martes, 29 de agosto de 2017

MOCKUS DICE QUE "LA PAZ NO ES NINGUNA MARAVILLA" TRATANDO DE ENTENDER (81)


Mockus dice que “la paz no es ninguna maravilla”

FUENTE. ELCOLOMBIANO.COM 29 DE AGOSTO DE 2017

Una cuchara de madera. Ese es el nuevo símbolo que el profesor Antanas Mockus está utilizando en sus talleres sobre cultura ciudadana y construcción de paz. El pasado jueves, cerca de 200 personas vivieron esta experiencia en el Museo de Arte Moderno de Medellín.


En cada cuchara los participantes escribieron el nombre de una persona cercana víctima del conflicto o de la violencia en Colombia, y la fecha del momento de victimización. En la parte ancha describieron hechos relacionados con la violencia y si ya había perdonado, si no podía hacerlo, o si no quería.

Al final, algunas personas sembraron este objeto casero en un jardín, otros prefirieron dejarlo en el MAMM o llevarlo a casa. Unos cuantos lo dejaron en poder de la corporación del profesor Mockus.

En diálogo con EL COLOMBIANO, contó que su estrategia pedagógica, “la paz a cucharadas”, es una experiencia de trabajo colectivo que inicia con el ejercicio del “admiródromo”, en el cual las personas reflexionan y aprenden sobre la importancia de la aprobación del otro.

¿Cuántas cucharadas son necesarias para digerir la paz? ¿Por qué decidió escoger ese símbolo?

“Trabajamos con sicología social, con sociología, con antropología, pero digamos es sacarles el cambio cultural voluntario, entonces estamos partiendo de que Colombia quiere la paz, y esta, por medios culturales, es nuestra especialidad. La cuchara se vuelve un monumento, pero es un monumento extraño. Abre el cajón de la cocina de su casa donde usted guarda los cubiertos y se encuentra con la cuchara que hace parte de la historia de la familia. La paz se toma por cucharadas”.

Ya inició el proceso de implementación, pero se acentuó la polarización. ¿Qué papel debe jugar el discurso del perdón en el debate electoral que arranca?

“La política sin polarización no existe, pero si esto se come todas las energías, pues la sociedad se va para abajo, se estrella. Deberíamos dedicarle el 80 por ciento de nuestra energía a construir. La paz no es ninguna maravilla, es un titular horrible, pero no es fácil. En parte los agarrones en que andamos los colombianos son exactamente lo que queríamos cuando se dijo que silenciáramos los fusiles. Se silenciaron, pero aumentó la gritería. Hay que regular esa explosión. Es como si nos hubieran prohibido durante muchos años hablar y ahora estamos, como niños, descubriendo que uno puede decir cualquier cosa y otro le responde. La paz no es ningún paraíso. Entraña una tensión distinta y unas restricciones sobre los medios. La política tiene que volverse pedagogía. Parte de la polarización se da entre quienes se enfrentan a la corrupción y los que se enfrentan a la desigualdad”.

¿Por qué medio país siente que perdieron con la firma del Acuerdo?

“Hay un fenómeno que los sicólogos han estudiado que es la aversión a la pérdida. Algunos estudios dicen que si uno pierde 10.000 pesos, no queda en paz consigo mismo encontrándose 10.000 pesos, sino que tiene que encontrarse entre 23.000 y 25.000. Las pérdidas son vistas con una lupa que magnifica la pérdida, eso tiene unas bases etológicas, en el mundo animal”.

¿Es muy difícil que haya una sociedad reconciliada?

“Lo primero que hace la gente para sobrevivir es asegurarse, no perder lo poco que tiene. Yo no entendía la ley del talión, me parecía una barbaridad eso de “ojo por ojo, diente por diente”. Lo que pasa es que por sicología la gente por un ojo quita dos, o hay quien quita dos y medio... lo espontáneo es la escalada. Usted me mata uno, y yo le mato dos. Entonces, seguramente en el momento no va a ser fácil, sirve para un momento de alto entusiasmo en el país. Con el Acuerdo se advirtió ojo que hay otras fuentes de violencia, eso no piensan otros investigadores, otros candidatos, otros políticos. El político, con la paz, ya no puede justificar sus barbaridades como las justificaron ayer. Matar gente, secuestrar, no es fácil. La politización armada se combate de dos maneras, por el lado político o militar”.
¿Por qué la corrupción va en contravía de la paz?


“Los recursos públicos son sagrados y cuando esto no funciona, inicia la corrupción. Si uno quiere sintetizar los dos problemas sociales, tienen que ver con la corrupción y la desigualdad”.

¿Qué evaluación hace del proceso de implementación del Acuerdo?

“No deberíamos desesperarnos por no lograr la paz con la velocidad que quisiéramos, es clarísimo que se ha avanzado y que cumplen funciones complementarias los que creen y los que no. El paso a la actividad política no violenta no es una transición simple. La gente va a tratar de acomodar las reglas a su conveniencia. Por ejemplo, con la reforma política personas como Humberto de la Calle, que estaban en primera línea de la negociación, han dicho que traiciona el Acuerdo. El primer error de los partidos políticos es pasarse por la faja el Acuerdo”.

¿Cómo es la apropiación del arte en sus talleres?

“El taller que doy no es una conferencia de Ciencia Política... es algo así como: dígalo con arte. En un cuento de ciencia ficción un corrupto va a un museo de arte contemporáneo y lo que ve hace que se suicide. ¿Es eso un propuesta política o artística? El arte nos enseña que hay que sorprendernos. Un teórico dice que las cosas se vuelven grises con el paso del tiempo, el matrimonio, el trabajo, y que por eso la misión del arte es meterle colores a todas esas actividades”.

¿La visita del Papa Francisco a Colombia ayudará a la reconciliación nacional?

“Lo del Papa latinoamericano es una oportunidad muy grande. A diferencia del Papa anterior, Benedicto XVI, que se dedicaba más a la discusión teológica, este, Francisco, es más militante, más de comunicación con los jóvenes, más temático. Estuvo en Nueva York y fue impactante la adecuación del discurso a los distintos auditorios. Supo hablarles a los jóvenes, pero también a los empresarios. Ahora, el mundo le está cobrando duro a la Iglesia Católica la violación de los niños, un comportamiento indebido. Pero sin el apoyo de la Iglesia varias peleas se van a perder”.


Sobre la polémica que hay en el país por la reducción del presupuesto de inversión en sectores como la educación, el deporte y la cultura, Mockus afirmó que es parte de la autoridad del presidente cómo manejar la cosa de tal modo que solo se viera lo que cuesta la paz al final. “Ahora hay que hacer reformas simultáneas. No me alegro mucho, porque era la realidad. La paz cuesta. Con ser menos corruptos ahorraríamos parte del dinero que necesitamos, pero aun, si nadie se robara nada, tocaría tener más impuestos. Es muy incómoda la situación, pero hay una urgencia, el mismo Acuerdo de paz cuesta. La clase dirigente del país quiere langosta, pero a precio de kokoriko”.

domingo, 27 de agosto de 2017

EL PARAQUEADERO PADILLA. TRATANDO DE ENTENDER (80)

                                   El paraqueadero Padilla


Hace 15 años el Estado colombiano tuvo la oportunidad de darle un fuerte golpe al paramilitarismo. El allanamiento de un parqueadero en Medellín entregó la planilla completa de los paracos: sueldos, préstamos, cuentas por cobrar y otras señales particulares. El saldo definitivo fue a favor de los asesinos: tres investigadores pagaron con su vida la suerte del hallazgo. Iván Velásquez, magistrado que lideró las investigaciones de la parapolítica, era fiscal regional durante el operativo. Aquí están sus ingratos recuerdos.  


Fuente:  periódico Universo Centro.  Medellín, Colombia ed 43 2017
Autor:    Iván Velásquez Gómez
  
En homenaje a Sergio Humberto Parra, Jorge Fernández y Diego Arcila, investigadores del CTI asesinados en Medellín entre 1998 y 1999.

En octubre de 1997 se produjo un revolcón en los cuadros directivos de la Fiscalía en Medellín. Los crecientes rumores sobre la connivencia de algunos fiscales con el paramilitarismo alentaron la movida. A la unidad del Cuerpo Técnico de Investigaciones fue enviado un curtido funcionario que se desempeñaba como fiscal en Bogotá, Gregorio Oviedo Oviedo; y a mí, que para entonces ocupaba el cargo de magistrado auxiliar en el Consejo de Estado, se me nombró en la regional de Medellín. La prioridad, me dijo el Fiscal General durante la posesión, era impulsar las investigaciones contra los paras, y en esa tarea contaría con el total respaldo de los directivos nacionales.
Era la época de expansión del paramilitarismo y del auge de las Convivir, cuya creación se promovía desde el propio despacho de la gobernación de Antioquia con Álvaro Uribe y Pedro Juan Moreno a la cabeza.
Oviedo y yo conformamos rápidamente un buen equipo de fiscales e investigadores, al que se sumó pocos meses después el doctor J. Guillermo Escobar Mejía, quien asumió como jefe de la unidad de fiscales regionales encargada de ese tipo de investigaciones; él era el faro de la ruta. A la unidad de narcotráfico se incorporó el incorruptible juez Laureano Colmenares Camargo. A ambos los conocía desde mis tiempos de empleado judicial, y con el primero los lazos se estrecharon cuando logré convencerlo de que fuera mi director de tesis en la Universidad de Antioquia.
Esas dos figuras de la judicatura en el nivel directivo de la fiscalía regional de Medellín me brindaban una gran tranquilidad, por el manejo adecuado que asumirían de sus unidades; además, era un clarísimo mensaje para la comunidad jurídica y los propios funcionarios, incluidos los miembros del CTI, acerca de la orientación que tendría nuestra gestión en la fiscalía regional, que para entonces no gozaba de muy buen nombre debido a los rumores de corrupción que llegaban hasta la capital. Pocos días después de mi llegada a la dirección fueron destituidos casi dos decenas de fiscales, a quienes, según supe, se les reprochaba participación directa en "torcidos" o colaboración con corruptos.
Mirando la historia con la distancia que da el tiempo, creo que el mensaje llegó a muchos sectores, y en particular a un grupo de investigadores del CTI que vivían en medio de la zozobra, el temor y la desesperanza, pues ya sabían de las andanzas de Carlos Mario Aguilar, quien más tarde se conocería con el alias de 'Rogelio', un hombre que logró penetrar el CTI merced a las generosas dádivas que entregaba a sus ex compañeros. A su propósito también ayudó la asombrosa pasividad del Director Nacional del CTI en ese momento, que había sido alertado por otros funcionarios de la institución, antes y después del homicidio de Manuel López, jefe de la Sección de Información y Análisis –SIA–, cometido en 1997 por sicarios de adentro y de afuera, pocos meses antes de que Oviedo y yo nos posesionáramos.
Jorge Fernández y Diego Arcila necesitaban en quien creer. El primero, si mal no recuerdo, había reemplazado al sacrificado jefe de la SIA, y el segundo acababa de regresar a la ciudad después de un "exilio" en el Búnker de Bogotá y dirigía la Sala Técnica, el centro de interceptaciones del CTI en Medellín. Necesitaban en quien creer y nos encontraron a Oviedo y a mí.
La confianza de Jorge y Diego generó la de sus cercanos en el CTI y, por ese efecto que solo entendemos bien los que nos hemos dedicado a la investigación criminal, también la de sus fuentes, aunque no tuvieran, en general, contacto con Oviedo y conmigo.
Miembros de las Convivir desencantados de la organización o desengañados porque conocieron su real esencia, integrantes de "combos" convertidos en informantes, personas de las comunidades golpeadas por la delincuencia, víctimas de paramilitares, guerrilla, bandas o milicias, se fueron acercando o mantuvieron sus lazos, ahora fortalecidos, con los investigadores. La abundante información era procesada por los analistas del CTI y compartida con los fiscales regionales. Estábamos en el mejor momento del "optimismo funcional", ese sentimiento renovador que nos hace creer que es posible acabar con la impunidad, y ni siquiera el doloroso asesinato de Jesús María Valle en febrero de 1998 –"un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado"– nos amilanó ni frenó el impulso casi frenético que teníamos.
En esas estábamos cuando recibimos un dato: el número telefónico de un mando medio de las ACCU que por aquellos días había sufrido la fractura de una pierna y dedicó su incapacidad, en su casa en Bello, a largas y reveladoras conversaciones con miembros de su organización. Hablaba a sus anchas, con total desparpajo, sin saber que era escuchado en tiempo real por un analista del CTI en la sala técnica que dirigía Diego Arcila; esa inmediatez permitió, en varias oportunidades, frustrar acciones planeadas por el grupo armado.
Fue así como se supo que en la mañana del 30 de abril de 1998 un camión repleto de uniformes camuflados se desplazaría desde Medellín hacia Sopetrán, en el occidente de Antioquia, donde operaba un bloque comandado por alias 'Memín'. Un grupo de investigadores enviado por Oviedo y liderado por Sergio Humberto Parra interceptó el camión en cercanías de San Jerónimo y obtuvo la dirección desde donde supuestamente había salido el cargamento, lo que permitía pensar que allí funcionaba la fábrica; la nomenclatura señalaba un parqueadero situado a menos de quinientos metros de La Alpujarra, sede de la Fiscalía Regional y centro administrativo del departamento y la ciudad.
De inmediato Gregorio Oviedo organizó el operativo. Llegaron a un parqueadero común, nada revelador. Superado el desconcierto inicial, alguien observó una especie de ramada a un costado del lote, un segundo piso al que subieron apresuradamente Oviedo y sus hombres. Allí, frente a un escritorio y acompañado de dos secretarias, Jacinto Alberto Soto Toro, alias 'Lucas', engullía papeles para destruir evidencias al tiempo que, ayudado por una de sus "mecanógrafas", destrozaba disquetes con desespero. "Queda usted detenido", le dijo directamente Gregorio Oviedo.

 Fueron decomisados decenas de disquetes, dos libros de contabilidad y documentos bancarios: un verdadero tesoro que revelaba la estructura íntegra de las ACCU, sus finanzas y quienes las aportaban, cuadros de nómina discriminados por escuadras, los alias de sus integrantes, incluido el del respectivo jefe, la identificación del grupo, la semana a la que correspondía el pago y su valor, las retenciones de sueldo por préstamos o para fondos comunes, etc.
Ese mismo día, al caer la tarde, Oviedo fue a mi despacho y me dio un completo reporte del operativo. Desde mi oficina, ubicada en el piso 21 del edificio José Félix de Restrepo, con ventanas a la calle San Juan, me señaló el Parqueadero Padilla. ¿Quién podría imaginar siquiera que a pocos metros de la Fiscalía Regional estuviera funcionando el centro de contabilidad de las ACCU?
Durante toda la mañana del 1 de mayo un equipo de investigadores y fiscales se dedicó a la revisión de los documentos contables, a decretar el embargo de centenares de cuentas y a elaborar los oficios correspondientes, que fueron entregados a primera hora del día siguiente en las entidades bancarias. Luego se examinaría la legalidad de cada uno de esos depósitos, por el momento había que impedir que las autodefensas recuperaran el dinero.
Menos de dos meses después, el 10 de junio de 1998 al final del día, Sergio Humberto Parra fue asesinado a tiros de fusil en inmediaciones del Cementerio San Pedro en Medellín, cuando iba para su casa en Bello.
A mediados de septiembre el Fiscal General Alfonso Gómez Méndez dispuso el traslado del proceso para la Fiscalía Regional de Bogotá, cuya dirección estaba a cargo de Antonio José Serrano, un hombre de su absoluta confianza, según me dijo telefónicamente un mes después, cuando me llamó a recriminarme porque el fiscal del caso no había remitido una caja de documentación relacionada con el desembargo de algunas cuentas. Ese era el respaldo que ofrecía el Fiscal General en la lucha contra el paramilitarismo.
La reasignación del proceso fue aprovechada por las autodefensas para falsificar el oficio secretarial que dejaba a 'Lucas' a disposición de la dirección de fiscalías en Bogotá; en su lugar elaboraron un oficio que lo ponía a órdenes de un fiscal seccional de Medellín, quien le concedió de inmediato la libertad y personalmente confirmó la decisión a las autoridades carcelarias. Así salió de la cárcel Bellavista Jacinto Alberto Soto Toro, por la puerta principal, el 30 de septiembre de 1998. Posteriormente el Tribunal Superior de Medellín absolvería al fiscal Jhonny López Patiño, como se llamaba el corrupto que le entregó la boleta de libertad, quien finalmente fue condenado por la Corte Suprema de Justicia el 29 de enero de 2004. La fuga, según me contó Éver Veloza, alias 'HH', antes de ser extraditado, costó unos 800 millones de pesos.
¿Y la investigación? Ah, pues nada. Parece que se hubiera reasignado a la Regional de Bogotá para frenarla. Apenas en mayo de 2001, un mes antes de la renuncia de Gómez Méndez, reemplazado en calidad de encargado por un hombre de su plena confianza, Pablo Elías González, se realizó el allanamiento a Funpazcor, entidad que aparecía vinculada al paramilitarismo en los papeles encontrados en el Parqueadero Padilla tres años antes. En los documentos se repetía constantemente el nombre de Sor Teresa Gómez, hoy condenada por el homicidio de Yolanda Izquierdo.
Es verdad que en la administración de Luis Camilo Osorio el expediente se devolvió a Medellín para que le dieran sepultura. Pero en realidad falleció en manos de Alfonso Gómez Méndez, quien todavía no ha explicado por qué, si la reasignación que se ordenó para impulsar el proceso desde la capital tenía fecha de septiembre de 1998, apenas en mayo de 2001 se logró el ingresó a las oficinas de las autodefensas en Montería, identificadas casi treinta meses antes.
Que el paramilitarismo se paseo tranquilo por la Fiscalía de Luis Camilo Osorio parece ser un hecho irrebatible. Pero que la principal responsabilidad por la impunidad en el caso del Parqueadero Padilla, conocido en Bogotá como el caso Funpazcor, es de Alfonso Gómez Méndez, no admite discusión ¿Cuánta sangre le costó al país esa impunidad? ¿Cuánta impunidad ha generado esa impunidad? 



sábado, 5 de agosto de 2017

CARTA DE DESMOND TUTU A LOS COLOMBIANOS. TRATANDO DE ENTENDER (79)

CARTA DE DESMOND TUTU A LOS COLOMBIANOS

Queridas hermanas y hermanos colombianos,

Les escribo con inmensa alegría, tras enterarme de que un proceso de paz se puso en marcha en su país, para desearles lo mejor en el emocionante camino que tienen por delante.

El hecho de que en su tierra, que por muchos años ha sido golpeada por el conflicto, hayan acordado hablar sobre un compromiso de paz y reconciliación le envía un mensaje de esperanza al mundo entero. Si los colombianos pueden acercarse entre sí y conciliar sus diferencias, también pueden hacerlo los miembros de nuestra familia que viven en Israel y Palestina, en Siria y Libia, en el Tíbet y China, en Burma, en Zimbabue y Sudáfrica.

Hay muchos paralelos entre el conflicto colombiano y nuestra experiencia en Sudáfrica. En 1948, cuando La Violencia se apoderó de un país, se introdujo el apartheid en el otro. Y aunque el apartheid le añadía un enorme factor racial al conflicto, en esencia, las dos luchas enfrentaron a quienes tenían poder y recursos a los que no. En ambos países, cientos de miles de ciudadanos fueron desplazados forzosamente. Los dos países se convertirían en sinónimo de división violenta y fueron rechazados en el mundo.

"Hay más represión de la libertad individual aquí que la que hay en cualquier país en el que hayamos estado; la policía patrulla las calles con sus rifles y pide papeles cada minuto... El ambiente es tenso y pareciera que se está gestando una revolución. El campo está inmerso en una lucha abierta y el ejército no tiene la capacidad para reprimirla." Esta podría haber sido una descripción del apartheid en Sudáfrica, pero, de hecho, es un extracto del diario del 'Che' Guevara sobre su visita a Colombia en julio de 1952.

La violencia genera violencia y esta, a su vez, genera más violencia; y tanto los sudafricanos como los colombianos han pagado un precio terrible, no solo en lo físico, sino también con sus almas y corazones heridos.

Lo que hemos aprendido y seguimos aprendiendo en Sudáfrica es que en muchos aspectos hacer la paz es más difícil que hacer la guerra. Reconciliarse con los antiguos enemigos es muy duro. Ser magnánimo, pese a los amargos recuerdos, es extremadamente difícil. El perdón no puede darse por hecho; hay que ganárselo. Pero a menudo se lo ofrecemos generosa y abiertamente a quienes no lo merecen. Curar las heridas no es algo que ocurra de manera instantánea; puede ser un proceso largo y sinuoso. Y para que este sea exitoso es necesario que todos los individuos seamos mejores personas, para ver el mundo no solo desde nuestra mirada, sino también desde la del otro.

Nuestra experiencia en Sudáfrica nos enseñó que, sin importar de qué lado del conflicto estábamos, llegaba un momento en el que debíamos arriesgarnos a dejar de lado nuestras diferencias, para crear oportunidades en que pudiéramos sanarnos. Los primeros pasos fueron hablar y escuchar; hablar unos a otros en vez de hablarle al otro, y escucharnos.

En Colombia, tanto a quienes apoyan a grupos paramilitares de derecha como a los que apoyan a los de guerrilleros de izquierda, a los grandes terratenientes y a quienes han sido desplazados a las ciudades, incluso a quienes están o no activamente involucrados con los cultivos ilícitos, que abastecen el conflicto, o con su erradicación, les llega un momento de reconocer al otro por lo que en el fondo somos todos: miembros de una familia, la familia humana, la familia de Dios.

En Sudáfrica, cuando los líderes de los diferentes partidos que habían estado en guerra se sentaron a hablar, literalmente no podíamos creer lo que estaba sucediendo frente a nuestros ojos. ¡Allí había antiguos enemigos declarados! Ayer, ellos habrían querido hacerse daño físico; ¡hoy están hablando como hermanos y hermanas!

Que nosotros hubiéramos conseguido la democracia habla del hecho de que no podemos permanecer aislados los unos de los otros. En Sudáfrica le llamamos a este tipo de confianza en el otro 'Ubuntu' (filosofía africana basada en las relaciones entre las personas): mi destino está relacionado con el tuyo. Somos quienes somos a través del otro. Yo no puedo ser sin ti.

Invitamos a representantes de todas las formaciones políticas a participar en nuestro proyecto nacional. Tuvimos la primera elección democrática de nuestra historia. Luego, los representantes de esos partidos que fueron elegidos democráticamente se sentaron a escribir una constitución y una declaración de derechos. Trabajaron por un propósito común, con miras a la meta común de construir una nación en la que todos los ciudadanos tuvieran las mismas oportunidades de prosperar.

Nos dimos cuenta de que no podíamos esconder nuestro dolor debajo del tapete y se creó un mecanismo para incentivar a los perpetradores de la violencia a que buscaran un perdón legal (amnistía de la persecución), siempre y cuando sus acciones tuvieran una motivación política y que estuvieran dispuestos a contar toda la verdad.

Llamamos a este mecanismo la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, institución y proceso que tuve el honor de liderar. Aprendimos acerca de la especial relación entre verdad y perdón, cuán importante es para las víctimas y los perpetradores contar y escuchar sus historias, y que estas sean reconocidas por los otros.

Siempre llega un momento para reconocer nuestro papel dentro del conflicto cuando hay dificultades en el proceso, de dejar de culpar a los otros y de enderezar las cosas para el beneficio de nuestros niños, de nuestro país y de nuestro mundo compartido, que es nuestro hogar.

Felicitaciones, Colombia. Que Dios los bendiga en el camino que tienen por delante.

Con amor,
ARZOBISPO EMÉRITO DESMOND TUTU
Ciudad del Cabo

El 'padre' de la Nación del arcoÍris

Desmond Tutu nació en Sudáfrica en 1931. A finales de los 60, después de ordenarse, empezó a denunciar la situación precaria en la que vivía la población negra con el 'apartheid'. Lideró la Comisión para la Verdad y la Reconciliación en su país, y en 1984 recibió el Premio Nobel de Paz. Le atribuyen la creación del apelativo 'nación del arcoíris' para hablar de Sudáfrica como un país diverso.

FUENTE: EL TIEMPO.COM  septiembre 2012


MI ÚNICO ENCUENTRO CON CARLOS CASTAÑO

Nota: esta breve crónica de mi encuentro con Carlos Castaño la escribí pensando en comenzar mi idea de se escritor y cronista del conflicto....