EL EFECTO PIGMALIÓN
Habrá paz, y la habrá por una sencillísima razón. La mayoría de los colombianos estamos convencidos que la
necesitamos, y sabemos que no será un proceso fácil, por que este conflicto no ha durado cincuenta años, sino toda la historia de
la nación
colombiana, sacudida por conflictos y guerras durante todo el tiempo de vida
republicana, por no abundar en los escabrosos detalles de como se gestó este país en la historia, en la
colonia y en la conquista española y en los conflictos de la
prehistoria.
La gran mayoría de los colombianos estamos
poniendo nuestras energías en que La Paz se consiga, y por eso esta vez, con
grandes dificultades y sacrificios, se logrará.
Será una situación históricamente costosa, pues desarmar los espíritus de todos y llegar a un escenario de convivencia
razonable, será mucho mas gravosa para la
sociedad colombiana que para los armados ilegales, puesto que para los
violentos lo único
que tienen que hacer es desistir de esa vía y unirse a la democrática, con voluntad de reconciliación, retornando a la civilidad y aprovechando las ventajas que
obtengan de la negociación. En cambio la sociedad civil debe proveer esas ventajas,
que seguramente terminarán siendo concesiones en términos de impunidad, de muy
poca verdad y mínima
reparación,
sin garantías de
no repetición y
con el derecho a la participación activa en la vida política y ciudadana de todos
quienes desistan de la opción violenta, en igualdad de condiciones.
Se le atribuye a Goethe, el
filosofo y literato alemán, una frase
contundente: “
Trata a una persona tal como es, y seguirá siendo lo que es. Trátala como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser.”
Es la frase que podría servir mejor para definir lo
que la sicología y
la sociología han
denominado el efecto Pigmalión, según el cual, para resumir, las personas se comportan en la
forma que se espere de ellas. Positiva o negativamente. Se trata de la profecía que se auto realiza. Se espera mal, se obtiene mal, se
espera bien, se obtiene bien.
No es solo el comportamiento
de los individuos, sino la actitud de las personas hacia ellos, lo que prefija
su comportamiento. Por tanto,
recurriendo a un lugar común, determinan
el comportamiento de una persona, o
el desarrollo de un proceso social, en una u otra forma, los que ven el
vaso medio lleno y los que lo ven medio vacío.
Debemos tener en cuenta que de
esta forma las personas y la
sociedad determinan el futuro, y que de la forma como se den las
expectativas respecto al
futuro, se presentan los
resultados.
Por ejemplo miremos el caso de
Gustavo Petro: elegido con las
mayores expectativas, por ser un exguerrillero que asume el segundo cargo
publico en el país, y
que se proyecta como eventual presidente. Recibe una ciudad que agrede, prácticamente derruida por las
anteriores administraciones, donde reside
mas de una quinta parte de
la población
colombiana, y por tanto tiene, entre muchas otras, unas peculiaridades
demográficas
y políticas
que es oportuno analizar.
En el Distrito Capital se
encuentra la mayor concentración de miembros de la izquierda; también allí se encuentra reunida prácticamente toda la clase dirigente económica y absolutamente toda la
clase dirigente política activa y muy buena parte de la pasiva; cuenta con la mas alta concentración de la casta militar y
policial. Ah, y desde luego, también está la mayor aglutinación de pobres e indigentes de Colombia.
Para muchos de la izquierda,
Petro es el culpable de la debacle del Polo Democrático. La clase dirigente económica del país le teme, pues para ellos
siempre será un
guerrillero cada vez mas cerca de cumplir su objetivo. La clase dirigente política lo odia, pues sus denuncias permanentes han expuesto la
penetración de
las mafias en el poder político. Y
militares y policías lo estigmatizan, pues para ellos sigue
siendo el enemigo, a pesar de su
publica renuncia a la vía armada hace mas de 20 años.
En resumen en Bogotá está la mas alta congregación de quienes, con capacidad
decisiva, frente a la actual administración y su cabeza visible, siempre ven el vaso medio vacío y por tanto esperan o
necesitan que a Petro le vaya mal. Con semejante ambiente hostil ¿quien puede desarrollar una
buena gestión? Y
si la hace, ¿quien
la valora?
Se ve enfrentado entonces el
alcalde a una combinación de energías negativas, producto del odio en contra que
necesariamente afectan su gestión. Ser un
exguerrillero ya es de por si un polarizador de energías en contra, y también lo es el ser un critico activo permanente de la clase política dirigente, en un país con la economía penetrada a grado máximo por el narcotráfico, haber cuestionado permanentemente su
influencia en la clase dirigente y en todas las esferas de la sociedad.
Por muy buena parte de las élites colombianas el actual
alcalde fue designado como “enemigo”; así se quedó y la Izquierda lo ataca, a pesar de ser de su extracción, por que en dicho sector político priman también los intereses personales y,
también hay
que decirlo, la politiquería.
Todo esto sumado a la
indolencia de la población de Bogotá, que con mucho esfuerzo logró realizar un cambio cultural
notable en la administración de Antanas Mokus, pero que fue dilapidado por las posteriores administraciones y extinguido
en la última.
Muy poca cultura ciudadana tienen hoy los bogotanos.
La paz de Colombia pasa
necesariamente por la paz de Bogotá. No es ni
mucho menos, al inicio de el proceso de paz, un ejemplo de reconciliación razonable para mostrar a
quienes desde la ilegalidad han querido tomarse el poder por la violencia, cuando es evidente un mezquino ambiente
colectivo que propende por que la administración del Distrito Especial colapse, que todos sus administrados
se afecten negativamente y todo para que una persona que alguna vez fue un
guerrillero, fracase en su proyecto de sacar adelante la mayor concentración humana de Colombia.
Cuando mas necesitamos que
nuestra clase dirigente y política sean Pigmaliones positivos, mandan un mensaje
contradictorio, pues dicen querer la paz para Colombia pero le apuestan al
desastre en Bogotá. Lo
promueven, desestabilizan la administración, la torpedean, la minan y buscan lograr su parálisis hasta el punto de
proponer la revocatoria del mandato al alcalde, cuando no alcanza a desplegar
toda su gestión,
pues no logra aún ni
el 20 por ciento del periodo para el que fue elegido popularmente. Un espacio de tiempo que arrancó de mucho menos que cero, con
el antecedente de el peor desastre administrativo, por mala gestión y corrupción, que ha vivido el distrito
en su historia.
Habrá paz, desde luego, pero solo
después de
un cambio de mentalidad colectiva, sin caer en la ingenuidad pero siendo todos
propositivos pigmaliones positivos, y sobre todo, siendo coherentes entre el
querer ciudadano y el actuar
democrático.
Si queremos la paz, busquemos la paz con actos y gestos contundentes que sean
indicativos de la voluntad de paz, no que envíen exactamente el mensaje
contrario.
/ANTONIO J. GARCÍA FERNÁNDEZ
Nota del editor: este articulo fue originalmente publicado en el portal www.arcoiris.com.co el 03 de octubre de 2012
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