lunes, 12 de diciembre de 2011

LAS FALSAS DESMOVILIZACIONES A LA LUZ DE LA LEY 1424 de 2010 (AJGF)

        
Algunos interrogantes


Es evidente que no todo  fue transparente en las desmovilizaciones de grupos de autodefensa, y que estas en algunos casos no solo fueron  desmovilizaciones de autodefensas o paramilitares, sino también que quienes se desmovilizaron en algunas ceremonias fueron narcotraficantes, delincuentes comunes, simples pandilleros y hasta desempleados que fueron inducidos a posar de combatientes con la promesa de obtener algunos beneficios económicos, pero a su vez para mostrar  por parte de los que los propiciaron,  una cifra inflada,  engañando a la opinión publica y a la comunidad internacional, (que no al Estado)  con una masa superior a la real.  

Por ejemplo, tan poco transparente fue todo, que poco se sabe de los acuerdos a los que se llegaron en las mesas de negociación de Ralito, entre los miembros del paramilitarismo  y El Gobierno Nacional, representado directamente por un delegado directo del Presidente de la Republica de ese entonces, que permanecen en el mas completo misterio. Solo se sabe que cualquier acuerdo al que hubieran llegado, fue incumplido.

Hoy se sabe de desmovilizaciones ficticias a tal punto,  que como en el caso de un supuesto grupo guerrillero,  ven próximos a salir a sus llamados “dirigentes” de Justicia y Paz, y a  sus miembros “desmovilizados” excluidos de recibir los beneficios administrativos que se confieren a los desmovilizados en virtud de los acuerdos de paz.  En resumen,  la justicia va llegado a la conclusión de que ocurrió un  apabullante Falso Positivo.  A alguien se le desbarató el plan, algo no funcionó. Y hoy va apareciendo poco a poco la realidad de lo que aconteció efectivamente.

Esto no es lo grave.  Lo que si es verdaderamente preocupante es que va a pasar con aquellas personas que se desmovilizaron como combatientes sin serlo,  que asumieron una pose impuesta a las carreras por personas que, al parecer de común acuerdo con algunos funcionarios, o por su propia voluntad los indujeron a aparentar lo que no eran.

Hoy estos falsos desmovilizados pagan las consecuencias, pues quedaron con su antecedente criminal que por mas que no quieran, funciona como un estigma imborrable, que siempre los acompañará pues la sociedad colombiana es indolente e intolerante.  

Que tristeza que tantos colombianos acaben fungiendo de violadores de los derechos humanos, sin serlo realmente.

Pero entonces a raíz de estos hechos surgen varios interrogantes y es prudente, cuanto antes,  ambientar una discusión o debate al respecto: ¿Que podrán decir estas personas frente a los mecanismos de verdad  no judiciales (llamémoslos “no judiciales” aunque el termino para nada es claro ) que se ven venir con la aplicación de la ley 1424 de 2010?

¿Cómo podrán los falsos desmovilizados aportar a la construcción de la verdad histórica y a la reparación de algo en lo que no participaron, que no conocieron y que en algunos casos seguramente también son victimas?

No les queda sino dos caminos.  O contar su triste realidad y aceptar que nunca fueron parte del grupo armado lo cual es lo lógico, lo debido, lo que se esperaría de ellos; o montar su película, inventar una historia, decir mentiras, falseando la verdad histórica que se pretende construir con los mecanismos de búsqueda de la verdad judiciales de la ley de Justicia y Paz y los de búsqueda de la verdad “no judiciales” de la ley que pretende darles salidas a los que incurrieron únicamente en los delitos que inicialmente se iban a amnistiar de acuerdo con la ley antes de los fallos de la Corte Constitucional , o sea para el concierto para delinquir, el porte de uniformes y armas de uso privativo de las Fuerzas Militares y de radios o medios de comunicación restringidos.  

¿Que podrán decir estas personas que nunca fueron parte del grupo armado en el que se desmovilizaron,  distinto a que solo fueron parte del concierto para delinquir  momentos antes de la desmovilización y que nunca portaron uniformes o armas o radios de comunicación?  ¿qué su único delito como parte del grupo fue prestarse para engañar al estado y a la sociedad posando como combatiente al momento de una desmovilización?  Y ¿que pasará con los beneficios que les ha otorgado el estado?   Se los seguirá otorgando a sabiendas de que no fueron combatientes?  ¿Los tendrán que devolver, o por el contrario, los tendrán que restituir los que tramaron la farsa y los arrastraron a ellos a estos problemas que ni así se podrán solucionar? 

La respuesta mas lógica a estos interrogantes pareciera ser que los falsos desmovilizados deberían contar la verdad, desde luego diciendo que fueron reclutados para el momento de la desmovilización,  y no deberían  recibir  mas los beneficios que otorga la ley por ello y además también debieran devolver los beneficios que indebidamente recibieron del Estado.    

Pero, en honor a la verdad, esta situación no es culpa de ellos.  La única salida posible es contar la verdad y afrontar las consecuencias.  Alguien debe  responder por tal  engaño, por tal adefesio.   Quien lo permitió? Quien lo prohijó?   La responsabilidad es evidentemente, ya no del Estado, sino de los funcionarios que estaban al frente de  estas desmovilizaciones, por omisión en los necesarios controles que se debieron tener, puesto que implicaba el manejo  y la disposición de dineros públicos  en grandes cantidades y además que era completamente previsible que estas situaciones pudieran pasar. 

Y por el bien del Estado Colombiano,  que ya no admite mas cuestionamientos en estos aspectos, ojala no tengan que responder por acción, por que sería absolutamente deplorable que se hubiera montado una empresa criminal, independientemente de cualquier finalidad benéfica, para mostrar resultados inflados ante la nación y la comunidad internacional.





domingo, 4 de diciembre de 2011

SAN CARLOS Y LA RESILIENCIA (AJGF)

    (Una apreciación personal)

Con timidez he regresado en algunas oportunidades a mi pueblo, San Carlos, un municipio del oriente antioqueño. Nací en Medellín, pero por muchas razones me atan vínculos a esa hermosa región del oriente del departamento,  que guarda  afinidad no solo con el oriente sino también al magdalena medio antioqueño,  donde transcurrieron los mejores días de mi vida, de niño, adolescente y buena parte de mi vida de adulto.

Mis hijos tienen un vinculo también inconfundible con esa región y con ese municipio y con la tierra que nos legó el abuelo materno,  donde construyó su fortuna a base de trabajo y tesón como comerciante y ganadero. Allí nació, hace siglos ya,  mi bisabuela y también mi  bisabuelo, nacieron  mi abuela y mi madre así como la mayoría de mis tíos y tías. Los que no nacimos allí, y los que llegaron a la familia por cualquier vinculo, quedaban inmediatamente atrapados en ese sentimiento que produce el pueblo, que le hace sentir a uno que siempre ha estado ahí.  Es una sensación de familiaridad constante, que se hace sentir en San Carlos,  y en todos los pueblos del oriente antioqueño.  

Todos los miembros de esta familia a la que pertenezco,  que aun los actuales habitantes califican como “tradicional”, sin exclusión, vivimos en este pueblo muy buena parte de nuestras vidas y  allí dejamos a muchos seres queridos con quienes nos gustaría reencontramos de vez en cuando; claro está: hoy podemos hacerlo con unos pocos;   los que quedan vivos y los que escaparon a la violencia. 


Soy familiar muy cercano de  uno de los victimarios, conocí a algunos de ellos  y  también fui amigo de algunas de las victimas de la guerra que destrozó el pueblo; seguramente conocí a muchas otras víctimas. Claro que tambien soy  familiar o amigo  de algunos de los supervivientes habitantes de San Carlos.

He tenido la oportunidad de estar cerca de alguno de los actos de la semana por la paz de noviembre de 2011 y de apreciar de cerca el trabajo que se ha hecho en el pueblo, por parte de los supervivientes. 


Asistí a la presentación del informe de Memoria Histórica de la CNRR, en la Universidad Nacional de Bogotá, donde se presentaron testimonios del desplazamiento y de la resistencia;   a la presentación de la obra de teatro de el grupo “la Gotera” y ver como mediante el arte ha puesto en escena una tragedia que yo no fui capaz de resistir durante toda la presentación, y finalmente me conmovió ver reconocido todo ese esfuerzo de superación con el Premio Nacional de Paz, máximo reconocimiento a ese loable esfuerzo que se realiza desde los mismos sobrevivientes y de una forma prácticamente empírica, sin tiempo para recapacitar sino únicamente para sacar adelante su  indeclinable voluntad de paz.

Me alegró y de que manera, como colombiano, que estas gentes, de quienes un día fui próximo y espero seguirlo siendo, se esfuercen con toda su capacidad para sobreponerse a la violencia, para superar su condición de victimas y construir un futuro mejor, con sus propias manos y con su propio esfuerzo.  Se les ve cansados, apesadumbrados todavía y con dolor en los rostros, lo que seguramente nunca cambiará. Todavía dejan ver lágrimas de dolor y quizás de rabia, pero se sobreponen a ello, y desafían la inercia que produce la inmensa pena tanto individual como colectiva en la que transcurren sus vidas.  Nunca olvidarán.  Es imposible olvidar cuando quedan huellas tan marcadas en el alma.

Me alegró mas ver como de  las bocas de estos rostros cansados y apesadumbrados salen expresiones  en las que se pone en evidencia la voluntad de reconciliación.  Como trabajan juntos todos,  como no excluyen ni rechazan a quienes fueron sus victimarios,  como reviven todos juntos de las cenizas que dejó  la violencia, tratando de mejorar cada día mas la convivencia.  Impresionante, un ejemplo digno de ser replicado en todos los rincones de Colombia.

Por esto, no puedo dejar de reseñarlo en este blog, que llevamos sobre  la reconciliación  y resiliencia, con el animo de aportar un grano de arena al logro de la Paz para Colombia, donde hoy tengo la fortuna de ver con mis propios ojos como con humildad y perseverancia  las gentes sencillas de Colombia sacan adelante sus proyectos de reencuentro y cambio cultural que requiere este país.


A todos los habitantes de San Carlos, del oriente antioqueño, gracias por permitirle a nuestro país la oportunidad de entender, con realizaciones y hechos concretos, (Reconciliación, Justicia, Desminado y Retorno) que el logro de la paz y la reconciliación si es posible. 

MI ÚNICO ENCUENTRO CON CARLOS CASTAÑO

Nota: esta breve crónica de mi encuentro con Carlos Castaño la escribí pensando en comenzar mi idea de se escritor y cronista del conflicto....