Prólogo de un libro premonitorio: 'La guerrilla por dentro'
Jaime Arenas, su autor, fue acribillado por miembros del Eln el 28 de marzo de 1971, en Bogotá.
Por: ENRIQUE SANTOS CALDERÓN |
Este es un libro premonitorio. Jaime Arenas Reyes vio lo que se venía y lo denunció. Por eso lo mataron.
Dos meses después de haber publicado 'La guerrilla por dentro', el 28 de marzo de 1971, mientras caminaba un domingo al mediodía por el centro de Bogotá en compañía de sus dos hermanos y de su novia, la actriz de teatro Sadith Restrepo, Jaime Arenas fue acribillado por la espalda por dos miembros del Eln. Tenía treinta años y seis meses de edad.
‘Treinta años y seis meses’ es el título que le puse a la columna que escribí la semana de la muerte de Jaime y que no resisto la tentación de citar aquí a propósito del prólogo que Icono Editorial me ha solicitado con motivo de esta afortunada reedición de su libro.
En medio de la conmoción, la rabia y la tristeza hace 38 años escribí:
“Jaime Arenas expresó en varias ocasiones que él no llegaría a los treinta años. Durante el año y cuatro meses que estuvo en la guerrilla, este debió ser un presentimiento constante; cuando decidió fugarse para salvar la vida y durante las cuatro angustiosas horas que corrió por la selva del Opón perseguido por un guerrillero a caballo, con seguridad no tuvo otro pensamiento en la cabeza; tampoco debió abandonarlo durante los diez meses en que estuvo detenido. Cuando decidió que consignaría en un libro –'La guerrilla por dentro'– su decepción en la organización revolucionaria a la que tanto le dedicó, y, una vez libre, al ratificarse en este propósito y al hacer públicas, para que todo el mundo las leyera, sus opiniones y sus críticas, no pudo menos de pensar que con este paso protocolizaría la sentencia de muerte que pesaba sobre él.
“Y, sin embargo, Jaime Arenas, el más destacado líder universitario que haya tenido Colombia, llegó a los treinta años. Y últimamente se le notaba más confiado, menos pesimista. Ya no veía cerradas todas las puertas, ni se consideraba un frustrado. Acabó aceptando que existían otros caminos para presionar el cambio, y había comenzado a ensayarlos.
“Fue cuando hizo su aparición, por la espalda y a mansalva, la ‘justicia revolucionaria’ de los que nada aprenden y nada olvidan. Cuando caía acribillado en una calle de Bogotá por las balas de la operación Aguilucho del Eln, Jaime Arenas tal vez alcanzó a pensar que le había burlado seis meses a la muerte.
“Permaneció fiel a sí mismo y a sus convicciones. Por eso, más que todo, está hoy muerto. No calló su desilusión con el movimiento en el que había militado, sino que creyó ser consecuente haciendo conocer sus críticas. Esta fue su delación, su gran traición: el haber tenido la osadía de denunciar en un libro las fallas y equivocaciones del movimiento guerrillero que él contribuyó a estructurar.
“La muerte de Jaime Arenas confirma en cierto sentido las tesis de su libro. Siete balazos por la espalda fueron la respuesta a los argumentos que expone a lo largo de doscientas páginas de análisis del Eln. Lo mismo que el fusilamiento ha sido la respuesta a tantos jóvenes valiosos que dedicaron su vida a la revolución, pero que se atrevieron a cuestionar la orientación que se le estaba dando a la lucha armada.
“Me duele profundamente la muerte de Jaime Arenas porque lo conocí muy de cerca, porque solíamos discutir, durante horas enteras, sus experiencias y los planteamientos de su libro, y porque me pareció una persona honesta. Porque, además, resulta triste y deprimente que los individuos capaces de hacer que este país cambie mueran en absurdas vendettas revolucionarias”.
Decía que este es un libro premonitorio porque Jaime Arenas pronosticó el infierno en que se convertiría el Eln y la sin salida de militarismo, machismo y sectarismo a la que conduciría en Colombia la lucha armada como método de acción política.
Jaime Arenas Reyes, cuando enfrentó, como guerrillero del Ejército de Liberación Nacional (Eln), un consejo de guerra en su contra, en diciembre de 1969. Archivo / EL TIEMPO
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Estas páginas son la primera historia detallada del Eln escritas por uno de sus fundadores y el primer diagnóstico crítico –demoledoramente crítico– del maligno cáncer que ya carcomía las entrañas de una guerrilla que había irrumpido seis años atrás al calor de la Revolución cubana y el idealismo generalizado de la época. Pero que ya había producido más bajas en sus propias filas que entre las del enemigo. Gracias al paranoico régimen de terror interno que había impuesto su líder máximo, Fabio Vásquez Castaño, responsable de innumerables fusilamientos de sus propios hombres. Generalmente, de los de extracción urbana y todos valiosos, honestos y capaces líderes universitarios, dirigentes sindicales o profesionales comprometidos. Víctor Medina Morón, Julio César Cortés, Heliodoro Ochoa son apenas algunos de los nombres de esta infame lista de ‘ajusticiados’. Todos compañeros de Jaime Arenas, todos fusilados en el monte tras inverosímiles consejos de guerra montados por Fabio Vásquez. La pena de muerte de la que Arenas logró, temporalmente, escaparse.
'La guerrilla por dentro' es una documentada y lúcida cronología analítica del origen y desarrollo del Ejército de Liberación Nacional, un movimiento al que se incorporaron el sacerdote Camilo Torres y otros curas rebeldes de esos años y que logró capturar la simpatía de amplios sectores sociales, estudiantiles e intelectuales. Narra la formación de los primeros núcleos urbanos; las relaciones con las Juventudes del MRL de López Michelsen; el papel del movimiento estudiantil; las primeras acciones guerrilleras y las primeras purgas internas; la incorporación de Camilo y su absurda y trágica muerte…
Estas páginas deberían ser lectura –o relectura– obligada para todo colombiano que aspire a entender mejor en qué país vive. Y de dónde viene un movimiento como el Eln y por qué le ha pasado lo que les pasó a esta y a demás organizaciones guerrilleras.
Para una generación de colombianos más o menos politizados de los años sesenta y setenta, el Eln representó un fenómeno político particular: el ideal de darlo todo por el pueblo; la noción del guerrillero heroico, del “hombre nuevo” del Che Guevara. Puede sonar subjetivo, porque me tocó de cerca, pero no concibo a un colombiano que tenga hoy entre 45 y 65 años que no haya sentido de alguna manera el efecto de lo que fue el Eln. Vale decir, de lo que este grupo pretendía encarnar: la aún idealizada Revolución cubana, las protestas estudiantiles, el malestar obrero y campesino, la Teología de la Liberación, el foco guerrillero como atajo a la sociedad igualitaria…
Dentro de la copiosísima literatura que ha producido en los últimos 40 años el conflicto armado en Colombia, son muy contados los testimonios –personales y vivenciales– de los protagonistas de la violencia guerrillera. El de Jaime Arenas es uno de los primeros y más valiosos. Y no deja de sorprender –este país da para todo– que, después de sus dramáticas revelaciones, el Eln haya persistido tanto y que tantos jóvenes de las ciudades hayan seguido ingresando a sus filas. Tal era la aureola de pureza revolucionaria que aún irradiaba y la fuerza convincente del estigma de ‘traidor’ que podía impartir un movimiento irrigado por la sangre de Camilo Torres.
Releyendo 'La guerrilla por dentro' para escribir estas líneas, me transporté a ese pasado tan lleno de ilusiones, sacrificios y entusiasmos. He recordado en especial a Jaime. La fuerza de su voz, la claridad de sus argumentos; su carismática y atractiva personalidad, su estatura imponente. Era un líder natural, que siempre asocio con Luis Carlos Galán, con quien terminó de amigo. Santandereano como él, e igualmente vertical y frentero. Y ambos asesinados en la flor de la vida por sus ideas. El uno, por la “justicia revolucionaria” de una guerrilla fanatizada. El otro, por la sed vengativa de una mafia narcotraficante.
No encuentro, en fin, mejores palabras para concluir este prólogo que las que en esos días consignó en su columna en EL TIEMPO Gonzalo Arango: “Escribió con sangre un libro valiente, con la sangre que luego derramó. Tiró la piedra y no escondió la mano. Eso se llama honradez y coraje. Ese libro fue su condena, el cuerpo del delito. Aun así, vale la pena escribir un libro por el cual se muere. (…) A Jaime lo mató el estalinismo en la revolución. Fue la venganza del matón contra el intelectual, de la estupidez contra la lucidez”.
ENRIQUE SANTOS CALDERÓN
Especial para EL TIEMPO