tesis. A la factorización.
A cada grupo darle una solución particular acomodada a los intereses y
circunstancias de sus comandantes. Siempre ha sido así. Si se revisa cualquier
solución negociada con cada grupo desmovilizado, se encontrará resuelto el
problema de los comandantes, su impunidad frente a la justicia, la protección a
su integridad física y a la resolución de su proyecto de vida. Y los
combatientes rasos, abandonados a su suerte y en el peor de los casos
integrados a otros grupos criminales.
Es una solución mediocre, incoherente, diseñada para desarmar a los violentos, pero no para corregir
las profundas inequidades sociales que generan el conflicto.
En esos procesos de paz poco o
nada se ha dicho de las víctimas, con excepción del muy importante ejercicio de
Justicia transicional que actualmente se realiza a través del proceso de Justicia y Paz y que se convierte a pesar de las
criticas, en la excepción de la
regla.
La muy loable irrupción de las
victimas en los procesos penales fue un paso fundamental en la solución de un
gran conflicto social en Colombia. Su visibilización y la posibilidad de
interactuar en los procesos en que se reconozcan tal calidad es una gran afirmación
de la persona humana.
Perfecto, esa es la magnitud de
la persona afectada por un actuar delictivo, es un gran logro humanitario y un avance sin precedentes en
el derecho. Abre las puertas a otras dimensiones jurídicas mas justas y
equitativas, a la reparación y a la Justicia restaurativa. Excelente.
Pero ha generado otro problema
que afecta a la sociedad y genera mayores conflictos. Es la pugna de la
victimología contra la criminología. Antes, las causas que originaron el
delito eran importantes. Ya no. Ya solo es importante la victima y los motivos
del victimario ya no importan. Si las causas remotas fueron la exclusión
social, el abandono estatal, las profundas inequidades, la imposibilidad de
acceder a la justicia, no importa.
Ya solo es importante atender a la victima.
Sin quitarle la importancia a
este logro, hay que destacar que también tiene su efecto contraproducente y es
la negación de las causas del actuar criminal. Causas que son importantes al
menos por dos razones: Conocerlas facilita la prevención y desde luego la no
repetición, y por otro lado son parte integral de la Verdad, elemento fundamental
de la Justicia y por tanto, parte vital de la Reparación simbólica.
Por eso resulta tan significativo
frente al futuro de la negociación el discurso de Santrich en Oslo, que
pretende negar las victimas de las FARC y a su vez ponerse ellos mismos no en
su lugar como victimarios sino como víctimas. Una olímpica forma de evadir
responsabilidades. Les
corresponderá a los negociadores del gobierno hacerlos entrar en razón sobre la
importancia de reconocer las víctimas, exponer ante la sociedad su verdad y
asumir las consecuencias jurídicas de sus acciones.
Pero le corresponde al Gobierno y
a la sociedad diseñar y llevar a cabo la solución integral al conflicto
colombiano. Una cosa es la agenda de negociación con las FARC, y otra cosa la solución al conflicto Colombiano.
Eso lo dejó en su discurso muy claro el guerrillero Iván Márquez.