sábado, 20 de agosto de 2011

PETICIÓN PÚBLICA DE PERDÓN




N. del Editor: por la pertinencia de esta petición a las victimas de la región de Urabá, en el proceso de justicia y paz que se le sigue a Fredy Rendón Herrera, quien fuera conocido como " El Alemán",   y por considerarlo una valioso texto y una apropiada invitación a avanzar en el tema de la reconciliación entre los Colombianos, se transcribe lo presentado por el señor Rendón en audiencia publica de legalización de cargos el día 17 de agosto de 2011, ante la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Bogotá, representantes de las Victimas, de la Procuraduría y de la Fiscalía General de la Nación, así como los asistentes a la audiencia.
AJGF

PETICIÓN PUBLICA DE PERDÓN DE FREDY RENDÓN HERRERA, ANTE EL TRIBUNAL DE JUSTICIA Y PAZ 

Pido perdón:
Sra. magistrada, señores representantes de las víctimas, señor procurador, señor fiscal;

Créanme que he pensado mucho sobre esto y esperado largamente este momento. Desde que asumí la decisión de participar en el proceso de paz con las autodefensas que adelantó el gobierno nacional, y posteriormente al retirarme de éste y asumir un proceso de paz independiente para el bloque Elmer Cárdenas de autodefensas campesinas que dirigí durante varios años, siempre pensé en el momento en que debería dirigirme a todas aquellas personas que fueron víctimas del bloque que lideré, dando la cara ante la justicia y ante ellas, y pedir perdón por todas estas situaciones que la llevaron a ser afectados, tanto en la salud, física y psicológica y en sus patrimonios, por los hechos cometidos en contra.
Me ha inquietado fundamentalmente el tema del perdón. He leído al respecto, y me he encontrado con muchos libros sobre el tema; unos dicen que es necesario pedir perdón, por parte del agresor o el victimario, pero también que es importante conceder el perdón, por parte de las víctimas y afectados. Otros por el contrario, dicen que es necesario pedir perdón, pero que el perdón es un acto liberal y autónomo de las víctimas, que se puede conceder o no, a su voluntad, que se otorga al agresor a quien a quien la víctima cree que se le merece y que se lo ha ganado. Todo lo anterior me parece muy válido y respetable, pero creo firmemente que el perdón es un acto voluntario de la víctima, y además es necesario pedirlo pero sobre todo, ganárselo.
Hoy pido perdón, por todo aquello que realicé, por todo aquello que realizaron los hombres y mujeres a quienes dirigí en la guerra, y le pido perdón a todos aquellas personas, hombres y mujeres, niños y niñas, ancianos, innumerables, que fueron afectadas y victimizadas  por las acciones del bloque Elmer Cárdenas de autodefensas campesinas, hoy desmovilizado, gracias a Dios.
Nada puedo decir en mi favor o en el de los hombres o mujeres que me acompañaron en este destino, distinto a que nos movió un  patriotismo equivocado, que hoy rechazamos, y que entendemos como un gran error, y que nuestro amor por la región y nuestro ánimo de defendernos de una agresión real, nos llevó por el camino equivocado, por el camino de la violencia, por el camino de la destrucción de aquello que realmente queríamos defender.
Con profundo respeto por la justicia, con profundo respeto por las víctimas, asumí en compañía de quienes fueron los comandantes del grupo que dirigí en la guerra, el proceso de búsqueda y encuentro de la verdad. Concurrimos ante la fiscalía y el tribunal de justicia y paz, todos en forma voluntaria y unánime a contar la verdad, a buscar reconstruir de cara a la justicia y a las víctimas todo nuestro actuar en la guerra, a lograr encontrar la forma de encontrar a través de ella, de la verdad, el aporte fundamental que le permitiera a la sociedad y a las víctimas concedernos la oportunidad de acceder a lo establecido por la ley de justicia y paz.
Ha sido nuestra forma de acercarnos un poco a las víctimas, pidiendo y buscando su perdón, que de antemano sabemos que no vamos a lograr, toda vez que es imposible, por mayor esfuerzo que hagamos y toda la voluntad de que en ello pongamos, disminuir su sufrimiento, atenuar su dolor, devolver una sola de las vidas que quitamos en este trasegar de guerra, ni reparar integralmente los daños que con ello hicimos.
El proceso de justicia y paz, de quienes integramos el bloque Elmer Cárdenas de autodefensas campesinas no ha sido visto por nosotros de otra forma distinta a un proceso de reconciliación, con las víctimas, con la región, con el país y con la humanidad. Así lo hemos querido llevar, para reconciliarnos, para poder algún día volver a nuestras regiones y poder trabajar hombro a hombro con aquellas personas a quienes ofendimos un día, pero que esperamos nos aceptarán nuevamente en la sociedad, transformados en seres humanos útiles y maduros para la paz.
Un libro llamado “los límites del perdón” de Simón Wiesenthal, conocido en la historia como el implacable cazador de nazis, criminales de guerra de la Segunda Guerra Mundial, me ha llamado la atención. Hace un relato el autor, sobre un hecho en el cual fue llamado por un nazi que había sido su victimario y el asesino de muchos de sus compañeros en el campo de concentración donde fue retenido durante varios años, que en su lecho de moribundo lo llamó para qué le otorgara el perdón por todos los hechos a través de los cuales había victimizado a los judíos prisioneros bajo su control.  Wiesenthal, no lo perdonó, y el libro narra todo el ejercicio mental que hizo para resolver la petición del moribundo, sin otorgar su perdón. Pero más importante aún, es que al final del relato convoca a una serie de personas, en su gran mayoría víctimas de persecuciones, a lo largo y ancho del mundo y les hace la pregunta: en este caso, ¿usted qué haría?
Excepto dos o tres personas que dudan acerca de otorgar el perdón, la gran mayoría de los consultados responde que no perdonarían, y muchos expresan términos muy duros, que a uno, desde la posición en que me encuentro hoy frente a ustedes resulta muy  doloroso  leer esos comentarios. 
En tal medida entonces pido perdón, en mi nombre y en nombre de todas las personas a quienes dirigí. Finalmente, como corolario de todo lo anterior quiero traer unas  reflexiones del doctor Héctor Abad Gómez, recogidas en mis lecturas pero que considero pertinente plantear las a efecto de dar a entender el real alcance de mis palabras.
"¿Tendrá salida este país? La violencia, el crimen, el desorden, la pobreza. ¿Qué deberíamos hacer? ¿Qué podemos hacer? ¿Será mejor dejar todas esas preocupaciones y dedicarnos a nosotros mismos? Pero todo esto, ¿no nos arrasará a todos, finalmente?
…………
Si los principales recursos del país: humanos, materiales, financieros, económicos, espirituales, se vuelcan todos favorecer a esos millones de colombianos, a ese 25% de compatriotas,(en 1987) que según nuestro actual Presidente viven en la pobreza absoluta, si empezáramos siquiera tener algún éxito en esta dura lucha, mejores días están por venir. Si todas las llamadas "fuerzas vivas de la nación": el gobierno, la industria, los gremios, la Iglesia, los sindicatos, las universidades, los intelectuales, los periodistas, contribuimos en todas las formas a que sea posible para ese gran propósito nacional, no habrá duda que alcanzaremos éxito. Y esta será la única forma que no tengamos que seguir lamentando la violencia que nos abruma, que nos angustia, que nos hace a veces desesperar de lo que puede hacerse aquí y ahora. Porque no es matando guerrilleros, o policías, o soldados, como parecen creer algunos, como vamos a salvar a Colombia.  Es matando el hambre, la pobreza, la ignorancia, el fanatismo político o ideológico, como puede mejorarse este país."
Esto lo escribía el doctor Héctor Abad Gómez, días antes de ser asesinado por paramilitares de la primera generación de una gesta bárbara, de la cual nosotros fuimos parte de la segunda o la tercera generación y ojalá la última.
Por todas, por mis incontables equivocaciones, y por todas las incontables equivocaciones cometidas durante la guerra por las personas a quienes dirigí, pido perdón a las incontables personas a quienes ofendí, y a toda la humanidad, con la humilde esperanza de que algunas de ellas me otorguen su perdón de corazón, pero que todas ellas nos acompañen en la reconciliación nacional y en la construcción de la paz.

FREDY RENDÓN HERRERA

domingo, 7 de agosto de 2011

UN LEGADO INTELECTUAL (AJGF)


Con el ánimo de realizar esta columna virtual, y hurgando páginas que motiven nuestro sentir e insistir en de alguna manera textos productivos que permitan ser un granito de arena, mínimo, pero sentido,  para realizar un ladrillo, uno de los millones que se necesita para construir ese largo y tortuoso puente que será el logro de la reconciliación en Colombia, nos encontramos con un texto grandioso en nuestro humilde concepto, que en mucho concuerda y sintetiza nuestro pensamiento y la dirección que hemos querido dar a la opinión expresada en este blog. Hemos querido traer a colación entonces dos capítulos breves, de un libro que sencillamente nos impactó con la sola lectura por su profundidad y trascendencia. Seguramente que en el futuro haremos más referencia a este libro y a este autor, puesto que es imposible no tenerlo como libro de consulta obligatoria y reflexión permanente para quienes creemos que la reconciliación y la paz son posibles para Colombia.
Se trata de el libro llamado "MANUAL DE TOLERANCIA" de Héctor Abad Gómez.
XLII
"Yo creo en el hombre y en su capacidad de ser feliz. En su capacidad de disfrutar esta vida aquí en la tierra; en su capacidad de entender las leyes naturales y ponerlas a su servicio; en su capacidad de convivencia, en su capacidad de altruismo, de abstracción, de previsión y de raciocinio; creo en su capacidad de trascender los goces y bienes inmediatos hacia bienes superiores, en su capacidad de análisis, en su capacidad de síntesis, en su capacidad de entender y hacerse entender, en su capacidad de sacrificio por ideales superiores. Creo que es capaz de distinguir sus motivos inconscientes y emocionales de sus motivos conscientes y racionales, que es capaz de ser alegre y también de resistir el sufrimiento. Creo, en fin, en su capacidad de construirse una escala de valores a la cual pueda atenerse en sus acciones.
Defiendo por tanto el valor de la vida humana y creo que su conservación es un bien en sí mismo, en cualquier circunstancia, en cualquier momento de la vida de un hombre, sin que importe su raza su condición, su nacionalidad sus creencias o sus acciones presentes o pasadas.

Creo en la perfectibilidad del ser humano, en sus grandes potencialidades para el bien o para el mal y creo que estas potencialidades se desarrollan hacia uno y otro lado dependiendo de las circunstancias en que se encuentre y de la educación a que haya sido sometido. Creo en el poder del hombre de modificar -hasta ciertos límites -sus propias circunstancias y en su capacidad de discernir -en cada caso -para el bien y para sus próximos.
Creo su capacidad de modificarse, en su voluntad de servicio y de bondad. No creo en la culpabilidad individual pues cuando un hombre efectuó un acto perverso este hombre fue colocado por sus circunstancias, por su educación, por sus características heredadas y adquiridas no a causa suya sino a  su pesar y condicionado por la sociedad en la que le tocó actuar. No creo que con el castigo se consiga nada bueno, salvo quizás el hecho de evitar la venganza y el odio de quienes sí creen en la culpa individual."

XLIII
"Ser honrado en un país donde abundan los fariseos; decir la verdad en un país donde la mentira es el arma empleada a los más altos niveles; tener valor en un país en donde los cobardes llegan a las más altas posiciones; ser pobre y tener poder en un país donde sólo los ricos son poderosos; decir lo que se siente y lo que se sabe sin eufemismos y con las limpias palabras del pueblo, para que todo el mundo lo entienda, en un país donde lo inteligente es lo críptico, lo escondido, lo sutil, lo inescrutable, lo oscuro; no ser "político" en lo que se dice, en lo que se hace, lo que se afirma, lo que se emprende, en un país donde siempre se está pensando en la próxima elección y no en la próxima generación; no tener miedo a tomarse unos tragos en las cantinas y en las tiendas, a la vista de todo el mundo en un país donde abundan los clubes exclusivos para que los grandes personajes se embriaguen a escondidas; no tenerle miedo al alcohol por aquello de "in vinus veritas”; hacer las cosas cuando se deben hacerse, sin esperar la "oportunidad", en un país en donde abundan los oportunistas; estar con los de abajo, siempre, en un país donde el arribismo es la vía más expedita para alcanzar altas posiciones y prebendas; vestirse la colombiana en un país en donde lo chic el vestirse a lo británico; tomar aguardiente en un país donde lo decente es tomar whisky; ser socialista a lo latinoamericano y no de la línea de Moscú o de Mao tze-tung o de su viuda, en un país donde abundan los guerrilleros del chico; de ahí lo insólito, lo escandaloso, lo inaceptable."
Esto, como también otras magistrales páginas a las que posteriormente podremos referirnos, nos indica sin lugar a dudas que el médico Héctor Abad Gómez es uno de los mayores humanistas con que ha contado la sociedad  y la intelectualidad colombiana. Por eso lo mataron. Por lo que el mismo denunciaba: "hay un valor, que tal vez nuestro siglo ha echado un poco al olvido: es el valor del valor."
Algún día encontraremos el sentido que nos guíe por el camino hacia la reconciliación; por fin encontraremos "el valor del valor" y muy buena parte de esa dirección ética  la vamos a encontrar en el legado de nuestros intelectuales; y muy seguramente en el de Fernando González, Estanislao Zulueta y Héctor Abad Gómez.

MI ÚNICO ENCUENTRO CON CARLOS CASTAÑO

Nota: esta breve crónica de mi encuentro con Carlos Castaño la escribí pensando en comenzar mi idea de se escritor y cronista del conflicto....