jueves, 31 de mayo de 2012

NO ME IMPORTA QUIEN HAS SIDO, ME INTERESA QUIEN QUIERES SER (AJGF)

 "No me importa que has sido, 
me interesa quién quieres ser"


A riesgo de parecer promoviendo una falacia de petición de principio, debo manifestar en primer lugar que los desmovilizados, desde el punto de vista del derecho internacional humanitario son personas especialmente protegidas por varias razones, entre ellas por estar bajo la tutela total del Estado, ya en los que se encuentran en las cárceles, ya en los que se encuentran en el proceso de reintegración.  En la desmovilización a cada uno se les aplicó protocolos de identificación  exhaustivos que incluyeron, entrevista de ubicación, tanto familiar como individual, reseña total dactilar, fotografías en todos los ángulos, carta dental y hasta muestra de ADN. Ningun otro Colombiano está tan bien individualizado, identificado y desde luego, traceable y encontrable. Si hoy el estado no sabe donde estan algunos o muchos de ellos, es culpa del mismo Estado que no diseñó un programa de reintegración que fuera lo suficientemente motivador para mantenerlos cohesionados. Mas bien, hizo todo lo posible por dispersarlos. Y lo logró. Ahora es la gran noticia que el Estado no sabe donde estan, lo que preocupa mucho a las autoridades pues presumen o dan por hecho su  integración a las bandas ilegales, pero poca o ninguna noticia habla del sistematico Genocidio de los desmovilizados.

El hecho de haber depuesto voluntariamente las armas ya los coloca bajo el ámbito de protección especial del DIH donde por su eminente condición del ser humano, y por ser parte en un proceso de paz, la humanidad lo busca proteger frente a las agresiones, no solamente de sus enemigos en la guerra que abandonó, sino también de las arbitrariedades de las autoridades a las que se sometió.
Desde luego que hay que manifestar lo que nadie se atreve a decir, sin que le caiga el mundo encima: que en algunas oportunidades deberá ser protegido incluso de quienes fueron sus víctimas.
Esta obligación, directamente en cabeza del Estado colombiano debe ser observada a cabalidad. Hay que protegerlos, hay que cuidarlos, hay que respetarlos. No se puede desconocer tampoco que es obligación del Estado también debe ejercerse  llegar  a quienes fueron sus cómplices, patrocinadores o determinadores.  Por eso se comprometieron a decir la verdad, incluso renunciando de entrada al derecho a la no autoincriminación, y a no incriminar a familiares.
No nos debe asombrar entonces, que desde estos sectores se estén orientando acciones, no sólo para callarlos si no en algunos casos para hacerlos perseverar en el delito, regresar a la ilegalidad, alejarlos de los tribunales y refugiarse en la clandestinidad.
A los desmovilizados hay que cuidarlos de quienes se beneficiaron directa o indirectamente de su actuar delictivo cuando se encontraban ejerciendo la violencia. Hay que cuidarlos de quienes realmente usurparon las tierras, de quienes son testaferros y quieren quedarse con el botín, como también ocurre. Ya que en esencia, todos son básicamente testigos de excepción de las graves violaciones de derechos humanos ocurridas en Colombia en los últimos 30 o 40 años. Esto puede predicarse también  para absolutamente todos quienes se han desmovilizado en procesos de paz con el Estado colombiano, o en procesos individuales, independientemente de cuándo ocurrió su desmovilización, si fue con las guerrillas del llano, con el M19 , en los procesos que se dieron con las FARC, con el EPL, con las autodefensas o con los paramilitares. Lo único que varía es que a quienes alcanzaron a verse beneficiados por amnistías o indultos, deben respetárseles esos beneficios, autónomamente de que subsista su obligación universal a contar la verdad, y a reparar así sea simbólicamente a las víctimas.  Buen gesto harían los miembros de estos grupos, a quien en la sociedad en su momento le dio semejante oportunidad, en hacer actos públicos voluntarios contando su verdad y promoviendo reparaciones reconciliación, pues sus víctimas no han dejado de serlo.  Quienes no lograron semejantes beneficios, -pues en hora buena los requisitos cambiaron las exigencias aumentaron-, deben contar la verdad, deben tener una pena, así se alternativa, deben reparar integralmente a sus víctimas, y ofrecerle a la sociedad en general y a la humanidad garantías de no repetición, deben honrar su compromiso adquirido y cumplir integralmente con todas las obligaciones.
No puede predicarse tampoco que el Estado le sea válido engañar, incumplir, desatender sus mínimas obligaciones con estas personas, toda vez que partiendo del principio de la buena fe de las partes, ellos se acogieron a las propuestas del Estado, -apresuradamente incluso según el sentir de muchos de ellos-, pues actuaron , pasados en el principio de la "confianza legítima" misma que deben sentir todos los subordinados al Estado, independientemente del papel que le corresponda jugar en la sociedad. Ya ha quedado suficientemente probado que en materia de derechos humanos, "el fin nunca justificará los medios"; en primer lugar, son seres humanos, y esa categoría fundamental exige que se le reconozca plenamente todos sus derechos.
Corolario de todo lo anterior, el hecho de haber dejado voluntariamente las armas, de estar haciendo un esfuerzo por quitarse el chip de la violencia, y por ponerse el chip de la reconstrucción honesta de nuestra sociedad, merecen lograr que su esfuerzo sea compensado, pudiendo reintegrarse como personas a una sociedad que tiene la obligación de acogerlos. No de perdonarlos, no de arrastrarlos, sino de verlos sin discriminación como personas dignas que pagaron los errores que cometieron en el pasado. La actitud de la sociedad debería resumirse en una frase, que valga decir,  es el eslogan de Construpaz, una entidad cooperativa de reintegración y reconciliación de Urabá: "No me importa que has sido, me interesa quién quieres ser".


Finalmente, quienes hoy se encuentran privados de la libertad y sujetos al proceso de justicia y paz, están bajo la total y absoluta custodia del Estado colombiano. En esa medida el Estado tiene que protegerlos en una forma integral, respetar y hacer respetar sus vidas e integridad física, propender por su resocialización, buscar su reintegración y asumir el compromiso de entregarlos a una sociedad que los acoja en forma responsable.

miércoles, 30 de mayo de 2012

¿POR QUE NO TE CALLAS? (AJGF)


Nota del Editor. Columna de opinión publicada en el Portal arcoiris.com.co, medio a cuyos directivos  agradecemos la oportunidad  que nos brindan de expresar nuestra humilde opinión de colombiano y poder dar otro paso, pequeño pero significativo para nuestra búsqueda de la reconciliación. 
Si bien es un titulo fuerte, el tema denuncia y expresa el sentimiento sobre las inútiles posiciones que asumen algunos, buscando perpetuar la guerra, o sea la mayor expresión de TODOS PIERDEN. 



!!! ¿Por qué no te callas?¡¡¡¡


Si quisiéramos hacer un balance sobre los últimos presidentes de Colombia, al menos los de los cuatrienios correspondientes a partir del denominado Frente Nacional, cada persona tendría su propuesta, según cómo percibe la realidad y aprecie la historia, con la mirada ideologizada y sesgada por su propio interés. Pero tratando de ser menos subjetivos, pudiéramos decir que no se puede determinar quién ha sido mejor presidente porque no tenemos un punto de referencia o comparación. ¿Con quién lo podríamos comparar?Si quisiéramos tener una referencia de quien ha sido el peor presidente, claro que tendríamos un buen punto de partida inmediatamente, porque cada gobierno parece peor que el anterior. Al menos para los adeptos al gobierno precedente.Ahora a un sector muy importante de la opinión pública les parece que Santos es muy mal presidente por que no le está cuidando los huevos a su predecesor, Uribe: “la seguridad, la confianza inversionista y la política social”. Metáfora que el país nunca entendió muy bien, porque los dos primeros “huevitos” si quedaron claramente plasmados en las acciones de su gobierno, sobre todo la confianza de los inversionistas a quienes privilegió en todas formas. Lo de la seguridad, otro huevito que todavía está por verse, y lo de la política social también.Lo que sí es claro que Uribe podrá no ser el mejor presidente de la historia, pero si ha sido el más coherente consigo mismo. Su opción por la guerra se ha puesto siempre en evidencia desde que hace vida pública y sigue siéndolo. Su motivación pareciera de venganza, la misma motivación para la mayoría de las expresiones del terror que han azotado a nuestra patria. Ha sufrido en carne propia la violencia, pero se aprovecha de su papel de alguna vez haber sido víctima, para fundamentar y para apoyar su proyecto de guerra e insistir en él aun hoy, dos años después de entregar la presidencia.Sus propuestas sociales de campaña no enamoraron a los votantes tanto como su propuesta de seguridad, su empeño de ganar la guerra.La revolución educativa; la promoción de la seguridad social con mayor cobertura; el impulso a la economía solidaria; el manejo social de los servicios públicos; el impulso del campo; la mejoría de la calidad de vida urbana y el país de propietarios fueron las llamadas “siete herramientas de equidad”, que eran el complemento perfecto para los tres pilares (los huevitos) y se complementaban con un ambiente económico estabilizado por la política de seguridad democrática.Esa nobilísima propuesta de un país más equitativo, no la guerra, fueron las promesas que motivaron a muchos de los votantes a optar por él. La seguridad era parte del sustrato que le permitiría cumplir esos sueños al pueblo.Los objetivos sociales se incumplieron y terminaron minimizados entre una realidad social desbordada y un ambiente de corrupción que aniquiló la credibilidad y el respeto a su gobierno. El deterioro de los derechos humanos llegó a niveles nunca vistos, quedando convertido en objeto de cuestionamientos que aun hoy persisten.Respecto a la seguridad, se conjugaron varios factores que les permitieron a los colombianos “volver a viajar por carreteras y regresar a las fincas”, frase en la que se agotaron las bondades de la primera política gubernamental. Estos factores entre otros, fueron:1) La potenciación y modernización de las fuerzas militares por el apoyo del Plan Colombia, política del gobierno Norteamericano establecida e implementada durante el cuatrienio presidencial de Andrés pastrana.2) El apoyo de la comunidad internacional a los esfuerzos de paz con actores armados en Colombia.3) El repliegue estratégico de las FARC, que se vieron abocadas a volver a reducirse al nivel de guerrilla, después de haber intentado pasar a la fase de ser un ejército en guerra de movimientos, que los llevó en su momento a masificar el reclutamiento para potenciar su pie de fuerza. Tenían como apoyo los recursos del narcotráfico para mejorar la correlación de fuerzas y sostener su proyecto de negociación en el Caguán.4) Y, como todo hay que decirlo, ya la autodefensa había derivado en el paramilitarismo y había cumplido su papel fundamental en la “guerra sucia” que precedió a la seguridad democrática borrando del mapa a la Unión Patriótica y a los miembros y dirigentes de otras expresiones políticas y sociales. Había servido de avanzada, para allanar el camino, a la política de seguridad que luego con bombos y platillos impondría con toda la legalidad el gobierno.5) Como consecuencia de lo anterior, el paramilitarismo ya no se requería y por tanto había que desmontarlo, con un proceso de negociación política, lo que fue aprovechado por narcotraficantes para penetrarlo y camuflarse como actores armados con visos políticos, lo que desorientó el proceso y derivó en una carrera hacia un sometimiento incondicional a la justicia. Esto también conllevó un desvío de la atención de la opinión pública y un aumento de la percepción de “seguridad”.En conclusión, lastimosamente hay que decirlo, el “éxito” de la política de seguridad democrática se fundamentó, entre otras cosas, en graves violaciones de los derechos humanos por parte del Estado.Con esa percepción pública de “seguridad” se inventó la teoría del “estado de opinión” con la que se quiso justificar de todo, y finalmente dejó la Constitución Nacional pringada con un “articulito”, conseguido a punta de corrupción clientelista, que permitió su reelección. Y casi se corona con el tercer período presidencial, hasta el punto que sólo lo tranquilizó un poco entregarle el poder a su escudero, Juan Manuel Santos, fiel promotor de la estrategia de seguridad; el mismo del que hoy el ex presidente y la gran mayoría de la clase dirigente y política se duelen por su traición.El ex presidente Uribe sigue todavía en la presidencia del “estado de opinión” y hoy lanza rayos y centellas por cualquier medio de comunicación en contra del gobierno actual y enrarece el ambiente. No se puede desconocer el arraigo que su caudillismo tiene en un sector muy importante de la opinión pública que sigue todavía esperando la “solución final” del conflicto colombiano a través de la guerra. Desde otros sectores de la opinión pública, más mesurados y conciliadores, se le recuerda constante e inútilmente que ya no es el presidente y que debe darle la oportunidad al actual presidente de ejercer su gobierno.Ya está llegando la hora en que el Presidente Santos le recuerde al ex presidente Uribe esa frase que alguna vez alguien utilizó para tratar de aplacar al menos momentáneamente a otra figura presidencial, igual de gamín e impertinente y un poco menos pulido pero igual de guerrerista: ¿!!!Por qué no te callas¡¡¡¡?POST SCRIPTUM: El presidente Santos quiere pasar a la historia como el presidente que logró la paz en Colombia. Loable propósito, en el que lo debemos acompañar todos los colombianos. Ojala le alcance el tiempo para hacerlo o deje planteadas las bases para avanzar en este tema, pero por dignidad de colombiano debería promover una reforma a la Constitución para abolir la reelección presidencial y desistir de hacerse reelegir con fundamento en esa facultad, cuando menos inmoralmente impuesta.Este gesto de dignidad haría figurar al actual presidente en un sitial de honor en la historia de Colombia. Ampliar el período presidencial, por reforma constitucional, es válido frente a la idea que se tiene que cuatro años es muy poco tiempo para desarrollar un programa de gobierno. Y todavía tiene tiempo, si confía en el poder de la maquinaria política que encabeza. Pero continuar usando una facultad que fue impuesta indebidamente y en consideración a una persona, rompe la cadena democrática y lo haría indigno de tan alto reconocimiento./ Antonio J. García Fernández

domingo, 20 de mayo de 2012

UNA HERMOSA REFLEXIÓN DE CHAPLIN



"Vida

Ya perdoné errores casi imperdonables.

Trate de sustituir personas insustituibles,

de olvidar personas inolvidables.

Ya hice cosas por impulso.

Ya me decepcioné con algunas personas ,

mas también yo decepcioné a alguien

Ya abracé para proteger .

Ya me reí cuando no podía .

Ya hice amigos eternos.

Ya amé y fui amado pero también fui rechazado.

Ya fui amado y no supe amar.

Ya grité y salté de felicidad.

Ya viví de amor e hice juramentos eternos,

pero también los he roto y muchos.

Ya lloré escuchando música y viendo fotos .

Ya llamé sólo para escuchar una voz .

Ya me enamoré por una sonrisa.

Ya pensé que iba a morir de tanta nostalgia y ...

Tuve miedo de perder a alguien especial

(y termine perdiéndolo) ¡¡

pero sobreviví !!

Y todavía vivo !!

No paso por la vida.

Y tú tampoco deberías sólo pasar ...

VIVE!!!

Bueno es ir a la lucha con determinación

abrazar la vida y vivir con pasión.

Perder con clase y vencer con osadía,

por que el mundo pertenece a quien se atreve

y la vida es mucho más para ser insignificante".

Charles Chaplin

martes, 15 de mayo de 2012

"¿PERDONAR LO IMPERDONABLE?" (AJGF)

NOTA DEL EDITOR: Nueva columna escrita en arcoiris.com.co el 14 de mayo de 2012, una invitación a reflexionar sobre los alcances del "Marco juridico para la paz" y la reconciliación entre los colombianos. ¿será posible? ¿si estamos haciendo algo por lograrla?


¿Perdonar lo imperdonable? 


Interesante momento histórico es el actual, en el que se debate alrededor del “Marco para la Paz”. Hay varios temas que necesariamente deben “colarse” en dicha discusión y que deberían ser parte de dicho marco, al menos como sus objetivos. Se trata de la reconciliación y del perdón. Nunca se han debatido en Colombia, a pesar de los múltiples instrumentos legales que se han tenido como referente para los procesos de paz, o que directa o indirectamente apuntan a buscarle el pie al arduo proceso para obtener una solución razonable al conflicto armado en Colombia. 

Los procesos de paz, al menos en la historia reciente, han tenido como fundamento múltiples herramientas o marcos legislativos: las leyes 418 de 1997 (de orden público) y la 782 de 2002, en las que se han fundamentado los actuales procesos de paz y desmovilizaciones tanto las colectivas e individuales de integrantes de grupos armados ilegales. La ley 975 de 2005 (de justicia y paz), adoptada como régimen de justicia transicional ex post facto y la ley 1448 de 2011 o ley de víctimas y de restitución de tierras. En ellas, sobre todo a partir de ley de justicia y paz, se reconoce a las víctimas y se les da su dimensión histórica. 

Es un principio de reconocimiento justo. Muy pocos estatutos lo hacen a nivel mundial respecto a la atención de víctimas de conflictos armados y en esa medida es necesario que se aplique en forma extensiva en Colombia, para que verdaderamente cumpla con su finalidad, tanto en materia de reconocimiento y reparación a las victimas, como en los aspectos correspondientes a la restitución de tierras a los cientos de miles de desplazados despojados durante el conflicto. Al menos a los que fueron afectados dentro de los límites temporales que dispuso la ley, pues el conflicto armado colombiano ha generado víctimas, despojo y desplazamiento no solo en sus últimos años, sino que este es un fenómeno recurrente en todas las manifestaciones del conflicto: de la violencia política bipartidista, la violencia guerrillera, la violencia paramilitar y la violencia narcotraficante, para señalar las facetas mas relevantes de la infame guerra que ha vivido esta nación. 

Todos esos instrumentos legales han logrado avanzar, en el reconocimiento de estas víctimas, la consolidación de su estatuto, y han aportado progresos en cuanto a verdad y reparación, llegando a niveles que eran impensables hace algunos años. Pero seguimos sin tener un sistema normativo que verdaderamente propenda por la paz, o su sinónimo más preciado: la reconciliación. 

Actualmente se tramita un “marco legal para la paz”, una reforma constitucional que permitirá adoptar instrumentos de justicia transicional que contemplen los estándares universales de justicia “verdad, reparación y garantías de no repetición” que fundamenten a su vez un desarrollo legislativo orientado a terminar el conflicto armado en Colombia. 

Iniciativa un tanto ingenua, pero bien intencionada que acabará institucionalizando y volviendo permanente la justicia “transicional” en Colombia. Sigue, no obstante, patinando en la oscura entelequia de que lo que pretenden los actores armados en Colombia es, cansados de la guerra, irse para sus casas con unos beneficios jurídicos y económicos después de un proceso de sometimiento a la justicia. Creyendo que no les interesa una cuota significativa del poder que siempre se han querido tomar por las armas, ni la solución de necesidades apremiantes del pueblo colombiano con las que siempre han justificado su actuar y que siguen ahí, todavía sin remediarse. 

Pero hablémoslo claramente. Hoy deberíamos estar en un proceso de reconciliación, que cuenta con los dos actores absolutamente necesarios, que son las víctimas y los victimarios. Los demás, sin excepción son actores tangenciales, que poco o nada aportan al tema de la reconciliación o que se sirven de los actores necesarios, instrumentalizándolos a su conveniencia. 

Y poco o nada aportan, por que desde las mismas normas fundantes de estos procesos, como las anteriormente mencionadas, no se dispone de una sola medida que permita acercar a quienes antes fueron las partes necesarias del conflicto, para que cumplan con su rol de partes de un proceso de reconciliación. 

La reconciliación aparece dejada al garete, al paso del tiempo, a un tácito devenir por un proceso de cambio generacional inercial que tomará varias generaciones, o sea al olvido, a una apuesta negligente por los cien años de soledad. 

El proceso colombiano requiere, no solo de la verdad y de la reparación de quienes fueron los victimarios, sino también del acercamiento y perdón por parte de las víctimas. Sin perdón no habrá reconciliación. 

Es que la reconciliación debe ser un acto entre vivos coetáneos, seres humanos coexistentes, entre polos que dejan de rechazarse: no es posible que se deje al efecto del olvido por el paso del tiempo y la sustitución de generaciones, a quienes no les servirá de nada los monumentos y las consignas de memoria de hoy. 

Jaques Derrida, el filosofo francés, dedicó algunos de sus escritos y conferencias al tema del perdón y expresó lo que hoy se conoce por los estudiosos de estos temas como la “paradoja de Derrida”. Perdonar lo imperdonable. Decía que no es lo venial, lo superfluo donde radica el perdón, que en esas circunstancias no significa nada. Es en lo grave, en lo de lesa humanidad donde verdaderamente se hace valioso el perdón tanto para la víctima como para el perpetrador. Nunca un perdón gratuito, y jamás merecido, sino un perdón pedido con libertad y ganado con contrición, con la verdad total y con la reparación hasta donde sea posible del daño causado. 

Hoy vale la pena que los colombianos reflexionemos frente a los retos legislativos y a la construcción de ese necesario marco legal para la paz, si es ineludible generar en el o a través de él procesos judiciales y vindictas punitivas o un verdadero proceso de reconciliación nacional. 

/ Antonio García

"El analfabeto politico"

viernes, 4 de mayo de 2012

ESTIGMATIZADOS (AJGF)



NOTA DEL EDITOR: Reproducimos la columna publicada en la revista Arcoiris, para internet (www.arcoiris.com.co ) originalmente bajo el titulo de "ESTIGMATIZADOS". Llamamos la atención sobre este problema de la humanidad, y de los colombianos, que polariza, divide y constituye en nuestro concepto, el principal obstáculo para la reconciliación. Nos referimos en él a nuestros reconocidos estigmas, con los nos que discriminamos y victimizamos mutuamente a nuestros próximos, pero nos faltó nuestro mayor estigma, y el mas lamentable, por ser en buena parte culpa de todos, y es el estigma de "COLOMBIANO" con el que se nos señala y discrimina en casi todo el mundo.





ESTIGMATIZADOS





Siempre en el maniqueísmo: somos los buenos y los otros son los malos. Y a los malos hay que señalarlos. A través de toda la historia de la humanidad y desde luego de la de Colombia, muy convulsionada por cierto, se ha utilizado el señalamiento y la estigmatización del otro como una herramienta de poder. Por eso encontramos a través de todo el tiempo los extremos descalificadores que unos y otros, defensores de intereses en pugna por cualquier razón, utilizan en contra de aquellos a quienes ellos designan como sus contrarios, o peor aún, como sus enemigos. Y en ese señalamiento todo vale, incluso verdades a medias, injurias, calumnias, mentiras y engaños.


Es así como rápidamente podríamos elaborar una lista de epítetos estigmas, que en muchos casos sirven de epitafios en los violentos resultados de la intolerancia.


Nuestra historia esta llena de ellos, utilizados por los unos para señalar a los otros como sus designados objetivos: Realistas, comuneros, negros, blancos, indios, cholos, mestizos, artesanos, comerciantes, gólgotas, draconianos, sabios, brutos, costeños, cachacos, paisas, machistas, feministas, maricas, lesbianas, sindicalistas, comunistas, patronos, patronistas, esquiroles, liberales, conservadores, gringos, guerrillos, paracos, up, putas, putos, masones, ateos, izquierda o derecha, creyentes, mamertos, esperanzados, corrientosos, hincha del uno, hincha del otro, elenos, faruchos, milicos, desmovilizados, tombos, polochos, tiras, y todas esas “manchas” que puestas en el otro, son motivo de discriminación, por ser el síntoma de una diferencia que “desagrada” a la masa. Porque el señalado no ubica su pensamiento o su actuar dentro de lo “políticamente correcto” o manifiesta no estar de acuerdo con lo que ordena el poder en el momento, y pasa a ser motivo de supuesta vergüenza, proyectada en el otro hasta el punto de llegarle a hacer creer a los demás que el estigmatizado sí es raro, un fenómeno, algo que la sociedad rechaza. Y los demás, no solo se adhieren a la tesis del rechazo, sino que actúan en consecuencia.


El estigma es un arma de guerra, y de las peores, pues “la masa” lo asume sin ningún análisis, es una potente inyección de odio que llega inmediatamente bajo la piel y paraliza el cerebro. De ahí que fuera en su momento el eje central de la maquinaria de propaganda nazi, y todos conocemos sus consecuencias.


Desde el lenguaje, siempre tenemos para el otro, contrario a nuestro interés, un adjetivo descalificador, hasta el punto que muchos casos han producido y seguirán produciendo tanta violencia física, pero en todos los casos lo que se genera es violencia psicológica y de la peor. Es una declaración unilateral de guerra, reconvención y descalificación en contra de la diferencia que individualiza y que permite que cada ser humano sea único, independiente y autónomo, haciéndolo verdaderamente valioso.


Nos acostumbramos (o nos enseñaron) a ver el mundo en blanco y negro, y a adherirnos a un solo color, rechazando el otro, desconociendo que la humanidad no es bipolar ni gris sino un caleidoscopio con miles de millones de “pixeles” cada uno de un color distinto del otro.


La diferencia, que apenas ahora después de miles de años de humanidad se está empezando, muy tímidamente, a reconocer y a respetar, ha sido motivo de violencia y de millones de asesinatos a través de toda la historia, y muy a nuestro pesar, seguirá siéndolo.


Todo esto puesto en el escenario de hoy, en el que queremos superar el conflicto, voltear la dolorosa página de la historia y abrir la de la reconciliación Nacional.





¿Qué hacer?






MI ÚNICO ENCUENTRO CON CARLOS CASTAÑO

Nota: esta breve crónica de mi encuentro con Carlos Castaño la escribí pensando en comenzar mi idea de se escritor y cronista del conflicto....