domingo, 7 de agosto de 2011

UN LEGADO INTELECTUAL (AJGF)


Con el ánimo de realizar esta columna virtual, y hurgando páginas que motiven nuestro sentir e insistir en de alguna manera textos productivos que permitan ser un granito de arena, mínimo, pero sentido,  para realizar un ladrillo, uno de los millones que se necesita para construir ese largo y tortuoso puente que será el logro de la reconciliación en Colombia, nos encontramos con un texto grandioso en nuestro humilde concepto, que en mucho concuerda y sintetiza nuestro pensamiento y la dirección que hemos querido dar a la opinión expresada en este blog. Hemos querido traer a colación entonces dos capítulos breves, de un libro que sencillamente nos impactó con la sola lectura por su profundidad y trascendencia. Seguramente que en el futuro haremos más referencia a este libro y a este autor, puesto que es imposible no tenerlo como libro de consulta obligatoria y reflexión permanente para quienes creemos que la reconciliación y la paz son posibles para Colombia.
Se trata de el libro llamado "MANUAL DE TOLERANCIA" de Héctor Abad Gómez.
XLII
"Yo creo en el hombre y en su capacidad de ser feliz. En su capacidad de disfrutar esta vida aquí en la tierra; en su capacidad de entender las leyes naturales y ponerlas a su servicio; en su capacidad de convivencia, en su capacidad de altruismo, de abstracción, de previsión y de raciocinio; creo en su capacidad de trascender los goces y bienes inmediatos hacia bienes superiores, en su capacidad de análisis, en su capacidad de síntesis, en su capacidad de entender y hacerse entender, en su capacidad de sacrificio por ideales superiores. Creo que es capaz de distinguir sus motivos inconscientes y emocionales de sus motivos conscientes y racionales, que es capaz de ser alegre y también de resistir el sufrimiento. Creo, en fin, en su capacidad de construirse una escala de valores a la cual pueda atenerse en sus acciones.
Defiendo por tanto el valor de la vida humana y creo que su conservación es un bien en sí mismo, en cualquier circunstancia, en cualquier momento de la vida de un hombre, sin que importe su raza su condición, su nacionalidad sus creencias o sus acciones presentes o pasadas.

Creo en la perfectibilidad del ser humano, en sus grandes potencialidades para el bien o para el mal y creo que estas potencialidades se desarrollan hacia uno y otro lado dependiendo de las circunstancias en que se encuentre y de la educación a que haya sido sometido. Creo en el poder del hombre de modificar -hasta ciertos límites -sus propias circunstancias y en su capacidad de discernir -en cada caso -para el bien y para sus próximos.
Creo su capacidad de modificarse, en su voluntad de servicio y de bondad. No creo en la culpabilidad individual pues cuando un hombre efectuó un acto perverso este hombre fue colocado por sus circunstancias, por su educación, por sus características heredadas y adquiridas no a causa suya sino a  su pesar y condicionado por la sociedad en la que le tocó actuar. No creo que con el castigo se consiga nada bueno, salvo quizás el hecho de evitar la venganza y el odio de quienes sí creen en la culpa individual."

XLIII
"Ser honrado en un país donde abundan los fariseos; decir la verdad en un país donde la mentira es el arma empleada a los más altos niveles; tener valor en un país en donde los cobardes llegan a las más altas posiciones; ser pobre y tener poder en un país donde sólo los ricos son poderosos; decir lo que se siente y lo que se sabe sin eufemismos y con las limpias palabras del pueblo, para que todo el mundo lo entienda, en un país donde lo inteligente es lo críptico, lo escondido, lo sutil, lo inescrutable, lo oscuro; no ser "político" en lo que se dice, en lo que se hace, lo que se afirma, lo que se emprende, en un país donde siempre se está pensando en la próxima elección y no en la próxima generación; no tener miedo a tomarse unos tragos en las cantinas y en las tiendas, a la vista de todo el mundo en un país donde abundan los clubes exclusivos para que los grandes personajes se embriaguen a escondidas; no tenerle miedo al alcohol por aquello de "in vinus veritas”; hacer las cosas cuando se deben hacerse, sin esperar la "oportunidad", en un país en donde abundan los oportunistas; estar con los de abajo, siempre, en un país donde el arribismo es la vía más expedita para alcanzar altas posiciones y prebendas; vestirse la colombiana en un país en donde lo chic el vestirse a lo británico; tomar aguardiente en un país donde lo decente es tomar whisky; ser socialista a lo latinoamericano y no de la línea de Moscú o de Mao tze-tung o de su viuda, en un país donde abundan los guerrilleros del chico; de ahí lo insólito, lo escandaloso, lo inaceptable."
Esto, como también otras magistrales páginas a las que posteriormente podremos referirnos, nos indica sin lugar a dudas que el médico Héctor Abad Gómez es uno de los mayores humanistas con que ha contado la sociedad  y la intelectualidad colombiana. Por eso lo mataron. Por lo que el mismo denunciaba: "hay un valor, que tal vez nuestro siglo ha echado un poco al olvido: es el valor del valor."
Algún día encontraremos el sentido que nos guíe por el camino hacia la reconciliación; por fin encontraremos "el valor del valor" y muy buena parte de esa dirección ética  la vamos a encontrar en el legado de nuestros intelectuales; y muy seguramente en el de Fernando González, Estanislao Zulueta y Héctor Abad Gómez.

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